29 febrero 2020


Bolivia, lago Titicaca

Enver Bazante
(Guayaquil, Ecuador)

Enver Bazante.

Lugar histórico, de vidas impresionantes,
con mujeres y hombres luchadores,
tierra mágica, de recursos amigables,
sus habitantes abren los corazones.

Estrellas sobresalen por las noches,
iluminan nuestros campos y ciudades,
el lago brinda agua y buenos peces,
para que existamos sus protectores.

Son bien recibidos los visitantes,
sinceros extranjeros y nacionales,
respetando el medio y tradiciones,
disfrutan paisajes excepcionales.

26 febrero 2020


El retrete y la inyección

Julio Sánchez Mingo


Hace casi sesenta años, por estas fechas, por Carnaval, María disfrazó a sus hijos, sus nenes, de chinos.
Hoy no creo que se hubiera atrevido con la ola de miedo, pánico más bien, racismo, histeria y xenofobia que nos inunda ante algo similar a una fortísima gripe, de la que desconocemos todo.
Sin embargo, no ponemos reparos a entrar en uno de esos sórdidos, sucios, lóbregos y angostos servicios de los bares de Madrid, donde la persona que nos ha precedido no se ha dignado desaguar la cisterna, o somos renuentes a vacunarnos a pesar de que seamos población de riesgo, empezando por algunos sanitarios. Lo que nos guía y ha guiado siempre es el temor atávico a lo desconocido, al y a lo de fuera, hijo de nuestra ignorancia, nuestra incultura y nuestro egoísmo.
Meditemos, seamos más racionales y menos viscerales y tengamos un comportamiento más cívico y empático.

El País. Consejos para evitar el contagio y la paranoia.

Jia Zhangke.


21 febrero 2020


Aquellos años de la Escuela

Julio Sánchez Mingo

A Fernando Sánchez-Arjona y Eyralar, Santiago García de Paredes, Miguel Ángel López Conde, Quique Rodríguez Segura, Pepe Carrascosa Salmoral y Juan Luis Lazaga Fiol, in memoriam


La pasada semana nos reunimos a comer los compañeros de promoción de la Escuela, por primera vez en muchísimos años. La víspera, preso de la nostalgia, mi mente empezó a rebobinar y a recordar aquellos tiempos de estudiante.

Éramos unos perfectos irresponsables, insensatos, inconscientes e inocentes, pero, precisamente por eso, muy felices. ¡Los años de la juventud! Aquella bendita institución era un desastre desde el punto de vista académico. Eso sí, el nivel de exigencia era altísimo, de los más altos de la universidad española. Nuestro objetivo no era otro que aprobar, la idea de formarnos no la contemplábamos y estábamos en manos de un cuerpo docente que era un conjunto de reinos de taifas, donde cada uno velaba por sus intereses y remaba en la dirección que mejor le cuadraba. Un centro dedicado, teóricamente, a la formación de ingenieros para la industria pesada hacía que desayunaras con Heisenberg, del que te habías hecho íntimo, o te enfrentaras a una barrera de potencial, cabalgando a lomos de un electrón.
Los dos primeros cursos eran selectivos. La parte de una asignatura de criba feroz, donde precisamente aparecía nuestro amigo Heisenberg, estaba impartida por un oscuro y siniestro profesor de bata blanca, al que no vi sonreír en todos aquellos años. Un día, un grupito de descerebrados decidimos tomarnos la revancha y, ni cortos ni perezosos, delante de la Escuela, a la luz del día, desmontamos el tapacubos de una de las ruedas de su 4 Latas, pusimos unas chinitas y volvimos a armarlo. Nunca supimos si se volvió loco con el ruido al rodar y si detectó pronto el origen de los grillos, que tanto molestan a los conductores.
Tuvimos un catedrático, maestro de la escabechina, senador del Reino, que también se hizo famoso ¡en toda España! por sus suspensos, al que cantábamos al ritmo de la música del chotis Madrid de Agustín Lara: « --- , --- , --- , demócrata, ingeniero, gran cabrón, --- , --- , --- , en Soria estarías mucho mejor... ». Yo aprobé su asignatura en una repesca oral, en la pizarra, en un examen que consistía en resolver cinco problemas, sin poder consultar libro alguno. Al primero que se fallaba ¡a la calle! Llegué al último, que estaba planteado para ser resuelto en coordenadas polares. Me di cuenta pero, por temor a equivocarme en su desarrollo, lo resolví en cartesianas correctamente, pero claro, de forma poco elegante. Se lo hice notar y, el muy sádico, en lugar de dejarme ir aprobado, me planteó otro ejercicio, que también solucioné adecuadamente. ¡Victoria! A la salida, uno de los suspendidos, preso de los nervios, fue a pegarle. Tuvimos que sujetarlo. Hubo otro compañero al que tuvo enganchado con esa asignatura bastantes años. Llegó a dominar tanto la materia, que daba clases en una academia preparatoria con gran éxito, sabía más que todos los profesores juntos. Ya terminada la carrera, el ínclito catedrático senador lo contrató para su departamento y, con los años, el bueno de mi compinche terminó siendo director de la Escuela.
Cuando yo empecé allí mis estudios, sólo había tres chicas, de un total de más de mil alumnos. Las tratábamos como a reinas, como a unas queridísimas hermanas, en aquellos tiempos en que el machismo imperaba en la sociedad española y la enseñanza se impartía con los chavales en edad escolar segregados por sexo, salvo alguna rara excepción como mi colegio. Estando yo en primero, se celebró un festival por el Paso del Ecuador de la correspondiente promoción. Al salón de actos acudió a cantar una morena muy guapa ¡en pantaloncitos! Nótese que Franco aún no había muerto. Cuando aquella inconsciente, que no sabía dónde se metía, fue a comenzar con sus trinos, una manada de maleducados salvajes empezó a cantar: «Maizena, Maizena, buena, buena, buena, Maizena, Maizena, tres veces buena... ». Llamadas al orden del maestro de ceremonias. Pero cada vez que la pobre intentaba retomar su actuación, aquella masa de becerros insistía con su cántico. Hasta que no pudo más, se echó a llorar y abandonó el escenario. ¡Lamentable!
La única vez en toda mi vida que me he bañado en el estanque del parque de El Retiro fue, precisamente, por nuestro Paso del Ecuador. La tradición mandaba que, al llegar a tercer curso de la carrera, cada promoción desfilara en comitiva automovilística desde la Ciudad Universitaria hasta el parque para aquí botar un barco, un artefacto que cada año era más estrafalario. Para desesperación de la policía municipal, en cada semáforo rojo se abandonaban los coches, se cantaba, se bailaba y se bebía. Aquel año no solo se lanzó el buque al agua, también nos tiramos unos a otros.

