El
espía italiano que amó a una española
Julio
Sánchez Mingo
A
Carlino, che dal cielo si prende cura di noi e ci mantiene collegati
Gianluigi
me
contó muy
someramente que su padre, Mario, participó en la II Guerra Mundial
en Gibraltar y su entorno como miembro del SIM, Servizio
Informazioni Militare
de las Fuerzas Armadas italianas —entonces sujetas al arbitrio del
dictador fascista Benito Amilcare Andrea Mussolini—. Habiendo sido
la conversación telefónica, me ofreció pocos detalles y yo tampoco
se los pedí.
Hace
un par de semanas, apareció en el periódico la reseña de El
italiano,
de Arturo Pérez-Reverte, que narra las andanzas bélicas en la bahía
de Algeciras de un buceador de combate transalpino, piloto de maiale,
su salvamento y acogida por una española y la historia de amor que
surge entre ambos.
—Maiali,
cerdos en lengua italiana, eran unos sumergibles de bolsillo de
desarrollo italiano, con forma de torpedo, llamados SLC, siluro
a lenta corsa,
de poco más de siete metros de eslora, utilizados durante aquella
conflagración mundial. Operados a horcajadas por dos tripulantes, se
introducían de soslayo en las bases navales enemigas para atacar sus
navíos, adosándoles al casco una carga explosiva de tritolital. Es
muy célebre la acción de guerra en la que, mediante el uso de estos
artefactos navales, en la rada de Alejandría, Luigi Durand de la
Penne y sus hombres hundieron los acorazados Valiant
y Queen
Elizabeth,
el destructor Jervis
y el petrolero Sagona.
Un total de seis combatientes dieron al traste con 80.000 toneladas
de acero.—
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Maiale. |
Le
envié a Gianluigi el artículo por teléfono y de inmediato, desde
Roma, donde se encontraba de viaje, me respondió con un mensaje de
voz en italiano que decía: "Ya lo he comprado. No te voy a
negar que con sólo leer la contraportada me he emocionado. Me ha
parecido vivir una historia ya escuchada. Gracias".
Retomamos
aquella conversación telefónica comiendo juntos en un restaurante,
nido de espías en el Madrid de la primera posguerra, a espaldas del
Congreso.
Lamentablemente
no es ni sombra de lo que fue, tanto en lo que respecta al servicio
como en lo referente a la cocina. Lo
que se expone a continuación es un resumen, más o menos ordenado,
de lo que el locuaz Gianluigi me narró y de la documentación que me
proporcionó.
Mario
había nacido en Nápoles en 1917, hijo de Luigi —el bebé
protagonista del relato El
torno,
aparecido en estas páginas, que llegó a comisario de policía—.
En 1940 estudiaba lenguas extranjeras en el Regio
Istituto Superiore Orientale
de Nápoles, germen de la actual Universidad de Nápoles L'Orientale.
Ese año Victor Manuel III de Saboya, rey de Italia, que en 1922
había aupado al poder como presidente del Gobierno al Duce
Mussolini tras la Marcha sobre Roma, declaró la guerra a Francia y
Reino Unido, alineándose con la Alemania nazi de Hitler, por lo que
nuestro futuro espía fue llamado a filas como marinero de reemplazo.
|
Mario con uniforme de marinero de la Regia Marina.
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Gracias
a su cualificación, realizó el curso de ascenso a suboficial de
complemento, siendo promovido a segundo jefe de señales y destinado
como responsable del faro de Capo Mele, en la provincia de Savona, en
el límite oeste del golfo de Génova. Su conocimiento de idiomas y
la experiencia adquirida en la observación y reconocimiento de
buques y el envío, recepción, encriptado y desencriptado de
mensajes luminosos, hizo que al cabo de poco tiempo fuera encuadrado
en el citado SIM y enviado como agente al Campo de Gibraltar. En la
guerra las órdenes son taxativas y los sentimientos y deseos
personales no cuentan. Su misión fundamental era controlar los
movimientos en el Estrecho y la bahía de Algeciras de los navíos de
guerra británicos y sus barcos de suministro y dar soporte a la
legendaria X
Flottiglia MAS
(Memento
audere semper,
del lema creado por D'Annunzio)
en sus incursiones de combate contra las unidades enemigas.
