El caravaggio de
Ansorena
Julio Sánchez
Mingo
A María Blanco
Conde y a los compinches que me rodeaban en sexto de Bachillerato, cuando Lostau nos hablaba del
tenebrismo
de Merisi —al
que llamábamos Escarabajo—,
de la U velazqueña y de la perspectiva aérea del sevillano
Viernes, 23 de
abril de 2021
¿Fallo clamoroso
propio de un becario o jugada de zorros desbaratada por la codicia de
tanta gente? No lo sabremos. El caso del presunto caravaggio, que la
casa Ansorena, en la calle de Alcalá, junto al palacio de
Comunicaciones, iba a haber subastado el pasado jueves 8 de abril, ha
conmocionado el mundo del Arte. No es para menos. No todos los días
aparece una pintura inicialmente atribuida al círculo de Ribera, lo
Spagnoletto,
con un precio de salida de 1.500 euros, y que, de pronto, expertos de
acreditado prestigio avalen la autoría de Michelangelo Merisi,
Caravaggio, y casas de antigüedades, intermediarios y galeristas
enloquezcan, dispuestos a pagar decenas de millones de euros por la
tela. ¡La operación de su vida! Hay que reseñar que el artista
murió joven y, por tanto, su producción reconocida es muy escasa. Hasta que lo reivindicó el historiador del Arte Roberto Longhi, a mediados del siglo XX, no fue un pintor especialmente apreciado y considerado uno de los grandes maestros.
Se trata de una
apasionante historia, con un final que se dilatará demasiado en el
tiempo. Se mezclan el lujo de anticuarios de postín, galerías y
grandes firmas de subastas, los ahora desvelados propietarios de la
pieza, potentados coleccionistas, historiadores, profesores y
críticos de Arte variopintos, grandes museos, los políticos del
ministerio de Cultura y la comunidad de Madrid, y multitud de
intermediarios de variada ralea, que estaban todos dispuestos a sacar
tajada, cuanto mayor, mejor. Y, obviamente, muchas verdades a medias
y muchos silencios obligados. También egos y mucha vanidad.
Al parecer, desde
mediados de marzo, se venía rumiando en ese mundillo que Ansorena
había sacado a licitación, por un precio irrisorio, un óleo que
podía ser un Ecce
Homo
de Caravaggio, a pesar de que en el catálogo de su subasta 409 de
primavera apareciera como una obra del círculo de Ribera, con número
de lote 229, con el título de La
coronación de espinas. Se ha
afirmado que Ansorena estuvo sin experto catalogador de arte barroco
hasta enero, pues el que habitualmente realiza este trabajo estaba de
baja por paternidad.
Las primeras
ofertas llegaron el 18 de marzo, dándose el pistoletazo de salida de
la carrera por conseguir la pintura. El anticuario Nicolás Cortés
ofreció un millón y medio de euros, dos coleccionistas italianos
tres y seis millones, respectivamente, y los afamados galeristas y
expertos en antigüedades italianos Robilant+Voena, apoyados por el
marchante Fabrizio Moretti, elevaron la propuesta
hasta los 23 millones de euros. Según opinión generalizada, en el
mercado libre internacional se podrían haber alcanzado los 150
millones. Hasta el inefable Vittorio Sgarbi hizo acto de presencia
mediática. Se trata de un polémico personaje, alcalde de Sutri,
diputado, crítico de arte controvertido, exaltado tertuliano
televisivo, director teatral, político chaquetero, involucrado en
mil peleas y querellas. Según se ha sabido, el artista e intermediario lucano Antonello di Pinto avisó a un anticuario de la
existencia de un cuadro de Mattia Preti, seguidor de Caravaggio.
Pinto también recurrió a él para recabar su opinión sobre la autoría. Le envió
una imagen de la obra y, al verla, Sgarbi juzgó que se trataba de un
caravaggio,
por lo que planeó
llevarlo a Italia. El anticuario planeaba
comprarlo por cientos de miles de euros, pero todo se desbarató con
la retirada del lote de la subasta —según
Ansorena de acuerdo con los propietarios y para proceder a su
estudio—
y su inmediata declaración como inexportable por parte de la Junta
de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes del Patrimonio
Histórico y su posterior clasificación como BIC, Bien de Interés
Cultural, hechos ambos que dificultan enormemente su
movimiento y comercialización.
En un informe del Prado que acompaña la correspondiente resolución
administrativa, se resalta la alta calidad de la obra, se trate o no
de un caravaggio.
