Entre acordes e ideologías, de José Luis Conde
Análisis del impacto de las ideologías totalitarias en la música
Alessandro Pierozzi
La editorial 1/2 TONO, dedicada a la divulgación musical, se presenta con su primer lanzamiento: Entre acordes e ideologías: música, naciones y totalitarismos, del profesor argentino José Luis Conde.
“El inconmensurable tema de lo ideológico en la música puede abordarse desde tres perspectivas: como reflejo del espíritu de época, como toma de posición ideológica del autor y como fruto de una estética oficial de un régimen totalitario”, señala Conde.
¿Posee entonces la música capacidad para vehicular una determinada ideología e incidir en el sistema de pensamiento? El autor piensa que “basta un somero vistazo por la historia del poder para responder afirmativamente a este interrogante. La utilización de la música y del arte en general con fines políticos ha sido moneda corriente a lo largo de la historia”. La música constituye un formidable instrumento de influencia social hasta el punto de que “puede llegar a usarse como una de las tantas estrategias de un régimen para legitimar un orden social. En combinación con otras manifestaciones propagandísticas como eslóganes, emblemas y diversas maneras de exteriorizar el sentido de pertenencia a una facción política o a una causa, puede llegar a ser una herramienta muy eficaz”.
¿Cómo influyeron las ideologías totalitarias en la música? ¿Hay músicas de izquierda y músicas de derecha? ¿Puede la música ser totalitaria, monárquica, republicana o aristocrática de por sí? A estas cuestiones responde el autor que “la música en tanto que arte de estructuras (rítmicas, melódicas, armónicas, formales,etc.) no sería ni de derechas ni de izquierdas, ni monárquica ni republicana, por sí misma; sin embargo, se puede decir que sí es portadora de una ideología cuando intervienen en ella símbolos sonoros que remiten a un determinado pensamiento político o, más rotundamente aún, cuando se combina con un texto que expresa claramente consignas o conceptos doctrinarios”. Con prólogo de Luis Antonio Muñoz, el profesor Conde se pregunta si el estalinismo, el nazismo o el franquismo utilizaron la música para difundir sus postulados ideológicos y si estos incidieron en la calidad de las obras de los compositores, es decir, si hubo una estética marcada desde el poder Conde adorna e ilumina un viaje por veredas musicales que van desde los nacionalismos del siglo XIX a los totalitarismos del siglo XX. De los nacionalismos periféricos, como los denomina, surgieron músicos que volcaron el folclore vernáculo a los moldes y normas artísticas impuestas hasta el momento.
Yendo a la base ideológica en la música y en los compositores, desde la época de los llamados nacionalismos centralistas y periféricos del siglo XIX en adelante, la respuesta de los compositores al intento de instrumentación política fue variada. Las veces en que se dio un claro vínculo entre poder y creación artística las secuelas fueron evidentes. En opinión de Conde, el alineamiento de algunos autores con las directrices oficiales, en general, mermó la calidad de sus obras: “Sabemos que cuando la obediencia de los compositores fue absoluta, los rígidos alineamientos estéticos impuestos desde el poder, generaron músicas de valor relativo cuando no mediocres”. Muchos autores fueron marginados o depurados, pero otros simpatizaron con los totalitarismos, aunque se negaran a vincularse política y estéticamente con el nazismo, el estalinismo o el franquismo. Esa negativa tuvo con frecuencia efectos muy positivos en la calidad de sus composiciones. El autor cita los casos de Prokofiev para quien “la mejor música soviética es aquella que nace de las tensiones entre la subjetividad del compositor y la estética oficial" o Shostakovich, quien se quedó en el país padeciendo el inflexible control de las autoridades sobre su obra. En el caso de la España franquista, José Luis Conde se plantea si puede hablarse de una estética musical franquista y se pregunta: “¿Se dieron directrices claras en cuestiones artísticas en general y musicales en particular?”. Según el autor, “resulta lógico deducir que, si hubo una política musical durante la dictadura de Franco, tuvo que estar por fuerza alineada con las otras seguidas en el orden nacional y ser afín a la ideología imperante”. “¿Quién podría poner en tela de juicio el influjo que los regímenes totalitarios han ejercido en la música del siglo XX?”, se plantea el autor de Entre acordes e ideologías. Un buen ejemplo en nuestro país lo representa la sinfonía Amanecer en los jardines de España (1937), con la que Ernesto Halffter contribuyó a la causa del bando sublevado en la Guerra Civil. La obra, apunta el autor, “pretendía significar que la oscura noche republicana había llegado a su fin y amanecía para los españoles una nueva era luminosa de la mano del Generalísimo”. Pau Casals, contrario a los postulados de la dictadura y los movimientos nacionalistas, o el mismo Ernesto Halffter y Federico Mompou, más cercanos a las directrices del dictador, son parte de los ejemplos analizados. Por otra parte, según José Luis Conde, “la realidad nos demuestra siempre, que muchas personas no se identifican plenamente con ninguno de los bandos en pugna. Todo parece indicar que Falla era una de ellas y que ninguna de las dos Españas se ajustaba del todo a su pensamiento y sentir”.
