29 enero 2021

 

El humo, el ruido y los niños o Huguito y Clara no son tontos

Julio Sánchez Mingo

 

El País 16-12-2020: La justicia británica establece un precedente histórico al atribuir la muerte de una menor al aire contaminado.

 

Venga hijos, que nos vamos a la calle.

¿Dónde?

A los columpios.

¡Guay!

Poneos los chaquetones, dad un beso a mamá y... andando.

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¿Qué tal chicos? ¿Cómo ha ido?

Pssá...

Bueeeno...

¿Cómo que bueno?

Es que en esos columpios hay mucho ruido y mucho humo.

¿No me digas que has llevado a los niños al parque infantil que ha montado el lumbreras del alcalde al final de Sirio, metido en la M-30? ¿Estás mal de la cabeza o qué? Anda, que tiene delito. Ese individuo gastándose el dinero de todos en insensateces y tú siguiéndole la corriente. ¡Pero si están los toboganes y columpios del parque Roma a ciento cincuenta metros! ¿No podíais haber ido allí? ¿Y como si no hubiera sitios en Madrid para poner instalaciones infantiles un poco más lejos de esa riada de coches? Menudo ayuntamiento tenemos. El otro día conté dieciséis carriles de circulación.

Joé, no te pongas así. Está bien. He metido la pata hasta el corvejón. No se repetirá.

Estoy cansada del ruido y la contaminación de este barrio y ¡de toda la ciudad! En la parte del parque Roma que da a la M-30 no se puede estar. El ruido es insufrible. El italiano lo inauguró en 1980, lo pone en un monolito en la entrada. Desde entonces ha tenido tiempo nuestro diligente ayuntamiento para poner al borde de esa maldita autopista pantallas acústicas y una barrera vegetal. Vamos, digo yo. Eso sí, en su lugar sólo se les ocurre colocar un megaescudo de la ciudad, caro y de mantenimiento más caro todavía. ¡Si un árbol vale dos céntimos! Estoy deseando que nos den nuestro piso y largarnos de aquí. Tu tía es muy amable prestándonos éste hasta entonces, pero ya podía haberlo comprado en otro lugar. No tuvo mucha vista.

La realidad es que tienes razón. ¡Como siempre, mi listilla preferida! El tío ese no da una a derechas. Acuérdate este verano, cuando arrasó los parterres de la plaza del Niño Jesús y taló todos los árboles. Bueno, respetó los magnolios. Quería hacer no sé que historias de unas zonas estanciales con bancos y puñetas varias. Los vecinos se pusieron como hidras y tuvo que recular, aunque el estropicio ya estaba hecho. Para más inri, mira lo que dice el periódico de hoy: «Madrid es la ciudad europea con más mortalidad asociada a la contaminación por NO₂».

Ahora te quieres congraciar conmigo, ¿no? Anda, vamos a comer y tengamos la fiesta en paz, ¡mi cabeza de chorlito preferida!


PD. Para no alterar el ritmo de la lectura, se han agrupado todas las imágenes en una galería fotográfica.

 

Parque infantil en la M-30.


 

Parque Roma. Zona Este. A la derecha de la imagen se aprecia el megaescudo.

 

Tala de árboles en la plaza del Niño Jesús.


 

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22 enero 2021

La nevada. Ilusión y pesadumbre

Julio Sánchez Mingo

 


En Madrid nieva raramente. Y, si lo hace, suele ser sin intensidad y por poco tiempo. Caen cuatro copos y el manto blanco no cuaja. Así hasta otro año.

Recuerdo en el colegio, con doce o trece años. Comenzó a nevar a media mañana. Todos los chavales nos revolucionamos, dejamos de prestar atención a los profesores, esperando ansiosos el fin de la jornada escolar. Eran copos muy pequeños, que caían a gran velocidad, a pesar de lo cual su blanco contrastaba con el gris del granito de los Nuevos Ministerios, en la acera opuesta, en un día también gris. Nuestra mayor ilusión era toparnos a la salida de clase con un espesor adecuado de nieve para liarnos a bolazos unos con otros. Esperanza vana. Nos encontramos el patio del colegio y las calles simplemente mojados.

