26 abril 2019


Robótica

Carmen Picazo

Shutterstock

Primer día de mis vacaciones. Tengo que llamar a mi jefe sobre un asunto importante. Marco y me contesta una voz que es la mía.
Me quedo parada de primeras. La voz insiste. Yo pregunto que con quién hablo. Menciona primero el nombre de la dirección y a continuación el suyo: Diana.
Enmudezco. Yo soy Diana, no quien está en mi puesto. Pido hablar con su jefe. Estoy en blanco. Ella vuelve a insistir en preguntar mi nombre. Providencialmente me acuerdo de Sophie. Sophie es la ayudante de un personaje que tiene mucho contacto con mi jefe. Ella es francesa pero yo no tengo acento extranjero. Pero vale y me pasa con mi jefe.
Me saluda en francés pero me identifico inmediatamente. Él dice que creía que era Sophie. Le explico mi subterfugio y él parece no entenderlo. Me impaciento. "¿Cómo decir a esa Diana que está en mi puesto que yo soy Diana?"
Él se ríe y me dice que también tiene mi apariencia. Es uno de los robots de última generación adquiridos por la empresa para suplir a los empleados en vacaciones, enfermedad y maternidad, en caso de las mujeres. Mi jefe pensaba que yo ya lo sabía. Añade que ahora me puedo ir más tranquila de vacaciones por no dejar mi puesto desatendido. Yo le respondo que nunca lo ha estado, pues se quedaba Luisa en él. Pregunto qué ocurriría si no volviese nunca porque me hubiese sucedido algo. El responde que espera que no, pero que en esos casos los robots son reprogramados para tiempo indefinido.
Digo con ironía que se me quita un peso de encima. Mi jefe me pregunta cuál es la razón de mi llamada. Le respondo que no tengo ni idea, y es verdad. Se me ha olvidado totalmente.
Mañana debería volver al trabajo porque se acaban las vacaciones. He tenido pesadillas sobre mi doble. Me veo en ellas como alguien maligno que pretende apoderarse de un puesto para el que ella es más merecedora que yo, más capacitada y, sobre todo, más inocente. Quizá los de alrededor preferirían que se quedase ella en mi lugar. No saben ver el peligro para sus propios puestos.
Mañana va a ser un día muy, muy duro.

Nota del editor. Según un informe de la OCDE, más del 20% de los empleos de España pueden acabar en manos de robots y máquinas.

Más información en: El País. Cristina Delgado. 25 de abril de 2019.

18 abril 2019



De Ramos a Pascuas.

Síntesis de arte y sentimiento


Julio Sánchez Mingo


Altea (Alicante). Semana Santa 2018. J. S. M..


Para unos la Semana Santa es el apogeo de la religiosidad española. Para otros, una tradición cultural que se plasma en un conjunto de celebraciones de innegable fuerza teatral y magia artística. Sin embargo, para muchos se trata simplemente de un período de asueto, de vacaciones.

A muchos niños pequeños las procesiones les dan miedo. No es de extrañar. El desfile, de noche, de unos Cristos ensangrentados de largas y negras barbas, nazarenos cubiertos de capirotes, penitentes que se autoflagelan, el sonar de los tambores… son representaciones que forzosamente los tienen que aterrar. Afortunadamente, de crío no asistí a ninguna de estas ceremonias.
Sin embargo, para los adultos, estos cortejos son manifestaciones de gran valor emocional y estético.

El pasado domingo de Ramos vi por la calle a un grupo familiar portando palmas y ramas de olivo. Supuse que venían de la parroquia del barrio, de asistir a la larga misa con la que se abren las celebraciones religiosas de la Semana Santa, en la que se lee el relato completo de la Pasión de Cristo.
La nostalgia se apoderó de mí. Me vinieron a la memoria aquellos días felices de la infancia inocente, llena de sencillas ilusiones, cuando me regalaban una palma trenzada, la propia de los niños, que, a la vuelta de la iglesia, sustituía a la del año anterior en el alféizar de la ventana de mi habitación. O cuando mi padre, el domingo de Pascua de Resurrección, nos obsequiaba con el correspondiente huevo de chocolate, tradición que después recuperó, de mayor, con su nieto.
Domingo de Ramos, quien no estrena no tiene manos— reza la tradición, a lo que algunos añaden —… y quien estrena se condena—. Ese día había que estrenar algo, aunque fueran unos prácticos zapatos, unos calzoncillos o una camiseta. En aquellos tiempos no estaban las economías familiares para grandes excesos.
Al parecer, ese dicho proviene de la costumbre de estrenar la nueva ropa de temporada en ese domingo, tan señalado, de primavera; gasto al que no podían hacer frente los que no tenían manos, es decir, no tenían trabajo.

