27 octubre 2023

 

Canicas de sol

Relato premiado en la 15ª Edición del Concurso Literario por el Día Mundial de la Salud Mental, organizado por la Taula Vallesana de Salut Mental  

Roberto Omar Román


Desde el primer día de nuestra llegada al parque hicimos de los columpios campo de guerra. En el juego de tocar el sol escribimos capítulos de héroes y proezas no aprendidas en la escuela. Y allí estaba el niño de la casa de enfrente, con la cara pegada a la ventana del segundo piso, mirando detrás de su cárcel de cristal, nuestras batallas.

Parados sobre un pie, alcanzada la máxima elevación, alzábamos las manos al tiempo de gritar ¡Toco el sol a la una, toco el sol a las dos, toco el sol a las tres…! Ganaba quien lo tocara doce veces.

El niño se golpeaba la cabeza en el vidrio, movía las piernas y brazos imitando nuestros movimientos. Nos reíamos de él porque parecía una mosca gorda zumbando en un frasco. Con aplausos y bullas lo alentábamos a continuar en su empeño. Éramos felices, porque en sus ojos veíamos dos alegres soles.

Al cabo de varios días, percibí la admiración del niño, quizás por ser yo el vencedor la mayoría de las ocasiones, o por dedicarle mayor atención que mis amigos. El niño gritaba enrojecido, aplaudía y lloraba de gusto al verme cobrar el premio de una canica por competidor derrotado.

Yo, orgulloso, levantaba mis trofeos y le hacía señas de que bajara a jugar.

Una tarde, la ventana estaba abierta. El niño logró trepar en un bote o banco; podía ver su barriga agitada, oír el tamborileo de los pies acompasado de aplausos, podía sentir los gritos raspando su garganta… los mocos escurriéndole como lágrimas.

Llegado mi turno, giré sobre un pie a gran altura agarrando la cadena apenas con la punta de los dedos. Para impresionarlo, fingí perder el equilibrio y caer. El niño aullaba como loco, babeaba y se jalaba el pelo. Las burlas de mis rivales, empeñados en distraerme, sólo lograron aumentar mi audacia. Seguro de que ninguno me ganaría, extendí los brazos victoriosos y grité al niño que bajara a tocar el sol

De repente, el sol se hizo una canica oscurecida que choca y se quiebra. Cuando bajé del columpio, desconocí a mis amigos, sus rostros parecían máscaras desenterradas de un panteón. Corrimos.

Días después, ya que dejaron de venir policías a hacer preguntas, busqué a mis compañeros para regresar a jugar al parque. Ninguno aceptó.

Me senté en un columpio, y mientras me balanceaba, vi ondear sobre la ventana cerrada, como un espantapájaros desmayado, una manta requemada por el sol, un sol distinto al que habíamos jugado a tocar, ofreciendo la casa en venta.

20 octubre 2023

La foto

Julio Sánchez Mingo



2023-10-12 Un hombre besa el cadáver de un niño en el exterior de la morgue del hospital Al Shifa de Gaza. Mohammed Talatene (Europa Press).

Esta foto parte el alma. A poca sensibilidad que se tenga. Transmite el infinito dolor del adulto que sostiene el paquete que contiene a su ser querido, su impotencia y desesperación. También mucha muerte, personificada en los dos bultos tirados sobre la plataforma del vehículo y cansancio, hastío y conmiseración del personaje apoyado en las barras que cierran la caja de la furgoneta, que, impaciente, se contiene para no atosigar al doliente.

