27 mayo 2022

Mi árbol favorito

Julio Sánchez Mingo


La biblioteca pública Miguel Hernández de Madrid ha convocado un concurso de fotografía con el lema Tu árbol favorito. Para participar basta remitir una imagen de tu árbol predilecto, indicando las razones de esa preferencia.

Yo he enviado la fotografía que encabeza este texto, tomada en la terraza de casa, en Madrid. Son brinzales de encina, Quercus ilex L. subsp. ballota o rotundifolia, nacidos esta primavera de 2022, cuando germinaron unas bellotas que recogí el otoño pasado en El Retiro, en el pequeño bosquete de carrascas que rodea el Observatorio Meteorológico. Crecen en el alféizar jardinera de mi habitación. Espero que este verano algún alma caritativa cuide y riegue estos jóvenes ejemplares que, si el vandalismo humano lo permite, un día serán unos árboles centenarios, ejemplo de longevidad, equilibrio, riqueza natural y fuente de salud y sustento de muchas otras especies animales y vegetales. Obviamente yo no lo veré, es mi legado para las generaciones venideras.

¿Por qué es la encina mi árbol favorito? Tiene carácter circunmediterráneo y es el más representativo y abundante de la Península Ibérica. Es especie clímax en toda la Meseta y, como he escrito más arriba, la encina es longeva, noble, rústica y austera, fuerte y resistente, exige poco y da mucho, cobija en invierno y da sombra en verano. Soporta sequías intensas y tanto calor como frío extremos. Rebrota del fuego. Fuente de riqueza, su leña es óptima, de gran poder calorífico, con la que se hacía carbón. Sus frutos, las bellotas, son el alimento del cerdo ibérico, tan apreciado por su jamón. Forma parte del paisaje que me ha rodeado toda la vida. Está enraizada en mi cultura. Aparece citada en dichos y refranes populares y multitud de escritores la han glosado o incluido en sus textos. Nuestro gran poeta Antonio Machado le dedicó un antológico poema, Las encinas:

¡Encinares castellanos

en laderas y altozanos,

serrijones y colinas

llenos de oscura maleza,

encinas, pardas encinas;

humildad y fortaleza!

Mientras que llenándoos va

el hacha de calvijares,

¿nadie cantaros sabrá,

encinares?

……………

¿Qué tienes tú, negra encina

campesina,

con tus ramas sin color

en el campo sin verdor;

con tu tronco ceniciento

sin esbeltez ni altiveza,

con tu vigor sin tormento,

y tu humildad que es firmeza?

En tu copa ancha y redonda

nada brilla,

ni tu verdioscura fronda

ni tu flor verdiamarilla.

Nada es lindo ni arrogante

en tu porte, ni guerrero,

nada fiero

que aderece su talante.

Brotas derecha o torcida

con esa humildad que cede

sólo a la ley de la vida,

que es vivir como se puede.

El campo mismo se hizo

árbol en ti, parda encina.

Ya bajo el sol que calcina,

ya contra el hielo invernizo,

el bochorno y la borrasca,

el agosto y el enero,

los copos de la nevasca,

los hilos del aguacero,

siempre firme, siempre igual,

impasible, casta y buena,

¡oh tú, robusta y serena,

eterna encina rural

de los negros encinares

de la raya aragonesa

y las crestas militares

de la tierra pamplonesa;

encinas de Extremadura,

de Castilla, que hizo a España,

encinas de la llanura,

del cerro y de la montaña;

encinas del alto llano

que el joven Duero rodea,

y del Tajo que serpea

por el suelo toledano;

encinas de junto al mar

¿en Santander?, encinar

que pones tu nota arisca,

como un castellano ceño,

en Córdoba la morisca,

y tú, encinar madrileño,

bajo Guadarrama frío,

tan hermoso, tan sombrío,

con tu adustez castellana

corrigiendo,

la vanidad y el atuendo

y la hetiquez cortesana!...

Ya sé, encinas

campesinas,

que os pintaron, con lebreles

elegantes y corceles,

los más egregios pinceles,

y os cantaron los poetas

augustales,

que os asordan escopetas

de cazadores reales;

mas sois el campo y el lar

y la sombra tutelar

de los buenos aldeanos

que visten parda estameña,

y que cortan vuestra leña

con sus manos.

