21 mayo 2021

La brisca

Jesús Ramos Alonso

 

 

La última vez que jugamos a la brisca hacía una tarde de perros. En casa de mis padres el cielo se cubrió de negros nubarrones mientras las ramas de los árboles, azotadas por el huracán, golpeaban los cristales de la ventana. Mi madre escogía lentejas para ponerlas en remojo, tía Gertrudis hacía punto y mi hermano Pablito, el pobre, no hacía más que moverse inquieto diciendo que se aburría, lo que hizo que mi padre dejara el periódico que estaba leyendo y dijera: 

Podríamos echar una brisca.

De cuatro es muy aburrido —respondió mi madre—, si fuéramos seis...

Aquellas palabras tuvieron el mismo efecto que un abracadabra. No había terminado de pronunciarlas cuando un relámpago iluminó el cuarto de estar, al mismo tiempo que sonaba el aldabón de la puerta. Cuando rompió el trueno ya estábamos los seis sentados en la mesa camilla con las piernas debajo de las faldillas, al calor del brasero. En ese momento empezó a diluviar.

¿De cuánto es la partida? —dijo mi abuela, que iba en camisón.

De a peseta —respondió mi madre, y continuó— ¿Qué tal por allí?, ¿cómo siguen todos?

Mientras mi abuela explicaba lo bien que estaban de sus dolencias los difuntos de la familia, mi padre sacó del aparador el tapete marrón y la baraja, tía Gertrudis fue a buscar la botella de anís y mamá puso tres pesetas sobre la mesa, la suya, la mía y la de mi hermano: privilegios de ser menores de edad. Pablito se desesperaba con esta charla porque el pobre no había visto en su vida a ninguno de los antepasados de los que hablaba la abuela y no hacía más que tirarla del brazo para que empezara el juego.

Venga abuela no te enrolles y pon el dinero —rezongó.

Deja a la abuela —terció mi tía— ya le pongo yo la peseta, que ella no lleva suelto.

Desde siempre la abuela había sido muy roñica, para ella jugarse a las cartas más de una perra gorda era muy tirao.

Jugábamos de parejas ―mi padre con la abuela, mamá con el peque y yo con la tía Gertrudis―, cada par de compañeros sentados uno enfrente del otro. Cuando terminó de barajar, mi padre ofreció el mazo a mi tía para que cortara. Luego, a la carta más alta, le tocó repartir a él, así que nos dio tres naipes a cada uno, y cada uno, tras mirarlos con cuidado para no descubrir su juego, intentábamos con disimulo hacer señas al compañero. Mi abuela nunca miraba las cartas ni hacía señas, ¡para qué! Yo tampoco las hacía porque se me habían olvidado y aún no había aprendido a jugar a ciegas como ella, que nunca se equivocaba. Cada vez que le llegaba el turno a su compañero, ella le decía como tenía que jugar: "¡Echa el as de espadas!", y mi padre, que en efecto tenía el as de espadas, mataba el tres de mamá.

No vale hacer trampas, abuela— gritó Pablito.

La abuela alargó su mano y le hizo una caricia.

¡Ay corazón! —dijo— los cuartos que gane te los voy a dar a ti por guapo.

A Pablito se le iluminó la cara. ¡Pobre!, aún era pequeño y no sabía que la abuela estaba muerta.

Mi padre y mi abuela ganaban partida tras partida de manera pertinaz, igual que la lluvia, que no cesaba de caer. Aprovechando que mi padre se levantó al baño, Pablito se puso en su lugar para jugar con la abuela y ya siguió con ella de pareja toda la tarde, ganando partida tras partida. Estaba feliz, cada vez que le tocaba echar carta miraba expectante a la abuela. "Echa el tres de oros" decía ella y él sacaba orgulloso la brisca y se llevaba la baza, mientras se moría de la risa.

El juego siguió tranquilamente mientras la lluvia caía con la misma intensidad. Sin darnos cuenta, fue pasando el tiempo y la penumbra se hizo dueña de la habitación. Ya apenas se distinguían los objetos, a pesar de que nuestras pupilas se habían acostumbrado a la semioscuridad.

Va siendo hora de dejarlo —dijo mi padre.

Sí, voy a encender la luz que no se ve un pimiento —respondió mi madre.

Al verse las caras, mis padres y tía Gertrudis se quedaron extrañamente quietos y en silencio como si algo indefinible hubiera congelado el aire a su alrededor. El único movimiento era el de Pablito, que refunfuñaba desconsolado.

¿No jugamos más? —protestó—. ¡Venga!, la última.

Ya es muy tarde, cariño —le abrazó la tía, saliendo de su ensimismamiento—, y mañana tienes que madrugar para ir al colegio.