Botadura en la orilla Sur del estanque de El Retiro. Qué verde era. Qué pelado está.

Tenemos un compañero que no se ha apeado del coche desde entonces. Hasta a las manifestaciones, antes de encararnos a los grises, se acercaba con su 600. Si queríamos acudir juntos, teníamos que ir en su coche. Una noche, cuando íbamos con gran jolgorio a un concierto de Raimon en el teatro Fígaro, en su vehículo, claro, aterrizamos sobre el césped de la rotonda del cruce de Alfonso XII con la cuesta de Moyano, reventando una rueda. Menos mal, llegamos a tiempo.
Hubo un año en que los ánimos estuvieron muy revueltos en el campus con motivo de las protestas y las huelgas de los futuros médicos. Se sucedían las manifestaciones y los enfrentamientos entre estudiantes y unos prehistóricos y mal formados antidisturbios, que cargaban sin piedad. A la vista de los altercados, el ordenanza mayor cerró la puerta de nuestra Escuela, con nosotros dentro, para que no entraran ni alborotadores ni policía, hasta que amainara el temporal. En aquellos últimos años de la dictadura, paradójicamente, las instituciones universitarias gozaban de inmunidad y los uniformados no podían acceder a no ser que se lo requiriera la dirección o por mandato judicial. En un cierto momento se acercaron a buscar refugio varios chavales sangrando abundantemente, con brechas en la cabeza. Aquel funcionario se hizo cargo de la situación, se apiadó de ellos, abrió la puerta y los invitó a entrar: «Pasad, hijos, pasad.».
Tuvimos un compañero un tanto extravagante que no tuvo mejor idea que comprarse, por dos perras gordas, una fortuna para cualquiera de la mayoría de nosotros, un bonito deportivo inglés descapotable, un MG de color blanco. Era de enésima mano y aquello fue una ruina porque le falló más que una escopeta de feria. El primer día que apareció con su flamante adquisición, nos invitó a los más cercanos, que sesteábamos al sol en la escalinata de acceso, a probar y conducir, de uno en uno, su joya de la mecánica. Así lo hicimos y nos dedicamos a circular por un circuito que pasaba por delante de la entrada de una escuela cercana, donde, en su correspondiente escalinata, también sesteaban indolentes bastantes alumnos. A la primera pasada no reaccionaron. A la tercera, abucheos. A la quinta silbidos, gritos, abucheos...
Donde desfogábamos toda nuestra energía juvenil era en las prácticas de la asignatura de Soldadura. Las de oxiacetilénica eran para personas mañosas, habilidosas. Las de arco eléctrico eran otra cosa más acorde a nuestra brutalidad. Había que vernos con el buzo puesto, el portaelectrodos en una mano y la máscara en la otra, cuando no golpeando vivamente con la piqueta para eliminar la escoria del recubrimiento protector del cordón.

Apuntes de Soldadura

El colofón a aquellos años lo pusimos con la organización de la Exponaval, una muestra sectorial de la industria española, en los locales de la Escuela. Yo contribuí gestionando una aportación de la caja de ahorrospara sufragar el costo de la impresión de los carteles de la feria. Y un sábado por la tarde, otro compañero y yo, nos dedicamos a empapelar fachadas por medio Madrid. Empezamos con la Delegación de Hacienda de la calle Montalbán, no nos atrevimos ni con la adyacente Subsecretaría de la Marina Mercante ni con el vecino Cuartel General de la Armada. La calle era de los infantes de Marina que montaban guardia. Terminamos con la entrada de Astilleros Españoles, en la calle Padilla. Creo recordar que se imprimieron más de mil unidades. El día de la inauguración me tocó ejercer de introductor de almirantes hasta el despacho del director y aplacar a un almirante retirado que se presentó todo ofendido y enojado por no haber sido invitado al acto. Para nosotros, lo mejor de la exposición fueron las relaciones que se establecieron con las azafatas contratadas para los distintos stands.
Los atardeceres más bonitos que he visto en mi vida los disfruté desde un aula que se asomaba a la fachada principal, mientras el Sol declinaba sobre la Casa de Campo. No me extraña que Velázquez reprodujera esos colores en algunas de sus obras maestras. Menudo contraste con el gris naval de las paredes de aulas y pasillos.