En la España de Franco la religiosidad impostada lo inundaba todo. Eran tiempos de falsedad, fingimiento, de santurronería, de devoción hipócrita.
En Semana Santa, a los niños no nos dejaban cantar, ni siquiera reír en público. Las emisoras de radio solo transmitían música fúnebre o, en su defecto, clásica. Los cines programaban exclusivamente películas de temática religiosa, muchas de ellas insufribles para aquellas tropas de inquietos, ruidosos y traviesos chavales que llenábamos las salas los días de vacaciones.
Afortunadamente, en Hollywood habían inventado las películas de romanos —éstas sí nos gustaban y entretenían—, que siempre incorporaban algún aspecto piadoso, lo cual permitía su proyección. Ben-Hur, Quo vadis, Barrabás… son un ejemplo emblemático de aquella cinematografía de nuestra infancia, que, paradójicamente, mostraba grandes dosis de violencia, a pesar de estar dirigida a un público de menores. Recuerdo acurrucarme en el regazo de mi madre para no ver la escena de la cueva de los leprosos de Ben-Hur. Sin embargo, la carrera de cuadrigas entre el romano Messala y el príncipe judío protagonista me entusiasmó.
Fray Escoba, sobre la vida de San Martín de Porres, o Molokai, la isla maldita, biografía del padre Damián, nos aburrían soberanamente.

La noche en que una Massiel jovencita y minifaldera para el criterio de aquellos tiemposganó el festival de Eurovisión con la canción La, la la1, iba yo camino de Alicante, en el expreso, rodeado de otros pasajeros que seguían las votaciones por el transistor, a disfrutar de mis primeras vacaciones de Semana Santa en la playa, con la ilusión propia del muchacho que era.

Un par de años después comenzamos a acudir a discotecas, más a la caza y captura que a bailar. Obviamente, toda esa semana sin clases estaban cerradas, hasta el domingo de Pascua de Resurrección.
En la costa levantina, para hacer caja en fechas de tanta afluencia de foráneos, muchas de aquellas abrían a las doce de la noche del Sábado Santo, sorteando el precepto de cierre en los días de abstinencia lúdica. A la vista de esta circunstancia, un grupo de pardillos, entre los que yo me encontraba, se apostó en la puerta de la única discoteca de Altea, Gamma, esperando su apertura, hecho que no se produjo, para nuestra desesperación, tras más de una hora de incertidumbre.

He conocido, muy parcialmente, la Semana Santa de Sevilla y de Córdoba, donde se viven estas celebraciones con intensidad, con sentimiento, como su fiesta mayor, mucha gente con fervor religioso.

Oír cantar una saeta, mientras la comitiva se detiene y todos los presentes callan, pone los pelos de punta. Ver salir al Cristo de Molviedro así es conocida la imagen de Nuestro Padre Jesús Despojado de sus Vestiduras de la capilla del Mayor Dolor, con la muchedumbre que abarrota la plaza Molviedro en silencio absoluto, solo roto por las secas instrucciones del capataz a los costaleros que, presos del esfuerzo y la tensión tratan, a ciegas, de que el paso, ajustado al centímetro, no toque el marco de la puerta y se desmorone, forma un nudo en la garganta. Una explosión de júbilo y aplausos recorre la calle cuando lo consiguen, al tiempo que suena la música del himno nacional, tocada por una banda. ¿Quién no se emociona con escenas así? ¿Es religión o se trata de un soberbio espectáculo, de puro arte?

En Córdoba, en una tarde gris de Domingo de Ramos, los simpatiquísimos chavales de la Banda de Música de Pozoblanco, dicharacheros, parlanchines, graciosos en su discurso, alborotados y nerviosos no paraban de mirar al cielo, temerosos de que la lluvia frustrase su estreno acompañando un paso procesional. Finalmente, sus temores se confirmaron y las procesiones se suspendieron. ¡Qué decepción, qué disgusto, cuánta ilusión desvanecida, qué manera de llorar!

