06 noviembre 2021

La cesta

Julio Sánchez Mingo

A María Luisina por su cumpleaños


Madrid, principio de los años 60.

El profesor Picazio imparte clases de las asignaturas de Matemáticas y Ciencias en las Escuelas Italianas. Su hijo mayor está enfermo del corazón y por ese motivo acuden regularmente a la consulta de un cardiólogo.

El padre de uno de sus alumnos es el delegado para la Península Ibérica de Finmeccanica, la agrupación de empresas metalúrgicas del Estado italiano, entre las que se encuentra el fabricante de automóviles Alfa Romeo, cuyos vehículos son muy apreciados y difíciles de conseguir, especialmente en España. La renombrada firma acaba de presentar un modelo espectacular, objeto de deseo para muchos, al alcance de muy pocos: el Giulia.

El galeno se encapricha del flamante lanzamiento pero encuentra muchas dificultades para adquirir una unidad. La disponibilidad es muy escasa y la demanda muy grande. Además es preciso obtener el correspondiente permiso de importación, cuyo tráfico ilegal está en manos de los prebostes del Régimen. Le dan largas. Harto de esperar no se le ocurre mejor idea que recurrir al padre de su jovencísimo paciente, para ver si conoce a alguien con influencias entre la colonia de italianos de la capital. El milagro se consuma. El bueno del educador se dirige a su compatriota el directivo del conglomerado industrial, que consigue un flamante turismo Alfa Romeo Giulia para el impaciente médico. A partir de ese momento podrá presumir por las calles de Madrid, por aquel entonces casi vacías de coches.

Llegan las Navidades. Suena el timbre de la puerta en casa del profesor. Dos empleados traen una cesta gigantesca, de varios pisos, con dos jamones entre otras muchas exquisiteces. Menudo jolgorio se monta: la madre de carácter muy expansivo— eufórica y los chavales dando brincos de alegría. Es de suponer que el padre también está feliz y contento, pero se contiene para transmitir una imagen de hombre comedido. No en vano representa ese papel todos los días, tiene que lidiar con clases de veinte becerros.

Conociéndolos, seguro que repartieron el regalo del doctor entre sus allegados.

Según el hijo pequeño de la familia, el obsequio medía más de dos metros de alto. ¡Estos italianos son tan exagerados como los andaluces!



13 comentarios:

  1. Buenisimo
    Me encanta
    Te traslada a esa época clarisimamente
    Todo el mundo tenia un conocido a quien pedirle una intercesión para alguna necesidad, o capricho, y lo bueno es que se conseguian los favores. A la gente le gustaba que le considerasen lo suficientemente importantes para pedirles el favor y normalmente te lo conseguian
    Creo que ahora es mucho más dificil conseguirlo

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  2. Per una Giulia si era pronti a tutto!

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  3. Bonito relato, Julio. Me situó de inmediato en el entorno que se desarrolla la breve historia. Eugenio.

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  4. L’autore mi ha scaraventato negli anni, ormai lontani, in cui anch’io ero uno dei ‘becerros’ del professore Gennaro Picazio. Il tempo non è riuscito a sbiadire l’impronta lasciata nel mio cuore e bagaglio culturale. Ricordo con tristezza e tenerezza il giovane Carlino che lottava contro un destino crudele.

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    Respuestas
    1. Di che anni si parla?
      Io non l'ho conosciuto (sono arrivato a Madrid nel lontanissimo 1965 😭)

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    2. Parliamo dei primi sessanta, giovanotto:
      "Madrid, principio de los años 60.
      El profesor Picazio imparte clases de las... ".

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    3. La famiglia Picazio è partita da Madrid per Karlsruhe nel 66.

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  5. Clasificar, o intentar definir si los tiempos pasados fueron mejores a los actuales, sería abordar un cliché errático y gastado; si la generosidad, como un valor moral tiene un mérito, el agradecimiento alcanza el plus ultra de la reciprocidad y un monumento a la gratitud: sentimiento del íntimo e intransferible convivir en nuestra especie; primero como compañeros de una experiencia llamada vida, y segundo, como una manifestación de humildad.
    Decir Gracias, o sonreír, como mueca de aceptación a un favor recibido, en nuestra contemporánea realidad, se ha vuelto un acto de heroísmo y barroco sentido por lo desconcertante y extraño.
    Gracias a Julio, amigo y buen prosista, por retomar esos recuerdos de antaño.
    Nunca es tarde para mostrar la calidez de un auxilio oportuno.
    Quizá el mundo no cambiará por decir Gracias, pero nos hará más conscientes de un valor inherente a la satisfacción sentida por los primitivos pobladores del mundo, cuando un cazador de mamuts le arrimó a un colega enfermo e incapacitado, un trozo de carne.

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  6. Che bello!Che paura avevammo di scatenare l'ira del professore Picazio,che non era noente difficile e prendersi una sberla...
    Grazie tante,Julio.Ci fai ritornare a quei belli e gia scordati tempi...

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  7. Mi amiga Chon me ha recordado esta tarde la película "La gran familia", 1962, donde la familia protagonista recibe una gran cesta por equivocación. Cuando se descubre el error, pasan del jolgorio y la alegría a la decepción, el desengaño y el silencio.

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  8. Linda historia, trasladarse a esos momentos. Saludos.

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  9. Un texto delicado y bonito. Lo he disfrutado.
    Gracias por compartirlo.
    Saludos cordiales.

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