Eva Sandoval, musicóloga y divulgadora, señala que “el libro de José Luis Conde, ya desde su magnífica y evocadora cubierta, nos recuerda, con su discurso reflexivo y cuestionador, que la política y la ideología impregnan todos los rincones de nuestra vida, incluso el artístico, como se ha puesto de manifiesto, sin ir más lejos, en los actuales conflictos internacionales. Incluye, de manera sucinta, el complejo caso de la España franquista. Y todo ello con una visión no europea, ya que Conde procede de Argentina y ha desarrollado allí la mayor parte de su carrera, lo que ofrece una nueva perspectiva, ya que puede acercarse al objeto de estudio con una relativa lejanía”. “Es un libro ameno y enriquecedor en el que confluyen música e historia que nos hace comprender cómo una de las manifestaciones artísticas más eminentes del ser humano, el arte musical, se configura socialmente” destaca Carlos Javier González Serrano, profesor de filosofía y psicología.
Si nos ceñimos a la relación entre el nazismo y Wagner, el propio Adolf Hitler aseveraba que “quien quiera comprender a la Alemania Nacionalsocialista debe conocer a Wagner”, señala José Luis Conde. En consecuencia, el nazismo usó las obras de Wagner profusamente. “No debemos olvidar que la obertura de Tannhäuser o el preludio de Los maestros cantores... fueron realmente escuchadas por las propias víctimas a través de los altavoces del correspondiente campo de concentración, mientras eran conducidas a las cámaras de gas”, apunta el autor. Por lo que se refiere a la militancia antinazi y antifascista de Bartók, Entre acordes e ideologías recoge la decisión de la Cámara Musical del Reich Alemán de obligar a todo compositor que estrenase obras en Alemania a dar pruebas de su ascendencia aria. “Bartók obviamente se negó a cumplir con la exigencia de cumplimentar el cuestionario, y exigió expresamente que su música no fuera ejecutada o transmitida por radio ni en la Alemania nazi ni en la Italia fascista”.
¿Puede un criminal ser sensible? En uno de los capítulos de la obra el autor se plantea algunas preguntas inquietantes. “¿Pudo el régimen más criminal, atroz y genocida que la humanidad ha conocido, promover un arte capaz de generar en cada uno de nosotros una conciencia de lo bello que impacte de un modo auténtico en nuestro mundo emocional? ¿Supo vibrar ante la experiencia estética, del mismo modo que lo hacen los hombres sanos de espíritu, esa banda de energúmenos carniceros capaz de emprender una feroz cruzada contra el alma humana?”. La respuesta de José Luis Conde es concluyente: “Aunque nos cueste aceptarlo, la respuesta a todas estas preguntas es afirmativa. No se requiere ningún análisis para advertir que lo sublime y lo abominable pueden convivir perfectamente”.
