Amor
por y de la naturaleza
Amparo
Montoya
I
Así
empezó
Doña
Libia fue a visitar a su amiga que ya tenía dos meses de tener el
bebé.
—Doña
Fabiola ¡qué pena con usted no haber venido antes, es que me ha
tocado trabajar hasta los domingos!
—¡No
se preocupe por eso, yo entiendo!
—¿Y
ya le consiguió el nombre al niño?
—¡Se
llamará José Manuel, ya tengo el padrino para el bautizo, pero no
tengo la madrina!
—¿Y
cuándo lo bautiza?
—¡Lo
más rápido que se pueda!
—¿Por
qué?
—Creo
que se me va a enfermar… No duerme casi en la noche…no nos deja
dormir y en las horas de la madrugada, empieza a dormir como un
elefante. ¡Creo que tiene el sueño distorsionado… algo tengo qué
hacer, pero no sé qué!
—¿Ya
lo llevó donde el médico?
—¡Sí,
pero me dijo que el niño estaba bien y que ese problema del sueño,
era algo pasajero!
—¿Y
entonces?
—Pues
yo no sé nada de médicos, lo único que le digo es que si José
Manuel no controla el sueño, va a agotarnos al papá y a mí… Por
eso lo quiero bautizar ligero para esperar lo que sea…
—Entiendo,
porque si el papá no puede dormir de noche y el día entero lo tiene
que trabajar, sí se va a enfermar y si es usted, pues lo mismo…
—¡Lo
bautizaré el próximo domingo! ¿Quiere ser la madrina?
—¡Claro,
me encantaría!
—Más
tarde iré con él a comprarle ropita para el domingo, ¡está
creciendo mucho!
—Pero
está dormido…
—¡Tendré
que despertarlo!
José
Manuel se fastidió y empezó a llorar. Fabiola le habló en voz
alta:
—¡Basta
ya de llantos! No te dejaré dormir en el día y cada vez que te
duermas, te voy a despertar… porque la noche es para dormir…
José
Manuel, a su corta edad, comprendió que Fabiola estaba enojada. Hizo
pucheros
y mientras lo vestía para salir, se quedó de nuevo dormido. Fabiola
salió con él. Se extasió mirando unas flores. De pronto José
Manuel se despertó y miraba para todos los lados. Una mujer que
vendía flores le dijo:
—¡Es
un bebé precioso!
—¡Gracias!
—¡Yo
nunca acostumbro a dar regalos, pero a este niño tan hermoso, le voy
a regalar un canario de juguete!
La
mujer se acercó más a Fabiola con el juguete y le dijo:
—Si
le aprieta la barriguita, el canario empieza a cantar… así…
La
mujer le explicaba a Fabiola, ésta vio como José Manuel abrió los
ojos y sonriendo se quedó de nuevo dormido. Las dos mujeres se
despidieron y cada una siguió en lo suyo. Al llegar a la casa,
Fabiola acostó a José Manuel, dándole pecho, los dos se quedaron
dormidos.
En
las horas de la noche:
—Fabiola,
me dijeron que le diéramos unas gotas de yerbabuena al niño para
que nos deje dormir… Estoy demasiado cansado levantándome tres y
cuatro veces en la madrugada para saber el porqué del llanto del
niño y sé que tú haces lo mismo… Si seguimos así, rapidito
vamos a ir a templar al hospital…
—Veremos
a ver cómo pasa esta noche… Recibió todo el sol del mediodía…
Puede ser que tenía frío…
Al
día siguiente, en la finca donde trabajaba don Rafael, el patrón
decía:
—Don
Rafael está muy lerdo para trabajar… Se nota que está cansado y
así no lo puedo tener en la finca, porque no sólo no cumple bien su
trabajo, sino que se le va acumulando, ya tuve que decirle a otro
trabajador que le ayudara porque no recogió la papa completa…
—Pero
no puedes despedirlo, mira que serás el padrino de su hijo…
—Celmira,
¡la amistad va por un lado y por el otro el trabajo! Veremos cómo
trabaja mañana y entonces le diré que saldré de viaje y que no
podré ser el padrino de su hijo… Dejo esta finca en manos de otro
y que se encargue de despedir a don Rafael, para yo no tener velas en
ese entierro…
—¡Lo
mejor que puedes hacer es hablar con el socio y que él tome la
decisión!
—¡Me
has dado una buena idea!
