16 octubre 2024

 

Convocatoria de las LXX Jornadas de Historia Marítima
 
La Armada en la América de las Independencias.
 
22 y 23 octubre 2024



Las LXX Jornadas de Historia Marítima, dedicadas a La Armada en la América de las Independencias, organizadas por el Departamento de Estudios e Investigación del Instituto de Historia y Cultura Naval (IHCN) en colaboración con la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Navales, tendrán lugar en Madrid del 22 al 23 de octubre de 2024 . Las Jornadas serán retransmitidas en directo a través del canal YouTube Armada.

PROGRAMA

Martes, 22 de octubre, de 16:00 a 19:45 horas. Salón de actos de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Navales. Universidad Politécnica de Madrid

MODERADOR: Coronel Santiago Acosta Ortega (IHCN)

  • Presentación: El porqué de un título. Estado de la cuestión. D. Manuel Lucena Giraldo (CSIC)
  • Primera sesión: "Las batallas finales de la emancipación americana y los escenarios del mar"

    -Reconquistas que no fueron tales. Batallas, sitios y movimientos de los realistas hispanoamericanos. D. Gonzalo Quintero (MAEC)

    - Aspectos navales de las guerras de emancipación hispanoamericanas, 1816-1826. Capitán de navío (ret.) D. José María Blanco Núñez (IHCN)

    Emisión en directo: https://www.youtube.com/watch?v=09SYLXDOuG4

  • Segunda sesión: "Continuidades y rupturas en la dimensión navalde la historia hispanoamericana"

    - La configuración de un pensamiento marítimo,enseñanzas y escuelas. D. Iván Valdéz-Bubnov (UNAM)

    - Presencias y ausencias de los océanosen los nuevos Estados. Dª María José Montoya (UNIANDES)

    Emisión en directo: https://www.youtube.com/watch?v=yp-zrBYJWUU

Miércoles, 23 de octubre, de 16:00 a 19:45 horas. Salón de actos del Cuartel General de la Armada

MODERADOR: Dr. Fernando Vela Cossío (UPM)

  • Tercera sesión: "El día después. El corto siglo XIX (1824-1898)"

    - Un presente ausente, el Ultramar español. D. Miguel Luque Talaván (UCM)

    - De virreinato a república, Perú y sus alternativas . D. Víctor Peralta (CSIC)

    Emisión en directo: https://www.youtube.com/watch?v=1gugr52D8TQ

  • Cuarta sesión: "Patrimonios mestizos globales. La huella hispana"

    - Valoración patrimonial del sistema portuarioen el ultramar hispano. Coronel Juan A. Villasante (IHCN)

    - Arte, ingeniería y artífices en el Caribehispano decimonónico. Dª Nuria Hinarejos (UCM)

    - Transformaciones y cambios de una nueva ciudad-puerto. El caso de Montevideo en los siglos XVIII y XIX. Monumentales hispanoamericanos. D. William Rey Ashfield (UDELAR)

    - Conclusiones y perspectivas. D. Manuel Lucena Giraldo (CSIC), Dr. Fernando Vela Cossío (UPM) y Coronel Santiago Acosta Ortega (IHCN)

    Emisión en directo: https://www.youtube.com/watch?v=EaTWwLrpW4Y


INSCRIPCIONES

Para asistir de forma presencial es necesario inscribirse en el correo electrónico: ihcn-dei@mde.es

INFORMACIÓN

Departamento de Estudios e Investigación

Instituto de Historia y Cultura Naval

Tel.: 91 379 50 50

ihcn-dei@mde.es

29 septiembre 2024

Berlinguer

Julio Sánchez Mingo

Ai cari compagni che non persero la dignitá



Se cumplió el pasado mes de junio el cuadragésimo aniversario del fallecimiento del político italiano Enrico Berlinguer, el impulsor del eurocomunismo y del compromesso storico, el compromiso histórico —la política de acercamiento y entendimiento con la Democracia Cristiana de Aldo Moro, secuestrado y asesinado en extrañas circunstancias en 1978—, el líder y protagonista del sorpasso, que logró que el Partido Comunista Italiano, PCI, superara al centroderecha confesional en las elecciones generales italianas de 1984, celebradas menos de una semana después de su muerte. A su entierro asistió una gran muchedumbre. Muchos de los presentes no eran comunistas ni de ideas comunistas, eran, simplemente, ciudadanos agradecidos a su labor. Hasta el dirigente fascista Giorgio Almirante acudió para presentar sus respetos a un hombre admirable, de gran altura de miras, como muestran sus entrevistas, discursos y textos.