¿Pretendían todos
ellos una exportación ilegal, como ha insinuado Manuela Mena, al
afirmar que se trataba de una venta en
silencio
y que el secreto del mercado se violó en algún momento?
Mena fue, hasta su reciente jubilación, conservadora, y también
subdirectora durante una larga etapa, del museo del Prado. La ley
española de Patrimonio obliga a declarar la venta al extranjero de
cualquier obra con una antigüedad superior a cien años y solicitar
permiso de exportación. ¡La cántara de leche se había roto!
Todo tomó gran
relevancia mediática con la irrupción en escena de Maria Cristina
Terzaghi, una de las más acreditadas especialistas en Caravaggio,
profesora de la Universidad Roma Tre, quien, a petición de un
coleccionista cuya identidad no ha querido desvelar y consultada por
su amigo David García Cueto, jefe del departamento de Pintura
Italiana y Francesa hasta 1800 del Prado, viajó a Madrid, donde
coincidió con Marco Voena, para inspeccionar el lienzo, muy sucio y
en un estado de conservación mediocre. Previamente, ella había
recibido una fotografía por WhatsApp de unos amigos anticuarios y
había comentado el caso con el profesor de Historia del Arte Moderno
de Nápoles, Stefano Causa, que también había sido puesto en
alerta. En un artículo publicado en el diario italiano La Repubblica
de 8 de abril, Terzaghi amplía estos detalles y ofrece otros
pormenores sobre las razones de su positiva atribución a Caravaggio,
especialmente una pincelada suelta y rápida, el porqué descarta
otras autorías, como la de Battistello, y un resumen documentado de las distintas hipótesis sobre la trayectoria seguida por la pintura desde su creación.
La polémica no
falta en la adjudicación de la factura de este Ecce
Homo.
José Riello, profesor de la Universidad Autónoma de Madrid, opina
que es obra de un aventajado seguidor de Merisi. De igual parecer es
Nicola Spinosa, que fue director del museo de Capodimonte de Nápoles,
gran estudioso de la pintura napolitana del siglo XVII y del propio
Ribera. A su juicio, el óleo es de un caravaggiesco de alta calidad,
pero, desde luego, no de Ribera. Antonio Vannugli, especialista en
coleccionismo español de arte italiano de la Edad Moderna, no cree
que la pieza de Madrid sea de Caravaggio. Considera que se trata de
un cuadro napolitano, propio de los pintores que trabajaron con el
Pio
Monte della Misericordia —institución
benéfica fundada en 1602 y propietaria de varios lienzos de Merisi—
como Filippo Vitale o Giovanni Battista Caracciolo.
En las casas de
subastas madrileñas, la catalogación de las obras que salen a puja
la realizan habitualmente jóvenes licenciados en Historia
del Arte.
Se enfrentan al estresante trabajo de preparar en muy poco tiempo un
catálogo con centenares de referencias. Por ello, no es difícil que
se les escape el verdadero valor y la correcta asignación de una
obra de arte señera, máxime si está muy sucia y en un estado de
conservación lamentable. Es muy fácil criticar la labor de estos
profesionales, especialmente cuando se es un experto que lleva
cuarenta años viendo solamente pinturas de, por ejemplo Ribera, que,
lógicamente, no pierde detalle, por nimio que sea. Es natural que el
origen de este descubrimiento caravaggesco se sitúe en Italia, donde
abundan los estudiosos del pintor milanés y los anticuarios y
galeristas interesados en sus creaciones.
Imagino a los
hermanos Mato, propietarios de Ansorena, mientras han estado en el
ojo del huracán, capeando el temporal, sometidos a presiones enormes
ejercidas desde todas partes, rodeados por amigos y enemigos,
colaboradores y competidores, acosados por la prensa, tratando de
optimizar su beneficio y que el supuesto desliz en la atribución de
la obra no dañe el prestigio de su negocio.
Esta semana se supo
que la familia Pérez de Castro Méndez, responsables de la escuela
de diseño y moda IADE, de la calle Claudio Coello, es la propietaria
del supuesto caravaggio. Para gestionar de manera directa su estudio
y análisis, limpieza y restauración y cualquier otro asunto
relativo al cuadro, han contratado a Jorge Coll, codirector de
Colnaghi —una
de las firmas de antigüedades más importantes del mundo—,
que
hasta hace poco ha sido socio,
precisamente,
de Nicolás Cortés.
