USA, ¿una democracia?
Julio Sánchez Mingo
El comportamiento de Trump de los últimos
cuatro años y, especialmente, el de los últimos días, ha puesto a
la luz, de forma clara y meridiana, como nunca, lo que es realmente
el país más habitado de Norteamérica: una sociedad podrida,
desigual, desestructurada, dominada por el capitalismo salvaje, donde
sólo se adora el becerro del dólar, donde campan a sus anchas las
armas y la violencia y sigue en vigor la pena de muerte, un desprecio absoluto a los derechos humanos.
Y todo ello no viene de ahora. Es así
desde la constitución de su estado, cuando unas élites coloniales
se impusieron y a lo largo de más de doscientos años acabaron
prácticamente con los nativos, los indios aborígenes, uno de los
mayores genocidios que conoce la historia. Y, como no era suficiente,
también esclavizaron y explotaron a grandes masas de personas de
origen africano.
En el siglo XXI, sus descendientes
conforman unas minorías discriminadas, despreciadas, arrumbadas.
Cada día, los periódicos y otros medios de comunicación nos dan
noticias negativas de esta situación.
¿Podemos considerar ese país una
democracia?
Tras el asalto al Capitolio del día de
Reyes, Joe Biden, presidente electo, declaró: «...
Estoy conmocionado y entristecido por el hecho de que nuestra nación,
durante tanto tiempo un faro de luz, esperanza y democracia, esté
viviendo este oscuro momento. Porque Estados Unidos es honor,
decencia, respeto y tolerancia, eso es lo que somos y lo que siempre
hemos sido. Durante cerca de dos siglos y medio, nosotros, el pueblo,
en aras de una unión más perfecta, hemos velado por el bien común.
Estados Unidos es mucho mejor de lo que hemos visto hoy... ».
¿Se puede hablar de democracia cuando
los ciudadanos negros consiguen registrarse como electores a duras
penas o el trato que les dispensa la policía es absolutamente
violento y degradante?
¿Es respeto y tolerancia el
comportamiento de las patrullas de paramilitares que recorren el
desierto fronterizo con México a la caza y captura de inmigrantes
que huyen de la miseria de Centroamérica y México? Algunas de estas
naciones soberanas fueron invadidas para perpetuar los intereses
económicos del vecino del Norte y de sus protegidos, los sátrapas y
las corruptas oligarquías locales. Los ejemplos son numerosos desde
el siglo XIX: México, que perdió la mitad de su territorio, Cuba en
1912, ocupación de Nicaragua, entre 1912-1933, Veracruz (México),
1914, Bahía de Cochinos (Cuba), República Dominicana, isla de
Granada, Panamá, donde mataron al fotógrafo español Juantxu
Rodríguez.
¿Le parece decente a Biden dictar normas
que obligan a separar de sus padres a los menores inmigrantes
indocumentados? ¿O permitir que miles de esos niños sin papeles
trabajen de noche, explotados?
Hablar de que su nación es un faro de
luz, esperanza y democracia es un absoluto sarcasmo. Basta preguntar
a los coreanos, vietnamitas, laosianos, iraquíes o afganos, o a la
familia de José Couso, el otro fotógrafo español muerto en el
hotel Palestina de Bagdad por disparos de un blindado M1 Abrams del
ejército USA. No olvidemos su actuación en Argentina y Chile, donde
auparon a dictaduras militares tras los tejemanejes de la CIA y
Kissinger o el permanente bloqueo a Cuba.
Maduro es un dictador dañino para su
pueblo, pero Trump ha sido un gobernante nocivo para todo el mundo y
su equilibrio, empezando por sus propios conciudadanos.
¿Puede hablarse de democracia en un país
donde las desigualdades sociales y económicas son tan acusadas?
Para mí, Las Vegas es el paradigma de
esa sociedad. Derroche, lujo, tiendas y galerías exclusivas, todo
tipo de espectáculos, dinero corriendo a raudales en los hoteles
casino de Las Vegas Boulevard, The
Strip, donde camareros y
empleados subsisten a base de las propinas. Y una soterrada y
cuantiosa prostitución.
Cuando
se aborda un taxi, solo o en compañía de otros hombres,
especialmente si son japoneses, el conductor lo primero que hace es
ofrecer un catálogo de fotos de mujeres disponibles. Lo primero que
pensará: extranjeros, de negocios, con dólares, clientes seguros.
Así, con las comisiones de la trata, redondea
sus ingresos semanales.
Los suburbios de la meca del juego
muestran la otra cara de la moneda de una realidad abyecta: manzanas
y manzanas ocupadas por barracones, caravanas, las famosas motorhome,
y contenedores donde malviven miles y miles de esos empleados de los
hoteles casino y de las empresas de servicios correspondientes,
muchos de ellos indocumentados y de origen latinoamericano, sin
derechos, en precario. ¿Qué destino les aguarda con el turismo de
capa caída debido a la pandemia y las apuestas por Internet
creciendo sin freno? Llegaron a la búsqueda del sueño
americano.
Más al
Este, adentrándose en Arizona, el alma se cae al suelo a la vista de
las reservas indias, donde muchos navajos, alcoholizados, sobreviven
a duras penas.
En todo
el país el becerro de oro es el dólar y su templo la bolsa, donde
las empresas luchan por crecer y alcanzar grandes capitalizaciones,
en una orgía desenfrenada de economía especulativa. Las personas no
cuentan y, si es necesario, se les reduce el salario y se las deja
abandonadas a su suerte, despidiéndolas. Todo vale. Así se llega a
casos extremos y significativos como Detroit, la ciudad fantasma,
cuna y brillo de la industria del automóvil, que fue abandonada en
busca de localizaciones donde no hubiera sindicatos y los salarios
fueran ridículos. De ahí salen los apoyos a gente como Trump, de
los obreros blancos, ignorantes, que un día fueron izquierdistas y
ahora no tienen un futuro claro y se les presenta un porvenir muy
incierto. Se dejan embaucar por los cantos de sirena de individuos
como ese millonario especulador inmobiliario, que propugna el muro en
la frontera con México, aunque deje sin mano de obra a los campos
californianos, de tal manera que no haya quien recoja frutas y
verduras. ¿Le suenan al lector español estas problemáticas?
Aprendamos y no tomemos los caminos equivocados.
La
desigualdad de la que muchos consideran y denominan la primera
democracia mundial ―lo
que es capaz de lograr el marketing y la comunicación, vulgo
machaconería―
también se manifiesta en dos pilares básicos de una sociedad justa:
sanidad y educación accesibles y de calidad.
La
sanidad pública universal ―aunque
sea mala, como la covid-19 ha puesto de manifiesto en relación a la
española, falta de inversiones y recursos―
no existe en USA y en realidad, si no se tiene dinero o un empleador
que pague el correspondiente seguro médico, es mejor no enfermar.
Fueron loables los intentos del anterior presidente de ir revirtiendo
esta situación, aunque fuera a base de parches como el Obamacare.
Igualmente,
el acceso a la universidad para miembros de familias sin recursos, o
pertenecientes a minorías, está prácticamente vedado. El ascenso
social es muy limitado, aunque veamos senadores o abogados y
magistrados de raza negra.
¿Llegará
USA algún día a ser una democracia real, algo parecido a Suecia o
Nueva Zelanda? Yo se lo deseo. Son más de trescientos millones de
personas, de hermanos míos, que comparten conmigo esta bolita que
deambula por el universo, y bien encauzados, gracias a sus grandes
recursos muy mal distribuidos, pueden ayudar mucho al devenir del
resto de la humanidad.