Para acudir a nuestro reencuentro en la Escuela, la cita era allí, decidí ir en metro hasta Moncloa y bajar caminando por el caminito del Pabellón, por donde circulaba el tranvía cuando yo era niño, y recordar aquellos años de estudiante. En la estación de casa coincidí con dos compañeros que habían tenido la misma idea. Según nos acercábamos, vimos a bastantes sesentones, de pelo blanco, salvo alguna honrosa excepción, en la escalinata del edificio: los compinches. La nostalgia desapareció como por ensalmo y dio paso a una gran alegría por volver a ver a los viejos amigos. Rejuvenecimos más de cuarenta años. Como si el tiempo no hubiera pasado. Un compañero gaditano, haciendo honor a sus orígenes, me saludó como entonces: «¡Julito, pissshaa... !», dándome un fortísimo abrazo. Todos salimos de la larga sobremesa eufóricos, con una sonrisa de oreja a oreja.
Hasta dentro de dos años.

14 febrero 2020


Ni Locas, ni Tontas
Comentarios a su publicación
María Pérez Herrero


En primer lugar quisiera aclarar lo que parece jactancia de escritora ensalzando su propia obra: no es esa mi intención. En cambio, sí quiero hablar del libro Ni Locas, ni Tontas comentando el contexto y los personajes históricos que lo configuran, empezando con un homenaje en forma de pregunta: ¿Qué tienen en común Carmen Baroja, María de Maeztu, Isabel Oyarzábal Beatriz Galindo, Victoria Kent, Zenobia Camprubí, María Lejárraga Martínez Sierra, Clara Campoamor, Matilde Huici, Josefina Blanco, Concha Méndez o Encarnación Aragoneses, más conocida como Elena Fortún...? Todas son distintas, unas licenciadas, otras profesionales, otras amas de casa, unas solteras y otras casadas, pero, entre ellas existe un nexo común: Fueron las socias fundadoras del Lyceum Club en Madrid en 1926.
Ni Locas, ni Tontas es una novela de ficción en un marco histórico femenino muy cercano y olvidado, el Lyceum Club de Madrid. ¿Un club exclusivamente de mujeres? Sí. Siluetas rectas a lo mancebo, pelo a lo chico, cigarrillos egipcios… "¡La mujer española se lanza a la modernidad!", resaltaba la prensa del momento. Una prensa que, bajo la directriz de un catolicismo recalcitrante, criticó y calumnió la iniciativa. Desde su constitución estuvo el club vilipendiado y señalado, por su modernidad, por ser apolítico y aconfesional, por tener una gran biblioteca que eludía la censura eclesiástica, por tener fines culturales ajenos a las cofradías religiosas, y por motivar, dignificar y querer construir una nueva mujer con derecho al voto que reclamaba cambios en el código civil.
Corre el año 1926 en España, es la época de la dictadura de Primo de Rivera y el país sufre inestabilidad política. Un grupo de mujeres deciden, imitando las tendencias europeas, crear en Madrid un club femenino, el Lyceum Club, apolítico y aconfesional, semejando el Lyceum Club de Londres, Berlín o Paris. Será su centro de reunión, plataforma de desarrollo cultural y germen de las más avanzadas ideas progresistas femeninas. Durante sólo trece años, pues cerró en 1939, desarrolló una intensa actividad cultural, a pesar de ser criticado por la Iglesia y denostado por la sociedad más conservadora. Desde allí se elevaron al gobierno reivindicaciones femeninas, se celebraron cursos de derecho hablando sobre la necesidad del voto femenino, se organizaron exposiciones de arte, se representó teatro, y los más reconocidos intelectuales de la época celebraron allí sus conferencias. En resumen, mujeres que legalmente no tenían ni siquiera capacidad para obrar ni para votar organizaron en la Casa de las Siete Chimeneas un polo de atracción para mujeres de ideas avanzadas, que fue base para un desarrollo posterior y decisivo de esta mujer en la sociedad española.
El Lyceum Club es el eje central de la novela, casi como un personaje más, alrededor de él hay unos personajes femeninos históricos que al cabo de los años serán figuras sobresalientes de esa España social, política y cultural de principios de siglo. Ni Locas, ni Tontas no es una exhaustiva biografía de mujeres, sino la urdimbre en la que se entrelazan los ecos femeninos de la Historia. Pero ellas no están solas, la prensa las criticará y las apodará las maridas, en tono peyorativo. Ciertamente, ellas están casadas; con el poeta Juan Ramón Jiménez, el dramaturgo Gregorio Martínez Sierra, el político Azaña, o son familia de los Baroja, o de tal intelectual o del famoso pintor… Son mujeres conscientes de su estatus pero que cambian su condición de mujer de para sobresalir individualmente en todas sus aspiraciones; abogadas como Clara Campoamor o Victoria Kent, pedagogas como María de Maeztu, poetas como Concha Méndez o Ernestina Champourcin, escritoras como Elena Fortun, médicos, traductoras, periodistas… Creían que estaban construyendo su futuro y lo que hicieron fue darnos nuestro presente.
En la novela, dos reporteros de la época, Ocaña y Martínez, personajes de ficción, amigos de infancia, aunque trabajando para periódicos de diferentes tendencias, ABC y El Sol, junto con Caridad, la joven ayudante del club, seguidora de las nuevas ideas femeninas, humilde, jovial y pizpireta, serán vehículos para narrar los acontecimientos. Transcurren años de crecimiento personal, tanto para las socias como para Martínez, no así para Ocaña, su amigo de tendencia conservadora, que ve en estas mujeres la antítesis de lo que debe ser el espíritu tradicional femenino. El vaivén político de los siguientes años provocará en Martínez el despertar de su conciencia social. Elisidoro Ocaña, con un buen patrimonio que conservar, lo amenazará duramente. La amistad de la infancia es un espejismo que se diluye en la capital.
Las Misiones Pedagógicas, el voto de la mujer, la ley del divorcio, la reforma agraria, son cambios sociales que no gustan a todos. El viento de la historia anuncia la caída de la República y el fin del sueño de las señoritas del Lyceum... Todos ellos quedarán atrapados… ¿todas?, ¿sin esperanza?...
No adelanto más la trama, pues como diría mi abuela ¡qué vueltas da la vida!. Aunque termino con un pensamiento: conocer la historia es avanzar hacia un buen futuro. Efectivamente, avancemos reconociendo los logros de estas mujeres españolas. Caminemos.

