Julio Sánchez Mingo
Su reciente reinhumación y el auge de la
ultraderecha española, que reivindica su figura y su obra, hacen que
Franco y su legado sigan, lamentablemente, entre nosotros. Aunque
sólo sea añorado por una ínfima parte de la sociedad española, su
herencia sociológica y cultural está presente y se dan situaciones
chocantes como que el principal partido de la derecha no termine de
romper amarras con su memoria, actitud que siempre justifica con
excusas un tanto peregrinas. Las redes sociales, donde unos pocos
hacen demasiado ruido, están plagadas de entradas que alaban su
labor y sus dotes personales.
Por tanto, creo que es oportuno precisar
aspectos de su personalidad y su trayectoria. También quiero
destacar la machacona propaganda con la que inundó el país durante
cuarenta años, origen del franquismo sociológico que aún perdura
en España, de tal manera que muchos políticos hablan de comunistas
para referirse a populistas de izquierdas o una imprudente, bisoña e
ignorante presidenta regional llega a hablar de quema de iglesias. Lo
peor no es eso, es que el comportamiento público y privado de
muchos ciudadanos y grupos sociales rebosa de pautas franquistas. La
sociedad española ha heredado la tolerancia, la permisividad de
aquel gris período frente a la corrupción y el extendido
sentimiento de que las leyes están hechas para que las cumplan los
demás, sobre todo los más débiles.
Era un hombre mediocre, inculto, mal
preparado, ambicioso, frío, calculador, oportunista y acomplejado.
Queipo de Llano, que había sido su superior en Marruecos, le llamaba
Paca, la Culona.
También era astuto y taimado como para imponerse a sus compañeros y
adversarios políticos y, así, hacerse con el mando supremo. No
viajaba, no leía y se rodeó de una corte de aduladores. Estaba
obsesionado con el control de su imagen y era muy consciente del
poder de la propaganda. En la Academia de Infantería obtuvo su
despacho de oficial con el número 251 de un total de 310 diplomados.
Azuzado por su mujer, la
Collares, terror de joyeros y
anticuarios de Galicia, Oviedo y Madrid, se desarrolló en él una
avidez enfermiza por el dinero.
Es el perfil personal que los estudiosos
de su figura y los historiadores profesionales han dejado de él.
Incluso las memorias publicadas bienintencionadamente por algunos de
sus familiares, su hermana Pilar Franco y su primo Francisco Franco
Salgado-Araujo, revelan ingenuamente la asombrosa mediocridad y
estrechez de miras de Franco y su entorno familiar directo. Por el
contrario, los escritos de su sobrina Pilar Jaraiz Franco, o de
antiguos colaboradores suyos como Serrano Súñer, el Cuñadísimo,
y los monárquicos Sainz Rodríguez y el general Kindelán, son
abiertamente críticos con el personaje.
Carecía de lo que Weber llama autoridad
carismática, de la que
hicieron gala Mussolini y Hitler, que encandilaban a las masas con
sus discursos. Franco nos aburría soberanamente con sus peroratas y
su voz uniforme y aflautada. El italiano y el germano lograron llegar
a la cúspide del poder mediante la combinación de aquella dote y
la coerción con el uso de la violencia callejera y de las agresiones
a sus enemigos políticos. Por el contrario, el ferrolano, para
alcanzar su objetivo de dominio y enriquecimiento, tuvo que, junto
con sus conmilitones africanistas, levantarse en armas y arrasar su
país, su patria,
llenando sus tierras de muertos, heridos, desplazados y
represaliados.
Un militar que, como jefe del Estado
Mayor del Ejército tenía unos haberes líquidos de 2.429,28 pesetas
en noviembre de 1935, ocho meses antes del inicio de la guerra civil,
al final de la contienda, en agosto de 1940, atesoraba 34,3 millones
de pesetas, según documentan Ángel Viñas y Paul Preston, que
titula uno de sus ensayos sobre Franco El
gran manipulador.
