Repantingado
Julio Sánchez Mingo
Una mañana de domingo de hace pocas semanas, asistí a un concierto en el que la orquesta interpretó, como primera pieza del programa, Un rebaño desciende al Jardín Pentagonal, obra del japonés Töru Takemitsu, estrenada en 1977. Esa música me trajo a la mente la tragedia desarrollada días atrás en el Atlántico. Un cayuco, que probablemente había partido de Mauritania, arribó a las costas de Brasil con nueve cadáveres en descomposición. Desnutridos, deshidratados y abrasados por el sol, habían fallecido durante la travesía. La policía brasileña estima, por los restos y pertrechos encontrados en la embarcación, que un contingente de poco más de veinticinco personas la había abordado en el lugar de partida. Se supone que, dadas las durísimas condiciones de la singladura, sus desesperados ocupantes fueron muriendo uno tras otro y arrojados al mar por los que iban restando vivos. Los últimos que quedaron, esos nueve cuerpos casi consumidos, ya no tuvieron ni fuerzas para realizar esa triste e ingrata tarea. No se sabe si había mujeres y niños entre los desdichados navegantes.
Las notas que escuchaba hubieran perfectamente servido como fondo para ambientar, en una hipotética película, las escenas de la desgracia que se desarrolló en ese viaje a través del océano. El amanecer, el ocaso, el sol ardiente en su cenit, la noche tenebrosa, el cielo encapotado, la lluvia torrencial, la tempestad, el fuerte oleaje, el viento, la calma, la ilusión, el ansia por llegar, la desesperación, el hambre, la sed, el dolor, la enajenación, la muerte. Todo ello hubiera quedado reflejado de forma fiel con esa música.
Por la tarde, en casa, repantingado cómodamente en el sofá, meditando sobre estos hechos, no pude dejar de pensar en lo afortunado que soy. ¡Hay tantas personas, cada una de ellas con su nombre y apellido, con su propia identidad y su íntimo sentir, que sufren todo tipo de calamidades y padecimientos!
Nuestro egoísmo y nuestros intereses desmedidos y espurios conducen a sucesos del calibre de la patera mauritana. Hemos decidido vivir en unos corralitos exclusivos, sin que desde fuera se pueda acceder a ellos, aunque la madre tierra sea de todos.
En nuestra infinita ignorancia y estupidez, no nos hemos parado a recapacitar que en España necesitamos 200.000 inmigrantes al año para mantener el sistema —el informe anual del Banco de España de 30 de abril de 20241 habla de muchísimos más—, que sin los de fuera nuestra sociedad se tambalearía y nuestro modo de vida cambiaría radicalmente. No tengamos miedo: los inmigrantes son acreedores de nuestro sistema de Seguridad Social, ya que representan el 10% de los ingresos y el 1% de los gastos. Según un conocido estudio del economista Michael Clemens, eliminar todas las barreras migratorias haría aumentar el PIB mundial entre un 50% y un 150%. Sin llegar a tanto, calcula que se lograría incrementar un 10% la productividad global si se permitiera la emigración del 7% de la población mundial. No olvidemos que la liberalización del comercio ha permitido que la riqueza sea infinitamente mayor que hace cien años —basta comparar nuestra situación actual con la miseria, la pobreza y el hambre de los tiempos de la autarquía franquista—, a pesar de las desigualdades que nos flagelan, tanto a nivel nacional como universal.
1 Ver informe completo en https://www.bde.es/wbe/es/publicaciones/informes-memorias-anuales/informe-anual/informe-anual-2023.html.
Muchas gracias por compartir esta historia y datos tan importantes.
ResponderEliminarEs triste lo que ocurre, esperemos que las cosas sean mejores pronto.
Saludos a todos 👏
Verdad. Menos mal que siempre nos quedará la música.
ResponderEliminarHoy han fallecido en Madrid, en la calle Lezama, en la obra de rehabilitación de un edificio, Ngolo, de Níger, y Álvaro, colombiano, y ha resultado herido Hassan, aplastados por un bloque de hormigón.
ResponderEliminarSin comentarios.
Joaquín Sorolla pintó un cuadro titulado: "Aún dicen que el pescado es caro!".
Hoy había en Cabeza Mediana, frente a Becerril de la Sierra, un trío de chavales cortando las ramas de los árboles que invaden una pista forestal. Trabajaban desde ayer para una contrata de Tragsa, empresa pública. Desconocían la Administración que había encomendado la tarea. Uno era de Mali y los otros dos de una población cercana a Marrakech.
ResponderEliminarMuy simpáticos, amables y educados los tres.
Sin comentarios.
Por otra parte, parece que del invasivo plumero de la Pampa ya nadie se acuerda.
Y además, la torre de señales ópticas, el Telégrafo, que corona la explanada cimera de este cerro, espléndidamente restaurada, luce las consabidos e incívicas pintadas.
Por mi profesión, he vivido los duros momentos de recibir a inmigrantes llegados en cayucos al puerto de Los Cristianos, en Arona (Tenerife). E terror que se refleja en sus miradas, a los pocos minutos se convierte en un infinito agradecimiento. Nunca comprenderé las políticas que les niegan ayuda. Creo que estamos muy faltos de humanidad y que la cacareada globalización solo sirve para enriquecer a unos pocos a costa de provocar tragedias a los más desfavorecidos. Sé que no viviré para verlo, pero sueño con un futuro más justo y solidario en un mundo donde nadie muera de desnutrición mientras otros dilapidan millones en caprichos inservibles.
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