29 mayo 2020


La guerra de nuestros días

Julio Sánchez Mingo

A los damnificados de las guerras de Siria, Yemen... con mi reconocimiento y mi solidaridad

La calle de Atocha tras un bombardeo. 1936. Juan Miguel Pando Barrero

El otro día se despertó sobresaltado. Se había ido a la cama con las últimas novedades de la Covid-19, el recuento diario de fallecidos de Simón y las crónicas de las distintas guerras que asuelan el mundo. Había cenado demasiado. La tripa llena y las malas noticias se habían conjugado hasta terminar en aquella delirante pesadilla.
Entonces recordó lo que sus padres le habían contado de la guerra.

Él ha perdido una primavera de su vida, a ellos les hurtaron la juventud. El golpe de estado militar los cogió con diecinueve años. Tres años de muerte y tragedias que les hicieron madurar prematuramente.
Su padre estuvo refugiado en embajadas y hospitales durante todo ese período. Sólo salía a la calle para trasladarse de un escondite a otro, muerto de miedo. Su objetivo: no ir al frente a pegar tiros, donde correría el alto riesgo de que una bala, una esquirla o la explosión de un obús terminara con su vida o, en el mejor de los casos, le condenara a una invalidez absoluta. Pasó un hambre canina. La mayoría de los días su único bocado era un plato sopero de agua en la que nadaban unos pocos granos de arroz negruzco, que tenía que pagar a precio de restaurante de lujo. El resto de su vida odiaría el arroz blanco.
Nuestro protagonista ha estado confinado cerca de tres meses, pero ha podido dejar su casa en cualquier momento para acudir a comprar comida. Se ha encontrado las estanterías del hipermercado rebosantes de alimentos, incluso de manjares. Y los precios se han mantenido más o menos contenidos. Si ha sido prudente y ha acudido con mascarilla y tomado elementales medidas de precaución, como no acercarse a nadie, no ha corrido ningún peligro. Desde luego no habrá caído decapitado por un proyectil, como en la contienda aquel pobre transeúnte en la Gran Vía de Madrid.
La familia de su madre se arruinó, tuvieron que cerrar el negocio familiar. Sin ingresos, las penurias y el hambre de la posguerra fueron infinitas. La cartilla de racionamiento se mantuvo hasta mayo de 1952. Su abuelo materno y el hermano de éste murieron de enfermedad y disgustos en ese largo espacio de treinta y tres meses. También la casa familiar resultó dañada por los bombardeos sobre la población civil y todos hubieron de ser evacuados al piso de unos primos, más alejado de los objetivos militares de los insurgentes. En esta primavera de 2020, él ha recibido religiosamente todos los meses la transferencia con sus emolumentos y las viviendas, infraestructuras y los medios de producción han salido indemnes.
Su abuela se volvía loca de angustia por no saber nada de sus hijos que estaban en el frente, en bandos distintos. Él, por el contrario, estos meses pasados ha hablado a todas horas por teléfono, o por videollamada, incluso con el otro lado del charco.

Esa guerra de sus abuelos y padres la quisieron unos pocos y la sufrieron casi todos. Fue una tragedia que sólo trajo muerte, desolación, ruina y odio. Ahora el enemigo es común a toda la Humanidad y, a pesar de ello, somos incapaces de aunar esfuerzos, de empujar al unísono en la misma dirección, apoyándonos unos a otros, sin egoísmos ni intereses particulares de naciones, clases o individuos.


22 mayo 2020


Divertimentos
Tres acerados puyazos en forma de microrrelato

Julio Sánchez Mingo
Fotos del autor
He aquí, mi querido lector, unos breves trabajos, divertimentos más bien. Son tres microrrelatos escritos para su presentación en unos certámenes de este género literario celebrados recientemente en Madrid. Obviamente, no fueron galardonados.


Siempre se trasladaba en Metro

Escrito participante en el XI Concurso de Microrrelatos convocado por las Bibliotecas Municipales de Madrid, en octubre de 2019, con el lema Los relatos viajan en Metro, con motivo del centenario del Metro de Madrid. El texto debía ser igual o inferior a cien palabras e incluir el término Metro.