«Nuestra
Cruzada es la única lucha en la que los ricos que fueron a la guerra
salieron más ricos»,
dijo el dictador en un discurso pronunciado en Lugo, en 1942. Sin
embargo, ha perdurado una idea bastante extendida de que Franco fue
un hombre honesto y austero, un buen administrador y un general
excepcional. ¿Por qué?
Tanto Mussolini como Hitler, y su
adlátere Goebbels, eran conscientes de la fuerza de la propaganda.
La emplearon a fondo para la conquista del poder y su permanencia en
él, engañando y adoctrinando
perspicazmente a las masas.
Franco no fue menos y siguió sus pasos, de tal forma que, siempre
faltando a la verdad, lanzaba continuos mensajes de la bondad de su
régimen, de los logros alcanzados, del peligro del comunismo, de su
sacrificio permanente y una serie de falacias que, como lluvia fina y
persistente, como un calabobos, y nunca mejor dicho, permearon la
sociedad española. De este modo, engatusó a gran parte de la
ciudadanía que terminó por creer
la
veracidad de su discurso. Incluso
ahora, hay gente que disculpa, añora e incluso ensalza su dictadura.
Muchos de ellos nacieron después de la muerte del dictador, lo que
implica que pesa más la propaganda franquista que el transcurrir de
más de cuarenta años y la información fidedigna que ofrecen los
historiadores y los escritos de los memorialistas .
La traca final de esa política de
comunicación, y un ejemplo relevante de la difusión constante de
falsedades, es el especial de NODO de 24 de noviembre de 1975,
emitido con motivo de la muerte de Franco, donde se ensalza su figura
y los pretendidos logros de su dictadura. Tiene una duración de 21'
06".
NODO era el noticiario de obligada proyección en todas las sesiones de todas las salas cinematográficas del país. Con el diario hablado, el parte, de Radio Nacional de España, conectaban obligatoriamente todas las emisoras de radio españolas, a las que estaba vedado emitir programas informativos. Sólo existía una difusora de televisión: Televisión Española, que programaba sus correspondientes telediarios. Estos medios de comunicación fueron la columna vertebral del intento de adoctrinamiento de la ciudadanía, las herramientas más importantes del fallido lavado de cerebro colectivo. La prensa del régimen no tenía mucho tirón entre el público, excepto el diario deportivo MARCA. Me recordaba mi tío Manolo que, en el verano de 1951, el después popular doctor Iglesias Puga, padre del cantante Julio Iglesias, dedicaba enteramente sus mañanas en la playa de Peñíscola, sentado en una pequeña silla de madera de tijera, a la lectura de tan sesuda publicación, sin prestar atención alguna a su mujer e hijos. Qué se iba a esperar de un país donde la educación, como tarea noble y fundamental para la ciudadanía, no existía. Sólo se instruía en las ideas del nacionalcatolicismo y se delegaba esta tarea en la Iglesia Católica y sus órdenes religiosas.
NODO era el noticiario de obligada proyección en todas las sesiones de todas las salas cinematográficas del país. Con el diario hablado, el parte, de Radio Nacional de España, conectaban obligatoriamente todas las emisoras de radio españolas, a las que estaba vedado emitir programas informativos. Sólo existía una difusora de televisión: Televisión Española, que programaba sus correspondientes telediarios. Estos medios de comunicación fueron la columna vertebral del intento de adoctrinamiento de la ciudadanía, las herramientas más importantes del fallido lavado de cerebro colectivo. La prensa del régimen no tenía mucho tirón entre el público, excepto el diario deportivo MARCA. Me recordaba mi tío Manolo que, en el verano de 1951, el después popular doctor Iglesias Puga, padre del cantante Julio Iglesias, dedicaba enteramente sus mañanas en la playa de Peñíscola, sentado en una pequeña silla de madera de tijera, a la lectura de tan sesuda publicación, sin prestar atención alguna a su mujer e hijos. Qué se iba a esperar de un país donde la educación, como tarea noble y fundamental para la ciudadanía, no existía. Sólo se instruía en las ideas del nacionalcatolicismo y se delegaba esta tarea en la Iglesia Católica y sus órdenes religiosas.