Hace una semanas,
Isabel Mateo, del CSIC, investigadora de pintura española del siglo
XVI y del Bosco, relató que hace bastantes años había visto la
tela en un piso del barrio de Salamanca de Madrid, donde había
acudido a una merienda, requerida por una amiga para que opinara
sobre su autoría, a petición de las propietarias de la vivienda,
dos hermanas mayores, no coleccionistas. La pieza, que colgaba en el
salón, era herencia de familia. Mateo les precisó que dudaba de que
fuera un ribera, pues carecía de las características y técnica
propias del pintor de Játiva, puntualizándoles que no era una
experta en pintura barroca.
Al haber sido
declarada la obra BIC, los propietarios se enfrentan a una etapa de
quebraderos de cabeza, servidumbres y, posiblemente, considerables
gastos. A pesar de que la tela fuera clasificada como inexportable,
¿no les hubiera resultado más conveniente haber seguido adelante
con la subasta o, en su defecto, efectuado una jugosa venta privada?
¿Merece la pena sufrir todo el proceso oficial de autentificación,
limpieza y posible restauración, con tantas negociaciones,
incertidumbres y tensiones? Por de pronto han tenido que contratar
los servicios de Colnaghi. Qué contraste: de una apacible merienda
de señoras a estar pendientes de reuniones a cara de perro, trufadas
de sonrisas, en la Casa de las Siete Chimeneas.
Espero que algún
día el cuadro cuelgue en el museo del Prado, ya sea como un
caravaggio o como la obra de un aventajado discípulo del pintor
muerto en Porto Ercole, mi viejo conocido Escarabajo.
Sábado, 24 de abril de 2021
TVE Informe semanal
https://www.rtve.es/alacarta/videos/informe-semanal/claroscuros-lote-229/5887570/
Domingo, 25 de
abril de 2021
Adenda I
Las últimas
noticias
fidedignas
sobre el caso del caravaggio de Ansorena provienen del caserón de la
calle de Alcalá, antiguo
palacio de Goyeneche, donde
radica la Academia de Bellas Artes de San Fernando. Según un
comunicado de esta institución, el lienzo,
ahora objeto
de tanto interés, aparece
en su inventario
de 1817
y fue
canjeado
en 1823 por un
San Juan Bautista de Alonso
Cano
al político Evaristo Pérez de Castro,
antecesor de los actuales propietarios
del cuadro.
Caravaggio
era
entonces un
pintor muy poco
reconocido
y el
artista granadino, pintor
y escultor,
estaba muy apreciado. Aparentemente,
el político perdió con el trueque pero ya sabemos como ha
funcionado
y funciona
todo en España en ciertos ambientes: ¿Devolución de favores? ¿Pago
de servicios?
¿Compra de voluntades?
Esta información,
ahora revelada, es fruto de las investigaciones
de
Itziar
Arana, coordinadora del Centro de Estudios I+D+I del organismo.
El cambio fue propuesto por Pérez de Castro: "... una obra de
su propiedad —un
San Juan Bautista entonces atribuido a Alonso Cano [RABASF inv.
495]—,
por una obra de la Academia a elegir entre un listado de cuatro,
entre las que se encontraba un Ecce
Homo
con dos saiones
de Carabaggio,
número 155 del catálogo” [Catálogo.... 1821, Madrid: Ibarra,
1821]". En junta ordinaria de 16 de febrero de 1823, la
institución aprobó dicho intercambio, como consta documentado en
los archivos. No se sabe cómo llegó la pintura a la calle de Alcalá
—en
su
catálogo de 1817 aparece la primera referencia a la obra,
con
número de
entrada
251—.
Existen
tres
hipótesis probables:
que
proviniera de algún convento
de
los jesuitas,
expulsados por Carlos III en 1767, por
cesión
de algún académico o que
formara parte del
llamado
secuestro
de los bienes de Godoy,
de
cuyas propiedades se incautó el rey
felón,
Fernando
VII,
en
1808.
Si esta obra es la misma que llegó a la subasta de Ansorena, tampoco
sería de extrañar, conociendo la condición humana,
la vanidad
que nos impregna,
que Pérez de Castro, para darse tono, la hubiera hecho pasar en su
entorno como hechura
del
círculo
de Ribera, en lugar de un,
entonces,
nada acreditado Carabaggio.