10-04-2020 12:41 El Metro de Madrid durante el confinamiento. Trayecto Aeropuerto T4-Colombia.
Era un hombre honrado, simpático, que se llevaba bien con todo el mundo, preocupado por sus conciudadanos y por el bien común. Alcanzó la presidencia de la Comunidad de Madrid. Su deseo era que el Metro de la región fuera modélico de hecho siempre se trasladaba en este medio de transporte y que la sanidad pública y la educación pública brillaran por su excelencia. Pero los poderes fácticos, para preservar sus intereses, le hicieron la vida imposible y falleció de un infarto, como Luciani, a los treinta y tres días de su mandato.



Madrid, museo al aire libre de alcorques vacíos

Con motivo del confinamiento impuesto a la ciudadanía a causa de la pandemia del Covid-19, este mes de mayo de 2020 el Museo de Historia de Madrid ha convocado Microhistorias desde el encierro. Su extensión no podía superar el centenar de palabras y debían contener los vocablos Madrid y museo.



El pasado Día del Libro 2020, regalé a todos mis amigos El hombre que plantaba árboles, de Jean Giono.
Mal presagio.
A la mañana siguiente, una contrata municipal taló, frente a casa, un magnífico y frondoso ejemplar de arce.
No lo repondrán. Es la política del ayuntamiento.
Madrid es un museo al aire libre de alcorques vacíos. Sus fondos son infinitos.


Hace años, en el mercado de Barceló

La Biblioteca Pública Municipal Mario Vargas Llosa de Madrid convocó, en octubre de 2019, el III Concurso de Relatos Cuarto y mitad, con el apoyo del cercano mercado de Barceló. La longitud de la redacción debía ser de un máximo de mil palabras e incorporar la expresión en el mercado.
Los mercados de Madrid están transformando sus puestos de frutas, verduras, carne, pescado, pan y ultramarinos en bares de tapas, en un proceso de gentrificación imparable. El ejemplo más significativo es el mercado de San Miguel, próximo a la plaza Mayor. Por ello, diálogos castizos como los que siguen, cuajados de dobles sentidos, se están perdiendo.



¿A cómo está la coliflor?
Regalada.

¡Qué frío!
Señora, el Ayuntamiento, que no cuida el edificio. Entra aire por todos laos. No vea los sabañones que me salen en el mercado.

Los melones los tengo todos al mismo precio, peros son mejores éstos, de mi tío. Me los trae de Titulcia, a orilla de Villaconejos.

Los pepinos me gustan de color verde, no de esos negros que hay por ahí.

No me ha devuelto los 50 céntimos.
Sí señor, se los he devuelto.
Yo he visto como se los ha dado.
¿Ve usté?

Vamos, que se me termina el género.

Venga la bolsa, que le vuelco las naranjas.

Póngame 10 kilos de patatas.
¡Vaya familión que tiene usted!

Pog favog, seguía tan guentil de dagme trois pimientas vegdes y dos gojas.
Madan, la pimienta es otra cosa. Estos son pimientos.

Tiene los melocotones al doble de precio que este verano en Colmenar. ¡Cómo se aprovechan, qué barbaridad!

Deme más perejil, no sea agarrao.

¡Pero qué señora mas guapa y más joven!
No sea zalamero, que ya tengo ochenta y cinco.

El pepino es bueno para el cutis.
¡Hay que ver, qué fijación tienen estas señoras con los pepinos!

¡Vaya peras que tengo, vaya peras que tengo!
Ya, ya, señora, ya veo.

¿Qué pasa, a mí no me cobra? Yo estaba antes.

Jefe, pruebe este higo, que está muy dulce.
Eso dicen todas.

¿Estará buena?
Como usted, reina mora.
No se pase, ¿eh?

Soy de Córdoba. Utilizo estos tomates para el salmorejo.
Yo hago el gazpacho con tomates pera.

Póngame cuarto y mitad de ibérico. No estará salado, ¿verdad?
Calle mujer, rico, rico.

Deme un manojo de cebolletas.
¿Le corto el rabo?

A ver, Guti, campeón ¿qué te pongo?
¡Qué yo soy del Atleti!

Está de muerte,
¿Quién yo?
¡La guayaba!

Gracias, amor.
¡Qué cosas me dice!

Sólo hay huevos morenos.
Los blancos están de capa caída.

Hoy tengo coliflor.
No, gracias.
Con lo buena que es. ¿Repollito?
No, que después huele a escalera.

Buenos días, moreno.
¡Qué ya peino canas!

Señora, se le ha caído el calabacín.
En qué estaré yo pensando.

¿Mezclo melocotones y paraguayas?
Sí, no creo que se peleen.