Y te hace pensar en todo lo que hay detrás. En lo sucedido y en lo que está por venir. En la cultura del odio y el resentimiento y en como una injusticia movida por intereses espurios ha devenido en una espiral sin fin de violencia atroz. Todo empezó con la declaración Balfour de 1917, recién arrebatada Palestina al Imperio otomano, que dio cancha a las ideas y deseos del judío austrohúngaro Theodor Herzl, creador del sionismo político moderno. Gracias a británicos, EUA y los complejos de culpabilidad de los alemanes por el genocidio nazi, los sionistas pudieron crear en 1948 un estado en tierras de otros, desplazando a cientos de miles de personas, obligadas a abandonar sus casas. El resto hasta nuestros días es archiconocido. Seis guerras, dos Intifadas, en la primera de las cuales los chavales y jóvenes palestinos se enfrentaron con piedras a los fusiles de los soldados israelíes, que los masacraron. No hay que olvidar, como señalaba la semana pasada en un artículo el músico Barenboim, que, durante la Primera Guerra Mundial, la población judía del territorio era tan solo el 9% del total y añadía: ”… El pueblo judío acariciaba un sueño: una tierra propia, una patria para todos los judíos en lo que hoy es Palestina. Pero, de este sueño, se derivaba un supuesto profundamente problemático, fundamentalmente falso: una tierra sin pueblo para un pueblo sin tierra… “.

El escenario es desolador: territorios ocupados y un país de antiguos campesinos y pastores de cabras y ovejas — ahora convertidos en su mayoría en refugiados mediatizado por unos grupos terroristas y convertido en un campo de concentración, cercado por un estado terrorista, a su vez comandado por terroristas. Dolor y muerte allá donde se mire. Se mezclan la religión y la política. Los fanáticos religiosos y nacionalistas de ambos bandos campan a sus anchas por doquier. El derecho internacional no se cumple y las resoluciones de Naciones Unidas son papel mojado, no se respetan ni se ejecutan. Paradojas de la humanidad, genéticamente hablando, palestinos y judíos, enemigos acérrimos, son el mismo pueblo.

El escritor David Grossman, en un artículo publicado el pasado 13 de octubre, reivindicaba una vez más la existencia del estado de Israel como hogar nacional del pueblo judío, calificando la idea de los padres fundadores de grandiosa y sublime. Cargaba contra Hamás y su comportamiento asesino algo incuestionable del sabbat negro del 7 de octubre, reconocía los daños y males infligidos a los palestinos desde 1948 y tildaba de crimen la ocupación. Sin embargo, exigiendo contención a los palestinos, no cedía un ápice en su posición, la postura radical establecida por el sionismo desde el siglo XIX. Con estos planteamientos, ¿que futuro nos espera, máxime con gobiernos israelitas ultranacionalistas, agresivos, terroristas, ultraderechistas, racistas, supremacistas y corruptos como el de Netanyahu? ¿Cómo pueden nacer monstruos que declaran ultimátums que exigen el traslado de millones de personas de un día para otro en una situación límite y absolutamente conflictiva, con los hechos del sabbat negro, sus secuelas y sus posibles consecuencias aún calientes?. Isaac Herzog, el presidente israelí, ha llegado a afirmar que en Gaza no hay inocentes, que es toda una nación la responsable. ¿Cómo se puede hacer pagar a tanta gente por el pecado de unas milicias terroristas fanatizadas que son el fruto de la represión y de la desesperación de un pueblo martirizado desde hace casi ochenta años? Aquella exigencia ha desencadenado el éxodo forzado de miles de gazatíes que además sufren el bombardeo incesante e indiscriminado de su tierra y sus casas, llegándose al culmen de la matanza del hospital Baptista de Gaza, con casi casi medio millar de víctimas mortales. Una gigantesca catástrofe humanitaria más. No quiero imaginar el futuro que aguarda a los miles de presos palestinos encarcelados sin juicio en Israel o a los rehenes judíos capturados, que hasta ahora al menos servían para que algunos prisioneros árabes pudieran ser canjeados y ver la luz de la calle.

Mientras escribo estas líneas, escucho las risas y gritos alegres de los pequeños de mi familia celebrando el séptimo cumpleaños de la mayorcita, ignaros de la tragedia que se desarrolla a 12.500 kilómetros de distancia, donde los que llevan la peor parte son niños, mujeres y ancianos palestinos.

No se me ha olvidado la imagen de televisión del 30 de septiembre de 2000 del adolescente Muhammad al-Durrah, guareciéndose tras su padre para protegerse de las balas del fuego cruzado entre soldados israelíes y combatientes palestinos. Finalmente murió tiroteado, a los 12 años de edad. Será muy lamentable, pero me temo que imágenes y fotos como éstas se volverán a tomar muchas veces en Oriente Próximo.