Por otra parte,
este pasado viernes, el
diario The Guardian
publicó
que
el
marchante
Andrea
Ciaroni,
hijo de Giancarlo,
de la
galería Altomani de Milán,
viajó
a Madrid
y ofreció 500.000 euros por la pieza. En el despacho del director de
Ansorena, se entrevistó con los tres hermanos Pérez de Castro,
Antonio,
Mercedes y Diego.
El
anticuario les
mostró
un
informe
de dieciséis
páginas de
Massimo Pulini,
experto
en pintura del maestro italiano,
profesor en Bolonia, que
asegura que la obra es una
de las pinturas perdidas de Caravaggio.
Los propietarios, según
el testimonio de Ciaroni,
empalidecieron y se quedaron sin habla.
Más
que
impactados por
la
revelación,
se mostraron confundidos.
No tenían ni
idea
de que colgado en su casa había un
caravaggio
que
fácilmente podía
valer millones,
¡que su padre había adquirido en los años 70!
De
las declaraciones de todos los protagonistas de esta trama, se
infieren incoherencias,
flagrantes
mentiras
y versiones
contradictorias,
que ya nos gustaría aclarar en un, desde luego imposible, careo.
Hay
un aspecto de todo este asunto que intriga.
¿Por
qué, tanto en un primer momento Ansorena,
como posteriormente los propietarios de la obra, han
postergado al Prado, negando
incluso a
Miguel
Falomir,
su director, especialista en pintura barroca italiana, el acceso a
ver la obra, mientras
se franqueaba
a
anticuarios, intermediarios y a la
historiadora
Terzaghi,
amiga y colega del actual conservador de pintura italiana del museo?
Es
de suponer que esta enigmática novela por entregas continuará.
Lunes,
26
de abril de 2021
Adenda
II
Enigma
y... mentiras continuas. Anoche publicó La Razón un artículo que
incluye declaraciones de Andrea
Ciaroni. En contradicción con la noticia aparecida en The Guardian,
el marchante italiano afirma que no le permitieron acceder a la
familia propietaria y entrevistarse con sus miembros. ¿Mienten los protagonistas? ¿Miente la prensa?
Para liar más la
madeja, Jorge Coll, de Colnaghi, el agente artístico contratado por
los dueños del presunto caravaggio para ejercer de portavoz y
coordinar los trabajos de restauración y atribución de la pintura,
en declaraciones aparecidas en El País de hoy, ha desmentido que
Ciaroni se hubiera entrevistado con los Pérez de Castro y que la
obra hubiera sido adquirida en los 70.
Jueves,
29
de abril de 2021
Adenda III
Hoy se ha publicado
un documento muy interesante. Corresponde al inventario de obras de
arte de Evaristo Pérez de Castro, según aparece en su testamento.
Está conservado, como es preceptivo, en el Archivo Histórico de Protocolos de
Madrid. En el listado
aparece referenciado, con el número 18, un Ecce
Homo
de Carabanio,
valorado
en 16.000 reales.
¿En las sucesivas
transmisiones por herencia nadie se percató de que esa pintura era
un Ecce
Homo?
¿Cómo se transmutó su descripción, y por qué, en La
Coronación de Espinas?
Cierto es que Caravaggio era, por entonces, principios del siglo XIX,
un pintor absolutamente desconocido, sin especial interés, por lo
que tiene sentido que una familia descuidada y poco rigurosa para los
documentos se olvidara del autor. Pero el cambio de título es algo
un poco extraño.
|
Inventario de la herencia de E. P. de Castro. Archivo Histórico de Protocolos de Madrid.
|
Martes, 4 de mayo
de 2021
Adenda IV
Se ha publicado el
contrato de permuta de 1823 entre la Academia de San Fernando y
Evaristo P. de Castro de un Alonso Cano por un Carabaggio,
un
documento de 36 páginas
que se encuentra en los archivos de esta institución. La academia
escogió
esta obra
―la
cuarta
en el orden de preferencia del político y académico de honor―
porque se ignoraba cuál era la procedencia de la tela y ello hubiera
evitado en un futuro posibles reclamaciones de los desconocidos
propietarios anteriores. Un halo de misterio más que añadir a esta
trama. Es sorprendente que alguien disponga de un bien cuyo origen no
está claro y que pudiera tratarse de un depósito.