Siempre que empieza a nevar quieres que lo haga con fuerza, para que todo se cubra de un blanco compacto y así poder disfrutar del espectáculo, que suaviza las formas y elimina las imperfecciones y la fealdad de la calle. No piensas en las consecuencias negativas que puede provocar el meteoro. Tal vez te acuerdas de los desfavorecidos, de los que pasan frío. Pero puede la ilusión por la gran nevada, por los bolazos, por inmortalizarla tomando fotografías, por deslizarte por una pendiente.

Cuando nevó en el 71, menos que ahora, me acerqué al parque Calero. Había pandillas de chicos y chicas tirándose bolas de nieve. No sé por qué, pero a la que más te gusta siempre la conviertes en la diana de tus proyectiles, en lugar de protegerla de los otros energúmenos. No conocía a nadie, a alguien de vista, y no me entrometí en aquella magnífica batalla. Me dio la corazonada de que nunca más participaría en una refriega de unas buenas bolas de nieve, de esas blandas, que mojan pero no hacen daño. Y así ha sido.

Ahora, tras el paso de la borrasca Filomena y su nevada, excepcional para nosotros —la he denominado la nevada de nuestras vidas—, ridícula para un centroeuropeo, un eslavo o un nórdico, sólo ha quedado devastación. Infinitos árboles de Madrid han sido dañados. Muchos ejemplares están enfermos, fruto de la incuria municipal, su inadecuada selección y su mal emplazamiento, y no han podido resistir las inclemencias del tiempo. Lamentablemente, la mayoría de los madrileños no aprecian sus plantas, son trasparentes para ellos y los responsables no van a ser una loable excepción. Si en esta ciudad sopla el viento o cae la nieve, hay que cerrar los parques por el peligro de caídas de ramas o, incluso, de árboles tronchados o desenraizados. Es un fracaso colectivo, que Filomena ha puesto, una vez más, de manifiesto.

Ahora está atronando la sierra mecánica que manejan manos incompetentes de esas subcontratas que arrasan más que remedian y hacen añorar el hacha silenciosa de un buen jardinero podador.

El gozo por la nieve se ha convertido en aflicción por las pérdidas arbóreas y económicas.

Desmoche de pinos tras el paso de Filomena. J. S. M.




15 enero 2021

La curva sinusoidal

Julio Sánchez Mingo

                               A la novia que desafió el coronavirus

 


He vivido de forma cercana la ilusión y la felicidad de una novia por su boda.

Ha sido un largo recorrido, ha llevado meses, que, sin embargo, se ha cubierto a toda velocidad. Desde la alegría por el compromiso, pasando por los nervios de los preparativos, el madrugón para el acicalamiento, la emoción de la ceremonia, hasta llegar al momento casi nostálgico del baile, con esa bonita y muy conocida música, cuyo título no sé precisar, cantada por Presley con voz de bajo.

Ahora todo ha pasado y, en breve, volverá a la rutina diaria. Una rutina novedosa, en una nueva casa, compartiendo la vida, a la vuelta de una dichosa luna de miel.

Todo ello me ha hecho meditar sobre la felicidad y la tristeza a lo largo de la vida.


La existencia nos depara grandes alegrías y también, por qué no reconocerlo, pesares. Yo la asocio con una curva sinusoidal, con sus crestas y sus valles. Felicidad en las ordenadas, tiempo en las abscisas. La felicidad negativa sería la aflicción, el dolor, la desgracia.

Qué pena no poder mantener siempre, permanentemente, a lo largo de la existencia, ese cúmulo de sentimientos felices vividos, por ejemplo, en una luna de miel. Aunque si todos los días fueran así, es de suponer que se llegaría al hartazgo. Esta situación se podría representar con una recta horizontal.

La felicidad se siente por contraposición a su inexistencia. La tristeza, por el mismo motivo, se percibe por el recuerdo de tiempos pasados que fueron placenteros. La belleza de la vida radica en la esperanza de alcanzar la dicha. El camino hacia la felicidad se va forjando a base de ilusiones, en la perspectiva de que se sustancien. Siguiendo con el ejemplo, la novia pensará en ¿unos hijos? En nuestra representación gráfica, los instantes de ilusión son los puntos en los que la tangente de la curva tiene pendiente positiva.