Ni locas, ni Tontas
María Pérez Herrero
Editorial: Espasa
Colección: Espasa Narrativa
Temática: Novela histórica / Siglo XX
Idioma: Español
ISBN: 978-84-670-5784-3
Código: 10248724
Formato: 15 x 23 cm.
Presentación: Rústica con solapas
Sentido de lectura: Occidental
Número de páginas: 272
Fecha de publicación: 18-02-2020
https://www.planetadelibros.com/libro-ni-locas-ni-tontas/303439


Calendario de presentaciones en la Comunidad de Madrid

- Miércoles, 1 de abril de 2020
Ateneo de Madrid
Prado, 21
28014 Madrid
Presentación: 19:30

- Jueves, 2 de abril de 2020
Universidad Popular Miguel Delibes de Alcobendas
Avenida de la Magia, 4
28100 Alcobendas
19:10 Exposición de libros y periódicos de la época
19:30 Presentación

Al finalizar las presentaciones se ofrecerá una copa de vino español.





07 febrero 2020


Franco. Propaganda, corrupción y represión

Julio Sánchez Mingo


Su reciente reinhumación y el auge de la ultraderecha española, que reivindica su figura y su obra, hacen que Franco y su legado sigan, lamentablemente, entre nosotros. Aunque sólo sea añorado por una ínfima parte de la sociedad española, su herencia sociológica y cultural está presente y se dan situaciones chocantes como que el principal partido de la derecha no termine de romper amarras con su memoria, actitud que siempre justifica con excusas un tanto peregrinas. Las redes sociales, donde unos pocos hacen demasiado ruido, están plagadas de entradas que alaban su labor y sus dotes personales.
Por tanto, creo que es oportuno precisar aspectos de su personalidad y su trayectoria. También quiero destacar la machacona propaganda con la que inundó el país durante cuarenta años, origen del franquismo sociológico que aún perdura en España, de tal manera que muchos políticos hablan de comunistas para referirse a populistas de izquierdas o una imprudente, bisoña e ignorante presidenta regional llega a hablar de quema de iglesias. Lo peor no es eso, es que el comportamiento público y privado de muchos ciudadanos y grupos sociales rebosa de pautas franquistas. La sociedad española ha heredado la tolerancia, la permisividad de aquel gris período frente a la corrupción y el extendido sentimiento de que las leyes están hechas para que las cumplan los demás, sobre todo los más débiles.
Era un hombre mediocre, inculto, mal preparado, ambicioso, frío, calculador, oportunista y acomplejado. Queipo de Llano, que había sido su superior en Marruecos, le llamaba Paca, la Culona. También era astuto y taimado como para imponerse a sus compañeros y adversarios políticos y, así, hacerse con el mando supremo. No viajaba, no leía y se rodeó de una corte de aduladores. Estaba obsesionado con el control de su imagen y era muy consciente del poder de la propaganda. En la Academia de Infantería obtuvo su despacho de oficial con el número 251 de un total de 310 diplomados. Azuzado por su mujer, la Collares, terror de joyeros y anticuarios de Galicia, Oviedo y Madrid, se desarrolló en él una avidez enfermiza por el dinero.
Es el perfil personal que los estudiosos de su figura y los historiadores profesionales han dejado de él. Incluso las memorias publicadas bienintencionadamente por algunos de sus familiares, su hermana Pilar Franco y su primo Francisco Franco Salgado-Araujo, revelan ingenuamente la asombrosa mediocridad y estrechez de miras de Franco y su entorno familiar directo. Por el contrario, los escritos de su sobrina Pilar Jaraiz Franco, o de antiguos colaboradores suyos como Serrano Súñer, el Cuñadísimo, y los monárquicos Sainz Rodríguez y el general Kindelán, son abiertamente críticos con el personaje.
Carecía de lo que Weber llama autoridad carismática, de la que hicieron gala Mussolini y Hitler, que encandilaban a las masas con sus discursos. Franco nos aburría soberanamente con sus peroratas y su voz uniforme y aflautada. El italiano y el germano lograron llegar a la cúspide del poder mediante la combinación de aquella dote y la coerción con el uso de la violencia callejera y de las agresiones a sus enemigos políticos. Por el contrario, el ferrolano, para alcanzar su objetivo de dominio y enriquecimiento, tuvo que, junto con sus conmilitones africanistas, levantarse en armas y arrasar su país, su patria, llenando sus tierras de muertos, heridos, desplazados y represaliados.

