Mi árbol favorito
Julio Sánchez Mingo
La biblioteca pública Miguel Hernández de Madrid ha convocado un concurso de fotografía con el lema Tu árbol favorito. Para participar basta remitir una imagen de tu árbol predilecto, indicando las razones de esa preferencia.
Yo he enviado la fotografía que encabeza este texto, tomada en la terraza de casa, en Madrid. Son brinzales de encina, Quercus ilex L. subsp. ballota o rotundifolia, nacidos esta primavera de 2022, cuando germinaron unas bellotas que recogí el otoño pasado en El Retiro, en el pequeño bosquete de carrascas que rodea el Observatorio Meteorológico. Crecen en el alféizar jardinera de mi habitación. Espero que este verano algún alma caritativa cuide y riegue estos jóvenes ejemplares que, si el vandalismo humano lo permite, un día serán unos árboles centenarios, ejemplo de longevidad, equilibrio, riqueza natural y fuente de salud y sustento de muchas otras especies animales y vegetales. Obviamente yo no lo veré, es mi legado para las generaciones venideras.
¿Por qué es la encina mi árbol favorito? Tiene carácter circunmediterráneo y es el más representativo y abundante de la Península Ibérica. Es especie clímax en toda la Meseta y, como he escrito más arriba, la encina es longeva, noble, rústica y austera, fuerte y resistente, exige poco y da mucho, cobija en invierno y da sombra en verano. Soporta sequías intensas y tanto calor como frío extremos. Rebrota del fuego. Fuente de riqueza, su leña es óptima, de gran poder calorífico, con la que se hacía carbón. Sus frutos, las bellotas, son el alimento del cerdo ibérico, tan apreciado por su jamón. Forma parte del paisaje que me ha rodeado toda la vida. Está enraizada en mi cultura. Aparece citada en dichos y refranes populares y multitud de escritores la han glosado o incluido en sus textos. Nuestro gran poeta Antonio Machado le dedicó un antológico poema, Las encinas:
¡Encinares castellanos
en laderas y altozanos,
serrijones y colinas
llenos de oscura maleza,
encinas, pardas encinas;
humildad y fortaleza!
Mientras que llenándoos va
el hacha de calvijares,
¿nadie cantaros sabrá,
encinares?
……………
¿Qué tienes tú, negra encina
campesina,
con tus ramas sin color
en el campo sin verdor;
con tu tronco ceniciento
sin esbeltez ni altiveza,
con tu vigor sin tormento,
y tu humildad que es firmeza?
En tu copa ancha y redonda
nada brilla,
ni tu verdioscura fronda
ni tu flor verdiamarilla.
Nada es lindo ni arrogante
en tu porte, ni guerrero,
nada fiero
que aderece su talante.
Brotas derecha o torcida
con esa humildad que cede
sólo a la ley de la vida,
que es vivir como se puede.
El campo mismo se hizo
árbol en ti, parda encina.
Ya bajo el sol que calcina,
ya contra el hielo invernizo,
el bochorno y la borrasca,
el agosto y el enero,
los copos de la nevasca,
los hilos del aguacero,
siempre firme, siempre igual,
impasible, casta y buena,
¡oh tú, robusta y serena,
eterna encina rural
de los negros encinares
de la raya aragonesa
y las crestas militares
de la tierra pamplonesa;
encinas de Extremadura,
de Castilla, que hizo a España,
encinas de la llanura,
del cerro y de la montaña;
encinas del alto llano
que el joven Duero rodea,
y del Tajo que serpea
por el suelo toledano;
encinas de junto al mar
¿en Santander?, encinar
que pones tu nota arisca,
como un castellano ceño,
en Córdoba la morisca,
y tú, encinar madrileño,
bajo Guadarrama frío,
tan hermoso, tan sombrío,
con tu adustez castellana
corrigiendo,
la vanidad y el atuendo
y la hetiquez cortesana!...
Ya sé, encinas
campesinas,
que os pintaron, con lebreles
elegantes y corceles,
los más egregios pinceles,
y os cantaron los poetas
augustales,
que os asordan escopetas
de cazadores reales;
mas sois el campo y el lar
y la sombra tutelar
de los buenos aldeanos
que visten parda estameña,
y que cortan vuestra leña
con sus manos.
A la encina, en catalán, se le dice alzina, el apellido de la madre de mi madre. Mi abuela materna fue una mujer de aspecto delicado, fuerte ante la adversidad, de gran nobleza de espíritu, discreta, sufrida, austera, longeva, sustento moral y material de doce hijos, que dio mucho y exigió poco, como la encina. Creo que hay motivos suficientes para que esta especie arbórea sea objeto de mi predilección.
