De cursis, bocazas y tiralevitas
Julio Sánchez Mingo
J. S. M. |
La semana pasada leí en el periódico que los dirigentes de la región y el metro de Madrid van a cambiar el nombre de la estación de Atocha-RENFE —algo obligado por el fin del monopolio ferroviario de esta compañía— por la pomposa y absurda denominación de Atocha-Constitución del 78. Una peregrina ocurrencia que los retrata certeramente. Con mucho criterio y sentido común, una lectora comentó al pie de la noticia del cambio de denominación de la parada de metro: "... pero a estos piernas mas le valdría respetarla que llenarse la boca mencionándola".
No se dan cuenta de que los nombres de las estaciones de un metropolitano deben simplemente reflejar su emplazamiento, sin más gollerías ni cursiladas. Pero les puede su esencia, su tendencia a la adulación, el llenarse la boca con frases vacías y conceptos inoportunos. Qué fácil y sencillo hubiera sido Estación de Atocha. Al anunciar el cambio, Aguado, el vicepresidente regional, declaró —me parecía estar escuchando al inquilino de El Pardo— que el cambio responde a “una deuda pendiente con uno de los momentos más importantes de nuestra historia", como homenaje a “la garante de la convivencia entre españoles durante los últimos 40 años". La controvertida Constitución de 1978, tan obsoleta en demasiados aspectos, técnicamente muy floja, que tantas críticas suscita y que los responsables políticos muchas veces se cuidan muy mucho de no cumplir y tantas otras utilizan como arma arrojadiza, según les cuadre. Los de Colón se han apropiado de la bandera y ahora quieren hacer lo mismo con la Ley Fundamental. Hay que señalar que los muñidores de la Transición, los padres de la Carta Magna, nos endilgaron la herencia maldita del dictador Franco, los Borbones, —con el Emérito a la cabeza, que nos ha salido rana— por miedo a la reacción de los militares y de los poderes fácticos. Y fueron capaces de escribir lo siguiente, que no sé si cuando lo hicieron estaban hasta las cachas de orujo o les pudo la deriva retórica propia de los políticos españoles, lo que en román paladino se dice charlatanería: "Artículo 47. Todos los españoles tienen derecho a disfrutar de una vivienda digna y adecuada. Los poderes públicos promoverán las condiciones necesarias y establecerán las normas pertinentes para hacer efectivo este derecho, regulando la utilización del suelo de acuerdo con el interés general para impedir la especulación. La comunidad participará en las plusvalías que genere la acción urbanística de los entes públicos". Es uno de los chocantes ejemplos que se pueden entresacar de tan denso y desigual texto.
La faceta aduladora de nuestros representantes y asimilados siempre queda de manifiesto en este negocio de renombrar vías, espacios, instalaciones, instituciones y edificios públicos. Y cada modificación nos cuesta un congo a los sufridos contribuyentes, que preferiríamos que contrataran enfermeras o profesores en lugar de imprimir rótulos y volvernos locos jugando al despiste con todos nosotros con sus absurdas e improcedentes adjudicaciones de nombres. El exceso de designaciones asociadas a la monarquía es empalagante: tenemos reyes, reinas, príncipes, princesas, infantes e infantas hasta en la sopa. Qué lección les dieron los vecinos de Valdebebas a los responsable municipales de Madrid cuando rechazaron, en votación, retitular el parque del barrio a mayor gloria de Felipe VI. Pero, con el cambio de gobierno municipal, los cobistas de turno, que se autoproclaman portavoces del sentir popular, lo han renombrado parque de Valdebebas-Felipe VI, pasándose la decisión ciudadana por el arco de triunfo. ¡Qué vergüenza! Qué fácil, bonito y ejemplo de evolución y desarrollo de un territorio hubiera sido llamar Universidad del Sur de Madrid a la Universidad Rey Juan Carlos. Pero, a estos insufribles aduladores les puede la tendencia irrefrenable de comportarse como unos perfectos pelotas, lameculos o tiralevitas, como le gustaba decir a mi padre y que a mí me sonaba a insulto del capitán Haddock, aunque no lo fuera. Parece mentira que a los objetos de su proceder no les hastíe tanto halago. Será porque la familia Borbón lleva siglos siendo festejada y no percibe lo negativo del caso. Les parece lo propio, lo natural. Han perdido el sentido de la realidad, como todos los dictadores, gobernantes, empresarios, capitostes, cualquier humano con poder rodeado de una camarilla de lagoteros. Precisamente esa universidad se ha convertido en el paradigma de esas prácticas de adulación y servilismo a los políticos madrileños, con un desenlace, por el momento, de película de risa, pues a algunas les ha salido el tiro por la culata. Se falsificaron notas, actas, se manipularon expedientes, se dio por presentado un trabajo de fin de carrera inexistente. Todo ello para beneficiar y congraciarse con la entonces delegada del gobierno en Madrid, la ínclita y déspota Cifuentes, la rubia del máster1, que al final tuvo que dimitir de su nuevo cargo de presidenta regional, porque alguien de su partido filtró unas imágenes suyas hurtando unos tarros de cremas de belleza en un supermercado. El asunto de las irregularidades académicas terminó en los tribunales y, como resultado, una de sus asesoras, una tal Feito, que presionaba al personal universitario para favorecer a su jefa, ha sido condenada a tres años de cárcel. Le ha salido caro el peloteo. Y, para mayor escarnio, la apasionada de los potingues milagrosos ha resultado absuelta, esquivando una posible pena de reclusión. Los magistrados han considerado que no existen pruebas suficientes para enchironarla, siendo como era la única que sacaba tajada de toda la trama.
—Dime cómo hablas y te diré quién eres— dice un refrán y Mateo añade: —Por sus hechos los conoceréis—. Estos políticos que tenemos en Madrid, elegidos por nosotros, aunque parezca mentira, deberían ser juzgados por sus actos, por sus logros. Los de la actual legislatura, que ya va para dos años, han sido incapaces de aprobar ni una sola ley, ni tan siquiera los presupuestos generales regionales. Bueno, hay una excepción. Contra la opinión de las agrupaciones médicas y los colectivos sanitarios, han levantado una nave industrial, llena de camas hospitalarias, a lo que han llamado hospital de emergencias. Iba a costar 50 millones de euros y ya llevan invertidos 150 millones, ¡una excelente gestión! Pero la ciudadanía, craso error por su parte, los valora por sus gestos, lo que hablan y lo que dicen. Siempre prometen, nunca cumplen. Pero no podemos argumentar que no sabemos de qué pie cojean, cómo son. Alardean de sus enredos y los escuchamos todos los días.
1 https://jsanchezmingo.blogspot.com/2018/04/larubia-del-master-sainetemoderno-en.html