—Esta
agrupación naval operaba de tres formas distintas: 1)
mediante
barchini,
Motoscafo
Turismo Modificato,
MTM,
lanchas
de recreo modificadas cargadas de explosivo
(como en Suda, Creta,
donde hundieron el crucero pesado York, un transporte y un
petrolero);
2)
aproximación
con maiali,
que
podían trasladar 300 kg de tritolital y hundir un acorazado, como
se ha descrito más arriba;
3)
con la
infiltración de buceadores de combate, los Grupos
Gamma,
que
adosaban
unas bombas lapa que llamaban mignatte,
cimici o bauletti,
a las embarcaciones más vulnerables. Un hombre rana por sus propios
medios es incapaz de acarrear la cantidad necesaria de explosivos
para hundir un buque de guerra, por poco blindado que esté, pero sí
puede colocar pequeñas minas, de apenas medio kilo de peso, que son
letales para un mercante o un pasaje. Atravesaban de noche la bahía
de Algeciras hasta el lugar de atraque o fondeo del objetivo y
regresaban a continuación al punto de partida. ¡Nadando! Eran
auténticos atletas—.
|
Barchino. |
El
lugar de referencia de Mario en el Campo de Gibraltar era Villa
Carmela, una casa de campo alquilada por los italianos, situada en el
municipio de San Roque, en un alto cercano a la playa de Puente
Mayorga, que servía de punto de observación y de base de apoyo
logístico para los Grupos Gamma y los maiali,
cuyo ensamblaje final, en la segunda fase de su existencia operativa,
a partir de diciembre de 1942,
se realizó en el Olterra.
—Inicialmente
los SLC eran transportados en el submarino Scirè
hasta el mismo teatro de operaciones de la bahía de Algeciras,
siendo botados en el momento de entrar en acción. Desde el verano de
1940, el tanquero italiano Olterra,
de 4.995 toneladas, yacía
varado en las proximidades de dicha playa, con parte de su
tripulación civil a bordo. A principios de 1942, la Regia
Marina
decidió utilizarlo como base secreta de los maiali.
Con este objetivo fue reflotado y trasladado al puerto de Algeciras,
quedando atracado en el muelle del Dique Norte. Una vez sustituidos
sus marinos mercantes
por una dotación militar, fue acondicionado para el ensamblaje y
estiba en su interior de los SLC, para lo que se le abrió un
portalón en un costado del casco, en la obra viva, bajo la línea de
flotación, por donde de noche cargaban partes y piezas suministradas
desde un submarino y se botaban los propios torpedos tripulados, una
vez listos para el combate—.
Mario,
para recabar información o controlar movimientos de tropas y
embarcaciones, atravesaba el estrecho en barca hasta la costa
africana disfrazado de pescador bereber, con la falsa identidad de
Mohamed Benahmen Faxi, o pasaba a Gibraltar con pasaporte español
manipulado y deambulaba por la misma calle Real. También disponía
de un uniforme militar español. Era capaz, incluso de noche, de
reconocer un cierto navío por su silueta y siempre se quejó de
pérdida de vista tras tantas horas de vigilancia nocturna tras el
catalejo o los prismáticos. Su vida estaba sometida a una gran
tensión. Cuando un espía es capturado, es fusilado de inmediato.
Los tripulantes de maiale
apresados, como soldados que eran, fueron considerados prisioneros de
guerra y tratados como tales. Mario y sus compañeros trabajaban
coordinados con los agentes alemanes, poco presentes en la zona, que
no participaban en el apoyo a las acciones militares de los italianos
y cuyo único interés era servir de ojos a los submarinos de la
Kriegsmarine
en sus incursiones por el Mediterráneo.
El
24 de julio de 1943, el Gran Consejo Fascista pide a Victor Manuel
III la destitución de Mussolini, que es aceptada. El dictador es
detenido, trasladado inicialmente a la isla de Ponza y después a La
Maddalena. Con posterioridad es recluido en un hotel de montaña en
el Gran Sasso. Italia firma el armisticio con las potencias aliadas
el 8 de septiembre y el día 12 de ese mismo mes el Duce
es liberado por
paracaidistas de la Luftwaffe
y miembros de las SS
y llevado a Alemania,
donde se entrevista con Hitler.
El 25,
también de septiembre, proclama
la República
Social Italiana, RSI. Los alemanes invaden el norte de Italia y
ocupan Roma, de donde previamente ha huido el Saboya. Se desencadena
la guerra civil. El rey declara la guerra al estado nazi el 13 de
octubre.
