16 abril 2020


El concierto

Jesús Ramos

A mi amigo Julio, del que tomé prestado un rasgo para el protagonista del relato


La única verdad es la música Jack Kerouac


Siempre que voy a un concierto elijo una localidad desde la que se vean bien las manos del pianista. No es que no me importen los demás intérpretes, claro que me importan, pero ver como las yemas de los dedos acarician las teclas me hace abandonar cualquier otro pensamiento y la música penetra hasta la última célula de mi cuerpo.
Me gusta entonces imaginar un mundo donde conviven todos los sonidos posibles, un mundo regido por una voluntad superior, el azar, que según su soberano capricho, selecciona algunos de esos sonidos, los secuencia, los dota de la intensidad justa y les insufla una porción de vida, la precisa para que esa secuencia, que no es sino la melodía, fluya como la corriente de un arroyo; entonces, cuando ya las corcheas, las fusas y las negras, transformadas en acordes de un adagio, llegan a mis oídos, el pianista y yo estamos solos en el auditorio; a mi derecha no se sienta una mujer rubia con un lunar en la mejilla, ni hay un anciano detrás de mí intentando reprimir una tos inoportuna, ni tengo un pasado o un trabajo que quizá mañana pierda, ni tampoco una hipoteca que pagar o ese amenazante dolor en el costado por el que me acaban de hacer un escáner del que todavía desconozco el resultado; en ese momento, perdida la conciencia de todo, me abrazo al juego de la música, ese juego capaz de alejar cualquier ruido, el ruido de la vida, y me dejo ir en una ensoñación en la que el albedrío supremo del azar se enseñorea de todo, y todo se somete a su tiránico mandato, empezando por las cuerdas del piano que no pueden sino vibrar, y por las teclas, obligadas a transmitir esa vibración a los dedos del solista que se mueven con frenesí, imperceptiblemente para mis ojos que ya, a estas alturas del concierto, están cerrados; y también las manos juegan a ese juego, las manos que imagino tirando de los músculos de los brazos y de los hombros, tirando también del cuerpo que se arquea respondiendo a esa tracción; y todo en el pianista es tensión contenida y fuerza y pasión que brota en forma de sudor de la frente del hombre cuyo traje es negro como el piano y sus dedos blancos como las teclas del piano; y en ese momento, perdido en ese mundo imaginario, soy incapaz de distinguir si el pianista interpreta la partitura o si, por el contrario, es el piano el que insufla al hombre movimiento y vida, o si ambos son solo objetos inertes y solo existen dentro de la música y el azar; para mí, en ese momento, la existencia solo es un concierto, nada más que un sueño; y cuando se acabe la música y el sueño termine, el pianista se quedará quieto, petrificado, congelado en un tiempo vacío de sonidos, las manos estiradas, los dedos descansando sobre las teclas, mientras se apagan los ecos de la última nota del último compás del último movimiento.
Y, al igual que el piano, callará la orquesta, el auditorio quedará mudo, algunos gritarán ¡bravo!, yo me levantaré y aplaudiré a pesar de ese dolor persistente en el costado, que no me abandona ni de día ni de noche, y el pianista, tras saludar al público con una reverencia, volverá a soñar ese sueño en el que la vida es al revés, el piano no es más que madera, acero y marfil y la partitura del concierto la escribió un tal Chopin.

13 comentarios:

  1. Muy dificil traducir con palabras claras lo que nos dicta nuestro cerebro emotivo....aqui "spes contra spem" esta dificultad se supera....pues,nada,gracias por esta luz.....precioso regalo en un momento que lo requeria

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  2. Fenomenalmente escrito, expresando toda la emoción que siente y narrando como vive el intenso presente!

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  3. Que maravillosa descripcion de las emociones que surgen en un concierto. Esa comunion, el tiempo parado. Me identifico totalmente. Muchas gracias.

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  4. Al igual que la música, la literatura también es capaz de transportarnos..como hace el autor en esta ocasión... Demostrando la superioridad de las Artes.
    Bravo!!!

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  5. Penetrante y profundo ensayo que despierta toda la sensibilidad del lector. Gracias por este regalo.

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  6. Me interesó mucho su forma de describir el concierto de piano, creo que las manos del pianista eran sus propias manos que se movían al unísono
    l haciéndole sentir esa sensación única. La música es maravillosa y esos momentos son únicos. Escribiste algo? Yo estoy en ello, si me parece que tiene algún interés te lo envío, ahora lo estoy releyendo y corrigiendo. Ya sabe tu marido que es ese dolor en el costal? Gracias por compartir el escrito conmigo. Un abrazo

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  7. Extraordinaria interpretación literaria, gracias por compartir.

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  8. Muy bien escrito Jesus.
    Sigue con esa afición literaria que en tiempos duros como estos permite superarlos mejor.

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  9. La vida de la música puesta por escrito.
    La música es vida.
    Gracias por expresarlo tan precioso.

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  10. Muy emocionante y genial descripción de lo que nos hace sentir la música. Me encanta. Qué ganas de ir a un concierto. Firmado MdC.

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  11. Percibo la descripción del efecto mágico que produce la música en el autor.

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  12. Bien lograda la ilación del discurso narrativo, la fluidez del lenguaje y el estilo sencillo. Me remite al excepcional cuento de Cary Kerner OLAF OYE A RACHMANINOFF. Felicidades por tu breve narración,Jesús.

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