02 noviembre 2018


Un republicano en Mauthausen

Carmen García Delgado

Al luchador republicano que me contó su historia en 1983, siempre en mi recuerdo. A la memoria de tantos hombres y mujeres que dieron lo mejor de sí para que fuera posible un mundo mejor. Sin memoria no hay libertad.
Escalera de la muerte en Mauthausen.
En el invierno de 1983 trabajaba como médica de cabecera en una ciudad próxima a Madrid. Un día me dieron un aviso para atención domiciliaria, como tantas otras veces: un hombre de 64 años, con un severo problema pulmonar, demandaba mi asistencia.
No era un paciente conocido, no había ido nunca a consulta. Cuando lo vi, me llamó poderosamente la atención su aspecto: aparentaba más edad de la que me habían dicho, enjuto, con los ojos brillantes de fiebre y una mirada triste, pero llena de resolución.
Le pedí que se descubriera para auscultarlo. Tenía varias cicatrices en el pecho, algunas las pude identificar como producto de técnicas antiguas que se utilizaban para tratar la tuberculosis, pero lo que más me impresionó fue un número en tinta azul tatuado en su brazo izquierdo.
Su estado aconsejaba un traslado hospitalario, pero no quiso.
Señorita, si es posible, quiero morir en mi cama.
Quedé entonces en que pasaría a verlo a diario y conseguí arrancarle el compromiso de ir al hospital si su estado empeoraba.
Durante una semana fui a verlo todos los días. Lo exploraba y me pasaba un rato hablando con él, sin preguntar nada que no estuviera estrictamente relacionado con su salud. Y, poco a poco, me empezó a contar su historia.
¿Señorita, sabe qué es este número que tengo en el brazo?
Parece un número de un campo de concentración contesté.
Así es, yo estuve en Mauthausen.

Esta es la historia que me contó.
Tenía diecisiete años cuando estalló la guerra y se fue voluntario al frente, a luchar por la República.
Aunque me lo dijo, no recuerdo en qué batallas participó, pero sí como narraba el paso de los Pirineos: el hambre, el frío, el miedo, la gente que se iba quedando por el camino.
Tenían la esperanza de llegar a Francia, de salvar la vida, rearmarse y volver a luchar por nuestra tierra.
Pero en Francia no les trataron precisamente bien. Sus esperanzas se derrumbaron en las arenas de las playas de Argelés, tras una alambrada de espino, custodiados por soldados senegaleses. Pasaron hambre y frío, vieron cómo enfermaban las criaturas.
Pero lo que nos reconcomía era la impotencia, el no poder hacer nada me dijo.
Tras la invasión alemana, entró a formar parte de la resistencia, con otros muchos compañeros y compañeras. También las mujeres republicanas formaron parte de la lucha partisana.
¡Éramos unos sabouters de primera! Teníamos la experiencia de tres años de guerra, de la que otros compañeros carecían.
Una noche cayeron en una emboscada.
No le voy a contar lo que fueron los interrogatorios a los que nos sometieron los nazis. La crueldad superaba todo lo que se pueda imaginar … o eso creía yo.
Tras un tiempo, imposible decir cuánto, acabó hacinado con otras muchas personas en un vagón de ganado, rumbo a un destino incierto.
Aquel viaje fue un infierno. Lo conocemos, hay testimonios que lo relatan; pero que alguien que lo ha vivido te lo cuente, mirándote a los ojos … ¡es estremecedor!
Me habló de la llegada al campo, del hambre, los crímenes, las muertes y la terrible escalera de Mauthausen, en la que muchos murieron. Me contó que a los españoles los identificaba el triángulo azul de apátridas, con una S en su centro.
¿Apátridas? Sí, cuando Hitler le preguntó a Franco qué hacía con los prisioneros españoles, éste le respondió que no había españoles fuera de España.
Cuando terminó la segunda guerra mundial renació la esperanza. Pensaban que los vencedores no consentirían que se mantuviera en Europa un régimen que había sido aliado de Hitler y Mussolini. La realidad se impuso poco tiempo después y, sin una tierra a la que volver, se quedó en Francia. Retornó a España, muy enfermo, a principios de 1980.
Es difícil describir todas las emociones que me produjo aquel encuentro.
No lo volví a ver, pero lo recuerdo frecuentemente.