El primer colegio público no abrió en
mi barrio hasta el otoño de 1969, a cuya inauguración acudió
Franco y en la que nos colamos dos mozalbetes de diecisiete años,
que se acercaron al dictador a menos de tres metros de distancia.
Eran incompetentes hasta para velar por la seguridad de su Caudillo.
El mayor experto en historia de la
economía mundial, Angus Maddison, publicó unos datos que desmontan
la bastante generalizada opinión, basada en la propaganda de la
dictadura franquista, de que el régimen fue muy positivo para el
crecimiento económico español y que rescató al país del atraso
del siglo XIX respecto a Europa.
Gráfico elaborado por Juan Carlos Barba para El Confidencial sobre datos de Angus Maddison y Eurostst. |
En el gráfico,
elaborado por Juan
Carlos Barba para El Confidencial, se aprecia la evolución
del PIB per cápita español como porcentaje del PIB francés. En
1850, la renta española fue el 68% de la francesa, lo que indica que
España no estaba tan atrasada como han intentado hacernos creer. En
aquella época, los países esencialmente agrícolas tenían un PIB
per cápita que era la mitad del español. Hasta 1895, la cifra
española se situó entre el 60 y el 80% de la francesa. Este máximo
coincide con la contienda franco prusiana y la derrota francesa. La
guerra y la pérdida de las colonias redujo la renta española hasta
un 60-70% de la gala. La economía española mejoró levemente
durante la Gran Guerra, 1914-1918, con un pequeño aumento de las
exportaciones, pero perjudicó a Francia. De ahí el pico del
gráfico. La fuerte recuperación europea a partir de 1923 situó el
dato español en un 60% del francés, situación que se prolongó
durante todos los años de la, ensalzada por Franco, dictadura de
Primo de Rivera, a cuyo fin, en 1930, el PIB español era solo el 58%
del francés. Los malos años de la Gran Depresión, a partir de
1929, no lo fueron tanto para España que alcanzó la cota del 63% en
1935.
La
insurrección del 18 de julio de 1936 y la Guerra Civil subsiguiente
hundieron la economía española, cuya renta por cabeza se desplomó
hasta el 40%
de la francesa,
su mínimo histórico según los datos de Maddison. Al poco, la II
Guerra Mundial provocó la caída de la riqueza francesa, lo que se
refleja en el máximo de la gráfica, a pesar de las miserias y
penurias españolas. Con la reconstrucción europea y el plan
Marshall, Francia se recuperó y en 1949 su PIB per cápita ya
superaba el de 1939, fecha de inicio de la conflagración mundial, e
incluso el de 1929, arranque de la Gran Depresión. Sin embargo la
renta nacional se situaba muy poco por encima del 40% de la francesa.
En
1950 comenzó en España un suave crecimiento económico, aunque en
1960 nuestra renta seguía siendo un 40% de la francesa. Fueron los
años duros de la emigración. Hasta 1955 no se logró superar el PIB
per cápita de ¡1929! A partir de 1961, tras
el Plan de Estabilización de 1959 y
con el apoyo de los EEUU, se empieza a recortar distancias con
Francia. A la muerte del dictador, sólo se había alcanzado la muy
modesta cifra del 63% de la renta francesa, es decir, el mismo nivel
de 1935. Con la Transición y el ingreso de España en la UE se
produce un crecimiento constante y convergente que permite llegar al
80% en 2015.
En
resumen, se puede decir que la economía española
nunca tuvo el subdesarrollo que le atribuyeron los estudiosos
franquistas. Frente a la
realidad de la miseria que había traído el franquismo, se construyó
el mito del subdesarrollo histórico español para
justificar las penurias que sufrió la población a lo largo de dos
generaciones.
Mi
madre, que pasó la guerra en el Madrid sitiado, siempre recordaba
que había sufrido más hambre en la posguerra que en la contienda.