La
fecha para el bautizo de José Manuel se acercaba. Don Rafael le dice
a su patrón:
—Don
Jaime, dentro de cinco días es el bautizo de mi hijo, para que se
acuerde…
—Don
Rafael, mañana mismo tengo que salir para Bogotá a hacer unos
negocios, no podré estar presente en el bautizo…
—¿Cómo
así?
—¡Lo
lamento, pero usted sabe que los negocios no se pueden hacer esperar!
—¡Qué
lástima!
—Debe
de conseguir a otro, este viaje no lo tenía planeado, pero el socio
me dijo que tenía que viajar mañana mismo…
—¿Y
quién se encargará de la finca?
—Esta
finca es de una sociedad, cualquiera de ellos vendrá a hacer mi
trabajo en el tiempo en que yo esté afuera…
—Bueno,
pues hablaré con Fabiola para que busque a otro padrino…
—¡Es
lo mejor para que no se retrase el bautizo!— dijo Jaime.
Al
regresar a su casa, Rafael estaba contrariado. José Manuel estaba
llorando y
esto
lo exasperó más.
—Fabiola,
hay que hacer algo por José Manuel…
—Deja
te cuento una cosa…
—¿Qué?
—Me
fui con el niño a conseguirle la ropita para el bautizo, me
entretuve viendo las flores…
Fabiola
le contó con detalles lo del regalo de la mujer. Rafael no aguantó:
—¿Cómo
te atreviste a recibir un regalo de una desconocida? ¿Es que ignoras
que emplean esos medios para robarse a los niños? O lo que es peor
¡hacerles alguna brujería!
—¡No
digas eso!
—Pues
mira que por recibir ese regalo, ya empezó la mala racha para
nosotros…
—¿Qué
pasó?
—¡Que
don Jaime no será el padrino de José Manuel!
—¿Por
qué?
—Porque
se tiene que ir para Bogotá…
—¿Qué
hacemos?
—Y
yo pensando que don Jaime sería el padrino ideal por los regalos que
le da a sus ahijados… ¿Lo ves? Ya empezaron las malas noticias
¿cuál será la próxima?
—¡No
seas pesimista!
—¡Ya
mismo botas ese pájaro!
—Pero
es un regalo que le dieron a…
—¡Es
mi última palabra!
—¡Está
bien, te voy a preparar algo para comer y después me deshago del
regalo!
—Primero
anda a ver qué es lo que le pasa al niño…
Fabiola
entró a la pieza. Vio el pájaro y pensó: “Voy a ver si hay algo
en este
pájaro”.
Cogió el juguete y lo espichó en la barriga. El pájaro empezó a
cantar. Ella miraba a su hijo. José Manuel sonreía y se iba
quedando dormido. Después de observar, Fabiola pensó: “El canto
del pájaro tranquiliza a mi hijo…no, no lo botaré…porque eso me
servirá para que se duerma…en la noche haré cantar al pájaro,
pero en el día, lo tendré que sacar al jardín para que la bulla de
la gente, lo mantenga despierto”.
Rafael
la llamó:
—Fabiola
¡tengo hambre!
Ella
salió y:
—Sentí
una melodía muy lejana…
—¡Yo
no escuché nada!— dijo Fabiola.
—¿Hiciste
lo que te dije?— pregunta Rafael.
—¡Sí,
así fue! Mira, para que puedas dormir bien, ocupa el otro cuarto, yo
me quedó en el de nosotros con el niño para que puedas descansar…
—¡En
eso estaba pensando!
Fabiola
organiza la pieza. Rafael cae rendido. Se despierta temprano y no
escucha el llanto del niño. Se acerca a la habitación y ve a
Fabiola y José Manuel profundamente dormidos. Se dirige al baño y
mientras se organiza, piensa: “Doris ¡qué mujer, nunca me he
sentido así con Fabiola! Tendré que apresurar mi salida de aquí,
le diré a Fabiola que hasta esta pieza me llegó el llanto del niño
y que no pude dormir tampoco… Pero eso será después del bautizo…
Doris tendrá que esperar… Los dos nos organizaremos en la casucha
del pueblo…”.
Al
otro día, en la finca La alborada, Adolfo, trabajador de la finca,
ayuda a empacar las maletas de don Jaime y le dice:
—Señor,
le voy a contar una cosa, pero le pido discreción…no quiero
meterme en problemas…
—¿Qué
pasa?
—Don
Rafael se mantiene cansado, pero es que tiene relaciones mañana,
tarde y noche con Doris…
—¿Qué?
