Las fotos y las emociones
Julio Sánchez Mingo
Introducción
Tenemos una clase política que se vuelve
loca por hacerse la foto y salir en las portadas y, para más inri,
dilapida el resto de sus energías en el topetazo venatorio contra el
adversario político. Ello, en lugar de atender las necesidades de
los ciudadanos, o ejercer de leal oposición,
cuando corresponde,
según las alternancias y rotaciones en el poder.
Son unos aplicados clientes de esa
pléyade de teóricos de la comunicación, la sociología, la
politología y la venta de puro humo que pueblan universidades,
cenáculos y medios de comunicación.
Discípulos, a su vez, de aquellos que las universidades USA
alumbraron hace cuarenta años, compañeros de armas de los padres
del llamado neoliberalismo, la doctrina política, económica y
social imperante en España, y en otros muchos países, que tanta
desigualdad y sufrimiento genera.
Hay que reconocer
que son auténticos artistas en la comercialización del alimento
ideológico que satisface
las apetencias doctrinales de ciertas clases sociales, exacerbando su
egoísmo, su cortedad de miras, sus bajos instintos, aprovechando su
ignorancia. Consecuentemente, son enemigos de la educación pública
pero fomentan la creación de centros de enseñanza y formación para
élites, que, por cierto, son excelentes negocios y ellos, por
supuesto, sus bien pagados profesores.
Hablando del neoliberalismo, hay un dato
que quiero destacar: precisamente en USA, tras la II Guerra Mundial y
antes de la llegada de Reagan, una madre sola, con un hijo y un
empleo modesto, podía pagar y mantener una casa.
El personaje
El paradigma de esa raza de políticos
fue, hasta su retirada de la escena, Esperanza Aguirre. Ahora
destaca, como su alumna aventajadísima, la militante de su partido
que le llevaba el Facebook,
la gestión de las redes sociales, actividad pomposamente denominada
en su partido dirección
del área online,
la actual presidente regional de Madrid, Isabel Díaz Ayuso.
Ella ha
tenido que
afrontar,
como máxima responsable de Sanidad, competencia transferida a las
regiones autónomas —lo
de comunidades no se entiende en América—,
la pandemia del Covid-19.
IFEMA
El 1º
de mayo, para celebrar la clausura del hospital de campaña montado
en uno de los pabellones de IFEMA, los recintos feriales de Madrid,
no tuvo idea más brillante que organizar una ceremonia a la que
invitó a más de cien personas y animó a participar a los
sanitarios que allí habían prestado sus encomiables servicios.
Según las normas vigentes para combatir la enfermedad, están
prohibidas todo tipo de reuniones masivas y, en cualquier caso,
siempre se ha de mantener la distancia física de seguridad entre
personas, que han dado en llamar distanciamiento social. Aquello fue
un desastre, porque no se respetó lo reglamentado, con las
autoridades a la cabeza dando un pésimo ejemplo a la ciudadanía e
incurriendo en las correspondientes infracciones. Obviamente, las
críticas le llovieron desde todos los estamentos.
Se
excusó diciendo que había sido todo causa de la emoción del
momento, que calificó de único.
El acto
nunca debió ser convocado, pero había que hacerse la foto y sacar
pecho y rédito electoral.
Y yo me
pregunto, ¿qué emoción sentía, que sentimiento la embargaba en el
momento de cumplimentar a aquellos profesionales a los que, en
principio, habían decidido no renovar sus contratos y así se lo
habían empezado a comunicar por esas fechas? Un personal tan
necesario para apuntalar la Sanidad madrileña que, durante dos meses
de excepcionalidad, no ha atendido a sus pacientes habituales.
La no
renovación de un contrato es una tragedia personal, que afecta al
interesado y a su familia. Ella no paraba de repartir saludos y
sonrisas que, aunque parezca mentira, se captan tras una mascarilla.
Aunque en su caso habría que, más bien, hablar de la máscara de su
cara, que ocultaba aviesas intenciones.
Según
manifestaciones a la prensa de muchos de los afectados, se les había
prometido que, tras la emergencia, iban a ser asumidos en los
servicios de Atención Primaria.
Unos
días después se ha retractado y ha declarado que contratará a los
casi nueve mil sanitarios de los que se iba a prescindir, añadiendo
que no le gusta que la presionen. ¿Se puede jugar así con las
personas?
Nos
podemos ir haciendo una idea de la ralea y la catadura moral del
personaje.
Funeral
en la Almudena
El
domingo anterior, 26 de abril, se convocó un funeral por las
víctimas del Covid-19
en la catedral de la Almudena. Siempre hay bula para algunos y los
políticos acudieron contraviniendo las normas del confinamiento
decretado. Y arrastraron, como siempre, a su corte de sufridos
conductores, escoltas y asistentes.