Luego, poco a poco, las cosas volvieron a su ser. Tía Gertrudis retiró de la mesa las copas y el anís, le dio a Pablito las catorce pesetas que había ganado la abuela y volvió a su labor de ganchillo. Mi padre recogió el tapete y la baraja y encendió la radio para oír el parte de Radio Nacional. Las noticias ahogaron el llanto de mi madre que lloraba frente a la foto del aparador, esa en la que estoy yo, subido en la bici con la que me maté.

Fuera había dejado de llover.

14 mayo 2021

El niño de los recados

Julio Sánchez Mingo

A Ughino, un trasto de cuidado, por su cumpleaños

 


En casa, de chaval, yo era el niño de los recados. No me importaba, al contrario, era feliz saliendo a la calle continuamente y cualquier excusa era buena para hacerlo. Así me paseaba, disfrutaba del ambiente de la vía pública, me encontraba con los amiguetes y observaba a los transeúntes, en un mundo que no iba más allá de cuatro o cinco manzanas. Hablaba con todos los tenderos, que, dicho sea de paso, eran amabilísimos conmigo.

Anda hijo, toma dinero y vete a Porras y te traes cuarto y mitad de mantequilla me pedía mi madre. La mantequilla se compraba al peso, no venía envasada. El mantequero, chaqueta blanca y corbata, cortaba las porciones de una barra y las envolvía en papel encerado, parafinado. No recuerdo que usara mandil. En el mismo establecimiento adquiríamos el queso, el jamón, sabroso salchichón y rico chorizo y pollo trufado, que en casa se consumía bastante. También dulce de membrillo.

La merendina del colegio, que tomábamos a media mañana, para ser más preciso entre 11:30 y 11:50, era casi siempre un bocadillo de queso manchego, hecho con pan del día anterior. Ramitos siempre llevaba jamón, que en su casa debía abundar. De hecho, su padre era el responsable del matadero municipal. Se traía el pernil en lonchas pequeñas, muy apretado y envuelto. Antes de entrar en clase compraba un chusco en la panadería de Modesto Lafuente para prepararse el sustento que zampaba en el recreo. Al bueno de Carlitos, casi dos metros de estatura, en sexto de bachillerato, todos los días le afanábamos su consabido bocadillo de fuagrás.

Era un entrar y salir constante, un subir y bajar escaleras incesante. Para dos pisos no me merecía la pena usar el ascensor ¡Menuda pérdida de tiempo! El gamberro de Ughino, cuando estaba de visita, lo hacía ascender con las puertas de la cabina abiertas, sujetando con la mano el correspondiente resorte mecánico del contacto eléctrico de seguridad. Dicen que los niños tienen ángel de la guarda. Será por eso que ahí sigue, dando guerra. Yo acometía los escalones de dos en dos en la subida y los saltaba de cuatro en cuatro en la bajada. Los vecinos nunca se quejaron, pero el estruendo era formidable. La escandalera crecía cuando ladrando me acompañaba Leo, nuestra perrilla. Había que sacar al animalejo a hacer sus necesidades, mejor diez que tres veces veces al día. Otro pretexto perfecto para desaparecer. No sé a quién le gustaba más garbearse si a nuestra chuchilla o a mí. Menuda pieza el susodicho suicida del ascensor. Si era él quien la llevaba a la calle, la ataba a una barandilla y se escondía detrás de la esquina para ver cómo reaccionaba el pobre animal. Conmigo siempre iba suelta y me esperaba junto al bordillo de la acera antes de cruzar cualquier calzada. Eso sí, si llovía frenaba en seco al salir del portal y me miraba como diciendo que, la calle, mejor para otro momento. A Cesítar lo adoraba, se derretía con él. Precisamente, con este amigote, iba yo casi todas las tardes a dar patadas a un balón a un descampado cercano, pomposamente llamado campo de los deportes. Con el tiempo, en ese solar construyeron un polideportivo.

La comida de verdad, frutas y verduras, carne y pescado, era cosa de mi madre. El pan, muy esporádicamente algo de la taberna, la farmacia, las patatas fritas, los domingos churros y porras para el desayuno, el periódico y los pasteles de postre, y en verano un cuarto de barra de hielo para la nevera, que traía goteando en una bolsa de red, eran de mi responsabilidad. El periódico vespertino, también. El matutino, de mi padre. Los primeros frigoríficos en España fueron posteriores al 600. Así se pasó de la compra diaria a un aprovisionamiento doméstico más espaciado. A la pastelería solía acompañarme mi hermana, para poder elegir los pasteles a su gusto.