A la encina, en catalán, se le dice alzina, el apellido de la madre de mi madre. Mi abuela materna fue una mujer de aspecto delicado, fuerte ante la adversidad, de gran nobleza de espíritu, discreta, sufrida, austera, longeva, sustento moral y material de doce hijos, que dio mucho y exigió poco, como la encina. Creo que hay motivos suficientes para que esta especie arbórea sea objeto de mi predilección.

También aprecio mucho las grandes fagáceas de hoja caduca, el roble carballo, el haya y el castaño y dos representantes de la vegetación mediterránea, el algarrobo y el madroño. El carballo requiere suelos húmedos, aunque el ambiente sea seco, mientras haya y castaño necesitan tanto atmósfera como sustrato húmedos. Por ello, en un lugar como Madrid podemos considerar esas tres especies como exóticas, aunque existan pies relictos de Quercus robur, L. en la Casa de Campo y El Retiro, como uno, verdaderamente singular, cercano al Salón del Estanque de este parque, de cuyas bellotas del pasado otoño he obtenido un brinzal que regalaré por su cumpleaños a un amigo, que comparte conmigo aficiones botánicas. El algarrobo, muy presente en las huertas del Levante español, me ha acompañado muchos veranos transcurridos a orillas del Mediterráneo. Hace años planté uno nacido de garrofines tomados en el Ágora de Atenas en un bancal de unos jardincillos del casco viejo de Altea, en la vertiente del pueblo que mira a Oriente, a Grecia, a sus orígenes, a la cuna de nuestra cultura. Se trata de un magnífico ejemplar que este otoño cumplirá diecisiete años.

Algarrobo griego. Altea. Agosto 2020.

Creo que los regalos simbólicos, no necesariamente materiales, son los mejores, los que transmiten mayor afecto y más ilusión nos produce hacerlos. El otoño pasado, con ocasión de una corta estancia en Gaeta para visitar a mi amigo il Dottore, pensé que sería un bonito detalle plantar un par de árboles dedicados a sus nietos, Aurora y Leonardo. Me decidí por una encina leccioy un madroño corbezzolo. Como el pequeñín no hablaba todavía, le di a la mayor la oportunidad de elegir especie. Supongo que prefirió el arbolito del escudo madrileño porque sus hojas son verdes y perennes, da flores blancas y los frutos maduros son rojos. De hecho se le considera el Árbol de Italia por los colores de su copa, los de la bandera del país transalpino.

El madroño de Aurora. Gaeta. Mayo 2022.


Cómo disfruté, yo, solo, conduciendo por el Agro Pontino la minúscula 500 de mi amigo con las ventanillas abiertas, a la búsqueda de un vivero de plantas forestales donde comprar un ejemplar de encina que cupiera en ese minúsculo y molón cochecillo y así poder transportarlo hasta su casa. También adquirí un roble para ofrecérselo a él. Y a la vuelta, en un día veraniego, pude apreciar la belleza de la Costa Pontina, una sucesión de playas y acantilados de abundante vegetación bañados por el Tirreno, gozando de la refrescante brisa marina. Por la tarde, entre todos, plantamos los arbolitos de los niños en lugares relativamente protegidos de manos arboricidas.

 

La encina de Leonardo. Gaeta. Mayo 2022.

Cuando el roble sea de mayor tamaño, lo emplazaremos en unos parterres del paseo marítimo de Porto Salvo, Lungomare Caboto, que bordea el golfo de Gaeta, donde también quiero poner un rosal en recuerdo de su vecina María1, recientemente fallecida.

Cambiando la maceta del roble de Il Dottore. Gaeta. Lungomare Caboto. Septiembre 2021.

Ya estoy pensando en plantar este verano una jacaranda dedicada a...


1 J. S. M.: Mi vecina de Porto Salvo.

20 mayo 2022

San Isidro

Argimiro Rubio Cuadrado

Acaba de celebrarse en Madrid la festividad de su santo patrón, san Isidro, y me acordé de cuando también lo era mío o, más bien, de mis padres. San Isidro es el patrón de los labradores, y mis padres lo eran cuando yo era un crío.