Un militar que, como jefe del Estado Mayor del Ejército tenía unos haberes líquidos de 2.429,28 pesetas en noviembre de 1935, ocho meses antes del inicio de la guerra civil, al final de la contienda, en agosto de 1940, atesoraba 34,3 millones de pesetas, según documentan Ángel Viñas y Paul Preston, que titula uno de sus ensayos sobre Franco El gran manipulador.


«Nuestra Cruzada es la única lucha en la que los ricos que fueron a la guerra salieron más ricos», dijo el dictador en un discurso pronunciado en Lugo, en 1942. Sin embargo, ha perdurado una idea bastante extendida de que Franco fue un hombre honesto y austero, un buen administrador y un general excepcional. ¿Por qué?
Tanto Mussolini como Hitler, y su adlátere Goebbels, eran conscientes de la fuerza de la propaganda. La emplearon a fondo para la conquista del poder y su permanencia en él, engañando y adoctrinando perspicazmente a las masas. Franco no fue menos y siguió sus pasos, de tal forma que, siempre faltando a la verdad, lanzaba continuos mensajes de la bondad de su régimen, de los logros alcanzados, del peligro del comunismo, de su sacrificio permanente y una serie de falacias que, como lluvia fina y persistente, como un calabobos, y nunca mejor dicho, permearon la sociedad española. De este modo, engatusó a gran parte de la ciudadanía que terminó por creer la veracidad de su discurso. Incluso ahora, hay gente que disculpa, añora e incluso ensalza su dictadura. Muchos de ellos nacieron después de la muerte del dictador, lo que implica que pesa más la propaganda franquista que el transcurrir de más de cuarenta años y la información fidedigna que ofrecen los historiadores y los escritos de los memorialistas .
La traca final de esa política de comunicación, y un ejemplo relevante de la difusión constante de falsedades, es el especial de NODO de 24 de noviembre de 1975, emitido con motivo de la muerte de Franco, donde se ensalza su figura y los pretendidos logros de su dictadura. Tiene una duración de 21' 06".



NODO era el noticiario de obligada proyección en todas las sesiones de todas las salas cinematográficas del país. Con el diario hablado, el parte, de Radio Nacional de España, conectaban obligatoriamente todas las emisoras de radio españolas, a las que estaba vedado emitir programas informativos. Sólo existía una difusora de televisión: Televisión Española, que programaba sus correspondientes telediarios. Estos medios de comunicación fueron la columna vertebral del intento de adoctrinamiento de la ciudadanía, las herramientas más importantes del fallido lavado de cerebro colectivo. La prensa del régimen no tenía mucho tirón entre el público, excepto el diario deportivo MARCA. Me recordaba mi tío Manolo que, en el verano de 1951, el después popular doctor Iglesias Puga, padre del cantante Julio Iglesias, dedicaba enteramente sus mañanas en la playa de Peñíscola, sentado en una pequeña silla de madera de tijera, a la lectura de tan sesuda publicación, sin prestar atención alguna a su mujer e hijos. Qué se iba a esperar de un país donde la educación, como tarea noble y fundamental para la ciudadanía, no existía. Sólo se instruía en las ideas del nacionalcatolicismo y se delegaba esta tarea en la Iglesia Católica y sus órdenes religiosas.
El primer colegio público no abrió en mi barrio hasta el otoño de 1969, a cuya inauguración acudió Franco y en la que nos colamos dos mozalbetes de diecisiete años, que se acercaron al dictador a menos de tres metros de distancia. Eran incompetentes hasta para velar por la seguridad de su Caudillo.

El mayor experto en historia de la economía mundial, Angus Maddison, publicó unos datos que desmontan la bastante generalizada opinión, basada en la propaganda de la dictadura franquista, de que el régimen fue muy positivo para el crecimiento económico español y que rescató al país del atraso del siglo XIX respecto a Europa.