 

PD. El público debería volver a ver el documental Nacido en Gaza, del reportero Hernán Zin, estrenado en 2014, tras la sangrienta ofensiva israelí sobre Gaza de ese verano. Hubo 2.205 muertos palestinos, de los cuales 1.563 civiles, de estos 538 menores de edad. Recoge opiniones de niños palestinos que hablan sobre su tragedia cotidiana y los horrores que acaban de vivir. ¿Qué habrá sido de ellos? ¿Se habrá unido alguno a Hamás? Sin duda, este documental ayuda a entender la situación de Oriente Próximo y constatar que Gaza, objeto de un cerco absoluto, es un infierno de hacinamiento y violencia, donde malviven dos millones de palestinos, de los cuales el 40 % tiene menos de 15 años y más de la mitad es pobre de solemnidad. En el momento presente, como si de un asedio medieval se tratara, se impide que el agua, los alimentos, las medicinas y el combustible lleguen a los 2,3 millones de habitantes de la Franja.


 

11 octubre 2023

Los nostálgicos

Julio Sánchez Mingo

 

Bandera de España. I República.

 

Cuando yo nací, hacía veintidos años que el dictador, Primo de Rivera, había dimitido y se había exiliado en París. Su ejército le había dado la espalda y su rey, Alfonso XIII, otro Borbón felón, le había hecho la cama. En sus últimos tiempos de poder, según Miguel Maura —autor de la excelente crónica Así cayó Alfonso XIII—, repetía la frase: "A mí no me borbonea nadie", cansado de los movimientos del monarca en su contra. La diabetes lo devoró y, a las seis semanas de su llegada a la capital francesa, falleció.

De chaval, en casa, oía hablar de la dictadura del jerezano y me parecía que se referían a algo muy lejano, a un pasado muy remoto. Mis padres la habían sufrido de niños y eran adolescentes cuando el espadón desapareció de la escena política. La República sí estaba viva y cercana para ellos, que vieron rota su juventud con el estallido de la Guerra Civil. Entonces, no habían cumplido ni los veinte.

Yo entiendo que haya gente conservadora y muy conservadora, de derechas y de ultraderecha, progresista y muy progresista, de izquierdas o de extrema izquierda, pero no comprendo la utilización que hacen de la parafernalia asociada a tiempos más que pasados, a la reivindicación de personajes que no conocieron vivos, sobre los que simplemente han recibido algún testimonio oral o han leído algunas líneas. Son los nostálgicos, que pretenden retrotraernos al pasado y que, paradójicamente, en su día a día viven de una forma muy actual, muy acorde a los tiempos, con las nuevas costumbres sociales muy asimiladas y las nuevas tecnologías incorporadas a sus hábitos. ¿Hay coherencia en su pensamiento? ¿Y en su comportamiento? ¿Por qué sus ideas anacrónicas?

Un chaval que tuviera diez años el 20 de noviembre de 1975 es ahora casi sexagenario. Me llama la atención que en las manifestaciones y concentraciones de la ultraderecha abunda la gente joven, siendo minoría los viejos exaltados. ¿Cómo se puede ser nostálgico de algo que no se ha vivido plenamente? Por el contrario, cuando aparece una bandera morada republicana, los que llevan la voz cantante son, básicamente, ancianos.

Cruje que en los últimos años se llenen los juzgados de recursos contra la retirada de estatuas, nombres de calles y simbología del dictador gallego y su régimen y contra las exhumaciones para que otros reciban los restos de sus seres queridos. Se convocan premios literarios muy bien dotados para glosar la figura del que a su vez le hizo la cama a Alfonso XIII y se llena la Red y otros medios de comunicación de apología de personajes y sucesos deplorables. Todo muy bien engrasado económicamente.

Del pasado hay que aprender pero reivindicar sus hechos, iconografía, actitudes y personajes no nos lleva a ninguna parte. El día menos pensado pretenderán elevar a los altares a los Reyes Católicos o al aguerrido Mío Cid — Meu Sidi, mi señor en lengua mozárabe, del árabe andalusí Sidi, señor—. De lo que se trata es de mejorar y que el bienestar alcance al mayor número de personas posible. Pero entran en escena el egoísmo y los intereses espurios, que consciente, o incluso inconscientemente –hay mucha gente que no ve más allá de sus narices o es fácilmente manipulable—, se disfrazan de ideología política. Por otra parte, cuando huele a dinero, poder, es curioso ver como los enemigos acérrimos se reconcilian o se alían renunciando a sus tan cacareados postulados.