En un país donde muchos ciudadanos son no creyentes o no practicantes, aunque de tradición cultural católica, es llamativo que unas celebraciones de origen religioso sean seguidas con sentida emoción y grandísima afluencia de público.

1 Compuesta por el Dúo Dinámico, Manuel de la Calva y Ramón Arcusa. Serrat, inicialmente seleccionado para representar a TVE, había expresado el deseo de cantarla en catalán, lo que provocó una gran controversia y su posterior caída del cartel en beneficio de la cantante.

12 abril 2019


El cementerio de Villavieja de las Torres

Julio Sánchez Mingo

J. S. M.
Ha llegado un nuevo cura a la iglesia de Villavieja de las Torres.
Se ha encontrado toda la administración parroquial manga por hombro.
Su antecesor, un hombre ya mayor, que se ha jubilado, tenía las tareas burocráticas completamente abandonadas. De las labores del culto y la confesión se ocupaba mal que bien. Sus sermones eran insoportables, especialmente los pronunciados en las bodas. A veces, en las lecturas de la misa, donde lo ayudaban algunas de las beatas de turno, se quedaba medio dormido.

El cementerio del pueblo pertenece al curato y desde hace muchos años nadie se ha preocupado de su gestión, tanto que ahora es el mayor quebradero de cabeza del nuevo pater.
No hay registro de la fecha de vencimiento de la concesión de la mayoría de las pomposamente llamadas sepulturas perpetuas, que suele serlo por noventa y nueve años. No consta quién está enterrado en las más antiguas, ni quién es el titular actual. Tampoco se sabe nada de la capacidad de muchas de ellas y, por tanto, cuántos cuerpos puede todavía admitir cada una. Afortunadamente para el pobre sacerdote, el estado de incuria de las tumbas es responsabilidad de las familias de los difuntos.
Desesperado, ha pedido ayuda a la feligresía para que aporte la documentación que obre en su poder y así poder aclarar semejante embrollo. Y claro, se ha convertido en el motivo principal de conversación de los parroquianos, incluso de los que viven fuera.

En la plaza, Atanasia, en un corrillo: —Mi José quiere que nos enterremos juntos, con sus padres. Pero yo no quiero estar toda la eternidad con la arpía de Blasa, mi suegra. Menuda bruja, me hizo la vida imposible. Mi nieta Carla y su amiga Daniela me dicen que deje encargado que me tuesten.

El otro día, Félix, mi vecino, se acercó al cementerio a poner unas flores en la sepultura de su madre. Se llevó a su padre, que es un señor bastante mayor, que está bastante torpe. Con tan mala suerte que el pobre hombre se le cayó en una tumba vacía, abierta, sin cubrir. No podía sacarlo del siniestro hoyo, tuvo que pedir ayuda. Cuando consiguieron subirlo, el pobre abuelete estaba lívido, blanco. Menuda impresión se debió llevar.
Imagina lo que debe ser verse ahí abajo. A uno de la Diputación que yo conocía le pasó lo mismo. Salió descompuesto del agujero. Fue como una premonición. A los tres meses la diñó.

Yo quiero que me entierren con mi marido y mi hijo mayor. Pero no sé si cabré, porque también están ahí mis suegros, tu marido, mi hermana mayor y su propio, y el pobre hijito que se les murió con diez días. A mí no me hace mucha gracia que me incineren, más si de esta forma quepo...— decía comprensiva la semana pasada Tomasa, una señora cercana al siglo, a quien llaman la Flaca por su desbordante humanidad.
Su cuñada Amparo le respondía: —Yo nada de que me quemen. Me da miedo. ¡Mira que si me achicharran y todavía estoy viva! Por lo menos, la losa, ¿sabes que la nuestra es más gorda que la de Franco?, tardan dos o tres días en ponerla otra vez.

Antonio, no veas la que se ha montado en casa entre mi mujer y su padre. Hemos sacado los papeles del cementerio y resulta que en el panteón familiar, además de mi suegra, está enterrada una tal Eloísa Pérez Cartujano, que fue, hace más de cincuenta años, la querida de mi suegro, cuando Carmen estaba todavía en la tripa de su madre. Se pasa el día llorando y diciéndole que es un monstruo, que ha deshonrado la memoria de su madre y que arderá en los infiernos por tener en la misma tumba a una santa y a una puta. El cabrón no había dicho ni mu. Como en la lápida no pone nada de la tal Cartujano, nadie se había enterado. Debió hacerlo con nocturnidad y alevosía, con alguna funeraria de la capital. ¡Menudo pájaro!