Siempre mostró una loable disposición a proceder de la forma más beneficiosa para Italia, un país fracturado en aquellos llamados años de plomo, su década ominosa. Por ello, a pesar de sus resultados electorales, ante la oposición de USA y la Unión Soviética a que se desarrollaran los postulados del compromiso histórico, tras la desaparición de su contraparte Moro y la radicalización del centroderecha, para evitar un golpe de estado casi seguro auspiciado por la CIA, renunció a formar gobierno en un encomiable ejercicio de responsabilidad, impidiendo también a la larga el choque final entre los partidos que representaban a las dos grandes masas de la población así como la polarización absoluta de la sociedad italiana. Su ausencia desembocó en un ambiente político y social copado por la podredumbre, el juego sucio y la corrupción. Europeista convencido, rechazaba la Europa de las patrias, el repliegue de ciertos países en sí mismos, velando sólo por sus intereses cortoplacistas. Denunció la deriva de los partidos políticos, convertidos en máquinas de poder y clientelismo, alejados del interés colectivo. Adelantado a la preocupación actual por el cambio climático y la protección del medio ambiente, propugnó una moderación del consumo. Sus valores son un ejemplo a seguir. Introdujo en el mundo de las ideas la reflexión sobre la dificultad de caminar hacia la felicidad en el sistema capitalista salvaje, que ahora todo lo invade. Y, por encima de todo, a pesar de sus errores, que también los cometió, fue un hombre dialogante que anteponía el interés colectivo a todo lo demás.

Parece que sus lecciones, sus enseñanzas, han caído en saco roto, tanto en La bota como en La piel de toro.

21 septiembre 2024

Patrimonio sentimental. La Salita degli Scalzi

Per quattro lire in più


Julio Sánchez Mingo


07:04, 8 de septiembre de 2024. J. S. M.

Hace ya años, Luis Fernández-Galiano, arquitecto, catedrático de Proyectos, miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, escribía “… el patrimonio arquitectónico pertenece al arte y a la historia; pero pertenece aún más al sentimiento…”. Yo añadiría que también el paisaje, el territorio, el entorno que nos rodea o el árbol que nos procura oxígeno y hemos visto crecer desde chavales, pertenecen a nuestro patrimonio colectivo y personal, nos identificamos con ellos, y su desaparición o su alteración afectan a nuestras emociones. Cuando se destruyen, alteran o dañan esos bienes, materiales o inmateriales, se nos produce dolor. Una compañera de trabajo me narraba que, siendo niña, lloraba desde su ventana viendo talar los árboles de Doctor Esquerdo cuando se suprimieron los bulevares de las Rondas, espacio muy importante para ella pues se trataba de su lugar de reunión y juego, que desapareció de un plumazo para siempre. Esa actuación municipal dio paso al ruido y la contaminación, a la pérdida de valor de los inmuebles y, por supuesto, a la aflicción de muchos madrileños con un mínimo de sensibilidad. Casi siempre, la causa de esos desmanes es la codicia humana, el dinero que unos pocos obtienen a costa de perjudicar a muchos, la ignorancia, la carencia de perceptibilidad, la pobreza de espíritu, la falta de visión, la mayoría de las veces con la complicidad de los gestores públicos, fieles a sus intereses espurios.

Muchas son las normas y regulaciones para evitar tantas tropelías, pero el ansia de dinero hace trabajar la mente de aquellos que venden su alma por un céntimo de euro para obviar cualquier precepto legal o moral, faltos absolutamente de empatía hacia los demás.

Las muestras de estos desafueros contra la ley o contra el sentir del ciudadano, son infinitas. Todos sabemos de alguna que nos ha afectado directamente, pero hay una que en las últimas semanas me ha dolido especialmente.

En Gaeta, en Italia, Porto Salvo también llamado el Borgo, que fue municipio independiente de 1897 a 1927 con el nombre de Elena, en honor de la entonces princesa homónima, futura reina de Italia es el antiguo barrio de pescadores, marineros y campesinos. Su arteria principal es la enlosada de basalto negro Via Indipendenza, a mitad de cuyo trazado se abrió hace unos meses un restaurante taberna de nombre Bless, apelativo un tanto sarcástico en este caso. Frente al establecimiento hostelero, que ya ocupa con mesas y sillas de su terraza al aire libre parte de la estrecha, comercial y peatonal calle, se abre una larga escalinata que sube a la iglesia de Santa María de Porto Salvo, también llamada degli Scalzi por el desaparecido convento anexo de los Agustinianos Descalzos que también ha sido invadida con más sillas y mesas del negocio. Un rincón mágico, paso obligado para dirigirse al templo, se ha vulgarizado y ha perdido su encanto. El propietario y promotor del desaguisado ha hecho gala de una falta absoluta de respeto y consideración hacia sus convecinos y transeúntes, especialmente los fieles que acuden al lugar de culto y las cofradías religiosas que procesionan a sus venerados Santos Cosme y Damián.