—Ayer,
las tres veces que lo vi, estaba en esas…
—¡Entonces
los dos son unos enfermos por el sexo! ¿Tres veces?
—Cuando
llegan todos los trabajadores, ellos se meten en los matorrales donde
están las mazorcas… Casualmente fui a recogerlas y los vi… A
medio día volví al terminar mi trabajo y estaban de nuevo en eso.
Ya terminando la jornada, la vi a ella que se metía por las
plataneras, me puse a chismosearla y allá estaba don Rafael con
ella, los dos se estaban desvistiendo… Me vieron y de inmediato
organizaron sus ropas y salieron de allí…
—Tendré
que contarle todo esto a Rodrigo también… Ya ellos sabrán qué
hacer, pero don Rafael está despedido.
El
día pasó normal. Al llegar la hora de la salida, todos se
dirigieron a sus hogares, menos Rafael y Doris. Salieron para otro
sitio.
—Las
horas están pasando y Rafael no llega… Nunca se ha demorado tanto
¿será que algo le pasó? Son más de las siete de la noche… la
finca está lejos… no tengo el número telefónico… ¿qué hago?—
decía Fabiola mirando a su hijo. Éste empezó a llorar. Ella le dio
el alimento. Cuando terminó, José Miguel siguió llorando. Con
bastante paciencia, se acostó a su lado e hizo sonar el pájaro. La
melodía Granada estaba grabada dentro de la barriga del canario. Los
dos se fueron quedando dormidos.
A
media noche Fabiola se despertó y se dirigió a la pieza donde había
dormido
Rafael.
No estaba allí. La cama estaba organizada.
—Dios
mío, Rafael no vino a la casa… De todas maneras tengo que esperar
a que amanezca para ir a la finca… Ojalá nada le hubiera pasado…
tengo miedo…
El
tiempo empezó a correr. Cerca de las seis de la mañana, Fabiola
medio dormida, le dice a su hijo:
—¡Tu
papá no vino anoche, iré a buscarlo, quédate quietecito, ya tienes
la panza llena!
El
niño sonreía. Los pájaros empezaron a cantar y se fue quedando
dormido.
Fabiola
dijo:
—Es
el canto de los pájaros el que relaja a José Manuel… Ojalá
cantarán hasta que yoregrese…
Se
organizó de rapidez y dirigiéndose a la finca, casi que volaba. Al
llegar vio a
dos
floristas, un hombre y una mujer que hacían ramos:
—Buenos
días…
—Buenos
días ¿a quién busca?
—Busco
a Rafael Cano… Estoy preocupada por él…
—Entre
por las plataneras… Hace un momento lo vi allá…
—¿Pero
él está bien?
—¡Yo
lo vi bien! ¿Por qué?
—¡No
fue a amanecer a la casa y pensé que algo malo le había pasado!
—Vaya
tranquila…
Fabiola
agradeció. Caminó unos pasos y escuchó que la mujer decía:
—¡Nada
malo le pasará estando con esa zorra mañana, tarde y noche!
Fabiola
se devolvió y:
—Señora
¿de quién está hablando?
La
mujer palideció y sólo dijo:
—Le
estoy contando una historia a mi compañero ¿algún problema?
La
palidez de la mujer hizo que Fabiola comprendiera de quién estaba
hablando.
Con
un dolor muy fuerte en el pecho, caminó hacia las plataneras. Miró
para todos los lados y lo único que vio fue una platanera moviéndose
con brusquedad. Esto le llamó la atención y acercándose a ella,
escuchó:
—Rafael,
¡eres lo mejor que llegó a mi vida!
—Doris,
¡tú también!
Fabiola
reconociendo la voz de su esposo, se tapó la boca para no dejar
escapar el grito de rabia y angustia. Se acercó más y vio como
Rafael desnudaba a la mujer.
Hizo
un movimiento brusco. Rafael giró la cabeza y dijo:
—¿Qué
haces por aquí?
Fabiola,
con un nudo en la garganta le dijo:
—Hoy
mismo sacarás… Mejor dicho… hoy mismo empacaré tu ropa y te
largas para siempre de la casa…
—¡Déjame
yo te explico!
—¡No
necesito explicaciones!
II
Penurias
Fabiola
salió de la finca hecha un mar de lágrimas. Llegó a su casa. José
Manuel seguía dormido. Ella lo cogió entre sus brazos y le dijo:
—¡Hijo
mío, tu padre nos ha traicionado!