También acudía al zapatero remendón a que pusiera medias suelas y tapas al calzado familiar. Era un hombre muy amable, de mirada triste, de tez y piel blancas, delgado y de cabello abundante, ensortijado y moreno. No muy mayor, no debía superar los cuarenta. Tullido, con una cojera muy ostensible, probablemente resultado de la polio, que al levantarse y caminar le obligaba a apoyarse en el mostrador de su reducido establecimiento, un local al que se accedía bajando unos escalones desde la calle, con cuidado para no golpear la cabeza en el dintel de la puerta. Le gustaba charlar conmigo y cada una de mis visitas podía dilatarse más de una hora. No tenía grandes pretensiones y su sueño era, si algún día le tocaban las quinielas, tener un coche con chófer para que le subiera hasta el puerto de Navacerrada y allí comerse un bocadillo de jamón. Qué extrema sencillez la de aquella bella persona. Qué calamidades no habría pasado en la infancia, la guerra y la posguerra. Y todos los días en aquel agujero, respirando los vapores de colas y pegamentos, aspirando el polvillo que desprenden suelas de cuero y goma al pasarlas por la lijadora.

Nunca sisaba. Posiblemente por ello mi madre todas las tardes me daba dos reales para que me comprara dos caramelos Ben-Hur de fresa, como ya he relatado en un escrito anterior, Caramelos.

Yo fui un chaval muy feliz. Por esto sufro cuando veo en España a los niños extranjeros desvalidos, sin familia, a los que despersonalizan denominándoles menas y los utilizan como arma política.

30 abril 2021

Selección de personal

Julio Sánchez Mingo

 

Monumento en Antón Martín a los abogados laboralistas de Atocha, víctimas del odio, de la intransigencia, de la ignorancia, de los intereses espurios, de la falta de diálogo. Reproduce el cuadro El abrazo, de Juan Genovés, conservado en el MNCARS.

Decía el filósofo Emilio Lledó, allá por 1979: "... De una manera muy general podría afirmarse que son dos los dominios que sustentan la vida humana: el dominio de los signos y el dominio de los objetos. Traducido a otro plano: el dominio de la comunicación, del lenguaje, y el dominio de la realidad, de la historia concreta y de los intereses. En un mundo como el nuestro, mediatizado y en parte aniquilado por signos y mensajes, la realidad y la vida quedan ocultas, muchas veces, bajo la costra de comunicaciones vacías, de lenguajes deformados y de contenidos manipulados... ". Recientemente escribía Soledad Gallego Díaz en un artículo para El País: "... los partidos parecen haber abandonado sin el menor pesar cualquier coherencia y moverse en un espacio virtual en el que no se trata de difundir ideas para generar debates y agrupar a ciudadanos, sino de manipular sus emociones, instrumentalizarlas. Como escriben Chloé Morin y Daniel Perron, lejos de dar más poder a los ciudadanos, los partidos actuales, partidos algoritmo, buscan captar emociones... ". Yo añadiría que también fomentar el miedo.

Ahora que los madrileños acuden a las urnas para elegir a sus representantes regionales, llama la atención el nivel de confrontación entre los distintos candidatos, que se refleja en discusiones y enfrentamientos entre los propios ciudadanos. No existe un contraste de pareceres sosegado, racional, sobre lo más adecuado a la hora de votar. No se discuten las necesidades de la región y la dialéctica dominante es sopesar quién nos cae más simpático y está muy extendido el aberrante razonamiento de voy a votar a fulanito para que no salga menganito. Además se ha trasladado a unas elecciones regionales el partidismo radical de unas generales. Todo son malos modos, reacciones absolutamente viscerales, no se razona, todo se reduce a filias y fobias. La polarización es excesiva, como si todo fuera blanco o negro, mientras la vida siempre nos ofrece toda una escala de grises. Se incurre en incoherencias flagrantes y se escuchan planteamientos que no resisten un análisis un poco minucioso por su falta de sensatez y sustento lógico. Es curioso que una reciente encuesta nos diga que el 90% de los ciudadanos no se fía de los partidos políticos y a la hora de votar se entregue un cheque en blanco a candidatos suyos que son unos perfectos incompetentes. Por si fuera poco, prensa y televisión, en aras de su negocio, exacerban nuestros bajos instintos. No es de extrañar que alguien haya escrito esta frase en un cubo de basura: "Led, sí, leed. Pero no leáis prensa que afirme vuestros prejuicios, sino literatura que alimente vuestras incertidumbres".

