Lea Ypi. De la inocencia, y el cataclismo de su entorno, a la búsqueda de la libertad
Julio
Sánchez Mingo
No se trata de una novela, ni de un ensayo. Estamos ante un texto, inundado de ternura, con fogonazos de dolor, que recoge las memorias autobiográficas de niña y adolescente de Lea Ypy, una profesora de Filosofía Política de la London School of Economics (LSE), que aporta mucho más que tantos sesudos escritos de política, sociología, psicología o historia. Derrocha un fino sentido del humor y se narran escenas de gran comicidad y otras desgarradoras. Los diálogos que muestra, mantenidos en familia o en el colegio, con profesores y compañeros, son una delicia, al igual que las reflexiones que se hace la protagonista en cada etapa de su evolución personal. Figura central de este relato es su abuela paterna Mimí, mujer de vasta cultura y larga experiencia, siempre pegada a la realidad, que representa el contrapunto racional en las dialécticas familiares entre sus padres. Dos mundos alejados a raiz de la Segunda Guerra Mundial, entran de nuevo en contacto a finales de los 80, hace poco más de escasos 30 años, a consecuencia de la caída del Telón de Acero.
La autora nos recrea su vida familiar de esos años, primero de niña, después de adolescente, y su brusca inmersión en una nueva sociedad capitalista de consumo que se adueña de un país pobre, sin casi recursos. Una existencia condicionada por unos orígenes familiares altoburgueses, que se desarrolla en el entorno del régimen estalinista de Albania, donde una lata de Coca-Cola vacía —el producto del enemigo, prohibido e inaccesible, deseado e idolatrado en privado, que casi nadie ha probado— es el preciado adorno que corona el obsoleto televisor de su casa que sólo permite sintonizar la cadena estatal y, a duras penas, la televisión yugoslava, en la que su padre se afana en ver los partidos de la potente selección balcánica de baloncesto, que en breve desaparecerá para dar paso a los seis combinados nacionales actuales. Educada en la escuela pública, la única existente, acepta y asume los postulados oficiales inocentemente, sin que sus progenitores y su abuela, realmente contrarios al sistema, traten de desengañarla. Tanto es así que una estancia en la cárcel —como en el caso de su abuelo, un socialista que había sido compañero de estudios en París del tirano comunista Enver Hoxsa— la describen como un largo viaje de estudios en una lejana universidad.
El partido es omnipresente y omnipotente. No es posible para cualquiera acceder a sus cuadros de mando, ni siquiera a su simple militancia. Hay que ser invitado a ingresar para llegar a pertenecer a ese círculo de poder y privilegios. Ese ambiente de todopoderosos prebostes corruptos —a modo de capos mafiosos—, doctrina oficial excluyente, mentira constante, y lavado de cerebro de los ciudadanos que nos refiere Ypi, me recuerda a los tiempos de la autarquía franquista, anteriores a la firma de la cesión de las bases militares a los EUA en el contexto de la guerra fría. Las reacciones populares a la muerte de Hoxha, en 1985, y sus funerales parecen calcados del clima existente y de las ceremonias celebradas en 1975 a la desaparición del dictador español.
En la Albania anterior a 1990, el machismo, oficialmente, no existe. Las mujeres comparten todos los aspectos de la vida pública y acceden en paridad a los mismos empleos que los hombres, incluso a los más duros, como picadoras en una mina. La prostitución, caso de darse, no es visible y las niñas y jóvenes corretean libremente por todas partes. Aparentemente no hay delincuencia. Pero, herencia cultural del Imperio Otomano, los varones en casa no hacen nada, no ayudan en ninguna labor, ni siquiera se ocupan de los hijos. Leen el periódico, ven la paupérrima televisión y exigen sus ratos de sexo, a lo que se tienen que plegar sus agotadas consortes. Como siempre, el ideario oficial va por un lado y la gente corriente por otro. Basta considerar que el 80% de los albaneses son musulmanes que simulan ser ateos. La triste realidad es que hay que hacer uso de las cartillas de racionamiento y soportar largas colas para adquirir cualquier producto, rezando para que lo más perentorio no se agote. Los cortes de los suministros de agua y electricidad son muy frecuentes. El país es una jaula, no precisamente de oro, de la que es imposible salir.