José
Manuel dio un brinco y empezó a llorar furioso. Fabiola dijo:
—¡En
realidad, tú sientes lo mismo que yo! Pero te prometo que como sea
te sacaré adelante sin pedirle ni un peso a ese desgraciado…
Dizque cansado porque no lo dejabas dormir con tu llanto y el
cansancio era por otra cosa… Jamás le vamos a perdonar…
Los
días fueron pasando y las necesidades económicas empezaron a hacer
su
agosto
en Fabiola y su hijo. Ella iba a todas partes pidiendo trabajo, pero
de inmediato la rechazaban porque llevaba a cuestas a un bebé, le
decían:
—¡No
admitimos mujeres con hijos porque o atienden al hijo o atienden al
trabajo!
—¡No
puedo dejar a mi hijo encerrado para trabajar!
—¡Lo
sentimos, pero esto no es una casa de beneficencia!
Fabiola,
desolada seguía tocando puertas. Le dice a José Manuel:
—¡No
importa que yo aguante hambre… Mmientras tenga para ti las cosas
más importantes!
Los
años fueron pasando. Fabiola y su hijo unas veces tenían para comer
otras
no.
Cierto día:
—Mamá
¡quiero trabajar para ayudarte!
—¡No!
Quiero que estudies y seas un doctor…
—¡Pero
solamente trabajaría los fines de semana!
—¿Dónde?
—Por
aquí hay muchas fincas… Pues iré a limpiarlas y algo me ganaré…
—¡Está
bien, pero no vas a descuidar tus estudios, solamente trabajarás el
sábado, porque el domingo lo vas a dedicar a repasar las tareas!
—¡De
acuerdo!
José
Manuel trabajaba en la finca de don Rodrigo:
—Muchacho,
este árbol lo van a cortar hoy, debes de limpiar todo esto para que
la motosierra no se atranque y provoque un problema grande… Aquí
tienes el azadón y la bolsa para que eches la basura… Luego la
llevas a la ribera y allí te la recibirán… No lleves mucha carga
porque el terreno es resbaloso y te puedes caer… Además, estás
muy pequeño para coger bultos grandes, entonces es mejor que hagas
tres o cuatro viajes que no uno solo y pongas en riesgo tu vida…
—¡Así
lo haré!
Don
Rodrigo se retira y el muchacho empieza a trabajar. Se deleita con el
canto de los pájaros. Aprendió a silbar. Veía pájaros de todos
los colores que pasaban por su lado cantando.
—¡Siempre
me ha gustado el canto de los pájaros… Mi mamá me contó la
historia de lo que ella hacía cuando yo no podía dormir!
Un
canario, parecido al regalo que había recibido años atrás, se
acercó a él. José Manuel le dijo:
—Amiguito
¿no tienes miedo de acercarte tanto a mí?
El
canario cantaba. José Manuel dijo:
—¡Ese
es un canto triste! ¿Qué te pasa?
El
canario se le fue acercando sin temor y seguía cantando. José
Manuel se inclinó, le extendió su brazo. El pájaro se posó en
ella siguiendo con su canto.—¿Por qué estás triste?
El
canario voló a unos metros del muchacho. José Manuel lo siguió.
—¡Me
estás indicando un camino! ¿Pero qué te pasa?
El
canario voló hacia una rama alta y luego a otra más alta. José
Manuel lo
seguía
con la mirada. De pronto vio que estaban armando la motosierra para
derribar el árbol. Comprendiendo de inmediato, corrió hacia los
trabajadores y les dijo:
—Antes
de que empiecen el trabajo ¿me dejan subir a la copa del árbol?
—¿Qué
vas a hacer por allá?
—Quiero
mirar unos pichones que están a punto de caerse…
—¿Y
desde cuándo te interesan los pájaros?
—¡Desde
niño!
—¡Sube
pronto que ya en unos instantes empezamos a darle sierra a este árbol
y te puedes caer con tus pichones!
José
Manuel, con la agilidad de un gato, en instantes estuvo en la copa
del árbol y efectivamente, había dos pichones. Los cogió y con
nido se los metió al bolsillo de la camisa. Con mucho cuidado bajó
del árbol y dijo:
—Señores,
muchas gracias, algún día les regalaré pichones de canario… Me
los llevaré para mi casa…
La
canaria seguía a José Manuel y éste le decía:
—¡Vamos
a mi casa, allá les daré comida!