Todas las elecciones políticas deberían encararse como una selección de personal en una empresa, con rigor y criterios profesionales y, además, centrar el debate en las competencias propias de cada administración. Ahora, en la región de Madrid, nos jugamos el bolsillo y dos áreas tan críticas para una sociedad como son la Educación y la Sanidad, sin olvidarnos de Asuntos Sociales y Cultura, amén de un sistema de transportes que actualmente ofrece un buen servicio para el núcleo urbano de la capital pero muy insuficiente para el resto de la región y absolutamente desastroso para la comunicación entre las periferias. Sin salud no hay vida. Las listas de espera son insufribles, la atención primaria está medio desmantelada y sus servicios de urgencia, que deberían reducir la presión ejercida sobre los hospitales, siguen cerrados desde marzo de 2020, al igual que muchos consultorios rurales. ¿No sería mejor que mucha gente pagara un poquito más de impuestos en lugar de recurrir a un seguro privado que cuesta un dineral? Su cartera saldría beneficiado. Para destacar la importancia de la Enseñanza voy a recordar unas citas de unos viejos conocidos. Dice Kant: "El ser humano es lo que la educación hace de él". Al ignorante se le manipula y, como afirma Voltaire: "Política es el camino para que los hombres sin principios puedan dirigir a los hombres sin memoria". Afortunadamente no todos los dirigentes son inmorales, de lo contrario viviríamos en un estado fallido. Para que la sociedad esté bien estructurada, sin desigualdades, que generan pobreza, violencia, corrupción, delincuencia, una educación de calidad debe estar al alcance de todos, no solo de aquellos que por sus recursos pueden acceder a ella. En Madrid, las tasas universitarias son las más altas de toda España y estos días ha saltado a la prensa que unos chavales de Móstoles, al parecer buenos estudiantes, no podían seguir estudiando más allá del Bachillerato porque les era imposible pagar los derechos del examen de Selectividad. Es muy importante elevar el nivel formativo de los más desfavorecidos, para que aumente el nivel medio de toda la comunidad. Ya va siendo hora de olvidar cañas y ladrillo, que implica deterioro del medio, especulación y corrupción. Ser más Alemania y Suiza, o Suecia, y menos África. Por cierto, los alemanes se ponen de cervezas hasta las cachas, pero no hacen de su consumo en la calle un sector estratégico.

Al contrario de lo que se suele decir, no todos los políticos son iguales. A la hora de votar deberíamos analizar su currrículum, es decir su formación, su trayectoria, su experiencia de gobierno y gestión y descartar a los chillones, a los de discurso fácil pero vacío. A la gente se la conoce por lo que dice o, incluso, por lo que deja de decir, pero hay que juzgarla por lo que hace o ha hecho. Dice Irene Vallejo, ahora tan de moda, que el bien no se nota y que el mal es ruidoso.

El balance de tantos años de gobierno regional del partido que lidera las encuestas es absolutamente descorazonador. Sus dirigentes procesados y hasta encarcelados. Ya hemos visto lo que han hecho con la Sanidad y la Educación madrileñas. Hace poco, un amigo, inspector de policía jubilado, con motivo del juicio de la caja B de esa agrupación política, me escribía: "... Ese partido es una mafia en toda regla. Compran concejales, se apropian de bienes, falsifican documentos, destruyen pruebas, corrompen todo lo que tocan... Pero lo peor de todo es que tienen influencias que ni dudan en utilizar contra quienes puedan suponer una amenaza [para ellos]. Lo dicho: una organización mafiosa... ". Han tejido redes clientelares que, como sanguijuelas, desangran las finanzas públicas. Es el partido que con sus recortes y su reforma laboral condujo a unas reducciones de salarios salvajes. Tanto es así que, aquel que perdió su trabajo, y posteriormente lo ha recuperado, ahora gana la mitad. Y gracias a esas políticas, los cachorros de la clase media, muchísimos de ellos universitarios, hoy en día no pasan de mileuristas. Lógicamente, los poderes fácticos lo apoyan. Para más inri, su candidata es una descarada, incapaz para gobernar y gestionar, que sólo sabe descalificar. Cuando fue viceconsejera de Justicia, se la tuvieron que quitar de encima a los seis meses por incompetente e inútil. En casi dos años no ha sacado unos presupuestos generales adelante. Sin ninguna empatía por los más desfavorecidos, los más débiles. Su gestión de la pandemia y ahora de la campaña de vacunación contra la covid-19 han sido desastrosas. Abandonó a su suerte a los ancianos ingresados en residencias, con el resultado de una mortalidad tremenda. Los niveles de infección en la región han batidos registros nacionales. Miente más que habla y no para de extender bulos machaconamente, haciendo uso de la vieja táctica de que una falsedad repetida cien veces, se convierte en una realidad. Me llama mucho la atención que personas que llevan más de un año quejándose de ella, tengan ahora intención de votarla el martes, cuando lo que habría que hacer es botarla. Chapó para Miguel Ángel Rodríguez, el comunicador que puso en órbita a Aznar y sus seguaces, con Rato y Rajoy a la cabeza, ahora jefe de Gabinete de la presidenta regional, que ha sabido seducir y envenenar a gran parte de la clase media, desviando el debate de las necesidades de Madrid, los asuntos propios de las competencias regionales, la calamidad de Ayuso, el PP y todo lo negativo que conlleva, a una especie de porfía de elecciones generales, cuyo eje es Pablo Iglesias. Para ello, obviamente, ha utilizado a los medios de comunicación afines y con intereses cruzados con el partido de la calle Génova. ¡Cuánto madrileño ha mordido el anzuelo!

