27 diciembre 2019


El dinero es como el estiércol

Julio Sánchez Mingo


Gonzalo Silván Lago: Financieros (Detalle).

¡Qué les den! ¡Qué trabajen! ¡Qué dejen de mendigar! Menos ayudas y más doblar la espalda. Todos pensando en la renta básica. Como esos negrazos, que cruzan el Estrecho para vivir a la sopa boba del estado de bienestar, de todos nosotros.


 —Pero hijo, son personas. Hay que ayudarlos. Huyen del hambre, la miseria, las guerras, el Ébola, del infierno de Pademba Road1. No se puede ser tan egoísta. Tú has tenido mucha suerte: hemos podido pagarte una carrera, inglés en USA y un máster. ¿No puedes compartir algo de ese dineral que ganas, aunque sea vía impuestos?

Siempre ha habido ricos y pobres. ¡Qué se jodan! Qué se busquen la vida en Alemania, que allí tienen mucho dinero.

Los necesitamos, por economía y por demografía. Cuando viajo por la noche en metro, casi todos mis compañeros de vagón son inmigrantes de variopintos orígenes. Regresan de trabajar. Yo sé que a muchos de vosotros os incomodaría esa situación. Pero yo pienso que, gracias a su aportación, podré seguir cobrando mi pensión.
De verdad, no sé para qué quieres amasar tanta fortuna. Como dice el banquero Luzón, enfermo avanzado de ELA: "El dinero es como el estiércol, de nada sirve si no se esparce".

Y yo añado que también huele mal.

PD. La moraleja de este relato es aplicable a individuos, colectividades y naciones.

1 El infierno de Dante está en una cárcel de Sierra Leona. Artículo de El País de 24-12-2019.

El próximo martes 18 de febrero de 2020 tendrá lugar, en el Auditorio Nacional de Música de Madrid, un recital de Ainhoa Arteta a beneficio de la Fundación Luzón.
Pulsar en este enlace para adquirir localidades.
La Fundación Luzón se dedica a la mejora de las condiciones en las que viven los pacientes de ELA y sus familiares y a impulsar la investigación para el desarrollo de remedios contra esta enfermedad.

20 diciembre 2019


Mi infancia. Años 50


Argimiro Rubio Cuadrado

Benavente.

Iglesias, procesiones y campanas.
Tricornios, caridad, seminaristas.
Letanías de rosarios y sotanas,
y en la radio cantaban las artistas.


Obreros, dependientes, don Fulano,
tratantes, charlatanes, jornaleros.
El médico, el don Nadie, el artesano,
el tonto, los maestros… don Dinero.


El frío, los inviernos, los deseos.
La quiniela, el cupón, la lotería.

El cine, los domingos, los paseos,


las parejas cogidas de la mano,
el río, los amigos, la alegría
de las tardes infinitas de verano.

07 diciembre 2019


Ante la muerte

Julio Sánchez Mingo

A Fanlito

Zakharchuk/Shutterstock.

La vida humana es un lapso infinitesimal en el devenir del cosmos. Aparecemos sin saber de dónde venimos, sin sentimiento o sensación algunos de cuándo se produjo el hecho del nacimiento, e, igualmente, desaparecemos como por ensalmo, dejando unos restos, unas cenizas o un cuerpo en descomposición que la naturaleza absorbe rápidamente transformándolos en polvo. Eso sí, queda un gran dolor en nuestros deudos y un recuerdo efímero del que en pocos años no quedará ni rastro. La muerte es un largo viaje del que no se vuelve y así se debe afrontar cuando desaparece un ser querido.
Ciertas culturas la asumen como algo natural, consuetudinario, y no la esquivan en sus pensamientos diarios, incluso la celebran.
Eso sí, casi todos nos asimos a la vida con gran afán, es nuestro valor absoluto: la certeza de estar vivos. El miedo al más allá, a lo desconocido, aunque sea tan normal y previsible, nos bloquea, nos espanta.
Yo, que soy optimista por naturaleza y me gusta disfrutar de las cosas bonitas de la existencia, creo que debemos esperar nuestro fin con serenidad y aplomo, ese fin que es nuestro sempiterno compañero de viaje desde nuestra aparición sobre la tierra.