Pero la vida no es sencilla y las situaciones, buenas o malas, se solapan unas a otras. Es como la música, una superposición de curvas sinusoidales: sucesión de gratas o aflictivas noticias, de mejores o peores estados de ánimo, de proyectos exitosos o fracasados, de acontecimientos positivos o negativos. Su acumulación nos procura un devenir más o menos venturoso. Una orquesta desacompasada produce ruido, una melodía sublime si los instrumentos se complementan adecuadamente. La música y la vida se plasman de igual manera en una gráfica.


Como dice el refrán, mientras hay vida, hay esperanza. Y nos vamos acomodando a las circunstancias. Y entonces creamos esas ilusiones cuyos objetivos, de concretarse, nos hacen felices. De hecho el sabio refranero castellano también dice: De ilusión también se vive o de ilusiones vive el hombre.

11 enero 2021

La nevada de nuestras vidas

Fotos de Julio Sánchez Mingo

Vídeo del Museo del Prado

Nunca hemos conocido, y creo que, los de mi generación, nunca más contemplaremos una nevada como la caída sobre Madrid entre el 7 y el 9 de enero de 2021, que trajo la borrasca Filomena. Es una ciudad donde raramente nieva y, si lo hace, es con muy poca intensidad y duración. Pero este invierno de la pandemia de la covid-19 se ha despachado a gusto. Dice el refrán popular: año de nieves, año de bienes. Habrá que ver. De momento ha dejado una capa blanca que se está helando a causa de la ola de frío subsiguiente, muchas alteraciones en la vida diaria y sobre todo, una terrible mortandad de árboles y ramas desgajadas por todas partes, en una población que necesita sus plantas como agua de mayo.

Este reportaje se efectuó el domingo 10 de enero y es la cara amable de un fenómeno que a los niños nos gusta mucho pero bordea el desastre. Cubre algunas plazas y monumentos del centro histórico de Madrid y está especialmente dedicado y orientado a los amables lectores de este blog que no conocen este pueblo grande al norte de La Mancha, que sólo Carlos III se preocupó de embellecer. J. S. M.

 

Desde casa. Empieza a nevar el jueves 7

 
 


 

Desde casa. Arrecia la nevada. Sábado 9


 

La glorieta frente a casa, entrada al parque Roma. Domingo 10

 

El Retiro, cerrado, desde la calle de Alcalá. Domingo 10


 

Estatua de Espartero, célebre por los atributos de su caballo. Calle de Alcalá. Domingo 10


 

Puerta de Alcalá. Erigida por Carlos III. Obra de Francesco Sabatini. Domingo 10








 

Frontispicio de la Casa de América, palacio de Linares, en la plaza de la Cibeles. Domingo 10

 

Fuente de la Cibeles. Obra de Ventura Rodríguez. Domingo 10









 

Plaza de la Villa y estatua de Álvaro de Bazán, marqués de Santa Cruz. Domingo 10



 

 

Plaza Mayor y estatua de Felipe III. Domingo 10
 






Vídeo del Museo del Prado

 


 

09 enero 2021

 

USA, ¿una democracia?

Julio Sánchez Mingo



El comportamiento de Trump de los últimos cuatro años y, especialmente, el de los últimos días, ha puesto a la luz, de forma clara y meridiana, como nunca, lo que es realmente el país más habitado de Norteamérica: una sociedad podrida, desigual, desestructurada, dominada por el capitalismo salvaje, donde sólo se adora el becerro del dólar, donde campan a sus anchas las armas y la violencia y sigue en vigor la pena de muerte, un desprecio absoluto a los derechos humanos.

Y todo ello no viene de ahora. Es así desde la constitución de su estado, cuando unas élites coloniales se impusieron y a lo largo de más de doscientos años acabaron prácticamente con los nativos, los indios aborígenes, uno de los mayores genocidios que conoce la historia. Y, como no era suficiente, también esclavizaron y explotaron a grandes masas de personas de origen africano.

En el siglo XXI, sus descendientes conforman unas minorías discriminadas, despreciadas, arrumbadas. Cada día, los periódicos y otros medios de comunicación nos dan noticias negativas de esta situación.