Seamos inteligentes y hagamos una buena selección de personal. Aunque, dado el panorama al que nos enfrentamos, tal como respira la ciudadanía, según reflejan las encuestas, como diría un castizo: "Que Dios nos pille confesados". Y atengámonos a las consecuencias. A posteriori, no tendremos derecho a quejarnos.

16 abril 2021

La estrategia neoliberal

Autor desconocido

Este artículo circula por las redes sociales, sin firmar. Considero que es ilustrativo y de interés, por ello se publica. Se puede estar de acuerdo o no con sus tesis, pero invita a meditar. J. S. M.

Los neoliberales consideran que en un sistema democrático la dificultad de revertir el Estado de Bienestar para conseguir un modelo liberal altamente competitivo e individualista, es enormemente difícil, ya que la ciudadanía no admitiría nunca que se le prive del colchón que suponen los servicios públicos. De ahí que su puesta en marcha y los correspondientes ensayos se dieran en dictaduras como las de Pinochet y las de otros países con regímenes totalitarios de Latinoamérica, donde los dirigentes no tenían que rendir cuentas en las urnas.

A pesar de ello plantean unos pasos a seguir para efectuar el cambio en sistemas democráticos. A saber:

1.- Reducir poco a poco los presupuestos de lo público, con la intención de deteriorar los correspondientes servicios. Al tiempo, aparecerán empresas privadas para prestarlos, a los cuales los ciudadanos podrán optar voluntariamente ¡si es que tienen recursos!

2.- Paralelamente, concertar con firmas privadas la gestión de lo público. Todo ello se debe hacer con un gran aparato de propaganda que haga creer que todo lo público es ineficiente y que todo lo privado es eficiente. Para los neoliberales, el factor de escala y la masa crítica no existen.

3.- El siguiente paso es mucho más atrevido. Se trata de darle dinero al ciudadano un cheque para que con él pueda acudir al centro privado que considere mejor. Por supuesto, deberá pagar un suplemento según la institución de su preferencia. A esto le llaman libertad de elegir. Todo el proceso se debe hacer en nombre de la Libertad, una libertad que evidentemente estará condicionada por la capacidad de cada cual para pagar el plus exigido.

4.- Por último, y para cerrar el círculo, se irá poco a poco reduciendo la cuantía del talón al tiempo que irá aumentando el copago, hasta acabar definitivamente con un cheque de valor nulo y una aportación del ciudadano del 100%. Con ello se habrá alcanzado la privatización total y absoluta de los servicios que antes eran públicos y así serán privados y mucho más caros.

Todo ello se acompañará de grandes campañas a favor de la reducción de impuestos con el argumento de que el dinero donde mejor está es en el bolsillo del ciudadano, para que se lo gaste como quiera. No se dirá nada de cuestiones básicas para la fortaleza de una sociedad como solidaridad y progresividad fiscal y, por supuesto, no se hablará de la desigualdad que generan estas políticas, el cáncer cuya metástasis es la pobreza, el desempleo, la violencia, las mafias, el tráfico de personas, la corrupción, el contrabando, el narcotráfico... y, de propina, estados fallidos o cuasi fallidos. Los ejemplos los tenemos en todo el mundo. En España un ejemplo paradigmático de esta situación es el Campo de Gibraltar una comarca de desempleo exacerbado, que vive a expensas del contrabando y el narcotráfico, a orilla de urbanizaciones donde residen los capos mafiosos que hacen alarde de derroches suntuarios, donde hace dos semanas detuvieron a más de cien personas, de ellas numerosos menores, del clan de los Monparlet. Chavales desarrollados en un entorno donde se vive del dinero fácil de la droga, en lugar de estudiar y trabajar.

El resultado final de la política neoliberal será que los sectores más empobrecidos, que apenas pagaban impuestos, ahora tendrán que pagar por los servicios que antes obtenían sin cargo adicional. Por el contrario, los más favorecidos que antes satisfacían más impuestos, por el principio de que el que más tiene es el que tiene que desembolsar más, en esta nueva situación dejarán de satisfacerlos. Solo podrán acceder a los servicios aquellos que tengan dinero para pagarlos. En USA, la gente se muere porque no puede acceder a un seguro médico. En España, el aumento de la esperanza de vida, que parece que empieza a decaer con los recortes de las últimas décadas, se debió a una sanidad pública de calidad razonable, a la que todo el mundo podía acogerse.

