29 abril 2022

Población civil: objetivo militar

Julio Sánchez Mingo

Mi reconocimiento al farero Anselmo Vilar, el héroe de La Desbandá

J. S. M.: Castello Angioino-Aragonese. Gaeta.

La guerra de Ucrania nos ha mostrado episodios tan execrables como los de Bucha hace unos días, en el óblast de Kiev, que hasta hace poco más de un cuarto de siglo pertenecía a Irpin, el suburbio de la capital, asediado, bombardeado, martirizado y casi tomado por el ejército ruso.

Como ahora para Putin, a lo largo de la historia la población civil ha sido un objetivo militar más, como lo fue para Franco, Mola y Yagüe en la guerra española del 36. Con ello se intenta aterrorizar a los paisanos inocentes, una estrategia bélica ensayada en Madrid, la primera ciudad europea bombardeaba por la aviación de forma constante, sin atacar a tropas o instalaciones militares. La casa de mi madre y su familia, en la calle Colón, sufrió el impacto de unos obuses que les obligó a evacuarla. Después vendrían Durango y Guernica, Coventry y Londres, Dresde y Hamburgo, Leningrado y Stalingrado, Vietnam y así tantos lugares hasta nuestros días, como el reciente caso de Alepo. Quieren conquistar pero en paralelo destruyen, aterrorizan y someten a los ciudadanos a todo tipo de violencias. Se trata de aniquilar a cualquiera que se oponga, aunque sea pacíficamente, a sus pretensiones. No olvidemos el bombardeo y el ametrallamiento al que fueron sometidos, por parte de los buques y la aviación insurgentes, miles de fugitivos de Málaga gran parte de ellos ancianos, mujeres y niños, en la carretera de Almería, en febrero de 1937, suceso conocido como La Desbandá, donde murieron del orden de 3.000 personas según las estimaciones del doctor canadiense Norman Bethune, que auxilió a los heridos con sus equipos de transfusión de sangre.

¿Y las represalias, cuando el ejecutor uniformado mira a su víctima a los ojos? Los efectivos de la columna de Yagüe, a lo largo de su avance hacia Madrid a través de Andalucía, Extremadura con parada en Badajoz para perpetrar la carnicería de la plaza de toros, y Talavera, fusilaba sin juicio a cualquier labrador que mostrara un moratón en el hombro, bajo la camisa, señal inequívoca de que se les había opuesto por la fuerza, luchando, de alguna manera, contra el invasor. Lo sucedido ahora en Bucha me ha traído a la memoria a dos siniestros personajes: Kappler y Reder. Herbert Kappler fue un oficial de las SS, adscrito a la Gestapo, que ejerció como jefe de la policía de la Roma ocupada por la Alemania nazi durante la II Guerra Mundial. Planificó las redadas que condujeron al arresto de 1.007 judíos italianos y su posterior deportación a campos de exterminio. Fue el organizador de la masacre de las Fosas Ardeatinas, donde fueron ejecutados fríamente 335 civiles a manos de su subordinado Erich Priebke y su pelotón, en respuesta a un ataque de la Resistencia italiana que se saldó con la muerte de 33 soldados alemanes. Al finalizar la contienda fue detenido y condenado a cadena perpetua. En lugar de ser internado en un módulo ordinario de la cárcel de Regina Coeli, disfrutó de una prisión de oro en el Castello Angioino-Aragonese de Gaeta, compartiendo estancias con Walter Reder, lugar que visité recientemente. Las autoridades alemanas de los 70 pidieron su liberación. Terminó fugándose a Alemania del hospital donde lo habían recluido para ser tratado de una afección cancerosa. Esas mismas autoridades no lo devolvieron a Italia a prisión, ¡al responsable de la masacre de las Fosas Ardeatinas! Un caso más en el que la política mancha el recuerdo de víctimas inocentes. Reder fue el líder de los efectivos de las SS que cometieron la matanza de Marzabotto, en las cercanías de Bolonia, donde fueron asesinados 770 habitantes de la zona, en represalia por las actividades de los partisanos.

¿Cuántos años tendrán que transcurrir para que monstruosidades de este calibre no vuelvan a repetirse sobre la faz de la tierra? ¿Hasta cuándo los autores intelectuales de estas estrategias y estas barbaridades serán ensalzados como héroes nacionales en lugar de ser procesados?

23 abril 2022

El descubrimiento de la muerte

Julio Sánchez Mingo

 

Desde el instante en que nacemos convivimos con la muerte, que nos ronda, nos acecha. Somos plenamente conscientes de nuestro destino fatal, de que nos abrazará en algún momento, pero procuramos obviarla, no pensar en ella, como si negáramos su existencia, considerándola una realidad muy lejana, casi ajena, como algo propio de ancianos. Llegará, pero falta mucho, tenemos la sensación de que no va con nosotros. Tanto es así que, como escribía la semana pasada Manuel Vicent, el primer terror que acoge a un niño apenas alcanza el uso de razón se produce cuando intuye que sus padres pueden un día dejar de existir. Sin embargo, esa criatura se siente inmortal.

