23 febrero 2024

Lea Ypi. De la inocencia, y el cataclismo de su entorno, a la búsqueda de la libertad

Julio Sánchez Mingo



No se trata de una novela, ni de un ensayo. Estamos ante un texto, inundado de ternura, con fogonazos de dolor, que recoge las memorias autobiográficas de niña y adolescente de Lea Ypy, una profesora de Filosofía Política de la London School of Economics (LSE), que aporta mucho más que tantos sesudos escritos de política, sociología, psicología o historia. Derrocha un fino sentido del humor y se narran escenas de gran comicidad y otras desgarradoras. Los diálogos que muestra, mantenidos en familia o en el colegio, con profesores y compañeros, son una delicia, al igual que las reflexiones que se hace la protagonista en cada etapa de su evolución personal. Figura central de este relato es su abuela paterna Mimí, mujer de vasta cultura y larga experiencia, siempre pegada a la realidad, que representa el contrapunto racional en las dialécticas familiares entre sus padres. Dos mundos alejados a raiz de la Segunda Guerra Mundial, entran de nuevo en contacto a finales de los 80, hace poco más de escasos 30 años, a consecuencia de la caída del Telón de Acero.

La autora nos recrea su vida familiar de esos años, primero de niña, después de adolescente, y su brusca inmersión en una nueva sociedad capitalista de consumo que se adueña de un país pobre, sin casi recursos. Una existencia condicionada por unos orígenes familiares altoburgueses, que se desarrolla en el entorno del régimen estalinista de Albania, donde una lata de Coca-Cola vacía el producto del enemigo, prohibido e inaccesible, deseado e idolatrado en privado, que casi nadie ha probadoes el preciado adorno que corona el obsoleto televisor de su casa que sólo permite sintonizar la cadena estatal y, a duras penas, la televisión yugoslava, en la que su padre se afana en ver los partidos de la potente selección balcánica de baloncesto, que en breve desaparecerá para dar paso a los seis combinados nacionales actuales. Educada en la escuela pública, la única existente, acepta y asume los postulados oficiales inocentemente, sin que sus progenitores y su abuela, realmente contrarios al sistema, traten de desengañarla. Tanto es así que una estancia en la cárcel como en el caso de su abuelo, un socialista que había sido compañero de estudios en París del tirano comunista Enver Hoxsa la describen como un largo viaje de estudios en una lejana universidad.

El partido es omnipresente y omnipotente. No es posible para cualquiera acceder a sus cuadros de mando, ni siquiera a su simple militancia. Hay que ser invitado a ingresar para llegar a pertenecer a ese círculo de poder y privilegios. Ese ambiente de todopoderosos prebostes corruptos a modo de capos mafiosos—, doctrina oficial excluyente, mentira constante, y lavado de cerebro de los ciudadanos que nos refiere Ypi, me recuerda a los tiempos de la autarquía franquista, anteriores a la firma de la cesión de las bases militares a los EUA en el contexto de la guerra fría. Las reacciones populares a la muerte de Hoxha, en 1985, y sus funerales parecen calcados del clima existente y de las ceremonias celebradas en 1975 a la desaparición del dictador español.

En la Albania anterior a 1990, el machismo, oficialmente, no existe. Las mujeres comparten todos los aspectos de la vida pública y acceden en paridad a los mismos empleos que los hombres, incluso a los más duros, como picadoras en una mina. La prostitución, caso de darse, no es visible y las niñas y jóvenes corretean libremente por todas partes. Aparentemente no hay delincuencia. Pero, herencia cultural del Imperio Otomano, los varones en casa no hacen nada, no ayudan en ninguna labor, ni siquiera se ocupan de los hijos. Leen el periódico, ven la paupérrima televisión y exigen sus ratos de sexo, a lo que se tienen que plegar sus agotadas consortes. Como siempre, el ideario oficial va por un lado y la gente corriente por otro. Basta considerar que el 80% de los albaneses son musulmanes que simulan ser ateos. La triste realidad es que hay que hacer uso de las cartillas de racionamiento y soportar largas colas para adquirir cualquier producto, rezando para que lo más perentorio no se agote. Los cortes de los suministros de agua y electricidad son muy frecuentes. El país es una jaula, no precisamente de oro, de la que es imposible salir.