No era fiesta local ni nacional y tampoco recuerdo que el 15 de mayo de cada año hubiese ninguna celebración especial en mi casa. Así pues, ese día no te vestían de domingo, ni había comida de fiesta, ni pasteles de postre, como si sucedía, por ejemplo, cuando se celebraba alguna fiesta de carácter nacional, como la Virgen del Carmen, que, además, era la patrona de mi parroquia y la sacaban en procesión, acompañada de todos los niños que el mayo anterior habíamos hecho la primera comunión.

A mí, el día de la Virgen del Carmen me huele a verano. Aún tengo en la memoria el olor a incienso en la iglesia y el de tomillo en la calle, pues durante la procesión se tiraban pétalos de flores y tomillo al paso de la virgen y el olor impregnaba las calles del barrio toda la tarde, y por la noche se celebraba la correspondiente verbena, pero para san Isidro, nada. Se ve que no era un santo VIP, además de ser , por decirlo amablemente, un tanto flojo, pues unos ángeles le araban las tierras mientras él se dedicaba a la oración y a predicar. Hoy, tal vez, sería enlace sindical.

En el colegio, cuando se aproximaba una festividad, teníamos que hacer en el cuaderno de los dictados un encabezamiento bonito, que dibujábamos primero a lápiz, luego lo repasábamos a tinta con plumilla y tintero, no todo el mundo tenía estilográfica y los bolígrafos estaban prohibidos para esas tareas y finalmente lo iluminábamos con los lápices de colores Alpino. Los más habilidosos copiaban, además, el dibujo del santo que venía en la enciclopedia Álvarez ―intuitiva, sintética y práctica, como rezaba en la cubierta que usábamos entonces de hecho, a los dibujos que venían en los libros los llamábamos genéricamente santos y escribíamos al dictado una semblanza del santo que leía el maestro. Y eso era todo.

Distinta era la celebración, cada 29 de septiembre, del día de san Miguel Arcángel, patrón de los hortelanos. Con el tiempo, mis padres, sin dejar del todo la labranza comenzaron también a trabajar algunas huertas y, por tanto, también fueron hortelanos. Los hortelanos de mi pueblo se habían constituido allá por el siglo XV en gremio, como los carpinteros, los canteros o los curtidores y mantenían el espíritu de hermandad que caracterizaba a aquellas asociaciones. Copio, a continuación, parte de un texto publicado por Julio V. en el blog Ferial 49 de septiembre de 2017.

La desamortización empujo a las cofradías gremiales a la desaparición por la pérdida de los recursos necesarios para sus fines. Estas antiguas hermandades serán sustituidas por unas nuevas sociedades encargadas de cumplir los fines humanitarios de las desaparecidas.

En el caso de los hortelanos de mi pueblo, en 1883 promovieron una sociedad profesional denominada Sociedad de Socorros Mutuos de los Hortelanos a fin de ayudarse en la necesidad, socorrerse en la enfermedad y acompañarse en el camino a su última morada. Con la creación, por parte de los poderes públicos, de un sistema de previsión social, esta nueva sociedad perderá su principal razón de ser, pero el vínculo social, de hermandad y profesión se mantendrá en el tiempo; celebrándose anualmente la festividad de su patrono, san Miguel, el 29 de septiembre.”

El caso es que, así como los labradores no tenían ningún sentido de pertenencia a un grupo, los hortelanos celebraban su patrón por todo lo alto: misa, comida de hermandad en el local de la asociación y baile. A la celebración no faltaba ni una sola familia. Era tal el arraigo de esta festividad en la villa que, aunque los hortelanos no eran, ni mucho menos, el grupo social o laboral más numeroso, todo el mundo sabía que ese era su día.

No se que méritos tendría el arcángel san Miguel para que los hortelanos lo eligiesen como patrón, pero teniendo en cuenta que a San Isidro le hacían el trabajo unos ángeles y, aún así los labradores lo habían elegido como patrono, san Miguel no debía haberse esforzado mucho para merecerlo.

