El
bolero de Polanco
Julio
Sánchez Mingo
J. S. M. |
Se llama Alberto y es bolero,
limpiabotas. Monta su modesto y destartalado sillón en la esquina de
Masaryk con Schiller, en Polanco, la colonia,
barrio, de viviendas de gente acomodada, oficinas, selectos
restaurantes y tiendas de lujo de la capital mexicana. Cobra 22 pesos
mexicanos por servicio, 1 euro aproximadamente. Un billete de Metro cuesta 5 pesos y 30 un café solo.
Es espontáneo,
sonriente, guapete, amable….
encantador. Desborda optimismo. Al atardecer trabaja en un
restaurante como pinche de cocina, picando verduras, para completar los exiguos ingresos que obtiene lustrando
zapatos de lunes a
sábados, de 8 de la mañana a 4 de la tarde.
Vive a una hora, en el estado de México,
la enorme aglomeración urbana de casas bajas y humildes, colgadas de
cerros y colinas, que rodean la megalópolis azteca.
Tiene 28 años y dos hijos, de 12 y 8
años. Me dice que sus padres, en su día, le advirtieron que era muy
joven para enredarse
en una relación sentimental. Yo creo que no se arrepiente, se le ve
feliz. Se lleva bien con su esposa, que no trabaja, con los altibajos
propios que genera la convivencia. Las mujeres lo buscan pero
prefiere no meterse en camisas de once varas.
Los policías que patrullan los
alrededores son clientes suyos.
Hay que verlos como se repantigan ostentosamente para que les
limpien,
les boleen,
sus
botazas militares. También, todas las mañanas se ocupa de mantener
en estado de revista, relucientes y brillantes, los zapatos de los
camareros de un cercano restaurante argentino. Cuando no tiene
clientes lee el periódico o charla con un colega que regenta un
puesto callejero de comida, en la acera opuesta al Harry’s, un
restaurante de lujo.
Alberto se expresa
espléndidamente, como
la mayoría de sus compatriotas, con
una riqueza de vocabulario impensable en jóvenes
españoles
de su
edad.
Yo aprendo mucho de
personas como él. Aportan humanidad, transmiten felicidad, alegría
de vivir, y permiten tener una visión completa del mundo en que vivimos, tan
desigual.
Muy bueno julio, opinamos lo mismo, que bien hablan español en algunos países de América.
ResponderEliminarMe ha encantado tu personaje, el que describes tan bien y con tanto detalle. Es maravilloso que a pesar de su pequeña economía tenga tan buen conformar y esa alegría de vivir. También me ha gustado mucho la fotografía que complementa el relato
ResponderEliminar"No sé porqué te quiero, será que tengo alma de bolero..."
ResponderEliminarMuy traido por los pelos, lo que quiero decir es que me ha calado ese Alberto espontáneo, sonriente, guapete y encantador. Sobre todo por ser feliz con lo que nosotros consideraríamos tan poco.
Muchas mañanas me acerco a saludar a Alberto. Por su forma de hablar y expresarse, por su acento, por su filosofía de vida, cada vez me recuerda más al genial Cantinflas, que también trabajó, de joven, de bolero.
ResponderEliminarGracias querido amigo julio espero volver a verte
ResponderEliminarClaro que sí.
EliminarTengo intención de volver en octubre.
Un fuerte abrazo
Su servidor y querido amigo alberto
ResponderEliminar