Pero se produce la caída del comunismo y con ello un brutal cambio de ciclo político y económico y se pasa de una economía dirigida y planificada, con todas sus penurias y gravísimas carencias, a un capitalismo salvaje, origen de tantas y profundas desigualdades y motivo de la pérdida de empleo de gran parte de la población. Muchos se ven empujados a la emigración, muchas mujeres a la prostitución. El padre de Ypi, un ingeniero forestal, nieto de un antiguo primer ministro de los años 20, que trabaja en una empresa estatal de gestión de los bosques, es despedido. Total, la conservación de la naturaleza no da dinero. Sin controles de ningún tipo, ante un invierno muy crudo, se arrasan los montes para obtener leña para calentarse y Albania sufre una deforestación atroz. La madre, profesora de instituto, descendiente de una familia de millonarios terratenientes nuevos ricos, a los que el régimen estalinista había confiscado sus bienes, es prejubilada a los 46 años.

En esa época, el anhelo de libertad lo invade todo. Y ¿se alcanza la libertad? Pero, ¿qué es la libertad? Para su madre la libertad es la lucha contra la corrupción, el desarrollo de la libre empresa, el respeto a la propiedad privada y la promoción de la iniciativa individual. La autora reflexiona sobre la influencia que ejerce en la ideología de cada cual su temperamento, su forma de ser, y cita el caso concreto de su progenitora, una thatcheriana ultraliberal. Para ésta el mundo es un lugar en el que la lucha natural por la supervivencia solo se puede resolver defendiendo la propiedad privada. Considera que todas las personas son intrínsecamente malvadas, que no se puede cambiar la naturaleza humana y de lo que se trata es de contener los daños, encauzando la maldad existente. Por todo ello considera que el socialismo es inviable. Esa visión negativa de los demás, empuja a adoptar una actitud egoísta y a luchar contra ellos. La solidaridad y la igualdad son conceptos que no han lugar y la sociedad civil debe sustituir al estado. El pensamiento de su padre es radicalmente opuesto. Para él, el capitalismo solo emancipa a unos pocos, las personas se convierten en objetos económicos susceptibles de ser explotados, pierden su identidad frente a los poderosos, y las relaciones humanas se reducen a relaciones económicas. Tanto tienes, tanto vales. Así, al ser nombrado director del puerto de Durrës —el mayor del país—intenta aprenderse el nombre de todos los trabajadores de la instalación. Desde el gobierno le exigen la consabida reestructuración y que reduzca el número de operarios. Lucha para no despedir a nadie. Y piensa que, si olvida sus nombres, dejarán de ser personas para convertirse en números y olvidará su existencia. Se ha convertido en un esclavo de la situación tras haber sido un esclavo del partido. ¿Ha logrado la libertad?

Nunca he leído un relato que diseccione de forma tan certera el fenómeno de la migración en toda su extensión. Lo hace desde dentro, desde el origen del flujo humano, y describe de forma sencilla y meridiana las razones que impulsan a la gente a abandonar su hogar y la impotencia de los que quedan por saber de los que han marchado. También acusa amargamente a los países receptores de su egoísmo que, dependiendo de cómo soplen la política y la economía, fomentan o rechazan la llegada de extranjeros, pasándolos, además, por el tamiz de su capacitación profesional. Una mañana, en lugar de acudir a clase, su amiga y compañera del colegio Elona, con trece años, se embarca con su noviete en uno de esos barcos repletos de cientos de desesperados sin futuro con destino a Italia. En Milán es estuprada por él y termina dedicándose a la prostitución. En un orfanato de su ciudad queda su hermana pequeña, internada por su padre —un humilde conductor de autobuses— al producirse el fallecimiento de la madre de ambas niñas. La descripción de las condiciones del hospicio, que va a peor tras la caída del sistema marxista, hiela las venas, máxime si consideramos que se está hablando de la Europa del año 95, a poco más de dos horas de distancia de Madrid.