Yo he visto por casa cartillas de racionamiento de 1951. El mercado
negro y el estraperlo de los años 40 enriqueció a unos pocos con la
mirada complaciente de las corruptas autoridades, prestas a sofocar
cualquier tipo de alteración de orden público, pero cómplices de
esos graves delitos económicos. Unos cuantos se enriquecieron con la
guerra y la posguerra y sus descendientes son ahora grandes
capitalistas de renombre. La puerta
giratoria,
el tránsito de los altos cargos públicos a los consejos de
administración y puestos de responsabilidad de grandes empresas, y
viceversa, se institucionalizaron en tiempos de la dictadura
franquista. Junto con el nepotismo, el enchufismo y el tráfico de
influencias es una de las herencias malditas de aquellos tiempos, que
no se han erradicado.
Franco
aumentó significativamente la podredumbre de la Restauración y del
Antiguo Régimen. Algo, por otra parte lógico. Un dictador para
mantenerse en el poder siempre explota dos sentimientos muy humanos:
el miedo y la codicia. Ejerció una represión brutal sobre los
enemigos y se recompensó con ventajas, sobornos y cohechos a sus
seguidores y afectos para mantenerlos bien sujetos y obedientes, al
mismo tiempo que expuestos a un sutil chantaje. La formula es eterna.
Nos la narra Vargas Llosa en La
fiesta del chivo,
sobre el sátrapa Trujillo.
El pluriempleo era obligatorio para poder
llegar a fin de mes entre militares y funcionarios públicos, lo que,
además, favorecía todo tipo de corruptelas.
Hay un panfleto de exaltación de los
logros de la dictadura, que circula por Internet, que afirma que el
régimen de Franco construyó cuatro millones y medio de viviendas de
protección oficial, cifra que es una falacia y un auténtico
disparate. Ello habría supuesto que más de la mitad de la población
española hubiera vivido en una casa subvencionada, nada más
lejos de la realidad. Junto a mi colegio, a espaldas de los Nuevos
Ministerios, había chabolas que no empezaron a desaparecer hasta
1967.
La
represión y la corrupción de Franco y su sistema político fueron
recogidas por el artillero Rafael Latorre Roca (1880-1968) en unos
esclarecedores y sorprendentes diarios personales. Sorprendentes por
venir de alguien del régimen, que alcanzó, ahí es nada, el grado
de teniente general. Estos escritos han permanecido inéditos hasta
que sus descendientes se los ofrecieron, por intermediación de
Gonzalo Pontón, editor de Pasado & y Presente, al historiador
Jaume Claret Miranda, que los ha publicado en forma de libro con el
título de Ganar
la guerra, perder la paz. Memorias del general Latorre Roca,
editado por Crítica, del Grupo Planeta, en junio de 2019.
En
ellos el militar critica: la falta de talento y visión de Franco, al
que, según él, le sobraban aduladores detrás; la ineptitud y
mediocridad profesional y la podredumbre de muchos de sus compañeros
uniformados, así como las políticas de ascenso y la concesión de
condecoraciones pensionadas; a la Iglesia oficial, alineada con la
dictadura; el enchufismo en Falange, verdadera oficina de colocación
de los prebostes del régimen; el tráfico de influencias y las
dádivas y prebendas a altos cargos, al igual que las facilidades y
ayudas ilegales a empresarios afines; el cohecho omnipresente; la
durísima represión de la posguerra, con muchas muertes
innecesarias; la carestía de la vida y las calamidades que sufrió
la población. Según él, la corrupción era sistémica.
Asimismo,
reconoce que en la guerra civil y la posguerra el bando insurrecto
recibió también ayudas de los británicos y los estadounidenses, no
sólo del Eje, a pesar de la Comisión de control y pone en duda la oportunidad de erigir cruces en honor de los caídos, incluida la de Cuelgamuros.
Como
muestra de sus opiniones, se transcriben, literalmente, algunos
párrafos de sus dietarios:
«...
quién pescara [la ley Azaña] en estos tiempos de semejante
hecatombe, desorganización y falta total de eficiencia militar como
jamás se conocieron en nuestro país... ».