¿Podemos considerar ese país una democracia?

Tras el asalto al Capitolio del día de Reyes, Joe Biden, presidente electo, declaró: «... Estoy conmocionado y entristecido por el hecho de que nuestra nación, durante tanto tiempo un faro de luz, esperanza y democracia, esté viviendo este oscuro momento. Porque Estados Unidos es honor, decencia, respeto y tolerancia, eso es lo que somos y lo que siempre hemos sido. Durante cerca de dos siglos y medio, nosotros, el pueblo, en aras de una unión más perfecta, hemos velado por el bien común. Estados Unidos es mucho mejor de lo que hemos visto hoy... ».

¿Se puede hablar de democracia cuando los ciudadanos negros consiguen registrarse como electores a duras penas o el trato que les dispensa la policía es absolutamente violento y degradante?

¿Es respeto y tolerancia el comportamiento de las patrullas de paramilitares que recorren el desierto fronterizo con México a la caza y captura de inmigrantes que huyen de la miseria de Centroamérica y México? Algunas de estas naciones soberanas fueron invadidas para perpetuar los intereses económicos del vecino del Norte y de sus protegidos, los sátrapas y las corruptas oligarquías locales. Los ejemplos son numerosos desde el siglo XIX: México, que perdió la mitad de su territorio, Cuba en 1912, ocupación de Nicaragua, entre 1912-1933, Veracruz (México), 1914, Bahía de Cochinos (Cuba), República Dominicana, isla de Granada, Panamá, donde mataron al fotógrafo español Juantxu Rodríguez.

¿Le parece decente a Biden dictar normas que obligan a separar de sus padres a los menores inmigrantes indocumentados? ¿O permitir que miles de esos niños sin papeles trabajen de noche, explotados?

Hablar de que su nación es un faro de luz, esperanza y democracia es un absoluto sarcasmo. Basta preguntar a los coreanos, vietnamitas, laosianos, iraquíes o afganos, o a la familia de José Couso, el otro fotógrafo español muerto en el hotel Palestina de Bagdad por disparos de un blindado M1 Abrams del ejército USA. No olvidemos su actuación en Argentina y Chile, donde auparon a dictaduras militares tras los tejemanejes de la CIA y Kissinger o el permanente bloqueo a Cuba.

Maduro es un dictador dañino para su pueblo, pero Trump ha sido un gobernante nocivo para todo el mundo y su equilibrio, empezando por sus propios conciudadanos.


¿Puede hablarse de democracia en un país donde las desigualdades sociales y económicas son tan acusadas?

Para mí, Las Vegas es el paradigma de esa sociedad. Derroche, lujo, tiendas y galerías exclusivas, todo tipo de espectáculos, dinero corriendo a raudales en los hoteles casino de Las Vegas Boulevard, The Strip, donde camareros y empleados subsisten a base de las propinas. Y una soterrada y cuantiosa prostitución.

Cuando se aborda un taxi, solo o en compañía de otros hombres, especialmente si son japoneses, el conductor lo primero que hace es ofrecer un catálogo de fotos de mujeres disponibles. Lo primero que pensará: extranjeros, de negocios, con dólares, clientes seguros. Así, con las comisiones de la trata, redondea sus ingresos semanales.

Los suburbios de la meca del juego muestran la otra cara de la moneda de una realidad abyecta: manzanas y manzanas ocupadas por barracones, caravanas, las famosas motorhome, y contenedores donde malviven miles y miles de esos empleados de los hoteles casino y de las empresas de servicios correspondientes, muchos de ellos indocumentados y de origen latinoamericano, sin derechos, en precario. ¿Qué destino les aguarda con el turismo de capa caída debido a la pandemia y las apuestas por Internet creciendo sin freno? Llegaron a la búsqueda del sueño americano.

Más al Este, adentrándose en Arizona, el alma se cae al suelo a la vista de las reservas indias, donde muchos navajos, alcoholizados, sobreviven a duras penas.