Llegamos a 1997. Con la guerra civil, quiebra el estado y desaparece. Todo queda en manos de clanes mafiosos y asociaciones de traficantes y malhechores, sumiéndose Albania en la anarquía. Esa delincuecia organizada se expande por toda Europa, España incluida. Tanto es así, que un mando policial declaraba en Madrid hace pocas semanas que los grupos albaneses y el cártel de los Balcanes están muy fuertes, mucho más de lo que creemos.

El eje central de esta obra es la eterna polémica sobre qué entendemos por libertad, su falta, su tergiversación, su pérdida, su búsqueda, su calidad, las desilusiones que acarrea y las esperanzas truncadas cuando no satisface las expectativas creadas. También sobre la libertad traicionada y cuánto puede tener de estafa y sobre la libertad verdadera y la nominal, sobre la libertad como libre mercado.

En la campaña de promoción del libro, Ypi manifestó que la libertad no solo debe considerarse en lo relativo a las personas sino también a los países, cuando unos son sojuzgados o explotados por otros o sus multinacionales, que siempre son los poderosos los que deciden, ya sean naciones o individuos, que unos pocos ganan mucho y la desigualdad avanza imparable, que el mito del triunfador hecho a sí mismo es irreal, que todo avance solitario es en realidad solidario e hizo énfasis en la necesidad universal de pertenecer a un colectivo. En un coloquio mantenido en la Feria del Libro de Turín, nuestra autora afirmó que una persona tan poco sospechosa de comunismo como el papa Wojtyla, había afirmado en una ocasión que subsistían los motivos que habían impulsado esa ideología.

En el epílogo de su libro nos dice: “… La libertad no se sacrifica solo cuando los demás nos imponen qué decir, donde ir, cómo comportarnos. También las sociedades que pretenden ayudar a los individuos a desarrollar su pleno potencial, pero rechazan cambiar las estructuras que lo hacen imposible, son opresivas. Sin embargo, a pesar de todas las constricciones externas, nunca perdemos nuestra libertad interior: la libertad de hacer lo que consideramos adecuado”.

También añade: “… Cuando sus aspiraciones se hicieron realidad, aquellos sueños se convirtieron en mi desencanto. Vivíamos en el mismo lugar, pero en mundos distintos. Al entrar esos mundos en contacto, apreciamos los resultados con ojos diferentes. Identificaban el socialismo con la negación. La negación de aquello que hubieran querido ser, de su derecho a equivocarse y de aprender de sus propios errores, de explorar el mundo a su manera. Yo asociaba el liberalismo a las promesas incumplidas, a la destrucción de la solidaridad, al derecho a heredar los privilegios, a cerrar los ojos ante la injusticia… “. Y lo termina así: “… Mi mundo está tan lejos de la libertad como aquel del que mis padres intentaron escapar. Ambos distan mucho de ese ideal. Pero sus fracasos adoptaron formas muy diferentes y, si no hacemos un esfuerzo por entenderlos, continuaremos divididos para siempre. He escrito mi historia para explicar, para reconciliar y para continuar la lucha”.

Lea Ypi no ha vuelto a Albania.


Lea Ypi: Libera. Feltrinelli, 2022 (en italiano)

Existe traducción al español: Libre. Anagrama, 2023

16 febrero 2024

 

Entre acordes e ideologías, de José Luis Conde

Análisis del impacto de las ideologías totalitarias en la música

Alessandro Pierozzi

 


La editorial 1/2 TONO, dedicada a la divulgación musical, se presenta con su primer lanzamiento: Entre acordes e ideologías: música, naciones y totalitarismos, del profesor argentino José Luis Conde.

El inconmensurable tema de lo ideológico en la música puede abordarse desde tres perspectivas: como reflejo del espíritu de época, como toma de posición ideológica del autor y como fruto de una estética oficial de un régimen totalitario”, señala Conde.