Pero se produce la caída del comunismo y con ello un brutal cambio de ciclo político y económico y se pasa de una economía dirigida y planificada, con todas sus penurias y gravísimas carencias, a un capitalismo salvaje, origen de tantas y profundas desigualdades y motivo de la pérdida de empleo de gran parte de la población. Muchos se ven empujados a la emigración, muchas mujeres a la prostitución. El padre de Ypi, un ingeniero forestal, nieto de un antiguo primer ministro de los años 20, que trabaja en una empresa estatal de gestión de los bosques, es despedido. Total, la conservación de la naturaleza no da dinero. Sin controles de ningún tipo, ante un invierno muy crudo, se arrasan los montes para obtener leña para calentarse y Albania sufre una deforestación atroz. La madre, profesora de instituto, descendiente de una familia de millonarios terratenientes nuevos ricos, a los que el régimen estalinista había confiscado sus bienes, es prejubilada a los 46 años.
En esa época, el anhelo de libertad lo invade todo. Y ¿se alcanza la libertad? Pero, ¿qué es la libertad? Para su madre la libertad es la lucha contra la corrupción, el desarrollo de la libre empresa, el respeto a la propiedad privada y la promoción de la iniciativa individual. La autora reflexiona sobre la influencia que ejerce en la ideología de cada cual su temperamento, su forma de ser, y cita el caso concreto de su progenitora, una thatcheriana ultraliberal. Para ésta el mundo es un lugar en el que la lucha natural por la supervivencia solo se puede resolver defendiendo la propiedad privada. Considera que todas las personas son intrínsecamente malvadas, que no se puede cambiar la naturaleza humana y de lo que se trata es de contener los daños, encauzando la maldad existente. Por todo ello considera que el socialismo es inviable. Esa visión negativa de los demás, empuja a adoptar una actitud egoísta y a luchar contra ellos. La solidaridad y la igualdad son conceptos que no han lugar y la sociedad civil debe sustituir al estado. El pensamiento de su padre es radicalmente opuesto. Para él, el capitalismo solo emancipa a unos pocos, las personas se convierten en objetos económicos susceptibles de ser explotados, pierden su identidad frente a los poderosos, y las relaciones humanas se reducen a relaciones económicas. Tanto tienes, tanto vales. Así, al ser nombrado director del puerto de Durrës —el mayor del país—intenta aprenderse el nombre de todos los trabajadores de la instalación. Desde el gobierno le exigen la consabida reestructuración y que reduzca el número de operarios. Lucha para no despedir a nadie. Y piensa que, si olvida sus nombres, dejarán de ser personas para convertirse en números y olvidará su existencia. Se ha convertido en un esclavo de la situación tras haber sido un esclavo del partido. ¿Ha logrado la libertad?
Nunca he leído un relato que diseccione de forma tan certera el fenómeno de la migración en toda su extensión. Lo hace desde dentro, desde el origen del flujo humano, y describe de forma sencilla y meridiana las razones que impulsan a la gente a abandonar su hogar y la impotencia de los que quedan por saber de los que han marchado. También acusa amargamente a los países receptores de su egoísmo que, dependiendo de cómo soplen la política y la economía, fomentan o rechazan la llegada de extranjeros, pasándolos, además, por el tamiz de su capacitación profesional. Una mañana, en lugar de acudir a clase, su amiga y compañera del colegio Elona, con trece años, se embarca con su noviete en uno de esos barcos repletos de cientos de desesperados sin futuro con destino a Italia. En Milán es estuprada por él y termina dedicándose a la prostitución. En un orfanato de su ciudad queda su hermana pequeña, internada por su padre —un humilde conductor de autobuses— al producirse el fallecimiento de la madre de ambas niñas. La descripción de las condiciones del hospicio, que va a peor tras la caída del sistema marxista, hiela las venas, máxime si consideramos que se está hablando de la Europa del año 95, a poco más de dos horas de distancia de Madrid.