Imagen promocional del establecimiento.

Para mayor escarnio, en su correspondiente página web se muestra un bonito dibujo de la Salita degli Scalzi ¡antes del estropicio!


Dibujo promocional del establecimiento.

Al parecer, no estoy muy seguro de todo ello no he leído ninguna noticia fiable al respecto, sólo he escuchado comidillas la presión ciudadana para revertir el desatino ha sido notable, han intervenido hasta los tribunales y el ayuntamiento ha mirado para otro lado.


Junio 2023. Sin establecimiento hostelero. J. S. M.

La gente con alma noble, sentido ciudadano, conciencia y responsabilidad se autolimita y se autocensura, pero hay muchos que tienen una caja registradora por corazón y aprovechan cualquier circunstancia que les pueda favorecer para elevar sus beneficios.

 

PD. Bien dice el poeta gaetano Alessandro Vaudo: “Hay quien de una iglesia hace un restaurante”.

Inspirado en el artículo, ha escrito esta misma mañana este texto:

 

Per quattro lire in più

 

Non posso parlare,

di cose importanti

perché non lavoro

e lo faccio lo stesso


ma chi di dovere,

che potrebbe anche agire,

riesce sempre a trovare

altre cose da dire,


per quattro lire in più,

per quattro lire in più.


Si oltraggiano leggi, le quali han deciso,

gli stessi malvagi, chi poi avrà voluto

fossi l'escluso del lor sporco gioco,

riempire le tasche e tradire anche il voto.


Per quattro lire in più,

per quattro lire in più.


Si vendono all'asta, ai concessi ai lavori,

permessi edilizi, posti auto e condoni.

Riempire le tasche sembra quasi un dovere

e a farne le spese, chi non ha il capitale.


Per quattro lire in più,

per quattro lire in più.


Chi ruba al demanio, chi impreca il demonio,

chi fa di una chiesa quasi il suo ristorante,

non manca più niente, più niente è abbastanza,

che oramai l'indecenza è lamentarsi in sostanza.


Per quattro lire in più,

per quattro lire in più.


Per quattro lire in più,

per quattro lire in più.


Alessandro Vaudo

Gaeta, 21 settembre 2024.



 

15 septiembre 2024

 

Un feliz encuentro

Julio Sánchez Mingo


El otro domingo caminábamos Zipi y Zape mi amigo Ugo y yo— por la peatonal, estrecha y principal Via Indipendenza de Gaeta —la arteria más comercial de la ciudad, eje de Porto Salvo, el gentrificado barrio que habitaron durante siglos marineros pescadores y campesinos, cubierta por losas de basalto, cuyo color negro contrasta con el blanco del pavimento de roca calcárea de los callejones que se abren perpendiculares a sus costados camino de una comida familiar a la que habíamos sido invitados, cuando nos encontramos con un hombre joven, viejo conocido suyo, Alessandro Vaudo. Me lo presentó y entablamos una agradable conversación. Nos puso al día de su salud, bastante recuperada de una vieja dolencia, y de sus ocupaciones literarias, centradas en la poesía.

Ésta que sigue es una pequeña muestra de su actividad presente. Pido disculpas a los lectores porque los dos poemas que presento no estén traducidos a la lengua española. Les ruego que realicen un esfuerzo de comprensión y que, si es preciso, se auxilien con alguna herramienta digital. Espero que no les defrauden. Los textos poéticos vertidos a un idioma distinto del original pierden su calidad intrínseca, su fuerza y no llegan al espíritu del lector.


MIO PADRE

Aveva l'espressione

di chi avesse sofferto tanto,

nel cuor più di un macigno

che portava con talento.


Non era certo un santo

anzi spesso fù un po' duro

ma sempre qui presente

per le cose più importanti.


Voleva per me il meglio

ma il suo meglio era il soldato

ed allora con rispetto

qualche cosa li ho obiettato.


E così che a fine mese

poi pagasse le mie spese,

mille altre mie pretese

anche se poi non fosse giusto.


Come un uomo di altri tempi

non gradì mai uno scroccone

però poi faceva il gesto

mentre io solo il burlone


Fino all'ultimo mi disse

che era meglio il suo consiglio,

che un padre poi sa bene

cosa sia giusto per suo figlio:


un lavoro, una famiglia

qualche cosa in più da fare,

non soltanto le mie lettere

qui da leggere o cantare.


Non so cosa rimanga

delle ceneri nel mondo

però la sua presenza

ancora è qui, qui nel profondo.


Le porrà forse quel vento

un giorno sopra la mia guancia

che io non sentirò

nemmeno più la sua mancanza.


Non so cosa rimanga

delle ceneri nel mondo

però la sua presenza

ancora è qui, qui nel mio canto.