Las
noticias y órdenes
de Italia llegan
a Algeciras y el Campo de Gibraltar
con
retraso y son confusas e incluso contradictorias. Mario se plantea
qué hacer. De momento cumple con los dictados de la RSI y
contemporiza con los alemanes allí destacados, que en seguida
empiezan a desconfiar de él por
ser
italiano. En
una ocasión, queriendo simultanear diversión y obligaciones y
tratando de obtener información de la situación real en Italia tras
la caída
de Mussolini, se aproximó a una eficiente espía alemana, una joven
marroquí, a la que una noche invitó a bailar. Salió trasquilado y
sangrando abundantemente: fue a besarla y la chica le mordió la
lengua. Tras
unos meses de incertidumbre, a la vista de los desmanes que la
Wehrmacht y la SS
estaban cometiendo en su país, decide escapar y volver a Nápoles,
a casa, por vía terrestre, pues resultaba imposible acceder a un
transporte marítimo. Todo un reto pues debía atravesar España, un
país movilizado militarmente con un régimen policial, la Francia
ocupada, el estado títere de Vichy, y la Italia sometida por los
alemanes, con los estadounidenses atrincherados al norte de Nápoles.
Era un miembro de la Regia
Marina,
que para unos era un traidor y para otros un desertor y un enemigo.
Es fácil imaginar que sus recursos económicos eran escasísimos.
En
su odisea, llega a Madrid y se aloja en una pensión, a primeros de
1944. En una sala de baile conoce a Rafaela. Al día siguiente ésta
le presenta en Callao a su hermana Joaquina, la protagonista femenina
de esta historia. Habían acudido a una zapatería con otra amiga y
Mario se incorporó al grupo con un conocido suyo. Desde ese momento
empezó a acompañarla a todas partes, a pasear por la Castellana, a
sentarse en un banco de la plaza de la Villa de París o ir al cine.
Al principio de su relación, nuestro espía también intentó
abrazar y besar a su futura mujer. A cambio recibió una sonora
bofetada. Definitivamente no era 007, ante el que todas las mujeres
se rendían en el primer encuentro. Las hermanas vivían en Santo
Tomé, con su padre, José Ramírez. Su madre había muerto en enero
de 1942, rota por el dolor de desconocer el paradero de su hijo
Antonio, al que había visto por última vez cuando el joven se
dirigía al frente naval del Cantábrico, a embarcar en un
destructor. Supieron por tres cartas suyas que había huido a Francia
con la debacle del ejército republicano, siendo internado en un
campo de concentración francés, donde solicitó asilo político, y
transferido posteriormente por los alemanes al Stalag VIII-C y de ahí
a Mauthausen. En la última de las misivas les decía que estaba en
Gusen. Años después la Cruz Roja Francesa les confirmó que su hijo
y hermano había fallecido a resultas de una colitis contraída por
ingerir alimento en mal estado. Era uno de los métodos de exterminio
en Mauthausen-Gusen. Luigi, el padre de Mario, también murió de
pena y sufrimiento por la pérdida de su hijo Giovanni, en un
incidente en el que éste intentó proteger a su hija adolescente del
acoso de unos militares estadounidenses.
Mario
quedó bloqueado en Madrid. Por una parte estaba agotando el dinero
que apenas le llegaba ya para pagar el alojamiento. Por otra, el
miedo de volver a Italia, dada su situación de colaborador primero y
de desertor después de la RSI, lo atenazaba. Habían visto en el
NO-DO las imágenes de los cuerpos lacerados y vejados de Mussolini,
Claretta Petacci y otros jerarcas fascistas, colgados de los pies,
cabeza abajo, de la marquesina de una gasolinera en piazzale
Loreto de Milán. La situación se hizo tan extrema que Ángel, su
futuro cuñado, pidió a su padre que lo ayudara, con el argumento de
que debía socorrer al italiano igual que a él le gustaría que
hicieran con su desaparecido hijo Antonio. En una primera etapa fue
acogido en casa de los Ramírez, donde comía y dormía en la
habitación de Ángel. Al cabo del tiempo, como en Madrid era
imposible encontrar trabajo para un extranjero, por sugerencia de
unos futuros cuñados, se mudó a El Barco de Ávila, donde, en una
casa alquilada, montó un aula, con una enorme pizarra, para dar
clases de refuerzo y recuperación a los niños del pueblo. Le iba
bien y empezó a ganar su dinerito, tanto es así que planteó a
Joaquina casarse. Finalmente, a pesar de la oposición de don José,
que había tenido un fuerte encontronazo con su futuro yerno, el
viernes 7 de diciembre de 1945 se desposaron en la iglesia de Santa
Bárbara, en las Salesas. Ella, guapísima, con el vestido de novia
que le había prestado su cuñada Mercedes.
