06 mayo 2022

Escenas matritenses 2022

Julio Sánchez Mingo


Calle de la Rúa. Madrid. J. S. M.


El barrendero del siglo XXI, con cascos y sopladora mecánica, atronando a los vecinos desde las ocho de la mañana.

Los seguratas del metro echándose un pitillo, junto a la boca del subterráneo.

El vejete que se dobla a duras penas para recoger la blandita y calentita que acaba de deponer su perrillo en mitad de la acera.

Las adolescentes con el ombligo al aire, despechugás, en pantaloncitos, con bolso chanel.

Los camiones cuba, versión moderna de la manga riega que aquí no llega, que ríete de los cañones de agua de los grises.

Un adulto descerebrao circulando en patinete eléctrico por la acera.

Cuatro pasajeros de un coche del metro, sentados, enfrentados a otros tantos, sin mirarse, consultando todos su correspondiente móvil.

Ciudadano frente a una ventanilla de registro de una oficina pública, donde ha tenido que pedir cita previa para ser atendido y presentar sus papeles, al que espera una solitaria funcionaria que sólo lo atenderá a él en toda la mañana.

Unas señoras bien con sus playeras blancas de Prada, ¡de 690 euros!, casi idénticas a las de mercadillo, ¡de 10 euros!, que calza la camarerita que las atiende.

Los camareros de bares y restaurantes de negro de luto riguroso, olvidados del blanco inmaculado.

Miles y miles de alcorques vacíos trampas para viandantes despistados, privados de sus correspondientes árboles, que son su razón de ser y el alivio del ruido y la contaminación de la ciudad.

Una venerable anciana que avanza renqueante por la acera, cogida del brazo de su joven cuidadora foránea, que no para de hablar por teléfono.

Un mes de obras a cargo de una cuadrilla de operarios, rompiendo todos los días el tímpano del vecindario con el martillo neumático, para mover seis metros un paso de peatones —cambio de bordillos, nuevos rebajes de acera y eliminación de los viejos, nivelación de la mísma y de los registros y arquetas de los suministros y servicios, nuevo solado, traslado de semáforos, sustitución de una pareja de semáforos con pulsador de verde por otra sin esa función, reconstrucción de un alcorque—, en una calle sin tráfico, para pasmo de los agentes de movilidad municipales.

Un mendigo casi en la cincuentena, que pedía a la puerta de un mercado y cuidaba de los chuchetes de la clientela, reconvertido en el chico de los recados de los tenderos, empujando un pequeño carro de supermercado con pedidos a domicilio y saludando a todo el barrio.

Cuatro señoras muy mayores, sentadas en una terraza del bulevar de la calle Ibiza, merendando y hablando sin cesar, con dos andadores y dos sillas de ruedas estacionados a su lado.

Multitud de colegios e institutos públicos muestran el rótulo de centro bilingüe, donde muchos profesores no hablan ni papa de inglés.

Un hombre joven, en la cuarentena, bien vestido y aseado, hace juegos malabares con bolas de colores en la calle Narváez, sin que nadie repare en él ni le eche moneda alguna.

Un chófer de VTC (vehículo de turismo con conductor), vestido con chaqueta y corbata, al volante de un cochazo en el que viaja repantigado un jovencito con el pelo teñido de rojo, que devora con la mirada la pantalla de su móvil, ajeno al mundo que lo rodea.

 

11 comentarios:

  1. Muy descriptivo de la nueva fauna que forma el paisaje de Madrid
    El cartel contra Amazon es genial

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  2. Estupenda descripción del paisaje urbano a la vista de un jubilado: solo echo de menos al grupo de manifestantes de turno.
    Un saludo.

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    1. Bueno, las manifestaciones son más viejas que yo. He tratado de mostrar solo actitudes y escenas actuales y novedosas.
      Gracias.

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  3. Demasiado como describes el día a día de la capital. Echo en falta el tema patinetes, los que te encuentras como obstáculos y los que te avasallan por la calle, también lo encuestadores que ves en cada esquina y los que piden limosnas en esquinas y puertas de iglesias. El cartel de AMAZON, genial.

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  4. Los que piden limosna a las puertas de la iglesia son tan antiguos como Magerit y los que lo hacían en la entrada de la mezquita.
    Ahora recuerdo que durante muchos años hubo un tullido, le faltaban las dos piernas y se apoyaba directamente sobre los muñones, a la altura de las caderas, que pedía apostado en la calle Serrano, entre Villanueva y Jorge Juan. Tenia cara de demente, una rígida y sempiterna sonrisa burlesca y no hablaba. Un día, a la hora del "cierre", vi como llegaron dos energúmenos, recogieron la sabrosa recaudación, lo cargaron como un pelele en un coche y se fueron. Era su negocio y aquel desgraciado su gancho. Pura y misersble explotación.

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  5. Excepcional y enriquecedor, un placer aprender y compartir contigo estos meses que te llevo leyendo, desde Murcia un abrazo Julio.

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  6. Genial tu descripción de Madrid!! Un abrazo.

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  7. Genial Julio, dònde lo incluimos como versiòn futurista, en el libro de Gòmez de la Serna o en el de Mesonero Romanos? Ellos estarìan encantados!

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  8. Te ha faltado la pareja de jubilados viendo las obras de construcción de un edificio nuevo. Por lo demás genial.

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  9. ¡Oh, mi barrio! Porque sigue siendo mi barrio, aunque sólo lo habité mis primeros dieciséis años.
    Vuelvo a él con cierta frecuencia, para disfrutar de los bulevares, sus terrazas, el parque de El Retiro, la Feria del Libro...
    Siempre ha tenido mucha vida. De mis tiempos de niña y adolescente recuerdo con nostalgia escenas tan vívidas como las actuales que tú describes magistralmente.

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  10. Muy estremece-divertido Julio. Te leo con deleite.

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