¿Posee entonces la música capacidad para vehicular una determinada ideología e incidir en el sistema de pensamiento? El autor piensa que “basta un somero vistazo por la historia del poder para responder afirmativamente a este interrogante. La utilización de la música y del arte en general con fines políticos ha sido moneda corriente a lo largo de la historia”. La música constituye un formidable instrumento de influencia social hasta el punto de que “puede llegar a usarse como una de las tantas estrategias de un régimen para legitimar un orden social. En combinación con otras manifestaciones propagandísticas como eslóganes, emblemas y diversas maneras de exteriorizar el sentido de pertenencia a una facción política o a una causa, puede llegar a ser una herramienta muy eficaz”.

¿Cómo influyeron las ideologías totalitarias en la música? ¿Hay músicas de izquierda y músicas de derecha? ¿Puede la música ser totalitaria, monárquica, republicana o aristocrática de por sí? A estas cuestiones responde el autor que “la música en tanto que arte de estructuras (rítmicas, melódicas, armónicas, formales,etc.) no sería ni de derechas ni de izquierdas, ni monárquica ni republicana, por sí misma; sin embargo, se puede decir que sí es portadora de una ideología cuando intervienen en ella símbolos sonoros que remiten a un determinado pensamiento político o, más rotundamente aún, cuando se combina con un texto que expresa claramente consignas o conceptos doctrinarios”. Con prólogo de Luis Antonio Muñoz, el profesor Conde se pregunta si el estalinismo, el nazismo o el franquismo utilizaron la música para difundir sus postulados ideológicos y si estos incidieron en la calidad de las obras de los compositores, es decir, si hubo una estética marcada desde el poder Conde adorna e ilumina un viaje por veredas musicales que van desde los nacionalismos del siglo XIX a los totalitarismos del siglo XX. De los nacionalismos periféricos, como los denomina, surgieron músicos que volcaron el folclore vernáculo a los moldes y normas artísticas impuestas hasta el momento.

Yendo a la base ideológica en la música y en los compositores, desde la época de los llamados nacionalismos centralistas y periféricos del siglo XIX en adelante, la respuesta de los compositores al intento de instrumentación política fue variada. Las veces en que se dio un claro vínculo entre poder y creación artística las secuelas fueron evidentes. En opinión de Conde, el alineamiento de algunos autores con las directrices oficiales, en general, mermó la calidad de sus obras: “Sabemos que cuando la obediencia de los compositores fue absoluta, los rígidos alineamientos estéticos impuestos desde el poder, generaron músicas de valor relativo cuando no mediocres”. Muchos autores fueron marginados o depurados, pero otros simpatizaron con los totalitarismos, aunque se negaran a vincularse política y estéticamente con el nazismo, el estalinismo o el franquismo. Esa negativa tuvo con frecuencia efectos muy positivos en la calidad de sus composiciones. El autor cita los casos de Prokofiev para quien “la mejor música soviética es aquella que nace de las tensiones entre la subjetividad del compositor y la estética oficial" o Shostakovich, quien se quedó en el país padeciendo el inflexible control de las autoridades sobre su obra. En el caso de la España franquista, José Luis Conde se plantea si puede hablarse de una estética musical franquista y se pregunta: “¿Se dieron directrices claras en cuestiones artísticas en general y musicales en particular?”. Según el autor, “resulta lógico deducir que, si hubo una política musical durante la dictadura de Franco, tuvo que estar por fuerza alineada con las otras seguidas en el orden nacional y ser afín a la ideología imperante”. ¿Quién podría poner en tela de juicio el influjo que los regímenes totalitarios han ejercido en la música del siglo XX?”, se plantea el autor de Entre acordes e ideologías. Un buen ejemplo en nuestro país lo representa la sinfonía Amanecer en los jardines de España (1937), con la que Ernesto Halffter contribuyó a la causa del bando sublevado en la Guerra Civil. La obra, apunta el autor, “pretendía significar que la oscura noche republicana había llegado a su fin y amanecía para los españoles una nueva era luminosa de la mano del Generalísimo”. Pau Casals, contrario a los postulados de la dictadura y los movimientos nacionalistas, o el mismo Ernesto Halffter y Federico Mompou, más cercanos a las directrices del dictador, son parte de los ejemplos analizados. Por otra parte, según José Luis Conde, “la realidad nos demuestra siempre, que muchas personas no se identifican plenamente con ninguno de los bandos en pugna. Todo parece indicar que Falla era una de ellas y que ninguna de las dos Españas se ajustaba del todo a su pensamiento y sentir”.