¡La que ha organizado el curita en su afán por arreglar el estado de cosas del camposanto, más por miedo al vicario episcopal que por su propia apetencia!


05 abril 2019

Colón y su empresa de Indias.
¿Comercio, descubrimiento o cruzada?

La Editorial Arpegio, http://editorialarpegio.com, ha publicado un nuevo libro sobre Cristóbal Colón, obra de Gabriel Barceló, en colaboración con su hijo Eduardo Barceló. En el trabajo se realiza un nuevo análisis de los archivos y documentos existentes y se proponen nuevas hipótesis lógicas, inesperadas y, posiblemente, hasta sorprendentes.
Aunque mucho se ha escrito sobre Colón, el descubrimiento y sus relaciones con la Corona, este ensayo plantea perspectivas que han sido históricamente ignoradas, abriendo nuevos y fascinantes campos de interés.
Se destaca, en concreto, como después de siete años de espera a su propuesta de llegar a la Indias por Occidente y, tras su rechazo, sucede el cambio de actitud de los Reyes Católicos. ¿Por qué se produce?
Ese cambio de parecer supuso el descubrimiento de América y una trascendente modificación de la historia contemporánea, de la vida del propio descubridor y de todos los que participaron en aquellos hechos.
¿Qué argumentó finalmente Colón para que la reina Isabel cambiase de criterio? Sus alegaciones no aparecen expresamente narradas en ninguna crónica, ni en ningún documento. En el texto se sugiere una explicación coherente y lógica, basada en los documentos y archivos consultados y aplicando el más estricto método científico de investigación.
Es singularmente interesante también conocer cómo aquel modesto genovés, autodidacta, gestionaba sus conocimientos, incluso científicos, astronómicos, geográficos, geodésicos y náuticos, hasta convertirse en almirante de Castilla y virrey.

Dice así Jaime Tortella en su prólogo:
Con una base documental extensísima, en este libro se analizan aspectos trascendentales del quehacer del Almirante acerca de los que no se había hecho el suficiente énfasis y que permite a los Barceló proyectar una luz nítida y esclarecedora sobre gran parte de las sombras que siempre han envuelto al controvertido descubridor.
En efecto, además de abrir infinitos campos de investigación para futuros estudiosos, se abordan líneas de análisis y reflexión que absorben de inmediato al lector, sea experto o simplemente aficionado.
Y añade:
El método de análisis que utilizan los Barceló consiste, esencialmente, en exponer el actual ‘estado de la cuestión’, incluyendo un amplísimo elenco de estudios ajenos, pero yendo más allá, en lo que podríamos calificar de metaanálisis, para deducir y establecer explicaciones plausibles a los interrogantes que todavía sobrevuelan la historiografía actual sobre el Descubrimiento. Así, tomando como punto de partida la documentación disponible y los estudios de otros investigadores, los autores dan un paso más allá para explicar las zonas umbrías del conocimiento sobre Colón y su gran Empresa de Indias, los porqués y los cómos de una persuasión que logró lo que, durante un tiempo, parecía inalcanzable: convencer a Isabel y a Fernando de que circunvalar el globo por mar, navegando hacia el oeste, para alcanzar la remota Asia “por detrás”, podría reportar, no sólo pingües ventajas y beneficios. sino también, el establecimiento de provechosas relaciones, económicas y políticas, con países lejanos…

En definitiva, el trabajo de los Barceló concita diversas virtudes: es interesante, es riguroso, es ameno, es novedoso y es útil, tanto para investigadores como para profesores y estudiantes, así como para aficionados y lectores con inquietudes por el saber universal.
Ficha
Título: Colón y su empresa de Indias. ¿Comercio, descubrimiento o cruzada?
Autor: Gabriel Barceló Rico-Avello, con la colaboración de Eduardo Barceló Aristoy
Formato: 17 x 24 cm.
Número de páginas:
366

El próximo miércoles 10 de abril, a las 19:00, tendrá lugar la presentación de la obra en el salón de actos del Colegio Oficial de Ingenieros Industriales de Madrid, sito en Hernán Cortés, 13, 28014 Madrid.
En caso de desear asistir, se ruega confirmación en el teléfono 91 521 40 41, o en aiim@aiim.es.