José
Manuel se dedicó a recoger todos los pájaros que veía en peligro.
Los llevaba al patio de su casa. Les daba harinas de pan y les decía:
—Pueden
volar lo que quieran e ir donde quieran, que de todas maneras, aquí
siempre tendrán comida.
José
Manuel terminó la primaria, pero no pudo seguir estudiando, lo que
ganaban él y Fabiola no les daba para hacer ese gasto, entonces:
—Mamá,
trabajaré de tiempo completo en la finca… Tengo contrato para
trabajar en otra… Eentonces el dinero aumentará…
—¡Cuánto
quisiera que hicieras tu secundaria y fueras un doctor!
—¡Soñar
no cuesta nada!
La
casa de Fabiola llegó a tener más de cincuenta pájaros de toda
especie. José Manuel les decía:
—Mientras
yo tenga trabajito, comida no les va a faltar… Ustedes son un
regalo que me ha dado la naturaleza.
Los
pajarillos parecían contestarle porque todos al mismo tiempo,
empezaban a cantar.
III
Fatalidad
José
Manuel había cumplido quince años. Cierto día, vio como en la
finca vecinaaserraban un árbol. Un pájaro revoloteaba por la copa
del árbol. José Manuel de inmediato supo que sus pichones iban a
morir si el árbol se caía. Corría para detener a los trabajadores,
pero el árbol se vino abajo, cayendo encima del muchacho que quedó
inconsciente bajo el peso descomunal del árbol. Horas después,
despertaba en el hospital del pueblo. Vio varios pajarillos que
cantaban en la ventana de la pieza donde se encontraba. Quiso moverse
pero no pudo. Fabiola llorando entraba con el médico:
—¡Hijo
mío!
—¿Por
qué estás llorando?
—Muchacho
¡tienes que ser fuerte!
—¿Qué
está pasando?
—El
árbol que te cayó encima te quebró la columna vertebral— dijo
Fabiola.
—Y
en las circunstancias en que te trajeron, no fueron las mejores…
—¿Qué
quieren decirme?
—¡Hijo
mío!— repetía Fabiola llorando.
—¡Mamá,
deja de llorar y dime qué me pasó!
—¡Que
se te quebró la columna!— dijo el médico.
—¡Ya
eso lo sé!
—¡Que
no podrás volver a caminar!— dijo Fabiola doblegándose.
José
Manuel sintió que se moría, con llanto en los ojos, miraba hacia la
ventana y dijo:
—¡Amigos
míos, no me abandonen!
Con
la ayuda de los dueños de la finca. Fabiola consiguió una silla de
ruedas
para
su hijo. El muchacho entraba en una depresión profunda. La situación
económica empeoró porque ya no estaba la entrada monetaria de José
Manuel. Fabiola nada decía, pero el muchacho adivinaba su
sufrimiento. Cierto día esperó que Fabiola saliera a su trabajo.
Con mucho esfuerzo se subió a la silla de ruedas. Dirigiéndose al
patio pensaba: “Tengo que decirle la verdad a mis amiguitos… No
habrá más comida para ellos y aunque me muera de dolor, les diré
que se vayan a otra parte…”.
El
timbre de la puerta sonaba. José Manuel no alcanzó a llegar al
patio. Devolvió su camino y abrió la puerta.
—¡Buenas!—
dijo una niña, más o menos con la misma edad de él.
—¡Buenas!
¿Qué se le ofrece?
——¡Soy
Andrea, la hija del panadero del barrio vecino!
—¿Qué
necesitas?
—¡Me
mandaron a traerte este pan!
—¿Quién?
—¡No
te lo diré porque sé que te burlarás de mi!
—¡No,
al contrario, te doy las gracias!
—¡Un
pajarito me trajo hasta aquí!
—¿Qué?
—Había
un pajarito en la calle, yo me incliné a cogerlo y caminando detrás
de él, llegamos a esta casa…
—¡No
puede ser!
—¡Sí,
lo es!
—¿Y
dónde está el pajarito?
—¡Encima
de tu tejado! Allí está ¿no lo oyes cantando?
—¡Claro,
ven, no tengas miedo, entra a mi casa para que veas algo!
—Pero
¿dejamos la puerta abierta?
—¡Claro,
vamos!
Los
dos muchachos se dirigieron al patio. Andrea quedó fascinada con el
tesoro
de
José Manuel.
—¡Yo
nunca he tenido un pajarito!