14 mayo 2022

El mundo del fútbol ya no es lo que era

Julio Sánchez Mingo

A los queridos compinches


Estadio Santiago Bernabéu, Madrid, en los años 60.

Los sábados por la tarde, de chavales, unos cuantos compañeretes del colegio íbamos al cine. Las películas estaban clasificadas por su presunta idoneidad moral, por lo que, teóricamente, sólo podíamos acceder a ver las autorizadas, las permitidas a menores de 16 años. Como no se manejaba mucho el carné de identidad que ahora todo el mundo llama pomposamente DNI (documento nacional de identidad) y que solicitan en todas partes, hasta en los lugares más absurdos e insólitos, intentábamos colarnos para disfrutar de las señaladas para mayores, confiando en la buena voluntad, o el mal tino calculando edades, del portero de la sala de exhibición de turno. En una ocasión en que fuimos al cine Carlos III a ver una comedia playera vedada para nosotros, con el pánfilo Tony Curtis y las espectaculares Claudia Cardinale y Sharon Tate tristemente asesinada unos años después—, el defensor de aquella moral se cebó con nosotros. No nos permitía entrar a la mitad, por lo que, por solidaridad, nos fuimos todos, lamentando habernos perdido la visión de aquellas bellezas en bikini. No recuerdo si terminamos en la bolera que había en el sótano del local cinematográfico, ahora reconvertido en un establecimiento de hostelería con distintos ambientes. En Madrid todo desaparece para dar paso a bares, restaurantes y terrazas, incluso la propia vía pública y lugares tan emblemáticos como el Teatro Real, en proceso de ser transformado en una gigantesca cantina con una sala teatral anexa.

Habíamos acudido también al Carlos III, a una sesión autorizada para todos los públicos. Unos minutos antes de comenzar la proyección del consabido noticiario NO-DO, preámbulo obligado de cualquier función de cine, emitido para mayor gloria del régimen y adoctrinamiento de los españoles, ocuparon sus localidades justo a nuestras espaldas, en la última fila del gallinero, los jugadores del Barça, que ese domingo se enfrentaba en partido de liga a alguno de los equipos madrileños. Impecablemente trajeados, pantalón gris, camisa blanca, chaqueta azul y corbata, con el escudo y los colores del club respectivamente, aquellos mocetones tomaron asiento rodeados de un público mayoritariamente adolescente. De inmediato reconocí al negrito Mendoza, que en las temporadas anteriores había jugado en el Metropolitano y el Calderón con el Atleti, y al rubio Charly Reixach, un delantero muy fino al que conocía por haber visto jugar con Cataluña el campeonato de España de selecciones regionales juveniles en el desaparecido campo del Plus Ultra, en la Ciudad Lineal, frente a los estudios cinematográficos de la CEA. Su presencia no causó mayor expectación y alboroto más allá del cuchicheo y las miradas de todos nosotros. Esta escena es impensable en el mundo actual, con las estrellas rodeadas de guardaespaldas. ¿Imagina el lector a Messi o Cristiano, en el gallinero de un cine? Bueno, estos locales ahora no tienen gallinero. A Reixach me lo encontré muchos años después en Fez, en el hotel Palais Jamais, que se asoma a la medina. Desde los balcones de sus habitaciones se disfruta del espectáculo único de ese enjambre de callejuelas y de la llamada a la oración de los almuédanos desde lo alto de los alminares de las mezquitas. Estuvimos recordando, en una breve conversación de diez minutos, aquellos tiempos de los partidos en la Ciudad Lineal.

Ahora, para acceder al Bernabéu, hay que pasar un estricto control de seguridad y atravesar un torniquete que se libera ante la presentación de la tarjeta o abono, según corresponda. Entonces mucha gente se colaba, o era colada por los porteros. Se falsificaban o manipulaban las entradas y los carnés de socio o se lanzaba a la calle desde un balcón del primer anfiteatro el propio carné para que entrara con él un amiguete, como hicimos en una ocasión con el bueno de un compañero. No es de extrañar que, en los partidos de mucho tirón, el aforo estuviera más que sobrepasado en las zonas de las localidades de pie, con el grave riesgo de que se produjeran las temidas avalanchas de espectadores.