«...
Una de las mejores medidas tomadas por Azaña fue la reducción del
ejército y la forma en que lo hizo, y no la trituración
como con maledicencia intencionada se quiso hacer figurar por los
perjudicados... ».
«...
Si la Soberanía Nacional en la plenitud de sus poderes, opta por la
forma republicana, repetimos una vez más, que, a esa forma de
Gobierno debe prestar su acatamiento el Ejército, y si el Gobierno
es socialista, como si fuera ultraconservador, a todos sumisión y
respeto absolutos... ».
«...
la pobre gente sigue sin hogar, sin lumbre y escaso y muy caro pan;
el famoso Imperio se ha debido derrumbar pues no aparece por parte
alguna pues en ningún momento hemos mendigado tanto como ahora a la
vista de tanta miseria como padecemos; y lo de monje y soldado que se
lo pregunten a Fernández Cuesta, cuando al regreso a España de
Italia, donde estaba de embajador, a la caída estrepitosa y
sangrienta del fascismo, llegó aterrorizado (¡vaya un soldado!) a
España ante los trágicos cuadros que había presenciado y el
peligro que su vida había corrido, pidiendo a gritos la disolución
de la Falange y el cambio de régimen... ».
«...
El obrero, económicamente, vivía mucho mejor durante la República
que ahora... No es de extrañar sus ideas extremistas, pero, cuidado
con no caer en el absurdo, porque extremistas, muy extremistas, más
extremistas aún eran las ideas, aunque en sentido contrario, de
aquellos capitalistas del siglo pasado y primeros del actual... ».
«... ¿Se ha parado a pensar nuestro
moderno, nuevo y actual episcopado el porqué de esa furia
antirreligiosa que ni en la misma Rusia llegó a tales extremos? ¿No
sería, en una gran parte, porque los que se decían cristianos no
cumplían con sus deberes de tales, empezando por no amar al prójimo
como a ellos mismos? Porque he conocido venerables sacerdotes en
Jaén, Barcelona, entre otras provincias, que en plena vesania
antirreligiosa y revolucionaria fueron respetados por las turbas...
».
«.. ¡Qué catástrofe no ocurriría
hoy si se ordenase, como debiera ordenarse, si el régimen que
padecemos fuera sano y fuerte, una revisión de fortunas de aquellos
generales que todos conocemos y señalamoscon el dedo que antes de
nuestra guerra civil no tenían otros ingresos que su paga o una
parte alícuota de ella!... ».«...
por territorios africanos han sucedido muchas cosas de las que la
moral salió bastante quebrantada... ».
«... Desde el principio mi
desacuerdo con la causa alemana fue completo; tanto por no creerla
justa, cuanto porque mi disconformidad con el sistema político,
social y religioso imperanteen aquel país era completo; y hasta tal
punto estaba en mí arraigada dicha opinión que al enterarse los que
me rodeaban en el cuartel general (coronel de Ingenieros don Mariano
Zorrilla Polanco, tenientes coroneles de Estado Mayor y Artilleríadon
Agustín Gil Soto y don José Acedo y Castañeda, entre otros) que no
conocía Mi
lucha de Hitler,
me la dieron a leer y confieso ingenuamente no pude pasar de las
cuatro o cinco primeras páginas, porque la egolatría, el panteísmo,
el racismo y un materialismo desenfrenado lo invadía todo, no
pudiendo comprender cómo personas de arraigadas creencias religiosas
salían reconfortadas, contentas y satisfechas después de su lectura
ya que a mí me infundió temor y discrepancia lo poco que pude leer,
y no podían influir en mi ánimo razones de orden sentimental con
que se trataba de argüirme de la ayuda alemana en nuestra contienda,
porque siempre la vi con disgusto durante la guerray a través de la
paz, al comprobar cotidianamente que su intervención en todos
nuestros asuntos internos, políticos, económicos, sociales,
culturales, militares, deportivos, etc., era completa por estar en un
todo a sus órdenes, ya que parecían estar como en un país
conquistado y mi fiero amor a la independencia nacional me
sublevaba... ».