27 aprile 2024



CON TE AL FIANCO

La mia anima si estende, con Te al fianco.

Guardo il sole, ed ha un po' del tuo sorriso,

il cielo, quando il giorno ormai si è acceso

e qualche nuvola il pensier tinge di bianco.


Nell'aria c'è il sapor della tua essenza,

fresco è ogni colore e il mare calmo;

gli alberi, le strade, e Tu sei un palmo,

a accompagnarmi, ancor, la tua presenza.


Se questo non è amor che è allor la vita?

quale sorride, adesso e tenta, spera.

Così conforta il cuore mio nel tuo,


che più ora sa cantar, più sente suo,

come ogni stella il cielo quando è sera

e lì, dal sol, la luna è ancor rapita.

8 luglio 2024.

11 julio 2024

Finalista del VIII Premio de Escritura Breve de Diario de Madrid 2024

Al alba todos los colores

Patrocinio Gil Sánchez

 


 

Quiero contarles esto no con palabras

que con palabras no se entiende a nadie

sino a mi modo oscuro, que es el claro.

Mirta Aguirre


Y sin embargo, nadie supo de qué se trataba. Todos mentían”. Porque con 12 años no era consciente de muchas cosas de la dictadura pero sí de que Teresa, una niña pecosa de ojos verdes que apretaba a su pecho una muñeca de trapo con ojos de alfileres y con la que me bañaba desnudo entre las mansas aguas del Zapardiel dormido cuando salíamos de la escuela, estrenaba, aquel cuatro de otoño, unos pechos divinos, como las primeras naranjas que llegaron a la tienda de la señora Sole, y unos labios de arrope que quitaban el hipo, y tenía que inventarme, cómo gozar de aquello tan hermoso, sin que se diera cuenta. También de que a mi padre, jornalero sin tierras en haciendas ajenas, se le había metido en la cabeza sacarnos del pueblo y llevarnos al norte donde dice Floriano, un vecino del pueblo con bigote de hormigas y una sonrisa tonta, atan los perros con longanizas, se ganan 30 pesetas a la hora y sólo se trabajan 8 o 10 horas cada día librando los domingos, no como aquí, que se trabaja de sol a sol los siete días de la semana y se ganan 25 pesetas al día. En el pueblo la única alternativa es servir a los ricos por cuatro perras, le había dicho a mi madre sin caer en la cuenta de que, en el pueblo, salvo el aceite y el pescado que ella no compraba nunca, prácticamente lo teníamos todo, porque ella se preocupaba de sacar unas gallinas y unos conejos y de cebar un par de cerdos para la matanza y, podría decirse, que con las 25 pesetas nos daba para vivir, justos, pero para vivir. No así en el norte, donde, si bien mi padre ganaría 300 pesetas al día trabajando en la construcción, habrá que pagarlo todo, desde la renta del piso hasta el último huevo y, claro, a mi madre, no le salían las cuentas. Pero a él, cegado por los sueños y las promesas de Floriano, parece ser que sí. Y por eso retolicaba, que no quedaba otra que emigrar y dejar de someterse a los caciques. Que les den por donde amargan los pepinos, decía convencido de que en el norte todo sería distinto porque allí qué cosas estaba la buena suerte de los pobres. Pero mi madre, que nunca daba una puntada sin hilo y, viendo lo que se nos venía encima con esta obsesión de nuestro padre, le espetaba, mirándole a los ojos con los suyos de almendra:

Pobre del pobre por bien que le vaya.

Pero él ya lo había decidido y no escuchaba a nadie. Y el impulso fue lo suficientemente grande como para llevarnos hasta allí. Y me quedé pensando, que el mundo se acababa todos los días y cuando volvía a amanecer hay que vivir en otro nuevo. Reinventárselo.

Recuerdo que abrí los ojos. Me había quedado traspuesto. Estaba cansado y aburrido, decepcionado porque Teresa escurrió el bulto y, aunque le supliqué, que esa sería la última tarde que nos bañaríamos juntos, escondió los pechos duros como cerezas entre los brazos y los labios partidos en una boca hermética y no pude ni tocar los primeros ni besar los segundos. Aunque sí me regaló, con esa sonrisa de oreja a oreja que tiene, 5 pepitas de calabaza para que las guardara en el bolsillo como recuerdo de ella y que, si algún día regresaba, las sembraríamos juntos en la ladera que mira los campos de lavanda. Y entonces me dejaría que la besara los labios y los pechos todo lo que quisiera.