Los
ciudadanos de a pie no han podido despedir ni honrar a sus deudos
fallecidos durante la cuarentena con inhumaciones y honras fúnebres
dignas. Pero ellos sí podían citarse para verse, que les vieran y
de paso adorar al becerro de oro de la santa imagen pública, del que
son devotísimos. Como si no se pudiera hacer política o gobernar
desde la reclusión doméstica, como hacen tantos altos ejecutivos y
modestos teletrabajadores. Pero no, había que hacerse la foto. ¡Y
menuda foto se hizo nuestra protagonista! Parecía Nuestra Señora de
los Dolores, con las lágrimas negras del rímel corrido resbalando
por sus mejillas. ¿Estaría pensando en el dolor y el sufrimiento
que las políticas sanitarias de su partido, que nunca ha tratado de
revertir, han traído a la ciudadanía madrileña?
Con la
Atención Primaria medio desmantelada, falta flagrante de personal,
mucho de él sin estabilidad profesional, con empleos precarios y mal
pagados y siempre dependiendo de una renovación contractual, listas
de espera infinitas, pruebas diagnósticas retrasadísimas,
hospitales
infrautilizados, falta de equipamiento, sin material de protección y
otros fungibles, residencias de ancianos y otros establecimientos
sociosanitarios sin el debido control y las correspondientes
inspecciones, se llegó a febrero de 2020 e hizo su aparición un
visitante indeseado e inesperado y, sobre todo, dañino. Y fue la
gran debacle, sobre la que ahora no quiero ahondar. Simplemente diré
que la estructura sanitaria madrileña era, ya entonces, largamente
insuficiente para la operativa del día a día y que no existía en
Madrid una mínima organización de Salud Pública, imprescindible en
los casos de pandemias y epidemias.
Las
graves carencias de la Sanidad pública madrileña quedan reflejadas
en unas cifras demoledoras.
Es la
región que menos gasta en asistencia sanitaria pública y, también,
la que menos presupuesto destina a la Asistencia Primaria y la
tercera que peor remunera a sus profesionales. No es de extrañar que
sea la más castigada por el coronavirus.
Multitud
de anécdotas personales, no quiero aburrir al lector, podrían
corroborar todo lo anteriormente dicho.
La
comida basura
Tampoco
los niños son objeto de la empatía de Ayuso. Su salud, su bienestar
le importan un comino.
De
hecho, desde primeros de marzo, no ha tenido empacho en envenenar a
los chavales perceptores de becas comedor con la dieta que
suministran unas conocidas cadenas de comida basura, crimen que había
anunciado que se prolongaría hasta el final del curso. Su
justificación pública fue decir que a los niños les encantan las
pizzas. Los comedores escolares,
clausurados
por la pandemia,
habían
sido sustituidos por la entrega de unos menús absolutamente
disparatados.
Cuando cerraron los centros educativos, el Gobierno central dotó un
fondo destinado a garantizar el derecho básico de alimentación de
niños de familias de recursos reducidos, las que gozan de becas
comedor, que gestionarían las regiones autónomas.
Al
parecer, en las últimas horas, ante las fuertes presiones en contra
recibidas, van a negociar la vuelta
a la comida elaborada por las contratas de los comedores escolares.
El
rechazo de dietistas y nutricionistas había sido unánime. Incluso
los hermanos Gasol, famosos baloncestistas españoles que patrocinan
una fundación que lucha contra la obesidad infantil,
se
sumaron a la protesta contra esta medida.
Dos figuras mediáticas del deporte pesan mucho en los recuentos
electorales.
También
habrá influido, y mucho, que la Administración central cuestionó
la decisión del Gobierno regional a favor de esa alimentación
insana y le advirtió que de no justificar la elección, no se
reintegraría el dinero de la prestación del servicio. Por el
momento Madrid es la única región que no ha recibido la
correspondiente transferencia de fondos. ¡Los euros son los euros!
Aunque
ahora
se rectifique,
el daño, después de casi dos
meses
de comer porquería,
ya está hecho. Una de las niñas, de once años de edad, que ha
recibido diariamente esa dieta, propia de engorde de ganado, ha
aumentado hasta seis kilos de peso en poco más de un mes. Un chaval
de nueve años también se ha echado a la espalda otros seis kilos.
Una carga desmedida para un esqueleto en desarrollo, el corazón y
los pulmones. ¡La mejor ingesta para el confinamiento!
Como los
escolares no son tontos, a los pocos días de degustar esos
alimentos
tan exquisitos, ya aborrecían la pasta, las pizzas y las patitas de
pollo fritas.
¿Cual
será el futuro de la salud de esos críos? ¿Diabetes?
¿Hipertensión? ¿Hipercolesterolemia?