Gráfico elaborado por Juan Carlos Barba para El Confidencial sobre datos de Angus Maddison y Eurostst. 
En el gráfico, elaborado por Juan Carlos Barba para El Confidencialse aprecia la evolución del PIB per cápita español como porcentaje del PIB francés. En 1850, la renta española fue el 68% de la francesa, lo que indica que España no estaba tan atrasada como han intentado hacernos creer. En aquella época, los países esencialmente agrícolas tenían un PIB per cápita que era la mitad del español. Hasta 1895, la cifra española se situó entre el 60 y el 80% de la francesa. Este máximo coincide con la contienda franco prusiana y la derrota francesa. La guerra y la pérdida de las colonias redujo la renta española hasta un 60-70% de la gala. La economía española mejoró levemente durante la Gran Guerra, 1914-1918, con un pequeño aumento de las exportaciones, pero perjudicó a Francia. De ahí el pico del gráfico. La fuerte recuperación europea a partir de 1923 situó el dato español en un 60% del francés, situación que se prolongó durante todos los años de la, ensalzada por Franco, dictadura de Primo de Rivera, a cuyo fin, en 1930, el PIB español era solo el 58% del francés. Los malos años de la Gran Depresión, a partir de 1929, no lo fueron tanto para España que alcanzó la cota del 63% en 1935.
La insurrección del 18 de julio de 1936 y la Guerra Civil subsiguiente hundieron la economía española, cuya renta por cabeza se desplomó hasta el 40% de la francesa, su mínimo histórico según los datos de Maddison. Al poco, la II Guerra Mundial provocó la caída de la riqueza francesa, lo que se refleja en el máximo de la gráfica, a pesar de las miserias y penurias españolas. Con la reconstrucción europea y el plan Marshall, Francia se recuperó y en 1949 su PIB per cápita ya superaba el de 1939, fecha de inicio de la conflagración mundial, e incluso el de 1929, arranque de la Gran Depresión. Sin embargo la renta nacional se situaba muy poco por encima del 40% de la francesa.
En 1950 comenzó en España un suave crecimiento económico, aunque en 1960 nuestra renta seguía siendo un 40% de la francesa. Fueron los años duros de la emigración. Hasta 1955 no se logró superar el PIB per cápita de ¡1929! A partir de 1961, tras el Plan de Estabilización de 1959 y con el apoyo de los EEUU, se empieza a recortar distancias con Francia. A la muerte del dictador, sólo se había alcanzado la muy modesta cifra del 63% de la renta francesa, es decir, el mismo nivel de 1935. Con la Transición y el ingreso de España en la UE se produce un crecimiento constante y convergente que permite llegar al 80% en 2015.
En resumen, se puede decir que la economía española nunca tuvo el subdesarrollo que le atribuyeron los estudiosos franquistas. Frente a la realidad de la miseria que había traído el franquismo, se construyó el mito del subdesarrollo histórico español para justificar las penurias que sufrió la población a lo largo de dos generaciones.

Mi madre, que pasó la guerra en el Madrid sitiado, siempre recordaba que había sufridodo más hambre en la posguerra que en la contienda. Yo he visto por casa cartillas de racionamiento de 1951. El mercado negro y el estraperlo de los años 40 enriqueció a unos pocos con la mirada complaciente de las corruptas autoridades, prestas a sofocar cualquier tipo de alteración de orden público, pero cómplices de esos graves delitos económicos. Unos cuantos se enriquecieron con la guerra y la posguerra y sus descendientes son ahora grandes capitalistas de renombre. La puerta giratoria, el tránsito de los altos cargos públicos a los consejos de administración y puestos de responsabilidad de grandes empresas, y viceversa, se institucionalizaron en tiempos de la dictadura franquista. Junto con el nepotismo, el enchufismo y el tráfico de influencias es una de las herencias malditas de aquellos tiempos, que no se han erradicado.
Franco aumentó significativamente la podredumbre de la Restauración y del Antiguo Régimen. Algo, por otra parte lógico. Un dictador para mantenerse en el poder siempre explota dos sentimientos muy humanos: el miedo y la codicia. Ejerció una represión brutal sobre los enemigos y se recompensó con ventajas, sobornos y cohechos a sus seguidores y afectos para mantenerlos bien sujetos y obedientes, al mismo tiempo que expuestos a un sutil chantaje. La formula es eterna. Nos la narra Vargas Llosa en La fiesta del chivo, sobre el sátrapa Trujillo.
El pluriempleo era obligatorio para poder llegar a fin de mes entre militares y funcionarios públicos, lo que, además, favorecía todo tipo de corruptelas.
Hay un panfleto de exaltación de los logros de la dictadura, que circula por Internet, que afirma que el régimen de Franco construyó cuatro millones y medio de viviendas de protección oficial, cifra que es una falacia y un auténtico disparate. Ello habría supuesto que más de la mitad de la población española hubiera vivido en una casa subvencionada, nada más lejos de la realidad. Junto a mi colegio, a espaldas de los Nuevos Ministerios, había chabolas que no empezaron a desaparecer hasta 1967.

La represión y la corrupción de Franco y su sistema político fueron recogidas por el artillero Rafael Latorre Roca (1880-1968) en unos esclarecedores y sorprendentes diarios personales. Sorprendentes por venir de alguien del régimen, que alcanzó, ahí es nada, el grado de teniente general. Estos escritos han permanecido inéditos hasta que sus descendientes se los ofrecieron, por intermediación de Gonzalo Pontón, editor de Pasado & y Presente, al historiador Jaume Claret Miranda, que los ha publicado en forma de libro con el título de Ganar la guerra, perder la paz. Memorias del general Latorre Roca, editado por Crítica, del Grupo Planeta, en junio de 2019.