He llegado a contar los días que faltan para dejar el pueblo en el que sólo quedan ya 12 vecinos porque los demás se han ido a la capital, al norte o a Cataluña: 7 días. Las horas de esos días: 168. Los minutos de esas horas: 10.080, dispuestos en fila fermentando la desilusión de un niño de 12 años y la de una madre de 37 que se quedó sumida en la ternura de imaginar que nunca sería cierto, que todo habría sido un mal sueño, una pesadilla. No así la de mis hermanos que, encontraban esa rendija de la felicidad por la que descubrir paisajes nuevos, niños nuevos, a la temprana edad de 7 y 5 años.

Pero nadie se fija en la desilusión de un niño que sólo se reconocía en la infancia llena de golondrinas, la energía que desprenden los charcos de las calles sin nombre y sin jardines, en el sol de la parva, en los surcos abiertos para la sementera, en los columpios, en las aves que regresaban a sus nidos cuando el atardecer, en esos arco iris de una lluvia bendita floreciendo los campos, tantos amaneceres empapados de luz y trinos de los pájaros, en los anocheceres de cantos asombrosos de los grillos entre los arritales y croares de las ranas en la laguna chica, y estrellas titilantes, y en los ojos de lumbre de Teresa. Tanto, que tuve que tomar la decisión de guardar en mi corazón todos aquellos momentos inolvidables para que no se perdieran en el norte, donde dice doña Amalia, la maestra, suele llover casi todos los días, hay mucha humedad y el sol brilla por su ausencia. Tomar la decisión y echar mano de ellos cuando estuviera triste.

Recuerdo que era lunes y 16 de octubre, que en el alba eran todos los colores, que el pueblo se alejaba con sus casas de adobe y los primeros humos de las lumbres de las 5 chimeneas encendidas, que las puertas cerradas del viejo cementerio jugaban a irse abriendo como se abrían las tumbas para florecer manos que agarraban las nuestras en un intento vano por dejarnos allí. También Teresa, con ojos de legañas y un pañuelo de florecillas rojas que agitaba en el aire, estaba entre los hipos de una aurora que saltaba las lágrimas de mi madre, la pobre, a la que me aferraba para unirme a su pena y a ese vestido negro que era como mortaja en la pena más grande y en la despoblación.

Anduvimos a pie los primeros cien metros por esas viejas calles con olor a geranios hasta la curva chica que dicen de los chopos. Mi padre por delante con las manos asidas a mi hermanilla Puri que reía complaciente porque la dulce brisa pintaba sus mejillas de princesa de cuento, y los grajos graznaban al unísono donde los altos álamos doblegaban sus copas como en cruel despedida de cuatro que se iban de un pueblo que se quedaba huérfano y en la pura agonía.

Luego, cuando el pueblo era sólo un punto en la desesperanza con olores a pan recién horneado y lonchas de tocino para freír los torreznos, los labios de Teresa, un rincón escondido susurrando te quieros en los atardeceres, se asomaban detrás de la llanura en el largo camino, el dolor de mi madre y un hipo con el que vomité las sopas de ajo, se torcieron en una especie de elección que equivocó la vida y se iba desarrollando al ritmo disconforme de un sendero de polvo que nos llevaba lejos. Una especie de elección que no era democrática, sino el vano capricho de un padre que se dejó llevar por las palabras de que aquí, en el pueblo, ya no había futuro, olvidando se le nublaron los recuerdos todas aquellas cosas que un día fueron gozo y quedaban atrás como los trastos viejos o la ropa gastada.

Cuando la verde corola de los pinares se perdió para siempre más allá del horizonte, me dio por pensar en esa tierra a la que nuestro padre, en una loca carrera por mejorar de vida, nos llevaba, y mis hermanos aplaudían por ese no sé qué de lo desconocido, ignorando en sus cabecitas lo de que cualquier tiempo pasado fue mejor. Aunque tampoco había mucho que pensar, me repetía. Total, vas a llegar como la muerte, piensa en ello. ¿Por qué no se puede conectar la radio y escuchar al locutor decir que el norte ya no existe y nos volvamos al pueblo para evitar la despoblación rural? ¿Por qué mi padre, que siempre ha sido jornalero, un hombre cabal y justo, y vivía feliz trabajando los campos de otros, cambió de repente y va en busca de un oficio del que no sabe si será capaz de desarrollar y al que llaman construcción y se ganan 300 pesetas al día? ¿Por qué…? ¿Es que no sabe que desde esos trabajos ya no disfrutará más de los claros y limpios amaneceres llenos de luz y paisajes azules ni de tantos atardeceres cuando el canto del milano se acune entre los sones de una música suave con el sol ya colándose por la hucha del horizonte, las aves regresando lentamente a sus nidos y las mozas con sus mejores galas departan en la fuente mientras se llenan los cántaros y esperan a los mozos de la ronda? ¿No sabe que yo echaré de menos las pecas de Teresa, sus pechos florecidos y sus labios de arrope, los baños en el río y las noches de julio tumbados en los prados contando las estrellas? ¿Que mi madre, si la sacas de su casa, de esa rebanada de pan con manteca, del cocido de garbanzos e ir a lavar la ropa, cuidar de sus gallinas y conejos, se morirá en dos días?