¿Llorará
por ellos nuestra presidente? Lamentablemente, pasarán a engrosar
las salas de espera de la saturada Atención Primaria, tan escasa de
pediatras.
Conclusión
En la
actualidad, Ayuso es, seguramente, el ejemplo de lo peor de nuestra
clase política.
Es
implacable, soberbia, con falta absoluta de empatía hacia los demás
y algo muy peligroso que se infiere de sus continuas manifestaciones
fuera de tono: es muy ignorante.
¿Cuál
es su estrategia para solucionar los graves problemas estructurales
de la región de Madrid? Ninguna. ¿Su táctica? Echar cínicamente
la culpa de todo a los demás e ir a la berrea, al topetazo contra el
oponente político, en lugar de buscar la cooperación y la
coordinación para beneficio de los ciudadanos.
Salvo
alguna honrosa excepción de persona cabal y dialogante, que además
no busca la foto, en todos los partidos cuecen habas y ninguno de
ellos está libre de pecado. Muchas veces me pregunto si los
políticos tienen alma, si tienen sentimientos nobles, pero debo
tristemente reconocer que son un reflejo de la sociedad y los
que están
ahí es
porque
nosotros los votamos.
Muy bien. Asi pienso, pero no podria trasmitirlo tan claro y bien escrito, muchas gracias
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo.Esta señora es la maldad personificada.Discipula aventajadisima de la Aguirre.
ResponderEliminarSoy Jesus Sotillo
ResponderEliminarCaray Julio, "pones toda la carne en el asador" defendiendo lo que piensas, comparto mucho de lo que dices y te has centrado muy bien en el tema que te preocupa. Deberían contar hasta diez antes de tomar decisiones tan importantes, esas personas que están al mando, y que sus decisiones tienen tanto impacto en la población, para bien o para mal y que solo rectifican cuando la población, o los medios se lo reclaman. Ojalá fueran capaces de ponerse en la piel de los demas.
ResponderEliminarEres de buen pensar y de mejor escribir, Julio. Contundente y potente, directo a la razón y al corazón. Muy buen planteamiento.
ResponderEliminarJulio, como sabes, no vivo en Madrid, pero es imposible distanciarse del espectáculo de miseria moral, estupidez e incompetencia que esta mujer ofrece un día sí y otro también. La soberbia en personajes así no debe sorprenderte, es una excrecencia del carácter de todos los imbéciles doctrinarios. Aguirre, Aznar, Casado, Irene Montero,Torra, Arzallus, ...
ResponderEliminarTengo esperanzas fundadas de que no todos nosotros se han acostumbrarán a semejante soberbia e ignorancia social y política. Gracias Julio
ResponderEliminarSin Atención Primaria no hay Salud Pública ni, por tanto, estudios epidemiológicos. En Madrid, la Atención Primaria venía siendo desmantelada desde hace muchos años. Llegó el Covid-19 y fue arrasada del todo. Ahora, en Madrid, no habrá desconfinamiento el 11 de mayo porque no existe la estructura necesaria para hacer el seguimiento adecuado de la pandemia. Una semana más de confinamiento implica unas pérdidas económicas brutales. Los "ahorros", el mal proceder y las miserias de entonces, son la ruina de ahora. Lo barato sale caro.
ResponderEliminarEstimado Julio, primero felicitarlo por su frontalidad al plasmar sus letras; es interesante, las cosas son similares al otro lado del océano en América del Sur donde habito; quizás la máscara que utilizan los políticos es la misma: “la máscara irónica”, por acá, ni por emergencia dejan de sorprender los políticos escogidos en los mejores cargos del Estado, roban y roban con sobreprecios gigantescos en varias entidades públicas, luego simulan deteniendo a algún funcionario, y ¿las redes?, siguen operando, no dejan las mañas ni por emergencia.
ResponderEliminarA los ciudadanos, a ustedes, sigamos, resistiremos. Saludos.
La pena es que no seamos más críticos con nuestros políticos en tiempos de relativa bonanza y que sea necesaria una pandemia para qué la mayoría de los especímenes de la política (peores que el peor de los virus) "se retraten" ante la opinión pública a través de sus decisiones o de la falta de ellas. Y esa es nuestra falta, la de la sociedad, la de todos, como bien concluyes en tu escrito.
ResponderEliminarVS
Sé que ahora no es el momento, pero cuando esta pesadilla termine, espero y confío que a esta señora la sometan a una moción de censura
ResponderEliminarGran parte de los madrileños compartimos el rechazo a la presidenta de la Comunidad de Madrid,¡Y pensar que en su lugar podía haber estado Gabilondo! Diaz Ayuso no solamente es políticamente nefasta, sino también una vergüenza para el género femenino. Se agradece un buen análisis como el que has hecho,
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