Ante
la muerte
Julio
Sánchez Mingo
A
Fanlito
Zakharchuk/Shutterstock. |
La
vida humana es un lapso infinitesimal en el devenir del cosmos.
Aparecemos sin saber de dónde venimos, sin sentimiento o sensación
algunos de cuándo se produjo el hecho del nacimiento, e, igualmente,
desaparecemos como por ensalmo, dejando unos restos, unas cenizas o
un cuerpo en descomposición que la naturaleza absorbe rápidamente
transformándolos en polvo. Eso sí, queda un gran dolor en nuestros
deudos y un recuerdo efímero del que en pocos años no quedará ni
rastro. La muerte es un largo viaje del que no se vuelve y así se
debe afrontar cuando desaparece un ser querido.
Ciertas
culturas la asumen como algo natural, consuetudinario, y no la
esquivan en sus pensamientos diarios, incluso la celebran.
Eso
sí, casi todos nos asimos a la vida con gran afán, es nuestro valor
absoluto: la certeza de estar vivos. El miedo al más allá, a lo
desconocido, aunque sea tan normal y previsible, nos bloquea, nos
espanta.
Yo,
que soy optimista por naturaleza y me gusta disfrutar de las cosas
bonitas de la existencia, creo que debemos esperar nuestro fin con
serenidad y aplomo, ese fin que es nuestro sempiterno compañero de
viaje desde nuestra aparición sobre la tierra.
Extraordinaria reflexión Julio.
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