El futuro
Julio
Sánchez Mingo
Yo
soy optimista por naturaleza y siempre trato de ser positivo, aunque
haya momentos o días en que los ánimos se me vengan abajo. Sin
embargo, ahora no puedo ser confiado de cara al futuro. Soy realista,
tengo los pies muy pegados a la tierra y pienso que terminará por
imponerse la condición humana, con todos sus vicios y virtudes.
Creo
que tras la pesadilla del coronavirus nada cambiará. No nos
volveremos de golpe todos buenos, desprendidos y solidarios. No
escaparemos a la desigualdad, la pobreza, el hambre, las injusticias,
el capitalismo salvaje, el consumismo y seguiremos castigando el
planeta, la casa de todos, aunque estos días hayamos descubierto que
en Ciudad de México o Madrid no hay contaminación, las aguas de la
laguna de Venecia estén limpias, y los pájaros se hayan enseñoreado
de vías, plazas y jardines urbanos y nos deleiten con sus cantos y
cortejos primaverales.
Tras
las guerras, los contendientes siempre juran y perjuran que hechos
tan execrables no volverán a repetirse. Tras las II Guerra Mundial,
por ejemplo, en un corto espacio de tiempo, se embarcaron en las
guerras de Corea y Vietnam, con cientos de miles de muertos.
La
pandemia del Covid-19 es una guerra donde hay víctimas mortales,
heridos , los infectados que se recuperan, y ruina, mucha ruina
económica que golpeará a los más desfavorecidos. Esta mañana, me
decían por teléfono que los aprovisionamientos empiezan a escasear
en los grandes hipermercados de la periferia de la capital mexicana y
que, en las pequeñas tiendas de alimentación de los suburbios de la
ciudad, han subido tanto los precios que mucha gente no tiene dinero
para adquirir bienes de primera necesidad.
Saldremos
de esta pero nuestro comportamiento general no cambiará. Mucha gente
se arruinará, se cerrarán negocios, se perderán trabajos, se
interrumpirán estudios, incluso algunos avispados se enriquecerán,
pero no escarmentaremos. Es posible que se produzcan ciertos cambios
de hábitos y forzosamente quedaremos marcados y siempre recordaremos
estos aciagos días. Basta mirarnos en lo sucedido a nuestros padres
con la Guerra Civil española. Los míos perdieron su juventud, el
estallido del 36 les cogió con diecinueve años, pero la sociedad
caminó por los mismos derroteros de siempre.
En
esencia, no cambiaremos.
No
quiero terminar estas breves líneas sin una cita de La
peste
de Albert Camus: "El
mal que existe en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia, y
la buena voluntad sin clarividencia puede ocasionar tantos desastres
como la maldad. Los hombres son más bien buenos que malos, y, a
decir verdad, no es esta la cuestión. Sólo que ignoran, más o
menos, y a esto se le llama virtud o vicio, ya que el vicio más
desesperado es el vicio de la ignorancia que cree saberlo todo y se
autoriza entonces a matar. El alma del que mata es ciega y no hay
verdadera bondad ni verdadero amor sin toda la clarividencia
posible".
PD.
Anteayer falleció Aute, cuyo recuerdo estará siempre vivo en los
corazones de algunas generaciones de españoles e hispanohablantes.
Como homenaje, interpretada por él, una de sus canciones más
emblemáticas: Al alba.
Es difícil creer en un futuro promisorio. Quizás los años nos vuelven escépticos, o fatalistas, pero de lo que sí estoy seguro es que nos arrebatan el romanticismo de nuestros años de juventud y la fe en la humanidad.
ResponderEliminarSe dice que el tiempo lo cura todo, es posible que sea así. Pero creo que el tiempo nunca curara la maldad, la avaricia, el egoísmo ...
ResponderEliminarMe temo que Julio tiene razón, con el matiz de que no cambiaremos para bien ni para mal, es decir, estaremos imbuidos de una corriente de solidaridad y mejores intenciones durante un tiempo, pero al mismo tiempo entraremos en una etapa de desconfianza, hipocondría y hasta paranoia respecto a las medidas preventivas contra el virus y las posibles formas de contraerlo.
ResponderEliminarUna vacuna rápida y efectiva nos ayudaría a regresar a la tan ansiada normalidad, aunque el verdadero debate debería venir de un auténtico cambio respecto a la manera humana de comportarse y relacionarse con su entorno y la naturaleza.
Necesitaríamos entrar en otra onda.
Es cierto, lo mismo que se manifiesta el carácter impetuoso del pueblo español en determinadas circunstancias, también hemos visto que es un pueblo que sabe sufrir y aceptar los reveses de su propio destino, que en absoluto quiere decir conformista.
ResponderEliminarqué buen remate: Camus y de fondo Aute... gracias, Sánchez-Mingo jeje. Ánimo!
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