¿Qué tiene que ver todo esto con la batalla electoral del 4 de mayo en Madrid? Muy sencillo, éste es el itinerario que quieren imponer PP, Vox y Cs, con Ayuso y Monasterio al frente, para después exportarlo al resto de España. De ahí la importancia de estas elecciones.

Los antecesores de Ayuso en el cargo ya iniciaron la primera fase del proceso: bajada de impuestos, reducción de los servicios y privatización de la gestión de los mismos. Los primeros efectos ya se han hecho notar, con listas de espera disparatadas y, no digamos, con las consecuencias catastróficas derivadas del mal y poco hacer frente a la pandemia de la covid-19, a pesar de los fuertes ingresos tributarios obtenidos, consecuencia de la centralidad económica de Madrid, donde radican gran parte de las mayores empresas del país, y de ser un paraíso fiscal en relación con las otras comunidades autónomas.

¿Por qué el resto de regiones gobernadas por el PP y Vox no han seguido la estela de las políticas de Madrid? Sencillamente porque su situación fiscal no se lo permite y en estas comunidades las bajadas de impuestos significarían una reducción drástica de los servicios, que haría peligrar la hegemonía política de la derecha. Deben esperar a que Madrid haga de locomotora y los arrastre.

¿Si Madrid sigue bajando los impuestos, y por tanto los servicios, qué sucederá? Pues que más empresas cambiarán sus sedes sociales a Madrid, e incluso sus factorías, lo que supondrá la ruina del resto de regiones, que, ante ello, solo tendrán dos alternativas: convertirse en desiertos económicos, con lo cual perderán puestos de trabajo y servicios públicos o bien, eso es lo que se pretende, seguir la senda de Madrid, bajando impuestos y privatizando servicios.

Ese es el objetivo de la derecha neoliberal española y en eso están. La batalla electoral madrileña es de una importancia fundamental. No nos jugamos el Estado de Bienestar solo en Madrid, sino en toda España. Detrás de lo que pudieran ser los simplones, torpes y lamentables comportamientos de Ayuso, hay toda una estrategia muy bien elaborada y de muy largo alcance.


 

09 abril 2021

Bájenme los impuestos, que quiero pagar más

Julio Sánchez Mingo

 

 

Nadie da duros a pesetas. Si quieres un buen servicio, has de pagarlo. Aunque sea poco. Pero hay personas que prefieren desembolsar un dineral por un seguro médico particular 100-150 € al mes a partir de los 60 años, más lo que se haya de aportar por medicinas, intervenciones y pruebas no cubiertas en las pólizas en lugar de satisfacer unas cantidades bastante menores en forma de impuestos, susceptibles de emplearse no solo en mejorar notablemente la sanidad sino también en otros servicios públicos. Los inyectables, las vacunas, de un tratamiento de inmunoterapia para la alergia, cuestan 400 € en la farmacia. Con la receta del Servicio Público de Salud, un ciudadano realiza una aportación inferior a ese importe, que es de 18 € en el caso de un jubilado. ¡Las ventajas de la masa crítica y del factor de escala! Por todo ello, podemos afirmar que las contribuciones particulares a la sanidad privada son como un caro impuesto ¡privatizado!1

Además, no es oro todo lo que reluce. La asistencia primaria privada está atendida por miríadas de facultativos pasando consulta en pisos y pequeños centros médicos, desconectados de los especialistas y, no digamos, de los hospitales. Tampoco los hospitales privados de campanillas ofrecen una asistencia mejor, de más calidad, que cualquiera de los grandes centros públicos de Madrid. Lo he visto con mis propios ojos. Las compañías de seguros médicos se aprovechan de las listas de espera, el talón de Aquiles de la sanidad pública, algo que fomenta la propia administración regional madrileña con sus políticas sanitarias.

En Madrid, desde hace bastantes años, se ha ido desmantelando poco a poco la sanidad pública, especialmente la atención primaria, que es la clave de arco de todo sistema de salud que se precie. La covid-19 ha puesto de manifiesto la carencia de recursos, especialmente humanos, y la falta de inversiones por parte de la administración regional, gestionada por unos responsables más dados al pillaje y la corrupción que a atender sus obligaciones con los ciudadanos.

La pandemia ha demostrado que es necesario un estado fuerte. ¿Quién si no puede hacer frente a la compra de las vacunas que nos tienen que inyectar o a las multimillonarias ayudas a particulares y empresas? No es de recibo la eterna pretensión de la clase empresarial española de socializar las pérdidas y privatizar las ganancias, eludiendo el pago de impuestos o exigiendo su reducción o, incluso, su desaparición. La salud pública es algo de la colectividad, que nos afecta y compete a todos. Además, principios de solidaridad aparte, es evidente que somos interdependientes.