Tengo una alegría en el cuerpo... alegría Macarena.

Éstos me han deslomao a trabajar hoy. Éste se quiere comprar una moto, el jefe no sé qué de un chalet. Yo estaría todo el día tumbao en el sofá con tres rubias… de Mahou.

16 mayo 2020


ACTUALIDAD

Voluntad, responsabilidad y medios

Julio Sánchez Mingo

La Gran Vía de Madrid desierta durante el confinamiento. POLICÍA MUNICIPAL

Para luchar y acabar con el coronavirus hacen falta voluntad y responsabilidad ciudadanas y medios. Las primeras abundan menos de lo deseable, los medios escasean alarmantemente. Llevábamos muchos años en un proceso de recorte continuo, sin suficiente inversión pública, donde unos pocos ganaban muchísimo y la mayoría se iba empobreciendo progresivamente. Pero como el PIB crecía...
Mientras no haya tratamientos eficaces o una vacuna, y la espera puede ser larga, no queda más remedio que acudir a la receta tradicional de distanciamiento, aislamiento, test y rastreo, y, prudentemente, ir quemando etapas poco a poco.

¿Está la región autónoma de Madrid preparada para acceder a la fase 1 del desconfinamiento y suavizado de las estrictas medidas decretadas en marzo pasado para hacer frente a la Covid-19?
Si nos atenemos al comportamiento de los ciudadanos de la capital y sus alrededores, habría que decir, taxativamente, que no, que no se puede mitigar, ni siquiera ligeramente, el encierro, que no se puede abrir la mano. No es de recibo que el fin de semana pasado la policía municipal haya dispersado noventa y siete botellones en la vía pública y dispersado cuatrocientas fiestas en casas particulares. Hay gente, especialmente joven, con la sesera de un mosquito, sin sentido común, que se cree inmortal, eterna, que piensa que está libre de un contagio que puede ser fatal.
Parece, por lo que se ha visto en otras regiones, que a muchos les va la vida si no acuden a una terraza a tomar una caña. No piensan que la pueden perder.
Es el momento de la responsabilidad personal. De ser, incluso, más autoexigentes y restrictivos que el propio gobierno a la hora de disfrutar de la libertad de circulación, temporalmente perdida, por nuestro propio bien. Pensemos en nuestra salud y en la de los demás, no seamos egoístas, seamos solidarios.

Ahora mismo, la situación de la Sanidad y la Salud públicas es un drama. Todavía no es posible obtener una cita en Atención Primaria para acudir al ambulatorio a que te pongan una simple inyección. Y los hospitales tampoco han empezado a reasignar fecha para las consultas, pruebas diagnósticas e intervenciones suspendidas a raíz del ataque del coronavirus. Supongo que la falta de personal, muchos sanitarios están de baja, incide muy negativamente en la situación, amén de la falta estructural de plantilla, fruto de la política sanitaria de los últimos veinticinco años. Y eso que en los últimos días el número de infectados y hospitalizados por la pandemia se ha reducido notablemente.

De pruebas y rastreo, mejor no hablar. En Madrid no existe organización de Salud Pública. Quiero creer que la están montando y dotando a marchas forzadas. ¿Hay capacidad para realizar cientos de miles de exámenes PCR?
La falta de inversiones y gasto en esta área en los últimos tiempos la estamos pagando con creces. Como siempre, lo barato sale caro y, de aquellos polvos, estos lodos. Miremos hacia Asturias.

En estas condiciones, ¿es razonable acceder a la fase 1? Seguramente, no. Pero muchas empresas se irán irremediablemente al garete si nadie lo remedia y hay mucha gente que ya no tiene ingresos...
La solución intermedia de la fase 0,5 acordada ayer, puede ser, de momento, algo razonable para no estrangular la economía completamente.
¿Estarán los ciudadanos a la altura?

PD. Recomiendo la lectura de la tribuna Opción descartada, de Javier Sampedro, científico y articulista, publicada en el diario El País de ayer, 15 de mayo.

12 mayo 2020


Estar sin estar

María Yáñez


La cuarentena los desnudó. Los primeros días fueron llevaderos, pero muy pronto los completos desconocidos salieron a relucir. Empezaban a conocerse y no les gustaba lo que veían. No se reconocían.

La vela se mantenía encendida. El fuego era mediocre, pero nunca se apagaba del todo. Ella siempre prendía la mecha cuando él llegaba de su jornada laboral. Era ya un hábito mecánico a la hora de cenar. Bueno, cuando compartían la mesa.