Cuando
el influyente personaje solicitó el trueque por un San
Juan Bautista
de Alonso Cano, se analizó la situación de los cuatro cuadros de su
interés: un Cristo
que recoge sus vestiduras,
también del granadino, una Magdalena
penitente
de Murillo, Lot
con sus hijas de
Benvenuto Lusi, y el objeto de nuestros desvelos, un Ecce
Homo
con dos saiones de Carabaggio
[así en el documento]”. El Lot
y sus hijas,
es en realidad de Francesco Furini y se conserva actualmente en el
Prado. Las otras dos obras siguen en poder de los inquilinos de
Alcalá, 13.
¿Por
qué se le concede el caravaggio, el último de sus preferencias?
Porque, después de la investigación interna, creen que nadie lo
reclamará. En el documento se puede leer: “El Ecce
Homo
no sé de dónde vino, pues en el inventario de pinturas recogidas en
casa de don Manuel Godoy no consta un cuadro del tamaño como el que
tiene el carabaggio,
por lo que me parece que se le podría cambiar... ...Nos ha parecido
que el único que puede cederle la academia por esta permuta es un
Ecce
Homo
que se cree ser del Carabaggio...
...Por
los documentos del archivo resulta ser propiedad de la academia y no
está en ella como repositorio ya pertenezca a la Casa Real, ya a
alguna corporación o particular como fuese con las pinturas que
vinieron de Francia, de cuyo modo nos parece que queda bien
indemnizada la academia".
Itziar
Arana, investigadora de la institución, publicó este documento en
un artículo en 2013. Por tanto, ya se sabía que un caravaggio
circulaba por España y había salido de la academia. Lo extraño es
que nadie desde
hace
ocho años se haya
preguntado
por la trayectoria posterior, y también de la anterior, de la
pintura en España y tratado
de rastrear ese recorrido, cuando se partía de la pista de don
Evaristo, no un vulgar desconocido, sino alguien que había sido
presidente del Consejo. Los investigadores de San Fernando piensan en
la posibilidad de que la obra proviniera de la colección de Godoy,
algo no documentado por el momento. Arana
ha declarado que la academia funcionaba como organismo depositario de
un patrimonio enorme que,
por diversas circunstancias,
había abandonado sus distintos emplazamientos o que provenía de
guerras y otros conflictos. La institución atesoraba, almacenados o
expuestos en sus salas, cuadros de muchos orígenes, entre ellos los
que habían sido seleccionados por las tropas francesas para crear un
museo. Hubo numerosas reclamaciones, especialmente de conventos de
Madrid. Se procedió a la devolución de
una grans cantidad de obras, pero
hay otras muchas cuya procedencia no está clara. El lienzo de Merisi
estuvo expuesto entre 1817 y 1823. La entidad académica fue
depositaria no sólo de las obras del expolio francés sino también
de los objetos artísticos del llamado secuestro de los bienes de
Godoy, que en 1808, tras el motín de Aranjuez, el rey felón ordenó
confiscar, la mejor colección de arte nunca reunida en España.
Según Isadora Rose de Viejo,
experta en ese fondo, el príncipe de la Paz, de 1792 a 1808, acumuló
cerca de 1.100 pinturas. Sin escrúpulo alguno, se valió de su poder
político y su posición social para obtener obras maestras hasta
entonces en manos de la aristocracia y la Iglesia españolas. De
todas esas obras, en la actualidad sólo se conoce el paradero de
unas 300, muchas de ellas colgadas en los mejores museos del mundo.
Entre otras tenemos La Venus
del espejo, de Velázquez, y
La escuela del amor,
de Correggio (Galería Nacional de Londres), Apolo
y Marsias, de Ribera (Museos
Reales de Bellas Artes de Bélgica de Bruselas), Santo
Tomás de Villanueva niño repartiendo limosnas,
de Murillo (Museo de Arte de Cincinnati) y San
Pedro con Alejandro VI y Jacopo Pesaro,
de Tiziano (Museo Real de Bellas Artes de Amberes).
La maja vestida,
La maja desnuda y
La condesa de Chinchón,
de Goya, y el Cristo
crucificado, de Velázquez,
están en el Prado.
Aparecen contradicciones por todas
partes. El documento de 1823 indica claramente que el caravaggio no
procedía de la colección de Godoy, mientras el catálogo de 1824,
accesible en Internet, afirma lo contrario y además,
incluye el alonsocano permutado,
pero atribuido a Pedro Atanasio Bocanegra con la siguiente leyenda:
“El excelentísimo señor
don Evaristo Pérez de Castro dio este cuadro a la Academia en cambio
de otro de Carabaggio
que representaba un Ecce
Homo,
perteneciente a los que se trageron (sic) del secuestro de Godoy,
cuya entrega se hizo en virtud de orden de la Academia el 13 de
febrero de 1823”. Las
obras que habían pertenecido a los Alba o a las colecciones reales
estaban marcadas con un
sello. No se sabe si será el
caso de nuestro
caravaggio
que está
reentelado, lo que puede
ocultar sellos,
firmas u otras marcas, que podrían ofrecer pistas sobre su origen.