«...
Hay en nuestras cárceles y presidios gentes de izquierdas, católicos
o no, monárquicos, republicanos, socialistas, comunistas, etc...
¿qué delito han cometido todos esos compatriotas nuestros,
patriotas como el que más para verse clasificados como delincuentes?
Muy sencillamente, discrepar del régimen imperante en España... ».
«... Dios
me libre entrar a discutir cómo se administró la justicia militar
en Asturias, como ya hemos indicado, del todo independiente de mi
jurisdicción. Pero si puedo afirmar que se mató mucha gente,
demasiada, excesiva, a base de dicha justicia. No poseo estadísticas
de fusilados, que se efectuaban, frecuentemente por tandas de unos
veinte en las proximidades de San Esteban de las Cruces, ni de
ahorcados, bastantes, entre ellos en Gijón el famoso futbolista
[Guillermo González del Río, más conocido como] Campanal de buena
familia de Avilés, que, realmente hizo verdaderas barbaridades.
Tampoco tengo estadísticas de hombres y mujeres ejecutados por un
procedimiento u otro pero fueron muchísimos y también puedo afirmar
que un noventa por ciento de los mismos murieron sin Sacramentos y
con los puños en alto en medio de terribles y dantescos cuadros e
imprecaciones horrorosas que silencio. El cacareado cristianismo o
catolicismo de fusilados y fusiladas no se vio por parte alguna ni
por las víctimas ni por los verdugos... ».
«... Era
intolerable que se apalease brutal y vilmente a los presos políticos
en las cárceles, precisamente, por sus guardianes, e incluso que se
tratase de violar a alguna detenida. Era intolerable que se sacase a
enfermos del lecho y en un carrito se les pasease por el pueblo con
el pelo cortado... ».
«... y
no digo paz porque esa no se ha conseguido todavía y estamos en
enero de 1953... ».
«... Con las bayonetas se puede
hacer todo menos sentarse en ellas …No es político continuar la
guerra a través de la paz que es lo que se ha hecho desde el
poder... ».
«... Entonces
¿por qué ese empeño decidido en crear y mantener este estado de
cosas tan perjudicial, desde todos los puntos de vista, ahora, y para
el porvenir, para la eficiencia de un ejército y de España? Pues,
sencillísimo, porque lo que se pretende es, lisa y llanamente, hacer
una política determinada con el elemento armado, y no nacional,
creando intereses en cuantía inigualada que sostenga lo actual.
Política, en verdad, suicida y antipatriótica y que nunca dio el
menor resultado. Tratar de salvar, una vez más, en el transcurso de
la historia, los principios, a costa de hundir la nación, lo que tan
trágicos resultados dio siempre... ».
«... La justicia, pues, dando por
supuesto lo fuera, se llevaba a la práctica en forma poco cristiana
y humana, realmente despiadada y para esto no hay razones que valgan
tratándose de penas irreparables... ».
«... [Los aliados] al
proporcionarnos, o consentir su transporte, de carburantes y
lubrificantes, incluso a pago demorado al final de la contienda,
entre otras ayudas no menos eficaces por la famosa comisión de
control... ».
«... en relación con el pésimo
estado de nuestra artillería toda desgastada, barullo enorme en
nuestras municiones, inutilidad de nuestros escasos carros de
combate, blindados sin blindaje, sin apenas antiaéreos, ni aviación,
ni cuadros de mandos ni superiores (los derivados de una contienda
civil que todos conocemos y de África) ni inferiores, falta de
unidad en la nación, el cansancio de todo cuanto significase nuevas
guerras y más efusiones de sangre, etc... ».
«... el Ejército, las fuerzas de
represión (Guardia Civil, Asalto, Policía), la religión (mejor
sería decir una falsa religión)…, la propaganda o sea la
mecanización
de la mentira, una
gran parte del capital, los ambiciosos y tránsfugas, la terrible
censura arma de dos filos, etc... ».