¿Cómo se puede ser tan irresponsable como para empeñarse en privatizar la asistencia sanitaria, algo en lo que nos va la vida?

Otro día hablaremos de Educación, donde se repiten ciertos esquemas.

El día 4 de mayo hay elecciones regionales en Madrid, donde se dirime el futuro de las políticas de Sanidad, Educación y Transportes, que son competencia de la Comunidad Autónoma.

Vela por tus intereses. Deja las filias y las fobias en casa. Vota con inteligencia, no con el corazón.

1 El gasto mensual de Sanidad en Madrid en 2020, por cabeza, (todas las partidas, no solo la asistencia sanitaria, con medicinas incluidas) fue de 100,86 €. Muy por debajo del País Vasco e, incluso, de la media nacional. Fuentes: datosmacro.expansion.com y Estadística de Gasto Sanitario Público 2019 del Ministerio de Sanidad.

25 marzo 2021

 

Pobre Churruca. Pobre Nabody

Julio Sánchez Mingo

 


Pobre Churruca. No sólo se dejó la vida en Trafalgar (1805), fiel y honrado cumplidor de los compromisos adquiridos, sino que ahora lo desairan y mercadean con su nombre unos políticos, que merecen nuestro desprecio. Por ignorantes, por incultos, por falta de sensibilidad, porque son lo contrario que esa generación de marinos ilustrados españoles del XVIII, a los que sus incapaces y traidores gobernantes, con el rey a la cabeza, condujeron a una previsible derrota.

¿Su pecado? Que fuera durante la dictadura franquista cuando se rotuló con su nombre una calle en Palma de Mallorca, que ahora, ignominiosamente, un alcalde, socialista para mayor vergüenza y escarnio, va a renombrar.

Cosme Damián Churruca, vasco, de Motrico (Mutriku), fue marino, científico, geógrafo, explorador oceánico, un militar ilustrado, hijo avanzado de su tiempo, como muchos de sus compañeros de la Armada. Hombre de bien, en carta a uno de sus hermanos se quejaba amargamente de que no llegaba nunca la soldada para sus hombres. Ahora su personalidad intachable es sacrificada en el altar de una retorcida y rocambolesca corrección política, como en su día Godoy hombre de muchas caras, servil lacayo del francés Napoleón y favorito del pusilánime Carlos IV sacrificó a toda una generación de barcos e ilustres marinos españoles, los más destacados de la Historia. Ya España había perdido el liderazgo tecnológico que atesorara en tiempos de Carlos III con Jorge Juan, cuando el príncipe de la Paz permitió que la flota combinada hispano francesa fuera puesta al mando del inepto almirante francés Villeneuve. Los jefes españoles Gravina y Álava lo superaban en conocimientos y competencia.

La estatua de Nelson, el almirante inglés que venció y también perdió la vida en la batalla de Trafalgar, preside la popular plaza homónima de Londres. Es venerado como un héroe nacional, mientras Churruca y Gravina, también muerto a consecuecia de las heridas sufridas en el desdichado combate, y no digamos Alcalá-Galiano, duermen olvidados, y ahora despreciados, en el imaginario colectivo español.

Pérez Galdós, un progresista, republicano y laico, rescató la figura de estos marinos españoles en Trafalgar, el primer tomo de sus célebres Episodios Nacionales. Guardo con especial cariño un ejemplar de esta obra, de la Librería y Casa Editorial Hernando, edición de 1934, cuya característica portada incorpora como fondo la bandera nacional de entonces, la bandera de la República, y que, en la posguerra, el librero de turno mutiló, recortándole la franja morada.



Lamentablemente, ahora vendrán los de siempre a apropiarse de la figura de don Cosme.

Pobre Churruca, que vivió para la humanidad y murió por la patria. Así rezan las leyendas de copias póstumas de varios retratos suyos, como la que encabeza este artículo.

Pido un minuto de recogimiento y meditación en recuerdo de Nabody, la niña maliense de dos añitos, fallecida el pasado domingo. No pudo superar las secuelas de la parada cardiorrespiratoria que presentaba al ser desembarcada de un cayuco en Gran Canaria. Valoremos lo que tenemos, lo que ellos tienen, y desterremos de nuestros corazones el egoísmo, el miedo y tantos otros sentimientos negativos, padres de la xenofobia que nos inunda.

A Churruca y Nabody los une un final trágico y ese Atlántico donde respiraron el último soplo de un suave y apacible viento marino.

PD. 2021-03-26, 13:20, hora de Madrid. Según informa esta mañana Diario de Mallorca, el ayuntamiento de Palma paraliza el cambio de nombres de calles consideradas franquistas. El alcalde ha solicitado la revisión del censo de elementos franquistas, ante las dudas razonables surgidas.