En ellos el militar critica: la falta de talento y visión de Franco, al que, según él, le sobraban aduladores detrás; la ineptitud y mediocridad profesional y la podredumbre de muchos de sus compañeros uniformados, así como las políticas de ascenso y la concesión de condecoraciones pensionadas; a la Iglesia oficial, alineada con la dictadura; el enchufismo en Falange, verdadera oficina de colocación de los prebostes del régimen; el tráfico de influencias y las dádivas y prebendas a altos cargos, al igual que las facilidades y ayudas ilegales a empresarios afines; el cohecho omnipresente; la durísima represión de la posguerra, con muchas muertes innecesarias; la carestía de la vida y las calamidades que sufrió la población. Según él, la corrupción era sistémica.
Asimismo, reconoce que en la guerra civil y la posguerra el bando insurrecto recibió también ayudas de los británicos y los estadounidenses, no sólo del Eje, a pesar de la Comisión de control y pone en duda la oportunidad de erigir cruces en honor de los caídos, incluida la de Cuelgamuros.
Como muestra de sus opiniones, se transcriben, literalmente, algunos párrafos de sus dietarios:
«... quién pescara [la ley Azaña] en estos tiempos de semejante hecatombe, desorganización y falta total de eficiencia militar como jamás se conocieron en nuestro país... ».
«... Una de las mejores medidas tomadas por Azaña fue la reducción del ejército y la forma en que lo hizo, y no la trituración como con maledicencia intencionada se quiso hacer figurar por los perjudicados... ».
«... Si la Soberanía Nacional en la plenitud de sus poderes, opta por la forma republicana, repetimos una vez más, que, a esa forma de Gobierno debe prestar su acatamiento el Ejército, y si el Gobierno es socialista, como si fuera ultraconservador, a todos sumisión y respeto absolutos... ».
«... la pobre gente sigue sin hogar, sin lumbre y escaso y muy caro pan; el famoso Imperio se ha debido derrumbar pues no aparece por parte alguna pues en ningún momento hemos mendigado tanto como ahora a la vista de tanta miseria como padecemos; y lo de monje y soldado que se lo pregunten a Fernández Cuesta, cuando al regreso a España de Italia, donde estaba de embajador, a la caída estrepitosa y sangrienta del fascismo, llegó aterrorizado (¡vaya un soldado!) a España ante los trágicos cuadros que había presenciado y el peligro que su vida había corrido, pidiendo a gritos la disolución de la Falange y el cambio de régimen... ».
«... El obrero, económicamente, vivía mucho mejor durante la República que ahora... No es de extrañar sus ideas extremistas, pero, cuidado con no caer en el absurdo, porque extremistas, muy extremistas, más extremistas aún eran las ideas, aunque en sentido contrario, de aquellos capitalistas del siglo pasado y primeros del actual... ».
«... ¿Se ha parado a pensar nuestro moderno, nuevo y actual episcopado el porqué de esa furia antirreligiosa que ni en la misma Rusia llegó a tales extremos? ¿No sería, en una gran parte, porque los que se decían cristianos no cumplían con sus deberes de tales, empezando por no amar al prójimo como a ellos mismos? Porque he conocido venerables sacerdotes en Jaén, Barcelona, entre otras provincias, que en plena vesania antirreligiosa y revolucionaria fueron respetados por las turbas... ».
«.. ¡Qué catástrofe no ocurriría hoy si se ordenase, como debiera ordenarse, si el régimen que padecemos fuera sano y fuerte, una revisión de fortunas de aquellos generales que todos conocemos y señalamoscon el dedo que antes de nuestra guerra civil no tenían otros ingresos que su paga o una parte alícuota de ella!... ».«... por territorios africanos han sucedido muchas cosas de las que la moral salió bastante quebrantada... ».
«... Desde el principio mi desacuerdo con la causa alemana fue completo; tanto por no creerla justa, cuanto porque mi disconformidad con el sistema político, social y religioso imperanteen aquel país era completo; y hasta tal punto estaba en mí arraigada dicha opinión que al enterarse los que me rodeaban en el cuartel general (coronel de Ingenieros don Mariano Zorrilla Polanco, tenientes coroneles de Estado Mayor y Artilleríadon Agustín Gil Soto y don José Acedo y Castañeda, entre otros) que no conocía Mi lucha de Hitler, me la dieron a leer y confieso ingenuamente no pude pasar de las cuatro o cinco primeras páginas, porque la egolatría, el panteísmo, el racismo y un materialismo desenfrenado lo invadía todo, no pudiendo comprender cómo personas de arraigadas creencias religiosas salían reconfortadas, contentas y satisfechas después de su lectura ya que a mí me infundió temor y discrepancia lo poco que pude leer, y no podían influir en mi ánimo razones de orden sentimental con que se trataba de argüirme de la ayuda alemana en nuestra contienda, porque siempre la vi con disgusto durante la guerray a través de la paz, al comprobar cotidianamente que su intervención en todos nuestros asuntos internos, políticos, económicos, sociales, culturales, militares, deportivos, etc., era completa por estar en un todo a sus órdenes, ya que parecían estar como en un país conquistado y mi fiero amor a la independencia nacional me sublevaba... ».