Eva Sandoval, musicóloga y divulgadora, señala que “el libro de José Luis Conde, ya desde su magnífica y evocadora cubierta, nos recuerda, con su discurso reflexivo y cuestionador, que la política y la ideología impregnan todos los rincones de nuestra vida, incluso el artístico, como se ha puesto de manifiesto, sin ir más lejos, en los actuales conflictos internacionales. Incluye, de manera sucinta, el complejo caso de la España franquista. Y todo ello con una visión no europea, ya que Conde procede de Argentina y ha desarrollado allí la mayor parte de su carrera, lo que ofrece una nueva perspectiva, ya que puede acercarse al objeto de estudio con una relativa lejanía”. “Es un libro ameno y enriquecedor en el que confluyen música e historia que nos hace comprender cómo una de las manifestaciones artísticas más eminentes del ser humano, el arte musical, se configura socialmente” destaca Carlos Javier González Serrano, profesor de filosofía y psicología.

Si nos ceñimos a la relación entre el nazismo y Wagner, el propio Adolf Hitler aseveraba que “quien quiera comprender a la Alemania Nacionalsocialista debe conocer a Wagner”, señala José Luis Conde. En consecuencia, el nazismo usó las obras de Wagner profusamente. “No debemos olvidar que la obertura de Tannhäuser o el preludio de Los maestros cantores... fueron realmente escuchadas por las propias víctimas a través de los altavoces del correspondiente campo de concentración, mientras eran conducidas a las cámaras de gas”, apunta el autor. Por lo que se refiere a la militancia antinazi y antifascista de Bartók, Entre acordes e ideologías recoge la decisión de la Cámara Musical del Reich Alemán de obligar a todo compositor que estrenase obras en Alemania a dar pruebas de su ascendencia aria. “Bartók obviamente se negó a cumplir con la exigencia de cumplimentar el cuestionario, y exigió expresamente que su música no fuera ejecutada o transmitida por radio ni en la Alemania nazi ni en la Italia fascista”.

¿Puede un criminal ser sensible? En uno de los capítulos de la obra el autor se plantea algunas preguntas inquietantes. “¿Pudo el régimen más criminal, atroz y genocida que la humanidad ha conocido, promover un arte capaz de generar en cada uno de nosotros una conciencia de lo bello que impacte de un modo auténtico en nuestro mundo emocional? ¿Supo vibrar ante la experiencia estética, del mismo modo que lo hacen los hombres sanos de espíritu, esa banda de energúmenos carniceros capaz de emprender una feroz cruzada contra el alma humana?”. La respuesta de José Luis Conde es concluyente: “Aunque nos cueste aceptarlo, la respuesta a todas estas preguntas es afirmativa. No se requiere ningún análisis para advertir que lo sublime y lo abominable pueden convivir perfectamente”.