Mi padre, con 40 años a la espalda, las cuatro reglas mal aprendidas y esa pequeña locura que se le ha incrustado en la cabeza que llevaba agachada, mirando al suelo, como si contara los minutos que faltaban para llegar a la estación y subir a ese tren, sin atreverse a mirar a mi madre, que seguía llorando en puro desconsuelo, ni a mí, que seguía enredado en ese hipo que me rompía la desesperanza.

Luego, en un luego muy largo que entraba hasta los huesos, imaginé que, cuando volviéramos algún verano a pasar unos días, sólo el viento, ululando por entre las callejas, nos daría la bienvenida, porque los pocos que ahora quedaban, se habrán ido muriendo, como se morirá el pequeño pueblo…

 

28 junio 2024

Finalista del VIII Premio de Escritura Breve de Diario de Madrid 2024


Reconciliación

Julia Pickman

 


        Nada más entrar en el restaurante, distinguí a mi madre sentada junto a la ventana admirando las vistas de Manhattan, lo que resaltaba su aspecto provinciano de señora de Valladolid. Había llovido durante todo el día y se resbalaban por el cristal largos hilos de lluvia que se me antojaron lágrimas de una muchacha atribulada. Sostenía una copa de vino blanco y con la otra mano, un pitillo imaginario. Nunca abandonará el vicio en su mente genéticamente diseñada para rechazar los cambios. Inspiré, contuve el aire y fruncí los labios. No volverá a hacerme daño.

Mientras acudía a su encuentro, reviví conscientemente todo aquello: psicólogos, terapias, sacerdotes. «Papá te ha conseguido una entrevista en Londres… Cómo vas a dejar el banco… No puedes dedicarte al arte, es lo que faltaba… Sí, quizás estés mejor en otro continente, sin abochornar a la familia». Pero en lugar de enfurecerme como pretendía, experimenté de nuevo los latigazos, uno a uno, y cuando alcancé la mesa solo fui capaz de emitir dos sílabas con voz de niño:

Mamá…

Ella giró la cabeza. Había envejecido considerablemente en los últimos meses. Estaba seria y un rictus amargo enmarcaba la comisura de unos labios afinados, pero conservaba esos ojos burlones que yo he heredado y que Robbie adora. La besé sin permitir que se rozaran nuestros rostros y ella alargó la mano del cigarrillo inexistente para acariciarme la mejilla o arreglarme el flequillo. Era un gesto familiar, ejecutado tantas veces durante mi infancia que permitírselo ahora habría sido brutalmente doloroso.

Me erguí con cierta torpeza y me senté frente a ella, defendido por la mesita redonda adornada con gardenias blancas. Pedí otra copa de vino y hablamos del tiempo, de la nueva exposición de mi galería, de si Trump ganaría de nuevo, del alzhéimer de papá... Ella miraba a través del cristal la mítica metrópolis: se divisaban miles de personas que correteaban como diminutas tijeritas ajetreadas, estelas trazadas por los faros de los coches, edificios gigantescos que invadían verticalmente las grandes avenidas; una auténtica sinapsis cerebral conectando con sus arterias millones de neuronas iluminadas… Comentaba algo sobre la temperatura del vino. La interrumpí y pregunté qué hacía aquí.

Ni siquiera nos saludamos en la boda de tu hermana. Aunque te vi, con ese chico.

De los tres hermanos yo era su favorito. Los sábados me metía en la cama con ella y destripábamos el Hola, le pintaba las uñas me encantaba el rojo Ferrari, le ayudaba a elegir el vestido para las fiestas; cuando todos esquiaban, yo me iba de anticuarios con ella, charlábamos hasta las tantas y, luego, cuando cumplí 16 años y traje a Bruno a merendar… me rechazó. Ahí se despertó la pesadilla.

Mamá, tú tenías que saberlo. Desde siempre. Por tradicional y conservadora que seas.

Lo hice por tu padre. Por no dar mal ejemplo, por moral y religión.

¿Por papá? ¿de verdad? Papá y yo nunca perdimos el contacto. Y cuando estuve en el sur de Francia y su enfermedad todavía no estaba en un estado tan avanzado, conoció a Robbie. Fue entonces cuando además, me contó lo de tío Tomás, su hermano del alma: que aunque se casó con tía Macarena, también era gay, y que no sufrió un accidente de caza como siempre se ha contado en la familia. Se suicidó. Pero claro, supongo que no sabías nada de esto. Dijo que no se atrevería a hablarte de aquel encuentro.

