05 octubre 2018


Copetti


Julio Sánchez Mingo




Copetti fue el pilar de mi colegio, sin cuyo concurso y esforzada labor el centro no hubiera funcionado. Era el responsable de todo, excepto de la actividad docente. Era el encargado del mantenimiento y de que todo marchara, desde la calefacción, que él encendía todas las mañanas embutido en su mono de trabajo, a la jardinería; incluso de que las bedelas, Juliana y Antonia, a las que después se unió ¿Juanita?, rellenaran los tinteros de loza de nuestros pupitres de madera. ¡Hasta ejercía de animador del equipo de baloncesto!

Fueron catorce mis años de convivencia con él, un italiano del Norte, friulano, de carácter reservado, pero cordial y sonriente y con el corazón de oro, del que siempre he desconocido el nombre de pila. Recuerdo sus recias manazas de trabajador infatigable y su grave voz. Siempre me pareció un hombre mayor, de edad superior a la de mis padres.

Según me contó una de sus nietas hace pocos años, llegó a España al terminar la Guerra Civil, contratado por una empresa constructora italiana que participó en la prolongación de la Castellana, que tomó el nombre de avenida del Generalísimo.
A su lado Teresina, su mujer, pelo blanco, delicada, que compartía con él las funciones de guardeses del palacete, nuestra mítica palazzina, que mandara erigir en 1911 el conde de Santa Coloma, para fijar su residencia tras vender su palacio, afectado por la construcción de la Gran Vía y situado en la esquina de Reina con Hortaleza, donde se construyó el edificio del Círculo de la Unión Mercantil e Industrial, ahora ocupado por un casino. En 1940 el Estado italiano adquirió el inmueble destinándolo a sede de las Escuelas Italianas de Madrid. Todas las mañanas, el aroma del café que Teresina preparaba para los profesores inundaba la segunda planta, donde se encontraban las aulas de la Scuola Media y la sala de los docentes, espacios que en origen ocupaban las mansardas de la construcción y sobre los cuales se levantó un ático, vivienda de nuestra pareja protagonista.

Nuestro compañero Luis González Echeverría, en su libro Pensierini, buongiorno, narra unas cuantas anécdotas que glosan la figura humana de Teresina. Yo, que quería escribir una semblanza de Copetti divertida, amena y entrañable, además de laudatoria, no he conseguido material oral ni escrito de ningún tipo, salvo un par de testimonios que reproduzco literalmente:

Jesús Sotillo: “…. Una tarde, ya de noche, jugaba el juvenil de baloncesto en el Liceo. Yo era infantil entonces y estaba de espectador. Jugaban contra el San Viator.Y cosa inusual en aquella época se presentaron con 50 o 100 hinchas. Llenaron todo el lateral del campo que daba a la zona ajardinada. Nosotros seríamos, como mucho, los 10 habituales del barrio que íbamos a verlos. Supongo que estaría Lalo. El caso es que ellos gritaban como animales a favor de su equipo. Pero sin agresividad ni malos modos. El caso es que a Copetti no le pareció bien y, de repente, paró el partido, que estaba arbitrado por dos jueces que mandaba la federación madrileña, cruzó el campo, me acuerdo que con una escoba en la mano y, dirigiéndose a ellos, les gritó que como no se callaran los echaba del colegio. Y se callaron para todo el partido. Eran otros tiempos en que se respetaba mas a las personas mayores. Hoy día no sé qué hubiera pasado. Nosotros le felicitamos como a un héroe y el estaba tan orgulloso…”

Isabel Fernández Asís: “… Yo solo recuerdo que Copetti vigilaba para que no nos escapáramos a la pastelería a por pepitos de chocolate, pero al final siempre nos debaja salir y decía que volviéramos rápido...”

Ahora, al escribir estas líneas, reflejo las percepciones del niño que yo era entonces y paso por alto las cosas que no era capaz de captar. Por ello, mi sorpresa fue grande cuando su citada nieta me dijo, hace tres años, que su abuelo siempre se había arrepentido de haber aceptado el empleo en el colegio. Supongo que la atadura que su puesto comportaba, así como el trato un tanto despótico y clasista de algunos presidi1, directores y profesores, debieron pesar lo suyo.
Con los alumnos, sus niños, fue siempre afectuoso, a pesar de su gravedad, y creo que aguantó tantos años por nosotros, dejándonos una huella imborrable.

Copetti, siempre en nuestro corazón y eternamente agradecidos.

1 Directores de la Escuela Media y el Liceo

Fachada sur del palacete del conde de Santa Coloma, antes de la reforma que lo convirtió en colegio.


9 comentarios:

  1. Qué tierno, Julio, yo creo que ha sido una figura de peso para todos nosotros y que, igual que tú, todos le recordamos con cariño y gratitud

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  2. Una descripción muy bonita y muy bien escrita sobre esa figura, tan importante para ti cuando sólo eras un niño y que perdura en tu recuerdo

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  3. El recuetdo de esa figura entrañable nos hace sonreir a cuántos pasamos nuestra infancia y adolescencia en el "cortile"

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  4. Me han encantado tus palabras sobre el gran Copetti. Los que vivíamos cerca del colegio y pasábamos la tarde allí jugando al baloncesto le conocimos mucho. Se portó siempre bien con nosotros, tanto él como Teresina, que era una bellísima persona. Porque Copetti de vez en cuando tenía mucho genio... Un abrazo

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  5. Se me olvidó citar a Bobbi, el perro de Copetti.

    Grazie, Romana.

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  6. Julio, me has llevado ( en dos minutos ) a mis años de Liceo(1968-1975), a muchas tardes en casa de Los Copetti con Gema (una de sus nietas) y a muchas aventuras por las “tripas” de ese Liceo vacío , callado y crujiente-por los suelos de madera- de la mano de Copetti que nos contaba historias que ciertas o no, lo convertían en la mejor de las novelas de aventuras de los 5. Gracias

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  7. Coppetti era una autoridad, tiene su historia dentro del palacete, y Teresina era toda una princesa, que años tán fantásticos alla scuola

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  8. Aunque solo sea porque Jesús Sotillo me ha mencionado - (Lalo)- en su aportación al artículo, me sumo al cariño que sentimos todos por Copetti y Teresina. ¡La cantidad de tardes, incluidos muchos sábados y domingos, cuando técnicamente el Liceo estaba cerrado, que he pasado en el "cortile" jugando al baloncesto! A veces nos costaba convencerle para que nos dejara jugar un rato pero casi siempre lo lográbamos. Jesús Sotillo, Antonio Galán, Alfonso Prieto, Antonio Tejela, Juan González, Fernando Pérez, José Angel Castro...Para los que vivíamos cerca del colegio, Copetti era la clave para poder disfrutar un rato - o unas horas - del baloncesto. Buena pieza, Julio. Pronto te mandaré algo sobre el basket en el Liceo...

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  9. Qué recuerdos. Lo veo en su garita controlando la entrada con Boby siempre por allí. El guardián amable y firme.

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