Llegamos a 1997. Con la guerra civil, quiebra el estado y desaparece. Todo queda en manos de clanes mafiosos y asociaciones de traficantes y malhechores, sumiéndose Albania en la anarquía. Esa delincuecia organizada se expande por toda Europa, España incluida. Tanto es así, que un mando policial declaraba en Madrid hace pocas semanas que los grupos albaneses y el cártel de los Balcanes están muy fuertes, mucho más de lo que creemos.
El eje central de esta obra es la eterna polémica sobre qué entendemos por libertad, su falta, su tergiversación, su pérdida, su búsqueda, su calidad, las desilusiones que acarrea y las esperanzas truncadas cuando no satisface las expectativas creadas. También sobre la libertad traicionada y cuánto puede tener de estafa y sobre la libertad verdadera y la nominal, sobre la libertad como libre mercado.
En la campaña de promoción del libro, Ypi manifestó que la libertad no solo debe considerarse en lo relativo a las personas sino también a los países, cuando unos son sojuzgados o explotados por otros o sus multinacionales, que siempre son los poderosos los que deciden, ya sean naciones o individuos, que unos pocos ganan mucho y la desigualdad avanza imparable, que el mito del triunfador hecho a sí mismo es irreal, que todo avance solitario es en realidad solidario e hizo énfasis en la necesidad universal de pertenecer a un colectivo. En un coloquio mantenido en la Feria del Libro de Turín, nuestra autora afirmó que una persona tan poco sospechosa de comunismo como el papa Wojtyla, había afirmado en una ocasión que subsistían los motivos que habían impulsado esa ideología.
En
el epílogo de su libro nos dice: “… La libertad no se sacrifica
solo cuando los demás nos imponen qué decir, donde ir, cómo
comportarnos. También las sociedades que pretenden ayudar a los
individuos a desarrollar su pleno potencial, pero rechazan cambiar
las estructuras que lo hacen imposible, son opresivas. Sin embargo, a
pesar de todas las constricciones externas, nunca perdemos nuestra
libertad interior: la libertad de hacer lo que consideramos
adecuado”.
También añade: “… Cuando sus aspiraciones se hicieron realidad, aquellos sueños se convirtieron en mi desencanto. Vivíamos en el mismo lugar, pero en mundos distintos. Al entrar esos mundos en contacto, apreciamos los resultados con ojos diferentes. Identificaban el socialismo con la negación. La negación de aquello que hubieran querido ser, de su derecho a equivocarse y de aprender de sus propios errores, de explorar el mundo a su manera. Yo asociaba el liberalismo a las promesas incumplidas, a la destrucción de la solidaridad, al derecho a heredar los privilegios, a cerrar los ojos ante la injusticia… “. Y lo termina así: “… Mi mundo está tan lejos de la libertad como aquel del que mis padres intentaron escapar. Ambos distan mucho de ese ideal. Pero sus fracasos adoptaron formas muy diferentes y, si no hacemos un esfuerzo por entenderlos, continuaremos divididos para siempre. He escrito mi historia para explicar, para reconciliar y para continuar la lucha”.
Lea Ypi no ha vuelto a Albania.
Lea Ypi: Libera. Feltrinelli, 2022 (en italiano)
Existe traducción al español: Libre. Anagrama, 2023
Es tremendo todo que pena de mundo
ResponderEliminarLibertad sin ira.
ResponderEliminarBuena crítica, compañero, de las que incitan a leer el libro.
ResponderEliminarEn los primeros años setenta, yo escuchaba esporádicamente "Radio España Independiente, emisora pirenaica. A veces también pillaba la señal de Radio Tirana, cuyo eslogan era: "Contra el revisionismo soviético y el imperialismo yanqui. ¡Larga vida al camarada Enver Hoxha!" Este eslogan también aparecía años después, en los panfletos que algunos grupos maoístas lanzaban en la Complutense. Increíble.