Es omnipresente: en nuestra familia, en nuestro entorno de trabajo, no digamos en nuestra ciudad. Aparece reflejada todos los días en las noticias de los periódicos y la televisión, en lugares más o menos remotos, lejanos. Pasamos frente a un cementerio hay quien los evita y el sentimiento es de naturalidad, como si fuera un espacio ajeno a ella. Desaparece gente muy próxima, nuestros abuelos, algún compañero, nuestros padres... incluso de forma sorpresiva, adelantada. Sufrimos dolor por ello, pero no percibimos su cercanía, su proximidad y no pensamos en nuestra propia muerte.

Hasta que llega un día en que la descubrimos y adquiere certidumbre absoluta. Como castizamente solemos decir, le vemos las orejas al lobo. La ocasión, el motivo puede ser muy diverso: el fallecimiento de alguien pilar de nuestra vida, una enfermedad incurable o de mucha gravedad, una operación de gran riesgo —con su víspera de despedidas—, cumplir una cierta y crítica edad, un contexto de violencia extrema o de guerra, incluso la jubilación… Entonces afrontamos lo ineludible cara a cara, sabiendo que nuestros amaneceres están inexorablemente contados, que ya casi somos más de allá que de acá. Y nuestros valores cambian radicalmente y la espera, más o menos larga, se torna serena, como la de un nonagenario que se aproxima a los cien. Ya somos conocedores de su inmediatez.

PD. 04-06-2022. Muy interesante el artículo publicado en El País: https://elpais.com/opinion/2022-06-04/un-heroe-de-nuestro-tiempo.html

15 abril 2022

¡Cuánto nos cuesta!

Pedro Navazo

Ibrahim Abed

Un millón de niñitos se nos mueren de hambre 
y un silencio se duerme contemplándolos. 
Jorge Debravo, poeta costarricense (1938-1967).

 

Lunes, 6:30 horas: suena el despertador. Me levanto perezoso y la costumbre da paso a las rutinas de cada mañana: desayuno, ducha, aseo…

Salgo de casa de mal humor y subo al metro hacía el trabajo. Tomo asiento frente al ocupado por un señor con una revista en las manos. Preso aún del sueño el fin de semana ha sido duro no presto atención a la revista. El destino de mi viaje exige hacer transbordo y tomar otro tren: casualmente, el pasajero de la revista y yo bajamos en la misma parada. Pese a andar detrás de él por el andén, lo pierdo de vista entre el gentío existente a estas horas. Como si el destino lo hubiese programado, subo al segundo tren y vuelvo a colocarme, esta vez de pie, al lado del pasajero de la revista: bajamos nuevamente en la misma parada y subimos por las escaleras que dan acceso a la calle, otra vez a pocos metros de distancia. Y al fin me percato de la revista, El Semanal, así como de la noticia de la portada en letras grandes y negras: Tres millones de niños españoles son pobres…

Conclusión: ¡Cuánto nos cuesta darnos cuenta de la gravedad de lo que tenemos a nuestro alrededor!

07 abril 2022

ZIGIA 28

Julio Sánchez Mingo

Tengo un amigo y antiguo compañero de estudios que se llama Javier. Le llamábamos el Televisivo, porque creo que alguna vez había aparecido en TVE. Es una bellísima persona. Dos grandes tragedias han marcado su vida. La muerte en plena juventud de Mari Paz, su mujer, madre de sus hijos, su novia de toda la vida a la que todos conocimos en aquellos años de juventud, víctima de un sarcoma, y la desaparición en accidente de trabajo de Juan Luis, su socio, también compañero nuestro. Habían creado una empresa de ingeniería dedicada al movimiento de grandes cargas. En la central nuclear de Almaraz, se desplomó una estructura en la que estaba subido y cayó desde considerable altura, falleciendo en el acto. Durante algunas horas, Javier le había precedido en la misma tarea y en el mismo lugar y podía haber sido él el accidentado, pero la rueda de la fortuna decidió cebarse con nuestro común amigo y compañero. A raíz de la pérdida de Mari Paz, creó y dotó una fundación en su recuerdo, dedicada a la ayuda a enfermos de esa terrible dolencia y sus familiares y a incentivar la formación e investigación clínica sobre la misma. Yo animo a mis queridos lectores a colaborar con esta entidad.

Nuestro protagonista es un alma inquieta, dotada de una notable capacidad de emprendimiento. El año pasado recompró el edificio donde había transcurrido toda su infancia y juventud con sus padres, tíos, hermanos y primos y lo ha reconvertido en un centro cívico, ZIGIA 28. Se ha adaptado su uso de tal manera que, lo que fue cochera de camiones de la empresa de transportes familiar con su correspondiente taller mecánico y vivienda de todos ellos, ahora es un espacio dedicado a actividades culturales y afines. Cuenta con una sala de conferencias y actuaciones, una sala de ensayos insonorizada, dos salas de reuniones, terraza para actos, eventos y encuentros, una pequeña biblioteca y una cocina abierta para cursos, degustaciones y comidas privadas, todo ello dotado de los últimos adelantos tecnológicos. Desde aquí invito a los madrileños y visitantes a disfrutar de esta loable iniciativa privada y de todas las actividades que se irán programando en ella.

Javier, enhorabuena y muchas gracias por todo.

PD. Zigia, la del yugo, es el epíteto de Hera, que alude a su cualidad de presidir los matrimonios. Es el nombre de la calle donde está situado el centro, en su número 28. En el planeamiento urbano se llamó anteriormente de San Miguel e inicialmente de Ramón y Cajal.