No pareció sorprendida. Aún contemplaba las lágrimas que caían por el cristal.

Sinceramente, mamá. No sé qué haces aquí.

Continuó con los ojos fijos en la ventana y, simplemente, susurró:

Me muero. Ocho meses… un año a lo sumo.

Aquella revelación hundió algo en mi interior derribando de un zarpazo todos los muros que tan trabajosamente había conseguido construir para protegerme durante todos estos años, dejando desnudo y al descubierto al joven de 16 años al que mi madre expulsó de su corazón. Al cabo de unos larguísimos minutos, continuó:

Hay pecados de intransigencia, de egoísmo, de crueldad, de esos que carcomen el alma…

Y hay pecados por amor —interrumpí— como el que yo cometo.

Y como el que yo he cometido contra ti. Y contra Robert. Robbie. De tanto quererte quise protegerte de la ira de Dios y de los hombres.

Oh, mamá… os llevarías tan bien. Podrías hablar y hablar con él, es una persona brillante y sensible. Y tan divertido. Te reirías tanto. Y hace unas fotografías increíbles. Es un enamorado de África y nadie como él atrapa los colores de esos cielos. Puede cocinar el mejor pato a la naranja del mundo. Está aprendiendo a tocar la trompeta. Eso es horrible. Pero os haríais íntimos. Casi puedo imaginaros paseando del brazo por estas calles pegando las narices a los escaparates de las tiendas más caras, tumbados en el sofá, destornillados por algún cotilleo jugoso o eligiendo juntos mi regalo de cumpleaños. Nosotros cuidaríamos de ti. Y estos, podrían ser unos meses maravillosos.

Ella seguía mirando a través de la ventana. Llovía de nuevo. Unas gotitas cristalinas salpicaron el cristal como danzarinas partículas de luz. Continúe:

Y tú y yo… hemos perdido once años.

Tanto que recuperar, en tan poco tiempo.

Mírame, mamá. ¿No comprendes que soy yo? Tu niño. Y estoy aquí. Contigo. Como siempre. Mamá, solo soy yo.

Entonces me miró directamente a los ojos, con esa mirada burlona que los dos tenemos iguales. Se inclinó hacia mí. Me arregló el flequillo rozándome la frente con las yemas de los dedos. Llevaba las uñas impecablemente arregladas: pintadas de rojo. Y casi sin darme cuenta, dejé que me acariciase la mejilla.

 

22 junio 2024

La noche de San Juan

Pedro Navazo

                                                 Sin engaños: la noche de San Juan                                                     es la más corta del año.




La segunda fiesta en importancia en La Aldea, -después de la de Nuestra Señora de La Asunción, el día 15 de agosto, en la que se honraba a la Patrona con una Romería que acogía a todos los clanes familiares y reunía, por la tarde en la verbena, gente de todos los alrededores-, era la Noche de San Juan.

Como no podía ser de otra forma, el gran protagonista de la fiesta era el fuego, cuyo fin no sólo era rendir culto al sol, sino también purificar las malas acciones cometidas durante todo el año.

Todo el pueblo, a partir de las diez de la noche, se reunía en la Plaza frente a la iglesia, y en torno a la hoguera cogidos de la mano y con los ojos brillando como estrellas centinelas, con cánticos y pasos de danza, daban vueltas a su alrededor mientras ardía cualquier tipo de objeto (ropa vieja, papeles, muebles retirados, enseres…) que representara un mal recuerdo, y así poder exorcizar los malos sucesos de los doce meses anteriores:


Señor San Juan ...

Señor San Juan, hoy es noche del Señor San Juan.

¡Viva la danza y los que en ella están!

Señor San Juan …

La flor del agua no la cogerán.

¡Viva la danza y los que en ella están!

Señor San Juan …

En la bodega no se amasa el pan.

¡Viva la danza y los que en ella están!

Señor San Juan …

ya en la hoguera no hay que quemar.

¡Viva la danza y los que en ella están

 

Después de la danza, a medida que las llamas se iban extinguiendo, se daba paso a la tradición de saltar tres veces por encima de la hoguera. Más tarde, cuando todo el mundo había realizado el ritual, se sacaban patatas, que previamente se habían enterrado entre los rescoldos, y se ofrecían de forma simbólica a todos los asistentes como un deseo de que tuvieran alimento suficiente durante todo el año.

Terminada la hoguera, era también costumbre entre las mujeres reunirse en corros de vecinas y esperar en la calle hasta que amaneciera, mientras cantaban, se contaban historias o jugaban a las cartas:


Mañanitas de San Juan

mañanitas sanjuaneras,

antes de salir el sol

en la calle gente espera.