También aprecio mucho las grandes fagáceas de hoja caduca, el roble carballo, el haya y el castaño y dos representantes de la vegetación mediterránea, el algarrobo y el madroño. El carballo requiere suelos húmedos, aunque el ambiente sea seco, mientras haya y castaño necesitan tanto atmósfera como sustrato húmedos. Por ello, en un lugar como Madrid podemos considerar esas tres especies como exóticas, aunque existan pies relictos de Quercus robur, L. en la Casa de Campo y El Retiro, como uno, verdaderamente singular, cercano al Salón del Estanque de este parque, de cuyas bellotas del pasado otoño he obtenido un brinzal que regalaré por su cumpleaños a un amigo, que comparte conmigo aficiones botánicas. El algarrobo, muy presente en las huertas del Levante español, me ha acompañado muchos veranos transcurridos a orillas del Mediterráneo. Hace años planté uno —nacido de garrofines tomados en el Ágora de Atenas— en un bancal de unos jardincillos del casco viejo de Altea, en la vertiente del pueblo que mira a Oriente, a Grecia, a sus orígenes, a la cuna de nuestra cultura. Se trata de un magnífico ejemplar que este otoño cumplirá diecisiete años.
Algarrobo griego. Altea. Agosto 2020. |
Creo que los regalos simbólicos, no necesariamente materiales, son los mejores, los que transmiten mayor afecto y más ilusión nos produce hacerlos. El otoño pasado, con ocasión de una corta estancia en Gaeta para visitar a mi amigo il Dottore, pensé que sería un bonito detalle plantar un par de árboles dedicados a sus nietos, Aurora y Leonardo. Me decidí por una encina —leccio— y un madroño —corbezzolo—. Como el pequeñín no hablaba todavía, le di a la mayor la oportunidad de elegir especie. Supongo que prefirió el arbolito del escudo madrileño porque sus hojas son verdes y perennes, da flores blancas y los frutos maduros son rojos. De hecho se le considera el Árbol de Italia por los colores de su copa, los de la bandera del país transalpino.
El madroño de Aurora. Gaeta. Mayo 2022. |
Cómo disfruté, yo, solo, conduciendo por el Agro Pontino la minúscula 500 de mi amigo con las ventanillas abiertas, a la búsqueda de un vivero de plantas forestales donde comprar un ejemplar de encina que cupiera en ese minúsculo y molón cochecillo y así poder transportarlo hasta su casa. También adquirí un roble para ofrecérselo a él. Y a la vuelta, en un día veraniego, pude apreciar la belleza de la Costa Pontina, una sucesión de playas y acantilados de abundante vegetación bañados por el Tirreno, gozando de la refrescante brisa marina. Por la tarde, entre todos, plantamos los arbolitos de los niños en lugares relativamente protegidos de manos arboricidas.
La encina de Leonardo. Gaeta. Mayo 2022. |
Cuando el roble sea de mayor tamaño, lo emplazaremos en unos parterres del paseo marítimo de Porto Salvo, Lungomare Caboto, que bordea el golfo de Gaeta, donde también quiero poner un rosal en recuerdo de su vecina María1, recientemente fallecida.
Cambiando la maceta del roble de Il Dottore. Gaeta. Lungomare Caboto. Septiembre 2021. |
Ya estoy pensando en plantar este verano una jacaranda dedicada a...
1 J. S. M.: Mi vecina de Porto Salvo.
Me gusta esta publicación Julio. Me encanta la naturaleza y por supuesto las plantas. Un abrazo
ResponderEliminarQuiero conocer ese árbol de Madrid. Abrazo grande desde México, querido Julio.
ResponderEliminarMe encanta, precioso,lleno de razones para que te guste también la encina, el Retiro, Altea, ese pueblecito italiano e incluso Madrid
ResponderEliminarUna maravilla
Bonito el tema de los árboles... Durante mi etapa docente, cada año celebrábamos el Día del árbol con los alumnos y plantábamos especies autóctonas (abedules, robles, arces...) en un espacio que el ayuntamiento de Sondica nos asignaba en un enorme parque: de vez en cuando suelo acercarme a él, y contemplo emocionado lo mucho que han crecido cantidad de ellos. Aunque mi árbol preferido es el pino,... por el hecho de nacer en tierras sorianas pinariegas.
ResponderEliminarUn saludo.
Pedro Navazo
ResponderEliminar¡Felicidades Julito!
Por saber captar y transimitir la belleza del temperamento de las encinas y por la entrañable comparación que has descrito entre estas y tu abuela Alsina. Ciertamente se asemejan en todo, menos en su delicado aspeceto (..je,je)
Me ha enternecido mucho ¡Espero que ganes el premio!
Enhorabuena también por tus buenas prácticas agronómicas, te han llevado a conseguir unos hermosos brinzales, que mas bien parecen sean de dos savias, mas que de una.
Un abrazo,
Paloma
Excelente texto, gracias por compartir sobre los árboles, aquellos detalles y recuerdos; el árbol es tan necesario para el medio ambiente, nuestra vida. Saludos cordiales.
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