Durante quince años pasaron poco tiempo juntos. La plática en común, cuando la había, era el hijo adolescente o alguna cena social con sus amigos del colegio, donde se habían conocido. En el día a día se entretenían con sus labores. Él en la oficina, con horas extra constantemente. Ella ponía su atención en las dos clases de matemáticas que daba en una universidad cercana.

Hoy no había oficina ni clases. Se ahogaban y esta contingencia parecía no tener fin. Su respiración no estaba sincronizada. Nunca lo estuvo. Ahora ninguno podía huir del otro ni refugiarse en el trabajo y menos en el hijo que estaba en su mundo, siempre en su cuarto, en las redes sociales.

Su mirada perdida estaba fija en la luz de la mesa, que Julia ya no se ocupaba en encender, simplemente la dejaba estar para que se apagara sola. Por primera vez John se cuestionó la baja intensidad de la llama, aun cuando siempre había estado así. No se había percatado o no había querido hacerlo. Mientras, ella le contaba sus sospechas de un vecino contagiado. Él no escuchaba. Solo veía la ligera flama en silencio, pero con la mirada ausente.

          ―¿Qué ganas con no verme, con ignorarme? ¿Qué te hace estar en casa sin estar? le cuestionó Julia a John, interrumpiéndolo de su abstracción.
      ―¿De qué hablas? No sé adonde quieres llegar respondió en tono ofendido, frunciendo el ceño. Ella solo calló y bajó la cabeza. Él seguía irritado sin sentido, pero el reclamo de su mujer le daría el pretexto para indignarse. Salió azotando la puerta, tan fuerte que apagó la poca luz que iluminaba la casa y que había sobrevivido hasta entonces. Era su costumbre todos los días por la mañana. Esa maldita costumbre que la dejaba sin aliento y que siempre se tragaba, que en la noche no lo hablaban y simulaban olvidar. Esta vez el portazo fue diferente, el preludio del fin. Le despertó por fin sus ganas de vivir, de dejar la apariencia, el falso confort. Su afán de mantener a su lado a John, se fue al carajo.
El golpe de la puerta apagó la vela que ni calentaba ni alumbraba, que siempre oscilaba, a la que se había aferrado por años. Se consumió cuando se vieron obligados a mirarse en ella, a desnudarse.


07 mayo 2020


Las fotos y las emociones

Julio Sánchez Mingo


Introducción
Tenemos una clase política que se vuelve loca por hacerse la foto y salir en las portadas y, para más inri, dilapida el resto de sus energías en el topetazo venatorio contra el adversario político. Ello, en lugar de atender las necesidades de los ciudadanos, o ejercer de leal oposición, cuando corresponde, según las alternancias y rotaciones en el poder.
Son unos aplicados clientes de esa pléyade de teóricos de la comunicación, la sociología, la politología y la venta de puro humo que pueblan universidades, cenáculos y medios de comunicación. Discípulos, a su vez, de aquellos que las universidades USA alumbraron hace cuarenta años, compañeros de armas de los padres del llamado neoliberalismo, la doctrina política, económica y social imperante en España, y en otros muchos países, que tanta desigualdad y sufrimiento genera.
Hay que reconocer que son auténticos artistas en la comercialización del alimento ideológico que satisface las apetencias doctrinales de ciertas clases sociales, exacerbando su egoísmo, su cortedad de miras, sus bajos instintos, aprovechando su ignorancia. Consecuentemente, son enemigos de la educación pública pero fomentan la creación de centros de enseñanza y formación para élites, que, por cierto, son excelentes negocios y ellos, por supuesto, sus bien pagados profesores.
Hablando del neoliberalismo, hay un dato que quiero destacar: precisamente en USA, tras la II Guerra Mundial y antes de la llegada de Reagan, una madre sola, con un hijo y un empleo modesto, podía pagar y mantener una casa.


El personaje
El paradigma de esa raza de políticos fue, hasta su retirada de la escena, Esperanza Aguirre. Ahora destaca, como su alumna aventajadísima, la militante de su partido que le llevaba el Facebook, la gestión de las redes sociales, actividad pomposamente denominada en su partido dirección del área online, la actual presidente regional de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Ella ha tenido que afrontar, como máxima responsable de Sanidad, competencia transferida a las regiones autónomas lo de comunidades no se entiende en América, la pandemia del Covid-19.


