23 abril 2022

El descubrimiento de la muerte

Julio Sánchez Mingo

 

Desde el instante en que nacemos convivimos con la muerte, que nos ronda, nos acecha. Somos plenamente conscientes de nuestro destino fatal, de que nos abrazará en algún momento, pero procuramos obviarla, no pensar en ella, como si negáramos su existencia, considerándola una realidad muy lejana, casi ajena, como algo propio de ancianos. Llegará, pero falta mucho, tenemos la sensación de que no va con nosotros. Tanto es así que, como escribía la semana pasada Manuel Vicent, el primer terror que acoge a un niño apenas alcanza el uso de razón se produce cuando intuye que sus padres pueden un día dejar de existir. Sin embargo, esa criatura se siente inmortal.

Es omnipresente: en nuestra familia, en nuestro entorno de trabajo, no digamos en nuestra ciudad. Aparece reflejada todos los días en las noticias de los periódicos y la televisión, en lugares más o menos remotos, lejanos. Pasamos frente a un cementerio hay quien los evita y el sentimiento es de naturalidad, como si fuera un espacio ajeno a ella. Desaparece gente muy próxima, nuestros abuelos, algún compañero, nuestros padres... incluso de forma sorpresiva, adelantada. Sufrimos dolor por ello, pero no percibimos su cercanía, su proximidad y no pensamos en nuestra propia muerte.

Hasta que llega un día en que la descubrimos y adquiere certidumbre absoluta. Como castizamente solemos decir, le vemos las orejas al lobo. La ocasión, el motivo puede ser muy diverso: el fallecimiento de alguien pilar de nuestra vida, una enfermedad incurable o de mucha gravedad, una operación de gran riesgo —con su víspera de despedidas—, cumplir una cierta y crítica edad, un contexto de violencia extrema o de guerra, incluso la jubilación… Entonces afrontamos lo ineludible cara a cara, sabiendo que nuestros amaneceres están inexorablemente contados, que ya casi somos más de allá que de acá. Y nuestros valores cambian radicalmente y la espera, más o menos larga, se torna serena, como la de un nonagenario que se aproxima a los cien. Ya somos conocedores de su inmediatez.

PD. 04-06-2022. Muy interesante el artículo publicado en El País: https://elpais.com/opinion/2022-06-04/un-heroe-de-nuestro-tiempo.html

4 comentarios:

  1. Muy buena reflexión sobre la muerte. Esta noche en mi mundo onírico donde solo domina ese lugar de mi vida, soñé con un cementerio, era conocido, aunque trasformado por ese mundo del inconsciente o subconsciente. Sentía paz y miraba el espacio vacío sin tumbas , me dije a mí misma, estupendo hay lugar para mi. Ahí desperté con tranquilidad, sin la angustia que la razón me somete al pensar en el final de mi vida. Voy cumpliendo años, ya soy del grupo de los senior, para los programas de mayores, para el argot de los médicos entre desde los 65 en el grupo de ancianos, aunque no me lo creo. Lo que si es cierto, que tengo mi presente,ese instante efímero que ni puedo medir, porque pasa sin más, y agradezco esto que es Vida. Gracias Julio

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  2. Preciosa reflexión impecablemente redactada
    Supongo que con la edad se va aceptando, per sin prisa...

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  3. Hermosa reflexión estimado Julio, gracias.
    Cito unas palabras del poema "La muerte enmascarada":
    "Silenciosa y eternamente va a nuestro lado, con el paso sin rumor, enigmático y ledo, grávido de misterios el rostro enmascarado, seguido del horror, la tiniebla y el miedo...".

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  4. Màs que comentar prefiero desdramatizar y por eso se me ha ocurrido copiaros un fragmento del primer capìtulo de la ùltima novela de Fernando Aramburu, "Los vencejos", en la que el protagonista, un hombre ni joven ni viejo, que ha decidido suicidarse, reflexiona con lucidez e ironìa sobre la vida y la muerte:
    "Llega un dìa en que uno, por muy torpe que sea, empieza a comprender ciertas cosas. A mì me ocurriò mediada la adolescencia, quizà un poco màs tarde, pues fui un muchacho de desarrollo lento (...) A la extraneza inicial siguiò la decepciòn y luego ya todo ha sido un arrastrarse por los suelos de la vida (...) No voy a durar mucho. Un ano. Por qué un ano? Ni idea. Pero ese es mi ùltimo lìmite (...) No me gusta la vida. La vida serà todo lo bella que afirman algunos cantantes y poetas, pero a mì no me gusta (...) La vida me parece un invento perverso, mal cocebido y peor ejecutado. A mì me gustarìa que Dios existiera para pedirle cuentas. Para decirle a la cara lo que es: un chapucero (...) De nino me gustaba la vida(...) De joven la vida empezò a gustarme menos, pero todavìa me gustaba. Ahora no me gusta nada y no pienso delegar en la Naturaleza la decisiòn sobre la hora en que habré de devolverle los àtomos prestados. He previsto suicidarme dentro de un ano. Hasta tengo prevista la fecha: 31 de julio, miércoles por la noche. Es el plazo que me concedo para poner en orden mis asuntos y para averiguar por qué no quiero seguir en la vida."
    Perdonar si os he aburrido

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