«... Hay en nuestras cárceles y presidios gentes de izquierdas, católicos o no, monárquicos, republicanos, socialistas, comunistas, etc... ¿qué delito han cometido todos esos compatriotas nuestros, patriotas como el que más para verse clasificados como delincuentes? Muy sencillamente, discrepar del régimen imperante en España... ».
«... Dios me libre entrar a discutir cómo se administró la justicia militar en Asturias, como ya hemos indicado, del todo independiente de mi jurisdicción. Pero si puedo afirmar que se mató mucha gente, demasiada, excesiva, a base de dicha justicia. No poseo estadísticas de fusilados, que se efectuaban, frecuentemente por tandas de unos veinte en las proximidades de San Esteban de las Cruces, ni de ahorcados, bastantes, entre ellos en Gijón el famoso futbolista [Guillermo González del Río, más conocido como] Campanal de buena familia de Avilés, que, realmente hizo verdaderas barbaridades. Tampoco tengo estadísticas de hombres y mujeres ejecutados por un procedimiento u otro pero fueron muchísimos y también puedo afirmar que un noventa por ciento de los mismos murieron sin Sacramentos y con los puños en alto en medio de terribles y dantescos cuadros e imprecaciones horrorosas que silencio. El cacareado cristianismo o catolicismo de fusilados y fusiladas no se vio por parte alguna ni por las víctimas ni por los verdugos... ».
«... Era intolerable que se apalease brutal y vilmente a los presos políticos en las cárceles, precisamente, por sus guardianes, e incluso que se tratase de violar a alguna detenida. Era intolerable que se sacase a enfermos del lecho y en un carrito se les pasease por el pueblo con el pelo cortado... ».
«... y no digo paz porque esa no se ha conseguido todavía y estamos en enero de 1953... ».
«... Con las bayonetas se puede hacer todo menos sentarse en ellas …No es político continuar la guerra a través de la paz que es lo que se ha hecho desde el poder... ».
«... Entonces ¿por qué ese empeño decidido en crear y mantener este estado de cosas tan perjudicial, desde todos los puntos de vista, ahora, y para el porvenir, para la eficiencia de un ejército y de España? Pues, sencillísimo, porque lo que se pretende es, lisa y llanamente, hacer una política determinada con el elemento armado, y no nacional, creando intereses en cuantía inigualada que sostenga lo actual. Política, en verdad, suicida y antipatriótica y que nunca dio el menor resultado. Tratar de salvar, una vez más, en el transcurso de la historia, los principios, a costa de hundir la nación, lo que tan trágicos resultados dio siempre... ».
«... La justicia, pues, dando por supuesto lo fuera, se llevaba a la práctica en forma poco cristiana y humana, realmente despiadada y para esto no hay razones que valgan tratándose de penas irreparables... ».
«... [Los aliados] al proporcionarnos, o consentir su transporte, de carburantes y lubrificantes, incluso a pago demorado al final de la contienda, entre otras ayudas no menos eficaces por la famosa comisión de control... ».
«... en relación con el pésimo estado de nuestra artillería toda desgastada, barullo enorme en nuestras municiones, inutilidad de nuestros escasos carros de combate, blindados sin blindaje, sin apenas antiaéreos, ni aviación, ni cuadros de mandos ni superiores (los derivados de una contienda civil que todos conocemos y de África) ni inferiores, falta de unidad en la nación, el cansancio de todo cuanto significase nuevas guerras y más efusiones de sangre, etc... ».
«... el Ejército, las fuerzas de represión (Guardia Civil, Asalto, Policía), la religión (mejor sería decir una falsa religión)…, la propaganda o sea la mecanización de la mentira, una gran parte del capital, los ambiciosos y tránsfugas, la terrible censura arma de dos filos, etc... ».
«... al cabo de 25 años creo ya es hora de que a los borregos españoles nos diesen de alta en nuestra mayoría de edad y se nos expusiese con toda franqueza nuestra situación económica sin trampas, mentiras ni tapujos, o, al menos, se nos consintiese escribir sobre dicha situación, su deplorable estado, chanchullos e inmoralidades... ».
«... Grave y gran error político, tanto porque para ello no estaba capacitado, cuanto por las responsabilidades de todos los órdenes que sobre él iban a recaer, incompatibles, en un todo, con la Jefatura de un Estado... ».
«... fracasó en la guerra, que debió terminar antes, y luego, rotundamente, en la paz, que no ha conseguido en ningún momento... ».

Como expresa el título dado al libro recopilatorio de los dietarios de Latorre Roca, Franco ganó la guerra para perder, estrepitosa y corruptamente, la paz.


Ganar la guerra, perder la paz. Memorias del general Latorre Roca
Jaume Claret
320 páginas
Editorial Crítica (Grupo Planeta)
Colección: Contrastes
Fecha de publicación: 18 de junio de 2019
Idioma: Español
ISBN-10: 849199114X
ISBN-13: 978-8491991144