Por lo que se refiere a la obsesión por controlar la vida social y cultural: “Si en algo pueden parangonarse los regímenes totalitarios, ya sean de izquierda o de derecha, es por su afán por controlar cada aspecto de la vida social y cultural”. Mussolini constituye un ejemplo de esa obsesión en el terreno específico de la música, según se recoge: “En 1931 impartió directivas para que en los grandes teatros italianos se le diera prioridad a la música sinfónica o sinfónico coral sobre la de cámara o con solistas”. Mussolini utilizó la táctica de enfrentar a los creadores. Alfredo Conde destaca en su obra que la política cultural del fascismo en el terreno de la música parece contradictoria porque toleraba tendencias modernistas al mismo tiempo que llamaba a los compositores a no apartarse del lenguaje decimonónico. “En realidad esta contradicción era aparente y obedecía a una táctica especialmente perversa. Lo que al Gobierno le interesaba primordialmente era que los intelectuales compitieran entre sí por el patrocinio estatal, y por eso fomentaba el disenso entre ellos por razones estéticas”, señala el autor. En lo relativo a los enemigos de la revolución, el profesor Conde incide en el férreo control que estableció el estalinismo sobre los compositores, hasta el punto de que “cualquier creador que osara ser consecuente con las tendencias vanguardistas, sería acusado de formalista y de enemigo de la revolución”. Para conseguir sus objetivos “fue entonces necesario obligar a los artistas a que cooperasen. En el campo de la música se formó en 1932, la Unión de Compositores Soviéticos, que velaba por el cumplimiento a rajatabla de esa doctrina nefasta que atentaba abierta e impunemente contra la libertad de creación”. Así, muchos fueron purgados por el poder. Entre acordes e ideologías recoge las consecuencias que acarreó a algunos compositores no alinearse con el régimen establecido. El autor muestra el caso de Mosólov que en 1937 fue acusado de realizar propaganda antisoviética: “Fue condenado a siete años de trabajos forzados, pero gracias a la mediación de algunos colegas influyentes fue puesto en libertad poco después, aunque, mientras vivió, su nombre jamás fue rehabilitado completamente por las autoridades”.
El casticismo no era franquista. En ocasiones se tiende a identificar una tendencia artística con un régimen, como le ocurrió al casticismo. José Luis Conde aclara al respecto que “es cierto que el neocasticismo de Rodrigo era afín a la estética propiciada por el franquismo, pero no hay que perder de vista que lo castizo en la música académica española ha estado presente tanto en tiempos monárquicos como en tiempos republicanos y dictatoriales”.
José Luis Conde (Buenos Aires, 1961), es profesor de Historia de la Música, Crítica musical, Estética, Lenguaje musical y Guitarra en el Instituto Superior de Música de la Universidad Nacional de Tucumán. Su labor es prolífica en el campo de la interpretación y de la divulgación musical. Ha dirigido programas en Radio Nacional Clásica de Buenos Aires, Radio Universidad Tucumán o Radio Clásica Mar del Plata, por los que ha sido galardonado en cinco ocasiones con el premio Martín Fierro de la Asociación de Periodistas de la Televisión y la Radiofonía Argentinas (APTRA).
La editorial ½ TONO inicia su andadura con un objetivo claro: dedicarse a la divulgación musical con el rigor necesario, aunque con un lenguaje natural y cercano, accesible para todo tipo de público y gustos.
Ha comenzado su distribución y comercialización a través de su propia web, www.mediotonoeditorial.com, en librerías especializadas y Amazon.
Se puede seguir toda su actualidad en redes sociales, @MediotonoE (X) y @mediotonoeditorial (Instagram).
Entrevista efectuada a José Luis Conde por Carlos Santos en el programa Entre dos luces de Radio Clásica de RNE:
https://www.rtve.es/play/audios/entre-dos-luces/acordes-ideologias-15-02-24/15970610/
Tiene que ser un libro interesantísimo
ResponderEliminarRealmente si creo que en todos los países y según las épocas el poder ha marcado la tendencia en la musica
Muy interesante….
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