Por lo que se refiere a la obsesión por controlar la vida social y cultural: “Si en algo pueden parangonarse los regímenes totalitarios, ya sean de izquierda o de derecha, es por su afán por controlar cada aspecto de la vida social y cultural”. Mussolini constituye un ejemplo de esa obsesión en el terreno específico de la música, según se recoge: “En 1931 impartió directivas para que en los grandes teatros italianos se le diera prioridad a la música sinfónica o sinfónico coral sobre la de cámara o con solistas”. Mussolini utilizó la táctica de enfrentar a los creadores. Alfredo Conde destaca en su obra que la política cultural del fascismo en el terreno de la música parece contradictoria porque toleraba tendencias modernistas al mismo tiempo que llamaba a los compositores a no apartarse del lenguaje decimonónico. “En realidad esta contradicción era aparente y obedecía a una táctica especialmente perversa. Lo que al Gobierno le interesaba primordialmente era que los intelectuales compitieran entre sí por el patrocinio estatal, y por eso fomentaba el disenso entre ellos por razones estéticas”, señala el autor. En lo relativo a los enemigos de la revolución, el profesor Conde incide en el férreo control que estableció el estalinismo sobre los compositores, hasta el punto de que “cualquier creador que osara ser consecuente con las tendencias vanguardistas, sería acusado de formalista y de enemigo de la revolución”. Para conseguir sus objetivos “fue entonces necesario obligar a los artistas a que cooperasen. En el campo de la música se formó en 1932, la Unión de Compositores Soviéticos, que velaba por el cumplimiento a rajatabla de esa doctrina nefasta que atentaba abierta e impunemente contra la libertad de creación”. Así, muchos fueron purgados por el poder. Entre acordes e ideologías recoge las consecuencias que acarreó a algunos compositores no alinearse con el régimen establecido. El autor muestra el caso de Mosólov que en 1937 fue acusado de realizar propaganda antisoviética: “Fue condenado a siete años de trabajos forzados, pero gracias a la mediación de algunos colegas influyentes fue puesto en libertad poco después, aunque, mientras vivió, su nombre jamás fue rehabilitado completamente por las autoridades”.

El casticismo no era franquista. En ocasiones se tiende a identificar una tendencia artística con un régimen, como le ocurrió al casticismo. José Luis Conde aclara al respecto que “es cierto que el neocasticismo de Rodrigo era afín a la estética propiciada por el franquismo, pero no hay que perder de vista que lo castizo en la música académica española ha estado presente tanto en tiempos monárquicos como en tiempos republicanos y dictatoriales”.


José Luis Conde (Buenos Aires, 1961), es profesor de Historia de la Música, Crítica musical, Estética, Lenguaje musical y Guitarra en el Instituto Superior de Música de la Universidad Nacional de Tucumán. Su labor es prolífica en el campo de la interpretación y de la divulgación musical. Ha dirigido programas en Radio Nacional Clásica de Buenos Aires, Radio Universidad Tucumán o Radio Clásica Mar del Plata, por los que ha sido galardonado en cinco ocasiones con el premio Martín Fierro de la Asociación de Periodistas de la Televisión y la Radiofonía Argentinas (APTRA).

La editorial ½ TONO inicia su andadura con un objetivo claro: dedicarse a la divulgación musical con el rigor necesario, aunque con un lenguaje natural y cercano, accesible para todo tipo de público y gustos.

Ha comenzado su distribución y comercialización a través de su propia web, www.mediotonoeditorial.com, en librerías especializadas y Amazon.

Se puede seguir toda su actualidad en redes sociales, @MediotonoE (X) y @mediotonoeditorial (Instagram).

 

Entrevista efectuada a José Luis Conde por Carlos Santos en el programa Entre dos luces de Radio Clásica de RNE: 

https://www.rtve.es/play/audios/entre-dos-luces/acordes-ideologias-15-02-24/15970610/

 

02 febrero 2024

 

Il conte Ugo e il malvagio Malasangue

Julio Sanchez Mingo

 

Feluca gaeta, utilizzata da tempo immemorabile nel Golfo di Gaeta

 

Nel castello di Itri abitava il conte Ugo di Fondi in compagnia del figlio Claudio e la moglie di questi, Laura, discendente di una nobile e antica stirpe di guerrieri normanni. Due bei e simpaticissimi bimbi, Aurora e Leonardo, figli della coppia, colmavano di felicità tutti loro. La fortezza era dominata da una torre cilindrica, chiamata Il Coccodrillo —perché, secondo la leggenda, lì era stato rinchiuso per lungo tempo un gigantesco rettile—, collegata da un camminamento alle stanze in cui soggiornavano i nostri protagonisti. Itri aveva una campagna ferace, dove si produceva la maggior parte delle pregiate olive nere di Gaeta, la cui varietà più rappresentativa e gustosa era, appunto, quella detta Itrana. Fu, con Fondi, feudo della città murata di Gaeta, roccaforte posta all'estremità di una penisola che chiude il golfo omonimo, sormontata in alto dal castello angioino, adiacente ad un promontorio roccioso, ricoperto di vegetazione, Monte Orlandocoronato a sua volta dal mausoleo del console e notabile romano Lucius Munatius Planco ai cui piedi si estendeva l'arenile di Serapo, una magnifica spiaggia di sabbia fine esposta a sud, aperta al Tirreno, e il Borgo, villaggio di pescatori che guardava a est e, in questo modo, era così protetto dagli urti del mare.