—¡Tengo
uno desde hace muchos años, me lo regalaron y desde ese entonces, le
tengo amor a la naturaleza! Espérame aquí…
José
Manuel se dirigió a su pieza. Cogió el canario de juguete y regresó
con él
donde
la muchacha.
—Mira…te
lo regalo…
—¡Qué
bonito!
—¡Le
aprietas la barriga y el pajarito se pone a cantar!
Andrea
hizo lo que le indicaba José Manuel. Luego dijo:
—Esta
melodía se llama Granada…
—¡Así
es!
—Me
voy, mi mamá no sabe que estoy aquí… Es que hoy nos cambiamos de
ciudad y hay mucho trabajo en la casa…
—¿Entonces
no volverás?
—¡No
lo creo, porque nos vamos a ir muy lejos y yo sola no soy capaz de
regresar!
—Si
la vida nos tiene para volvernos a ver ¡así será!
—¡Adiós!
La
muchacha salió. José Miguel estaba alegre porque tendría pan para
sus
amigos,
pero también triste por el adiós de Andrea.
Fabiola
empezó a enfermarse. La explotaban demasiado en sus trabajos. No
trabajaba una semana seguida por su estado. Nada le dijo a su hijo.
—Mamá
¿no irás a trabajar?
—¡Tengo
unos días libres!
—¿Y
eso?
—Los
patrones saldrán de viaje, cuando regresen, me llamarán…
Los
días fueron pasando. José Manuel le dijo a Fabiola:
—Mamá
¡dime la verdad!
—¿Cuál
verdad?
—¿Te
quedaste sin trabajo?
—¿Por
qué me preguntas eso?
—Porque
llevas más de diez días aquí en la casa…
Fabiola
no aguantó la presión de su hijo. Llorando le dijo:
—¡Es
verdad, me echaron por enferma! ¿Qué nos espera ahora?
—¿Ya
fuiste donde el médico?
—¡Sí
y me dijo que era un cansancio físico! Tengo que restablecerme
totalmente para seguir trabajando…
—¡Descansa,
iré al patio a hablar con mis amiguitos!
Fabiola
pensaba: "Qué voy a hacer con un hijo inválido y yo bien
enferma?Quisiera buscar a Rafael… pero mi hijo no me lo perdonaría…
¿A dónde iré? ¡Ya
comida
no hay sino para dos días! ¿Y después?".
José
Manuel hablaba con sus amigos:
—Amigos,
váyanse para otros lugares, mi mamá perdió el trabajo, pronto
aguantaremos hambre y no quiero que ustedes sufran con nosotros… Me
duele mucho esta despedida, pero es necesario que se vayan…
José
Manuel lloraba. Un sinsonte se acercó hasta él. Se posó en su
mano:
—¿Qué
traes en el pico?
El
sinsonte descargó una piedra pequeña del tamaño de un grano de
arroz. El
muchacho
miró bien y dijo:
—¡Esto
parece oro! Iré donde mi mamá y le diré que vaya a la prendería y
averigüe qué material es éste… Si estoy en lo cierto, tendremos
comida para muchos días…
José
Manuel regresando a la habitación de Fabiola, le dijo:
—Mamá,
mira lo que me trajo un sinsonte…
Parece
oro…
Anda
a la prendería y pregunta
qué
es, para estar seguros.
Fabiola
mirando la piedra dice:
—¡Iré
en seguida porque sí parece oro! Pero si me pregunta ¿de dónde lo
saqué? Don
Germán
sabe que somos demasiado pobres…
—Pues
dile que hiciste un hueco en el patio para sembrar una mata y que te
encontraste
una
bolsita llena de esas cosas…
—¡No
podemos mentir!
—Bueno,
dile que te la encontraste en una banca del parque…
—¡No
podemos mentir!
—Bueno,
pues dile que es tuya ¡y ya! No creo que se ponga de chismoso a
preguntarte
algo
más…
—¿Y
si resulta oro?
—Pues
le preguntas cuánto podrá valer y haces negocio con la piedra…
Necesitamosdinero…
—¡Iré
entonces!
Todos
los días los pájaros dejaban una piedra preciosa en las manos de
José
Manuel.
Fabiola iba a distintas prenderías a cambiar su piedrecita de oro.