«... al cabo de 25 años creo ya es
hora de que a los borregos españoles nos diesen de alta en nuestra
mayoría de edad y se nos expusiese con toda franqueza nuestra
situación económica sin trampas, mentiras ni tapujos, o, al menos,
se nos consintiese escribir sobre dicha situación, su deplorable
estado, chanchullos e inmoralidades... ».
«...
Grave y gran error político, tanto porque para
ello no estaba capacitado,
cuanto por las responsabilidades de todos los órdenes que sobre él
iban a recaer, incompatibles, en un todo, con
la Jefatura de un Estado... ».
«...
fracasó
en la guerra,
que debió terminar antes, y luego, rotundamente, en la paz, que no
ha conseguido en ningún momento... ».
Como
expresa el título dado al libro recopilatorio de los dietarios de
Latorre Roca, Franco ganó la guerra para perder, estrepitosa y
corruptamente, la paz.
Ganar
la guerra, perder la paz. Memorias del general Latorre Roca
Jaume
Claret
320
páginas
Editorial Crítica (Grupo Planeta)
Colección: Contrastes
Fecha de publicación: 18 de junio
de 2019
Idioma: Español
ISBN-10:
849199114X
ISBN-13:
978-8491991144
Bravo, Julio, un artículo excelente. Recomiendo vivamente otro libro, premio Comillas de Historia, Biografia y Memorias.
ResponderEliminar«A finales de enero», de Javier Padilla.
Muy buen artículo, Julio, como siempre.
ResponderEliminarLa fuerza de los argumentos y de los datos que esplicas es muy notable.en la historia muchos pueblos caen en baches dehorror puro:alem a nia ,cuna de la filosofia moderna llega al nacional socialismo,el pueblo espanol olvida su cultura y se fia de un traidor golpista y sanguinario...de italia y de su"ventennio" nada te digo que Scurati me lo has revelado tu...actualmente renemos a meloni y salvini,fascismo disfrazado mal.Si julio la libertad verdadera y la.dignidad hay que reconquistarlas todo los dias.la unica vacuna es la cultura gracias,pues ,a todos los julio sanchez del mundo y que,spes contra spem ,la cultura y la memoria se alarguen como holas contra las barbaridades
ResponderEliminarGrazie, dottor Picazio.
EliminarInteresante artículo, Julio. La memoria del pueblo es tan corta que está condenado a repetirla. La abominación tiene infinitos rostros,dijo Jorge Luis Borges. Esta es una lección de vida.
ResponderEliminarCompagino di scuola, gracias por tu magnífica clarificación de lo que fue todo aquello y seguimos en gran parte arrastrando. Este individuo de cargó literalmente a varias generaciones de españoles, y su ideario criminal, tristemente sigue en jóvenes herederos de su podredumbre
ResponderEliminarGenial Julio. Muchas gracias.
ResponderEliminarBuenos días Julio, me has llevado a mi infancia con el tema de Franco. En esa etapa de colegio en que nos enseñaron a formar en el patio con la mano levantada cantando el Cara al sol, ante la bandera. Recuerdo las chabolas, en el descampado donde está El Corte Ingles. Parece que fuimos casi vecinos, pues viví en la calle Maudes. Los Nuevos Ministerios eran lugar de juegos y más tarde encuentros con la pandilla, cuando a los 15 años empezábamos a tontear con chicos. En esos días, no podíamos pasear mas de tres juntos, pues los grises nos lo prohibían, tiempos de represión en todos los sentidos. Con 21 año fuimos de viaje de estudios a París, me asombraba la diferencia, las parejas se besaban tranquilamente en los jardines y parques, sin esconderse. Tiempos de hipocresía. Así que se me revuelven las tripas cuando oigo hablar de las maravillas de Franco y, al final, salto sin remedio. Porque he sido siempre prudente, o quizás miedosa, esa herencia trasmitida por mis abuelos y padres... Ademas de no ser muy profusa en palabras. A pesar de todo, pertenecemos a una generación que ha buscado la verdad y la libertad. Un abrazo.
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