Il Conte Ugo era amato da tutti i suoi vassalli per la sua generosità e bonomia. Anche manteneva ottimi rapporti con i pescatori del golfo. Ma il signore di Sperlonga, vlletta vicina posta sulla Via Flacca, ramo costiero della Via Appia, tra Terracina e Formia, lo invidiava e lo odiava. Si chiamava Bertaccio Malasangue, personaggio di grande doppiezza, alleato e spia, sia dei corsari barbereschi che usavano le Isole Pontine come base temporanea per le loro incursioni contro le coste del Lazio meridionale e della Campania settentrionale, sia dei briganti che derubavano i mercanti e i viaggiatori che percorrevano la via Appia. Questi banditi, dopo le loro rapine, svanivano nella fitta nebbia dei faggeti che ricoprivano i Monti Aurunci, rifugiandosi nelle abbondanti grotte di quelle alture. Malasangue, un individuo indolente e losco, era il commissionario di pirati e malfattori. La sua gente sapeva del suo contegno di traditore ma lo temeva.

Una calda giornata estiva, di primo mattino, Aurora e Leonardo, insieme ad alcuni amichetti e servitori, si recarono presso la spiaggia dei Trecento Gradini, a fianco della Via Flacca, per giocare, bagnarsi e rinfrescarsi. I loro genitori non potevano accompagnarli poiché avevano viaggiato come emissari e ambasciatori di Gaeta all'enclave papale di Benevento, a sud di Napoli. Il nonno Ugo era rimasto malato a letto, colpito da una grave crisi di gotta, di cui soffriva per gli eccessi del buon mangiare e dell'ottimo vino. Consapevole dell'escursione e delle circostanze che la circondavano, il villano Malasangue varò una veloce feluca e, con due marinai a suo servizio, corse ad avvertire i Saraceni di stanza nell'isolotto di Zannone per suggerire loro il rapimento dei nipoti del signore di Fondi e Itri e così chiedere un riscatto per la loro liberazione. Altrimenti, scambiarli con il capo berbero Abd al-Haqir (che in arabo significa ignobile), imprigionato nella cittadella del castello di Gaeta o, come ultima alternativa, venderli ad Algeri come giovani schiavi per intrattenimento di qualche notabile signora della società locale. Ma l'indegno Bertaccio non contava sul comportamento del suo servitore Mattia. Questo, stufo delle torture a cui lo sottoponeva il padrone, avvisò alcuni pescatori che lavoravano non lontano da Sperlonga e, tramite il sistema di segnali ottici che collegava torri di avvistamento, fortezze e castelli, alla guarnigione di Gaeta. Recati tutti nella spiaggia dove giocavano bambini e servitori, hanno ordinato loro di ritornare a Itri e sono rimasti ad aspettare lo sbarco dei pirati, nascosti dietro i pini che circondavano la zona sabbiosa, per tendere loro un'imboscata. Lo stratagemma ha dato i suoi frutti e, all'imbrunire, i presunti rapitori sono fuggiti malconci verso le loro barche. Ai pescatori e ai soldati si era unito Mattia, che affrontò Malasangue, ferendolo con una spada alla gamba, costringendolo a ritirarsi con gli sconfitti. Il taglio non era molto profondo ma, giunto nelle Pontine, si infettò e poi si cancrenò. Nonostante l'amputazione dell'arto danneggiato, l'ìnfezione è progredita ed è morto pochi giorni dopo tra dolori lancinanti. Triste fine per un uomo che prese la strada sbagliata nella vita. Nonostante il suo comportamento spregevole, il conte Ugo e la sua famiglia si offrirono di aiutare finanziariamente la famiglia del criminale.

Secoli dopo, Concepción Arenal conierebbe la frase: “Odia il delitto e compatisci il delinquente”.