Análisis en profundidad
podrán desvelar detalles de este tipo.
Rose
de Viejo,
autora de la tesis doctoral Manuel
Godoy. Patrón de las artes y coleccionista, afirma
que este Ecce
Homo
no aparece en
el inventario de
1816 de la colección del
duque de Sueca. Según
ella, el contrato de 1823 es rotundo y nuestro cuadro no procedería
del patrimonio del favorito de Carlos IV y María Luisa de Parma.
Luis Ruspoli Sanchiz, descendiente
de Godoy ha declarado que su
familia litigó por los bienes de su antecesor durante los 50 años
posteriores al polémico trueque y opina
que la pintura podría proceder de la colección de su antepasado.
Según él, la Academia
no las tenía todas consigo porque
los tribunales fueron dando la razón a Godoy sobre la ilegalidad del
secuestro de sus bienes, y las propiedades no se consolidaron
hasta la Primera República.
Añade que desde entonces han
ido apareciendo bienes
del favorito real en los
lugares más insospechados.
|
Contrato de permuta de 1823, I. R. Academia de Bellas Artes de San Fernando.
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Contrato de permuta de 1823, II. R. Academia de Bellas Artes de San Fernando.
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Martes, 15 de junio
de 2021
Adenda V
Según publicó
ayer 14 de junio la revista Ars
Magazine,
en un artículo firmado por Sol G. Moreno y Héctor San José, el
caravaggio de Ansorena provenía de las Colecciones Reales. pues
aparece en los inventarios de las testamentarias de Carlos II
(1701-1703)
y Carlos III (1789-1794).
El cuadro se encontraba en el Palacio de los Vargas o Palacio de la
Casa del Campo, como se llamaba entonces, y
estaba
en la alcoba de Carlos II,
según reflejan esos documentos.
El
conde de Castrillo, virrey de Nápoles,
lo
trajo a España entre 1657 y 1659. Pasó luego a las colecciones
reales y de ahí a la Real Academia de San Fernando, que lo permutó
en 1823
al político Evaristo Pérez Castro por un alonso
cano.
Desde entonces
y
hasta
que
se mostró
en Subastas
Ansorena,
atribuido a la escuela de Ribera y a un precio
de 1.500
euros
―monto
ridículo frente al valor
que alcanzaría caso de confirmarse la atribución a Merisi, más
de 100 millones en el mercado internacional, unos 30 en España―,
ha
permanecido
fuera del
control
de los historiadores.
¿Cómo saltó del
patrimonio de la Corona a la Academia? ¿Directamente? Como más
arriba se refleja,
una
de las hipótesis
barajadas es que la
obra
pasara
de la colección de Godoy a la institución
académica, hecho no documentado.
Otra posibilidad, esgrimida por
Ars
Magazine,
es que
el
lienzo fuera
incautado por las tropas francesas para incorporarlo
al llamado
Museo Josefino,
proyecto de José
Bonaparte
que
nunca llegó a inaugurarse,
de donde habría sido transferido a la Real
Academia,
en
cuyo
inventario
de 1821
aparece.
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La Casa de Campo en el siglo XVII, óleo de Félix Castello, 1634. Museo de Historia de Madrid. En primer plano, a la izquierda, el palacio de los Vargas.
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Domingo, 12 de mayo
de 2024
Adenda VI
Una etapa más en el largo viaje de esta obra de arte. Según ha declarado Coll de Colnaghhi, el pasado año, tras ser restaurada, fue vendida a un coleccionista inglés, con una residencia en España y cuya identidad no ha sido desvelada, por unos 30 millones de euros. Como es inexportable, de momento, desde este 28 de mayo, y hasta, al menos, el próximo octubre, será mostrada en el Museo del Prado en un montaje individual. Según el marchante, el deseo del propietario es que siempre sea exhibida en instituciones públicas. ¿De España? ¿Del extranjero, con permisos temporales de exportación? Ya veremos, la historia continua. De momento, el misterio rodea todo lo que atañe a su propiedad y a su futuro más allá de octubre de 2024.
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Mayo 2024. La obra ya restaurada.
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