En todo el país el becerro de oro es el dólar y su templo la bolsa, donde las empresas luchan por crecer y alcanzar grandes capitalizaciones, en una orgía desenfrenada de economía especulativa. Las personas no cuentan y, si es necesario, se les reduce el salario y se las deja abandonadas a su suerte, despidiéndolas. Todo vale. Así se llega a casos extremos y significativos como Detroit, la ciudad fantasma, cuna y brillo de la industria del automóvil, que fue abandonada en busca de localizaciones donde no hubiera sindicatos y los salarios fueran ridículos. De ahí salen los apoyos a gente como Trump, de los obreros blancos, ignorantes, que un día fueron izquierdistas y ahora no tienen un futuro claro y se les presenta un porvenir muy incierto. Se dejan embaucar por los cantos de sirena de individuos como ese millonario especulador inmobiliario, que propugna el muro en la frontera con México, aunque deje sin mano de obra a los campos californianos, de tal manera que no haya quien recoja frutas y verduras. ¿Le suenan al lector español estas problemáticas? Aprendamos y no tomemos los caminos equivocados.

La desigualdad de la que muchos consideran y denominan la primera democracia mundial lo que es capaz de lograr el marketing y la comunicación, vulgo machaconería también se manifiesta en dos pilares básicos de una sociedad justa: sanidad y educación accesibles y de calidad.

La sanidad pública universal aunque sea mala, como la covid-19 ha puesto de manifiesto en relación a la española, falta de inversiones y recursos― no existe en USA y en realidad, si no se tiene dinero o un empleador que pague el correspondiente seguro médico, es mejor no enfermar. Fueron loables los intentos del anterior presidente de ir revirtiendo esta situación, aunque fuera a base de parches como el Obamacare.

Igualmente, el acceso a la universidad para miembros de familias sin recursos, o pertenecientes a minorías, está prácticamente vedado. El ascenso social es muy limitado, aunque veamos senadores o abogados y magistrados de raza negra.


¿Llegará USA algún día a ser una democracia real, algo parecido a Suecia o Nueva Zelanda? Yo se lo deseo. Son más de trescientos millones de personas, de hermanos míos, que comparten conmigo esta bolita que deambula por el universo, y bien encauzados, gracias a sus grandes recursos muy mal distribuidos, pueden ayudar mucho al devenir del resto de la humanidad.

05 enero 2021

 

Majestades mágicas y traviesas


Roberto Omar Román

 


La mudanza

Los Reyes Magos leen la carta de Benjamín solicitando una nube.

Amablemente escriben al calce de ésta que, debido a lo inusual de su pedido, no están en posibilidades de complacerlo. Con gusto lo harán la próxima visita.

El año siguiente, los Reyes Magos leen la petición de Benjamín escrita con labial rojo en una sábana blanca tendida en el patio:

"Olviden la nube; ya no es mi novia la hija del algodonero. Mejor dejen una nave espacial tamaño familiar. Mañana se vence la hipoteca de la casa y nos van a lanzar".


El astuto

El insomnio lo puso ansioso, inexplicable. Se levantó y cerró los ojos tratando de hallar la causa de su inquietud. Desfilaron en su recuerdo mesas colmadas de generosos vinos de Chipre y exquisitos manjares de Libia, sinuosas princesas árabes danzando semidesnudas y doncellas egipcias dispuestas al amor, opulentos ajuares de lino fino y púrpura, anillos de rubíes y brazaletes de zafiros. Nada logró sosegar su temperamento.

Salió del pajar. Admiró el paraje nevado resplandeciendo a expensas de la fulgurante luna decembrina. Escuchó el armonioso repiquetear de las campanas de la iglesia, unísono a los villancicos de los pastores. Su corazón abrevó en un remanso de arrulladora beatitud… Sin embargo, algo no entonaba en aquella sinfonía: una centinela estrella saludaba el brioso avance de un trineo tirado por una recua de renos.

Con el estupor y la furia oscureciendo su rubio semblante, Melchor regresó al pajar gritando:

¡Gaspar, Baltasar, despierten, borrachos! ¡El maldito Santa Claus encontró un atajo a Belén!


Déjennos dormir

El camello trepó al elefante, el caballo al camello, Gaspar al caballo, Baltasar a los hombros de Gaspar. Y Melchor, sobre Baltasar, cubrió con su corona la estrella que les impedía dormir.