—Hijo
¡ya en todas las prenderías de la ciudad me conocen! Tengo miedo de
que piensen
que
estoy robando en alguna parte…
—Muy
sencillo, consigamos una joyería donde nos compren el oro a la mitad
del precio
que
lo compran…
—Pero
eso sería perder dinero…
—¡No
nos está costando nada conseguirlo! Sólo que tú tienes que estar
de aquí para
allá…
Cuando
el muchacho vio que tenía bastante dinero, le dijo a Fabiola:
—¡Ya
no tendrás que trabajar más! Alcanzamos a tener más de cincuenta
millones de
pesos…
Yyo
me pondré a validar mis estudios…
Si
tú quieres…
Sin
esforzarte mucho,
consigues
una máquina de coser para que no te vaya a coger el tedio…
Necesito
que me
hagas
un favor: ve a la nocturna y averigua por los cursos, quiero empezar
el mes que
viene…
—¿Qué
vas a hacer con tanto dinero?
—Primero
terminar mis estudios y luego ponerme a estudiar derecho…
Cuando
tenga
eso,
compraré
una finca y me lanzaré a la política, de pronto conseguiré un buen
puesto
en el Senado,
pero para eso voy a estudiar hasta el cansancio…
IV
Esperanza
fallida
José
Manuel había cumplido los veinte años de edad. Fabiola ansiaba ver
a su
hijo
caminando, así que buscó un médico y le contó toda la historia.
Termina diciendo:
—Doctor
¡soy capaz de dar lo que me pidan con tal de que mi hijo pueda
caminar!
—¡Vamos
a hacerle unos exámenes para poder saber la intensidad de su
problema…
Luego
seguirá
un tratamiento costoso, y esperar los resultados!
—¡Haga
lo que tenga qué hacer!
José
Manuel fue sometido a varios exámenes. Ningún diagnóstico fue
esperanzador,
sin embargo, el médico mintió:
—Señora
Fabiola ¡su hijo tiene mucha esperanza de caminar!
—¿De
verdad?
—¡Así
es! Lo debe de internar lo más pronto posible en la clínica de un
amigo mío, que
es
especialista en ortopedia y cirugía…
Allí
permanecerá quince días en tratamiento y
luego
se opera…
Después
de la cirugía, hay que esperar veinticuatro horas para ver los
resultados…
—¡Se
hará como usted me indique!
Fabiola
jubilosa fue donde su hijo, le cuenta todo y entusiasmada decía:
—¡Volverás
a ser el muchacho de antes! Claro que tendrás que cuidarte de los
movimientos
bruscos…
José
Manuel escuchaba en silencio. Algo le decía que ese sueño sería
imposible
de
realizarse.
—Hijo
¿No dices nada?
—¡Haré
lo que tú me digas!
—¡Pero
no te veo alegre!
—¡Me
pondré más alegre cuando pueda caminar…
Hoy
soy feliz y estoy alegre porque
mis
amigos los pájaros nos han vuelto millonarios y cuando tenga la
posibilidad, los
defenderé
a capa y espada para que nadie les haga daño…
No
sobra que me operen,
aunque
¡no estoy muy convencido! Hace muchos años perdí esa esperanza…
—Pero
es que nunca tuve con qué costearte un tratamiento…
—¡No
te estoy reclamando nada!
—Si
tu padre hubiera estado con nosotros, nuestra suerte pudo haber sido
distinta…
—Mamá,
lamentarse por lo que pudo haber sido y no fue ¡no es sensato!
—¡Tienes
razón!
Días
después, José Manuel fue hospitalizado. Pasaron dos semanas y el
médico
no
daba la cara. Fabiola desesperada, lo buscó por todas partes.
Mientras tanto José
Manuel
se desesperaba y le decía:
—Aquí
estoy perdiendo el tiempo…
Debería
de estar estudiando…
Ni
siquiera un
acetaminofén
me han dado…
mamá
¡Siempre
pensé que esto era un engaño, quiero irme
de
aquí!
—Demos
unos días más…
José
Manuel, apenas salió Fabiola de la clínica, pidió un directorio
telefónico
para
buscar el consultorio del médico. No lo encontró. Llamó entonces a
la enfermera:
—Enfermera
¡me quiero ir ya mismo de aquí!
—¡Lo
siento, pero el médico aún no ha dado la orden de salida!
—¿Cuál
médico? A mí ningún médico me ha revisado ni nada por el estilo…
—En
su historia clínica dice todo lo contrario…
—¿La
puedo ver?
—¡Es
privada, ni siquiera los pacientes pueden leerla sino las enfermeras
y los médicos!
—¡Hagamos
un negocio!
—¿Cuál?