IFEMA
El 1º de mayo, para celebrar la clausura del hospital de campaña montado en uno de los pabellones de IFEMA, los recintos feriales de Madrid, no tuvo idea más brillante que organizar una ceremonia a la que invitó a más de cien personas y animó a participar a los sanitarios que allí habían prestado sus encomiables servicios. Según las normas vigentes para combatir la enfermedad, están prohibidas todo tipo de reuniones masivas y, en cualquier caso, siempre se ha de mantener la distancia física de seguridad entre personas, que han dado en llamar distanciamiento social. Aquello fue un desastre, porque no se respetó lo reglamentado, con las autoridades a la cabeza dando un pésimo ejemplo a la ciudadanía e incurriendo en las correspondientes infracciones. Obviamente, las críticas le llovieron desde todos los estamentos.
Se excusó diciendo que había sido todo causa de la emoción del momento, que calificó de único.
El acto nunca debió ser convocado, pero había que hacerse la foto y sacar pecho y rédito electoral.

Y yo me pregunto, ¿qué emoción sentía, que sentimiento la embargaba en el momento de cumplimentar a aquellos profesionales a los que, en principio, habían decidido no renovar sus contratos y así se lo habían empezado a comunicar por esas fechas? Un personal tan necesario para apuntalar la Sanidad madrileña que, durante dos meses de excepcionalidad, no ha atendido a sus pacientes habituales.
La no renovación de un contrato es una tragedia personal, que afecta al interesado y a su familia. Ella no paraba de repartir saludos y sonrisas que, aunque parezca mentira, se captan tras una mascarilla. Aunque en su caso habría que, más bien, hablar de la máscara de su cara, que ocultaba aviesas intenciones.
Según manifestaciones a la prensa de muchos de los afectados, se les había prometido que, tras la emergencia, iban a ser asumidos en los servicios de Atención Primaria.

Unos días después se ha retractado y ha declarado que contratará a los casi nueve mil sanitarios de los que se iba a prescindir, añadiendo que no le gusta que la presionen. ¿Se puede jugar así con las personas?
Nos podemos ir haciendo una idea de la ralea y la catadura moral del personaje.


Funeral en la Almudena
El domingo anterior, 26 de abril, se convocó un funeral por las víctimas del Covid-19 en la catedral de la Almudena. Siempre hay bula para algunos y los políticos acudieron contraviniendo las normas del confinamiento decretado. Y arrastraron, como siempre, a su corte de sufridos conductores, escoltas y asistentes.
Los ciudadanos de a pie no han podido despedir ni honrar a sus deudos fallecidos durante la cuarentena con inhumaciones y honras fúnebres dignas. Pero ellos sí podían citarse para verse, que les vieran y de paso adorar al becerro de oro de la santa imagen pública, del que son devotísimos. Como si no se pudiera hacer política o gobernar desde la reclusión doméstica, como hacen tantos altos ejecutivos y modestos teletrabajadores. Pero no, había que hacerse la foto. ¡Y menuda foto se hizo nuestra protagonista! Parecía Nuestra Señora de los Dolores, con las lágrimas negras del rímel corrido resbalando por sus mejillas. ¿Estaría pensando en el dolor y el sufrimiento que las políticas sanitarias de su partido, que nunca ha tratado de revertir, han traído a la ciudadanía madrileña?
Con la Atención Primaria medio desmantelada, falta flagrante de personal, mucho de él sin estabilidad profesional, con empleos precarios y mal pagados y siempre dependiendo de una renovación contractual, listas de espera infinitas, pruebas diagnósticas retrasadísimas, hospitales infrautilizados, falta de equipamiento, sin material de protección y otros fungibles, residencias de ancianos y otros establecimientos sociosanitarios sin el debido control y las correspondientes inspecciones, se llegó a febrero de 2020 e hizo su aparición un visitante indeseado e inesperado y, sobre todo, dañino. Y fue la gran debacle, sobre la que ahora no quiero ahondar. Simplemente diré que la estructura sanitaria madrileña era, ya entonces, largamente insuficiente para la operativa del día a día y que no existía en Madrid una mínima organización de Salud Pública, imprescindible en los casos de pandemias y epidemias.
Las graves carencias de la Sanidad pública madrileña quedan reflejadas en unas cifras demoledoras.
Es la región que menos gasta en asistencia sanitaria pública y, también, la que menos presupuesto destina a la Asistencia Primaria y la tercera que peor remunera a sus profesionales. No es de extrañar que sea la más castigada por el coronavirus.
Multitud de anécdotas personales, no quiero aburrir al lector, podrían corroborar todo lo anteriormente dicho.