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Joaquina y Mario, el día de su boda.
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En
aquellos años de posguerra, las familias carecían de recursos y las
mujeres dieron sobradas muestras de valor, tenacidad, abnegación y
trabajo. Mi madre cortó y cosió
su
propio vestido nupcial,
ayudada por su hermana Paz.
El padre de Joaquina, por ser ésta menor de edad, hubo de resignarse
y firmar autorizando el matrimonio de su hija, aunque no asistió a
la ceremonia. En el camino en tren hacia Barco, donde se
establecieron, fueron retenidos por la Guardia Civil, pues no creían
que estuvieran casados, dada la juventud de ella y la poca edad que
aparentaba.
Al
desertar de la RSI a finales de 1943, Mario había sufrido la pérdida
de grado, emolumentos y otros derechos. Por otra parte, a raíz de la
amnistía Togliatti de 22 de junio de 1946, los colaboradores de la
república de Salò quedaron libres de cargos. Ello les abrió las
puertas a viajar a Italia para visitar a su familia, cosa que
hicieron. En Nápoles encontraron una ciudad destrozada por la
guerra, con multitud de casas derrumbadas por los bombardeos, entre
cuyas ruinas las ratas escarbaban frenéticamente y se paseaban de
forma ostentosa las prostitutas que ofrecían sus servicios a los
ocupantes, imberbes soldaditos del Medio Oeste.
De
Barco regresaron a Madrid donde montó un negocio de fabricación y
venta de rosarios y otros artículos religiosos, que montaban con
piedras y perlas importadas de Italia. Algo muy apropiado en la
España nacionalcatólica de la época. Ello le obligaba a recorrer
el país a lomos de su Vespa.
Años
después, el osado espía fue capaz de recorrer varias veces en viaje
de negocios el trayecto Madrid-Nápoles, ida y y vuelta, montado en
su scooter,
con su hijo Gianluigi abrazado a sus espaldas. Para hacernos una idea
de lo que esto suponía, valga señalar que, por aquel entonces, gran
parte del trazado de la carretera de La Coruña entre Madrid y
Tordesillas estaba adoquinado. ¡Qué no sería llegar hasta la
ciudad partenopea!
En
1962 Joaquina y Mario con sus hijos fueron a disfrutar de las
vacaciones estivales a Nápoles. Allí nuestra pareja, ante una
oferta de trabajo para él, que a la larga resultaría un fiasco,
decidió no regresar a Madrid. Una vez solucionados, tras mucho
papeleo y reclamaciones, sus problemas administrativos y legales,
Mario fue reconocido como veterano de guerra, lo que le permitió
optar a la plaza de secretario de la Escuela Media de Casavatore.
Falleció
en 1992. Joaquina lo acompañó en 2017. Su vida es un ejemplo de
devoción y apoyo a su marido y a sus hijos.
Él
amaba tanto Italia como España y siempre que estaba en una añoraba
la otra. Decía: "Para mí Italia es mi madre y España mi
mujer".
Mario
Genovese fue un excelente espía. Quizá por ello no ha dejado rastro
en la abundante literatura existente sobre los agentes secretos de la
II Guerra Mundial.
PD.
El lector interesado en los temas mencionados en esta narración
puede profundizar fácilmente en ellos. La bibliografía es muy
extensa y sencillas búsquedas en Internet ofrecen óptimos
resultados. Igualmente, se recomiendan las películas La
donna che venne dal mare, Espionaje submarino en
español,
(1957), de Francesco De Robertis, con Vittorio De Sica y Sandra Milo,
sobre las peripecias del Olterra, los submarinistas italianos y el
espionaje en Gibraltar, y El
enemigo silencioso
(1958), de William Fairchild, con Laurence Harvey, ambas disponibles
en las plataformas habituales.