Por cierto, para reclamar el sistema republicano yo no utilizaría el color morado sino los colores de la Primera República. Hay que ser auténticos y... puestos a ser nostálgicos...

 

06 octubre 2023

El terremoto, Lola y yo

Clementina Cruz

 

Lola sesteando al sol en su terraza, un mes después del suceso narrado. J. S. M.


En el verano de 2017, empecé a trabajar en Ciudad de México con una familia constituida por un matrimonio joven y su hermosa hijita, de tan solo ocho meses de edad. Con ellos vivía, como una más de la familia, Lola, su mascota, que era muy querida por sus amos. Conmigo no era tan cercana y se mostraba bastante huraña. Tampoco yo estaba acostumbrada a convivir con un perro.

Pero el destino nos tenía algo reservado. El martes 19 de septiembre de ese mismo año estaba transcurriendo como cualquier otro día. Pero, a las 13:14, un sismo de magnitud 7.1 azo la gran ciudad, con una duración de 90 interminables segundos. Las fuertes sacudidas nos sorprendieron a Lola tomando el sol en la terraza, como siempre hacía, y a mí en la cocina. Aquel ático en una séptima planta no dejaba de moverse. Su fachada lateral golpeaba estruendosamente la de la finca colindante, separadas unos veinticinco centímetros. La frecuencia de oscilación de los dos edificios no estaba sincronizada y, posiblemente, no era la misma. Yo casi no podía sostenerme. Como pude, salí a la terraza. Al ver y escuchar lo que sucedía, el pánico me invadió. Me senté en el suelo y me recargué contra la pared, cuando vi que Lola iba de un lado a otro, tampoco podía mantenerse en pie y estaba aterrorizada. Fui a gatas a por ella y regresamos a guarecernos al mismo lugar, a cielo abierto. La abracé y le pedí a Dios, pues estábamos en sus manos. Cuando terminaron los temblores, abandonamos el edificio y contemplamos cómo el caos se había apoderado de las calles.

A partir de ese día Lola y yo conectamos de una manera muy especial. Se volvió dócil conmigo y mi forma de relacionarme con ella cambió. Hasta me hacía fiestas cuando yo regresaba de descansar los fines de semana. La lección que aprendí de este suceso es que los perros son los seres más agradecidos que existen. Podría decir más: a un humano, por el hecho de serlo, se le olvida en muchas ocasiones algo que hiciste por él. Lola y yo estuvimos juntas en el momento más difícil de nuestras vidas y ello quedará grabado en mi memoria para siempre.

Nota del editor. El terremoto dejó un saldo de 369 muertos, la mayoría en la capital del país, donde 228 personas fallecieron. Cuarenta y nueve de ellas en el edificio de Álvaro Obregón, 286, en Roma Norte, perteneciente a la alcaldía Cuauhtémoc, de acuerdo con las cifras oficiales publicadas por el gobierno mexicano. Coincidió con el aniversario del temblor de 1985, que fue mucho mas mortífero y devastador. Las características del subsuelo de Ciudad de México, construida sobre el fondo fangoso del lago de Texcoco, amplifica las ondas sísmicas, especialmente en las colonias Roma y Condesa.

07-10-2023 Un terremoto de magnitud 6,0, con epicentro en Oaxaca, estado del sur mexicano, sacudió diferentes zonas del país y activó este viernes la alerta sísmica en Ciudad de México. El Servicio Sismológico Nacional (SSN), que de manera preliminar había fijado la magnitud del evento  en 6,3, situó el epicentro a 12 kilómetros al noroeste de Matías Romero, Oaxaca. Se produjo a las 23:06, hora local (07:06 de Madrid ). Cuando empezaron a sonar las alarmas, Lola salió disparada a la terraza. Su amita Helena, de casi siete años de edad, se comportó como una valiente.