Una de las historias que un año sí y otro también se contabas en aquellos corros, era la del pueblo de La Vega: un pequeño municipio enclavado en el mismo corazón del valle, que tuvo que ser sumergido por las aguas de un pantano que se construyó (hacía casi treinta años) para abastecer a todo el contorno.

La fama de La Vega venía precedida por el original sistema de vida que habían implantado sus vecinos: donde las decisiones asamblearias, el trabajo cooperativo, el trueque como única moneda de cambio y la venta de los productos de su vega (en el mercado que cada jueves se organizaba en el pórtico de la iglesia, y que se encargaban de anunciar las campanas de su torre por todo el valle para atraer a los pueblos vecinos), eran las enseñas de su subsistencia.

Poco antes de que tuvieran que abandonar definitivamente el pueblo, después de una infructuosa y limitada resistencia con la Administración, decidieron adelantar unos meses la fiesta de su Patrón, San Juan. Con una merienda de hermandad y una gran hoguera que duró hasta la madrugada (que no fue capaz de secar las lágrimas de todos ellos), despidieron al pueblo que los vio nacer, y en el que estaban enterrados sus padres, mientras las campanas, que no cesaron de repicar durante toda la noche, transmitían en su eco un gemido de dolor por todo el valle.

Desde entonces, seguía contando la historia, cada noche de San Juan, al amanecer el día, se podían divisar en el pantano, entre la niebla, las siluetas emergentes de las casas de La Vega, y escuchar el sonido de sus campanas, lastimero y lento.


Con la llegada del alba, después de contemplar la salida del sol, porque - según afirmaban- ese día era el único del año que el astro rey lo hacía dando vueltas sobre si mismo, todas las mujeres participaban de la solemnidad misteriosa de lavarse con agua mezclada con pétalos de flores, que habían depositado en palanganas y mantenido a la intemperie: el agua, que se pegaba a su piel con un escalofrío y las envolvía en la suavidad olorosa de los pétalos, las transfería la firme convicción de haber arrancado a las flores su belleza.

Concluida la ceremonia, para empezar bien el día y renovar energías, se daba paso al “tentempié”, que consistía en la degustación de las “Juninas”: unas rosquillas que se hacían para celebrar la ocasión, elaboradas friendo en abundante aceite una masa hecha con harina, azúcar, huevos, aceite y regada con un vaso de coñac, y que se acompañaban con una copita de mistela:


El veinticuatro de junio

le cantamos a San Juan,

celebrando con orgullo

las sanjuaneras están.


Por su parte, una vez que la gente se había recogido ya en sus casas, con la obscuridad de la noche y el sigilo como aliados, los mozos asaltaban todos los jardines y los huertos del pueblo y, con los ramos de flores que después armaban, se encargaban de engalanar las ventanas de las chicas que querían conquistar. Aunque no todo eran flores, pues aquellas que, a ojos de los mozos, rezumaban arrogancia y se las daban de intocables, se levantaban al día siguiente con su balcón repleto de cardos:


Mañanitas de San Juan

madruga, niña, temprano,

a entregar el corazón

al galán que puso el ramo.


Asimismo, de aquella noche, recuerdo la tradición que llevaba a cabo la tía Asunción de colocar en una ventana, al fresco, un vaso con agua y un huevo dentro. Se rezaban luego nueve avemarías, se pedía lo que se quisiera, sin abrir la boca y sin mover los labios (sólo con el pensamiento), y por la mañana, al escarchar el huevo, en el agua quedaba pintada una figura que había que saber interpretar, y relacionarla con el deseo.


El abuelo, por su cuenta, además de presenciar la hoguera y de jactarse de que cuando él era mozo la saltaba cuando la lengua de las llamas aún estaba alta, al día siguiente, en su infalible recorrido de cada madrugada, bebía siete sorbos de agua del primer manantial del monte que encontraba para conservar el cabello.

Y otra anécdota, salpicada de misterio y brujería, era la de Maruja, una vecina del pueblo, viuda y sin hijos, que vivía sola y tenía cierta fama de curandera. Se contaba que esa noche, en la que se suponía también que las puertas de los dos mundos se abrían, se comunicaba con sus familiares fallecidos. Para ello –decían- se ponía frente a un espejo, con la luz apagada y con los ojos cerrados, y cuando los abría, a las doce en punto, quedaba reflejada en el cristal del espejo la imagen de la persona con la que deseaba contactar.A mí, aunque era un niño y no entendía todavía el significado de todos aquellos rituales, aparte de parecerme una fiesta mágica llena de misterios, la noche de San Juan, con el olor a ceniza, con aquellos baños de agua perfumada y con el aroma de las flores y de las rosquillas que salían de la sartén recién hechas, era el inicio del verano: se abría un preámbulo hermoso, que coincidía con las vacaciones y mi veraneo en La Aldea junto al abuelo.


23 de junio de 2014