La comida basura
Tampoco los niños son objeto de la empatía de Ayuso. Su salud, su bienestar le importan un comino.
De hecho, desde primeros de marzo, no ha tenido empacho en envenenar a los chavales perceptores de becas comedor con la dieta que suministran unas conocidas cadenas de comida basura, crimen que había anunciado que se prolongaría hasta el final del curso. Su justificación pública fue decir que a los niños les encantan las pizzas. Los comedores escolares, clausurados por la pandemia, habían sido sustituidos por la entrega de unos menús absolutamente disparatados. Cuando cerraron los centros educativos, el Gobierno central dotó un fondo destinado a garantizar el derecho básico de alimentación de niños de familias de recursos reducidos, las que gozan de becas comedor, que gestionarían las regiones autónomas.
Al parecer, en las últimas horas, ante las fuertes presiones en contra recibidas, van a negociar la vuelta a la comida elaborada por las contratas de los comedores escolares.
El rechazo de dietistas y nutricionistas había sido unánime. Incluso los hermanos Gasol, famosos baloncestistas españoles que patrocinan una fundación que lucha contra la obesidad infantil, se sumaron a la protesta contra esta medida. Dos figuras mediáticas del deporte pesan mucho en los recuentos electorales.
También habrá influido, y mucho, que la Administración central cuestionó la decisión del Gobierno regional a favor de esa alimentación insana y le advirtió que de no justificar la elección, no se reintegraría el dinero de la prestación del servicio. Por el momento Madrid es la única región que no ha recibido la correspondiente transferencia de fondos. ¡Los euros son los euros!

Aunque ahora se rectifique, el daño, después de casi dos meses de comer porquería, ya está hecho. Una de las niñas, de once años de edad, que ha recibido diariamente esa dieta, propia de engorde de ganado, ha aumentado hasta seis kilos de peso en poco más de un mes. Un chaval de nueve años también se ha echado a la espalda otros seis kilos. Una carga desmedida para un esqueleto en desarrollo, el corazón y los pulmones. ¡La mejor ingesta para el confinamiento!
Como los escolares no son tontos, a los pocos días de degustar esos alimentos tan exquisitos, ya aborrecían la pasta, las pizzas y las patitas de pollo fritas.
¿Cual será el futuro de la salud de esos críos? ¿Diabetes? ¿Hipertensión? ¿Hipercolesterolemia?
¿Llorará por ellos nuestra presidente? Lamentablemente, pasarán a engrosar las salas de espera de la saturada Atención Primaria, tan escasa de pediatras.


Conclusión
En la actualidad, Ayuso es, seguramente, el ejemplo de lo peor de nuestra clase política.
Es implacable, soberbia, con falta absoluta de empatía hacia los demás y algo muy peligroso que se infiere de sus continuas manifestaciones fuera de tono: es muy ignorante.
¿Cuál es su estrategia para solucionar los graves problemas estructurales de la región de Madrid? Ninguna. ¿Su táctica? Echar cínicamente la culpa de todo a los demás e ir a la berrea, al topetazo contra el oponente político, en lugar de buscar la cooperación y la coordinación para beneficio de los ciudadanos.

Salvo alguna honrosa excepción de persona cabal y dialogante, que además no busca la foto, en todos los partidos cuecen habas y ninguno de ellos está libre de pecado. Muchas veces me pregunto si los políticos tienen alma, si tienen sentimientos nobles, pero debo tristemente reconocer que son un reflejo de la sociedad y los que están ahí es porque nosotros los votamos.