El mal estilo se ha adueñado de este deporte. El otro día, en el campo del Barça de la categoría inferior, no permitieron a los seguidores del Sabadell pasar con sus bufandas y banderas si no se situaban en la reducidísima e insuficiente zona acotada para los aficionados del equipo visitante. Había más vallesanos que culés en el estadio. Argumentaron que había sido por seguridad, para que no se produjeran altercados. El domingo pasado, los jugadores del Atleti no le hicieron el pasillo a los del Madrid, que se habían proclamado campeones la jornada anterior. Estas reprobables actitudes las fomentan los dirigentes de estas sociedades mal llamadas deportivas. Bernabéu estaba hecho de otra pasta. Era un populista patriarcal, de fuerte carácter.

06 mayo 2022

Escenas matritenses 2022

Julio Sánchez Mingo


Calle de la Rúa. Madrid. J. S. M.


El barrendero del siglo XXI, con cascos y sopladora mecánica, atronando a los vecinos desde las ocho de la mañana.

Los seguratas del metro echándose un pitillo, junto a la boca del subterráneo.

El vejete que se dobla a duras penas para recoger la blandita y calentita que acaba de deponer su perrillo en mitad de la acera.

Las adolescentes con el ombligo al aire, despechugás, en pantaloncitos, con bolso chanel.

Los camiones cuba, versión moderna de la manga riega que aquí no llega, que ríete de los cañones de agua de los grises.

Un adulto descerebrao circulando en patinete eléctrico por la acera.

Cuatro pasajeros de un coche del metro, sentados, enfrentados a otros tantos, sin mirarse, consultando todos su correspondiente móvil.

Ciudadano frente a una ventanilla de registro de una oficina pública, donde ha tenido que pedir cita previa para ser atendido y presentar sus papeles, al que espera una solitaria funcionaria que sólo lo atenderá a él en toda la mañana.

Unas señoras bien con sus playeras blancas de Prada, ¡de 690 euros!, casi idénticas a las de mercadillo, ¡de 10 euros!, que calza la camarerita que las atiende.

Los camareros de bares y restaurantes de negro de luto riguroso, olvidados del blanco inmaculado.

Miles y miles de alcorques vacíos trampas para viandantes despistados, privados de sus correspondientes árboles, que son su razón de ser y el alivio del ruido y la contaminación de la ciudad.

Una venerable anciana que avanza renqueante por la acera, cogida del brazo de su joven cuidadora foránea, que no para de hablar por teléfono.

Un mes de obras a cargo de una cuadrilla de operarios, rompiendo todos los días el tímpano del vecindario con el martillo neumático, para mover seis metros un paso de peatones —cambio de bordillos, nuevos rebajes de acera y eliminación de los viejos, nivelación de la mísma y de los registros y arquetas de los suministros y servicios, nuevo solado, traslado de semáforos, sustitución de una pareja de semáforos con pulsador de verde por otra sin esa función, reconstrucción de un alcorque—, en una calle sin tráfico, para pasmo de los agentes de movilidad municipales.

Un mendigo casi en la cincuentena, que pedía a la puerta de un mercado y cuidaba de los chuchetes de la clientela, reconvertido en el chico de los recados de los tenderos, empujando un pequeño carro de supermercado con pedidos a domicilio y saludando a todo el barrio.

Cuatro señoras muy mayores, sentadas en una terraza del bulevar de la calle Ibiza, merendando y hablando sin cesar, con dos andadores y dos sillas de ruedas estacionados a su lado.

Multitud de colegios e institutos públicos muestran el rótulo de centro bilingüe, donde muchos profesores no hablan ni papa de inglés.

Un hombre joven, en la cuarentena, bien vestido y aseado, hace juegos malabares con bolas de colores en la calle Narváez, sin que nadie repare en él ni le eche moneda alguna.

Un chófer de VTC (vehículo de turismo con conductor), vestido con chaqueta y corbata, al volante de un cochazo en el que viaja repantigado un jovencito con el pelo teñido de rojo, que devora con la mirada la pantalla de su móvil, ajeno al mundo que lo rodea.