—¡Présteme
un lápiz y un papel!
La
enfermera así lo hizo. José Manuel escribió:
"Cubra
las cámaras de seguridad y apague los micrófonos por unos
instantes…
Este
favor cuesta dos millones de pesos… ¿Acepta?"
La
enfermera lo miró por unos instantes. Pero la sonrisa angelical del
muchacho,
la
tranquilizó por completo. Escribió:
"Nada
puedo hacer porque me pueden echar de mi trabajo…
Pero
dígame
exactamente
por escrito ¿qué es lo que usted quiere?"
Le
pasó el papel a José Manuel y éste escribió:
“Me
tienen engañado con un supuesto tratamiento, a mi madre también,
quiero saber
qué
es lo que supuestamente me están haciendo…
Si
usted no me colabora, ya mismo
salgo
de este hospital…”.
La
enfermera miró la tablilla que había colgada en un extremo de la
cama de
José
Manuel. El muchacho no dejaba de mirarla y se dio cuenta que ella
abría los ojos
desmesuradamente.
No pudo contenerse y le dijo:
—¿Qué
es lo que está pasando?
La
enfermera cogió su celular y empezó a fotografiar todo. Luego le
dijo:
—¡Es
cierto, a usted lo tienen engañado! Pero no quitaré ni las cámaras
ni los micrófonos
para
que se den cuenta en la dirección de lo que estoy haciendo.
—¿Cómo
así?
—En
esta tablilla dice que a usted le tienen con una gran cantidad de
medicamentos muy
costosos,
que en la destroza, vía intravenosa se los están administrando…
—¡No
puede ser!
En
esos momentos entró la enfermera jefe. Apagó los micrófonos y
cubrió las
cámaras
diciendo:
—¡Estaba
en la dirección y he visto todo! De inmediato llamé a la policía,
vienen para
acá…
Todo
será comprobado…
No
sé quién, le ha querido robar gran cantidad de dinero,
diciendo
que le están colocando una droga muy costosa y no es así…
La
policía lo sacará
de
aquí y empezará la investigación para saber quién está detrás
de todo esto…
La
misma policía llevó a José Manuel a su casa, después de que
denunció todo
en
la fiscalía. Fabiola no podía creer lo que escuchaba. Cuando los
agentes se fueron:
—Hijo
¿vas a seguir adelante con todo esto?
—¡Así
es!
—¿Vas
a demandar entonces a ese médico?
—¡Sí!
—Hijo
¡no lo hagas! No sabemos quién o quiénes están detrás de todo
esto y nuestras
vidas
pueden peligrar…
—Es
verdad ¡Alguien
sabe que tenemos gran cantidad de dinero y quieren que lo
entreguemos
así no más! Dejaré las cosas quietas porque mis objetivos son
otros…
Ya
el
médico
está denunciado…
Que
las autoridades hagan lo suyo…
Por
ahora, debemos de
irnos
de esta casa, acercarnos más a la ciudad para yo poder seguir
estudiando y
regalársela
a una institución de beneficencia…
—¡No
podemos hacer eso! En este barrio todos saben que somos pobres, pero
alguien se
ha
enterado de lo contrario…
Es
mejor no abandonar este barrio que ha sido de nosotros
toda
la vida…
Debemos
de seguir nuestra vida normal y que siga viniendo don Eliécer a
llevarte
en su carro a la universidad…
—¡La
mayoría de la gente cree que estás pagando mis estudios con tus
costuras!
—¡Y
es bueno que sigan creyendo en eso!
Diez
años después
José
Manuel desde el Senado
de la República
firmaba un decreto ley: “Prohibido
tener
pájaros enjaulados en las casas, fuerte sanción a quien desacate
esta orden”.
José
se acerca a los medios de comunicación y dice:
"Pido
ayuda a la comunidad entera, de que denuncien a los que tienen
pájaros
enjaulados
en sus casas, buena gratificación para quien lo haga…
Ya
que es preciso
respetar
la vida y la libertad de los animales, como se haría con cualquier
persona".
Fin
Meses
después la Sociedad
Protectora
de Animales
pasaba el informe de que doscientos pájaros en vías de extinción,
ya están en su hábitat natural.
Amparo Montoya es de Medellín (Colombia).
Que bonita historia
ResponderEliminarEn días como estos, la lectura es un manjar que no se puede dejar de probar. Gracias por escribir y permitirnos escapar un momento al solar de su mundo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho la historia.
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