02 mayo 2020


Canis Lupus

Enrique R. Soriano Valencia


El pequeño preguntó al término de la lectura:
Pero, ¿eso es cierto, mamá?
Parece que sí. Eso dice tu libro Los mejores amigos. Todas las razas de perro tienen un origen común.
Es que veo muy diferentes al chihuahueño de mi prima y a nuestro boxer. No se parecen. ¿Cómo pasó?
Mañana le preguntas a tu profesora, yo no tengo idea. Ahora, a dormir.
Ciento cincuenta mil años antes, un grupo de niños, ancianos, mujeres y hombres caminaba en condiciones muy adversas. El frío se incrementaba por el viento. No obstante, el líder no ordenaba plantar los refugios que portaban.
Grok, ¿no te detienes por lo que hay detrás de los árboles? —preguntó Tack, que caminaba a su lado.
Sí.
Es solo uno. No viene en manada. La abandonó hace varias semanas.
También lo sé, Tack. Es un lobo extraño. Incluso con todo propósito nos ha permitido verlo, no se oculta. Eso me inquieta —respondió el líder.
¿Quieres que dejemos comida para retrasarlo y perderlo?
No es por comida por lo que nos sigue. De eso estoy seguro. Lo he oído cazar, pero no termina de comer las piezas. Por algo se niega a perdernos. Bajó de peso desde que va tras nosotros. Se alimenta lo necesario y de inmediato sigue nuestro rastro.
Es raro su comportamiento.
Algo pretende esa bestia y no logro imaginarlo. Insiste a las madres que no pierdan de vista a los críos. Lo saben, pero podrían descuidarse.
Grok por fin dio la orden de acampar. El viento terminó por convencerlo. Bien sabía que el clima podría empeorar. Tampoco le gustó quedar entre los árboles, sería más difícil protegerse en grupo. Pero era necesario para dar protección a los endebles refugios que podrían destruirse por el ímpetu del aire. Se dieron prisa en armarlos.
El viento se transformó en borrasca y la visibilidad bajó por los copos de nieve. A pesar de lo cercano, era casi imposible divisarse de una tienda a otra.
El líder apenas probó los alimentos ofrecidos por su pareja. Cada vez que pretendía asomarse fuera del refugio, el viento entraba impetuoso donde sus críos reposaban. Se dio por vencido, pero siguió sin comer. Fue una noche muy inquieta para Grok.
Por la mañana, Tack encontró que el líder ya recorría los diferentes refugios.
Uno fue destruido. Pide a dos hombres que vengan con nosotros. Los demás, que levanten el campamento y se reúnan con toda la tribu en el descampado de enfrente. Que el resto de hombres rodeen a las familias. Voy por mis armas.
Los cuatro integrantes del grupo se reunieron alrededor del refugio destruido. El viento y la nieve habían borrado todo rastro de la familia que lo habitó durante la ventisca.
Es de la mujer que perdió a su hombre hace varias semanas. Todos los hijos eran pequeños. No hay rastros de sangre, Grok. Fue la borrasca y no un animal. ¿Por dónde los buscamos?
El viento por la noche corría hacia allá. Sigamos esa dirección.
Grok se sintió sobresaltado porque no lograba divisar al lobo. Su ausencia le provocaba más angustia que alivio. Apuró su marcha.
¡Por acá! escuchó a Tack gritar.
Era una cueva poco profunda y dentro estaban la madre con sus cuatro hijos, todos sanos. Los mayores presentaban magulladuras, golpes y desgarres en las pieles de animal que los cubría, pero todos estaban bien. Las heridas eran menores. Comían con mucho ánimo carne de oso, recién cocida.
Se necesitan muchos hombres para matar a este animal dijo Grok, más tranquilo al ver el cadáver del oso destazado–.
Han sido fuertes y valientes.
Nos ayudó el amigo de Caneesek explicó el mayor. Asestó una fuerte mordida en una pata del oso, por la parte trasera. Eso hizo que nos diera la espalda el animal. Aprovechamos el momento para hincarle nuestras lanzas. A todos nos derribó su reacción, al girar hacia nosotros. Madre, que estaba del otro lado, propinó un gran golpe con una enorme roca. Eso nos dio tiempo para reponernos. De nuevo el amigo de Caneesek intervino y lo mordió por el cuello. Los demás aprovechamos para clavarle una y otra vez las lanzas. También apedreamos lo más fuerte que pudimos al oso. Su grasa ayudó a que pudiéramos encender una fogata y comer todos. Curtida su piel, nos repondrá la que nos desgarró. Fue una buena noche.
¿Qué amigo es ese? preguntó Grok
Caneesek señaló hacia los árboles. Ahí estaba el lobo, echado pero atento a lo que sucedía en la cueva.
¿Dejaste comida por todo nuestro camino? dijo molesto Tack.
El pequeño lo negó.
Entonces, ¿por qué nos sigue ese animal?
Caneesek se encogió de hombros y dijo:
Yo… solo acaricié su cabeza.

Enrique R. Soriano Valencia es autor mexicano, de Celaya (Guanajuato).