Ayer, mientras desayunaba, oí una entrevista con un actor que va a dar vida en la pantalla a Francesc Boix, otro español, conocido como el fotógrafo de Mauthausen.
La crítica de la película publicada hoy dice, textualmente: “Los celebérrimos juicios de Nüremberg (…) no se hubiesen desarrollado de la misma manera sin el trabajo realizado por el comunista español Francesc Boix”.
Me he acordado de mi paciente y de tantos hombres y mujeres españoles que pelearon contra el nazismo, que padecieron en los campos de concentración y que perdieron la esperanza de volver algún día.
He recordado la inauguración en París del jardín dedicado a los héroes de la Nueve. La Nueve era la unidad de choque de la 2ª División Blindada del general Leclerc, compuesta por republicanos españoles. Fueron los primeros combatientes que entraron en la ciudad liberándola, el 24 de agosto de 1944.
Revisando noticias sobre Francesc Boix, he encontrado imágenes de su entierro en París, al que acudió su alcaldesa.

Es paradójico. Mientras en otros países se ensalza a los hombres y mujeres de la República, se reconoce el papel que jugaron en la lucha contra el nazismo, su país los condena a la desmemoria. ¡Qué gran injusticia!


Nota del editor.
A pesar de la tragedia que sacudió España entre 1936 y 1977, muchos ciudadanos viven de espaldas a lo sucedido, sin consideración alguna por los sufrimientos padecidos por muchos de sus compatriotas y sin aprender las lecciones que ese período histórico nos ofrece. Igualmente, ahora, desde su posición privilegiada, ignoran la catástrofe humanitaria de la inmigración que se produce en el Estrecho y Alborán, con 6.700 muertos y desaparecidos en los últimos 30 años.
Y tiene que llegar la celebración del día de Muertos de este año a México para que desde allí nos den clases de sensibilidad y amor al prójimo, mientras una caravana de migrantes centroamericanos recorre el país con la firme determinación de dirigirse a USA.
La ofrenda, la instalación que se ha montado en el Zócalo, la plaza mayor de Ciudad de México, está dedicada a las migraciones contemporáneas, con un especial recuerdo a los republicanos españoles exiliados.
Uno de los paneles informativos reza así: “La imagen de los caminos o senderos plagados de dificultades y peligros que hay que vencer para llegar al Mictlan1 es una analogía del calvario que pasan los migrantes aquí representados y simbolizados por cinco catrinas (un joven latinoamericano contemporáneo, una indígena mexicana, un asiático, un judío y un republicano español) en su andadura para alcanzar su destino final….. “

1 Lugar de los muertos.






7 comentarios:

  1. Qué precioso relato. Por lo demás no puedo estar más de acuerdo con los comentarios. Sólo añadir que quien está homenajeando actualmente a los republicanos españoles es una española de Cádiz, hija de emigrantes españoles, desde hace unos años la primera mujer alcaldesa de París. Ella también ha sido la responsable de que los restos de Fracisco Boix hayan sido trasladados desde una tumba anónima al famoso cementerio del Pere Lachaise. Recomiendo un documental de hace 19 años sobre la figura de Francisco Boix con testimonios de contemporáneos suyos y con voz de José Sacristán. Gracias por el relato y sus consideraciones sobre otros emigrantes. Me ha emocionado

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  2. Un relato muy interesante.
    Nuestra tradición de celebrar a los muertos es mágica, nos hace recordar a nuestro seres queridos, y sentir que nos vienen a visitar

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  3. Muy interesante Carmen. El miércoles vi la película. La vergüenza es que aquí se rinden honores sólo a otros.

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  4. No es de extrañar que después de 40 años de doctrina fascista apoyada por el clero muchos se crean que vivían en el cielo. Lo que no entiendo es que cómo a los nazis de toda Europa y a los fascista italianos se le juzgara y a un tal Franco que permitió el bombardeo de pueblos españoles se dejase en "paz".

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  5. Siempre serán pocas, las veces que se recuerde donde nos puede conducir la perfidia de un hombre y, lo que es peor, la complaciente pasividad de un pueblo. Magnífico relato y oportuno comentario del editor.

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  6. He descubierto este blog por recomendación de un familiar y me parece precioso. Los relatos, en general, denotan autenticidad y frescura y en concreto éste, me ha emocionado especialmente, recordando a mi tío que fue asesinado en Gusen, el campo aledaño de Mauthausen. Fue militar republicano que combatió en la guerra civil y también huyó a Francia. Como bien dice el editor, se ha vivido de espaldas a esta tragedia y ya es tiempo de darle visibilidad.

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  7. El comentario anterior es mío. No vi que podía poner mi cuenta de Google. Marylia

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