12 marzo 2021

 

Nuestros Borbones. The Crown en clave carpetovetónica


Julio Sánchez Mingo


Para ilustrar a mis amigos de Italia y México

 


Ésta es, sucintamente, la trama de la que podría ser una serie de televisión inigualable, con intriga, servicios secretos, acción, glamour, sordidez, sexo, adulterio, poder, corrupción y dinero.


1948. Un padre entrega a su hijo al mismísimo diablo, a un dictador militar sin escrúpulos ni conciencia, para obtener privilegios notables, a ser posible un trono. Al sátrapa, su familia le llama Paquito, le parece excesivo aupar a su única hija —a la que ha casado con un aristócrata que se disfraza de príncipe de opereta— al poder. A aquel padre, un tal Juan, la jugada le sale torcida. Su niño, al que en familia dicen Juanito, que carga a las espaldas con la tragedia de la muerte en 1956 de Alfonsito, su hermano menor, se acomoda y confabula con el sangriento militar. En 1969 obtiene la sucesión del tirano a título de rey. Como mal menor, Juan aprueba tácitamente la operación, en detrimento de su hija mayor, Pilar, lo que demuestra el machismo de nuestros protagonistas.

Mientras tanto, Juanito se ha casa do en 1962 con Sofía Schleswig-Holstein-Sonderburg-Glücksburg, una princesa de origen danés de la foránea y advenediza familia real griega. Tienen tres hijos, que darán bastante juego en esta historia: Elena, la mayor, Cristina y el varoncito, Felipe, el menor. En 1975, Paquito muere de viejo en la cama de un hospital, martirizado a causa de los tratamientos médicos que le aplican, y Juanito accede a la jefatura del Estado, bajo una sutil presión del estamento militar. En 1978 se redacta y aprueba una constitución, consentida por los espadones, que reviste de legalidad todo el enjuague, consagrando al hijo de Juan como monarca y a Felipe como su heredero, en perjuicio de Elena, la hija mayor. En esos tiempos corre por Madrid la especie maliciosa de que a la infanta le falta algún hervor, transmitida seguramente para justificar un compadreo tan machista.

El 23 de febrero de 1981, los uniformados dan un golpe de estado. Su origen y desarrollo es objeto de controversias. Para unos, Juanito está detrás de la asonada. Para otros, como el desenlace es positivo para el país, es el gran salvador de la patria, lo que aprovecha desde entonces para hacer de su capa un sayo, en lo personal, en lo familiar, en lo público, en lo moral y en lo económico.

En 1995 se casa Elena con Marichalar, un segundón de familia aristocrática, más largo que un día sin pan, blanco cetrino y muy moreno de pelo, que, cuando viste capa de hidalgo español, parece el conde Drácula —menudo susto me dio una noche, cuando me crucé con él en la esquina de Serrano con Lista—. El hombre tiene buen gusto y hace de una paletorra princesa europea una señora muy elegante. Su boda quiere ser una adaptación a la sevillana del enlace de lady Di y Carlos, Carlitos de Gales. Para entonces estos ya se han divorciado. En su época de casado, él se había postulado como el tampax de su adorada Camila, según la bochornosa e íntima conversación grabada a los dos amantes.

En 1997 Cristina contrae matrimonio con Iñaki, un deportista profesional. Finalmente, en 2004, lo hace el heredero Felipe con Letizia, una periodista de origen plebeyo, nieta de un taxista, que le da un toque castizo y campechano a toda la parentela presente en la ceremonia nupcial.

Juanito, amigo de las motos, cacerías, cenas con amigotes, regatas y aventuras sexuales, no tiene empacho en que el servicio secreto le monte en Aravaca (Madrid) un nidito de amor, pagado con fondos reservados. En esta guarida se ve con una popular vedete, donde, el hijo de ella, menor de edad, filma y fotografía los encuentros eróticos de la pareja. Años después, el ínclito ministro Bono se queja de que hay que seguir pasando una asignación a la referida señora, también con cargo a los fondos reservados, para tenerla callada y contenta.

En 2007 se produce el eufemístico cese temporal de la convivencia de Elena y Marichalar, que han tenido dos hijos. Iñaki, el marido de Cristina, la hija pequeña de Juanito, es condenado y encarcelado por turbios negocios financieros en 2018, en un proceso que se dilata desde 2011. Ella sale absuelta por los pelos y debe pagar una considerable multa por haberse lucrado con los delitos de su cónyuge. En el mismo 2011 ya ha sido proscrita por su familia, en 2013 se refugia en Ginebra y en 2015 se le retira el título de duquesa de Palma, pero se niega a renunciar a sus derechos sucesorios, lo que la enfrenta a su hermano pequeño, ya rey.

En 2006, Juanito se ha enredado con una rubia divorciada, Corinna, una gran negociante de proyección internacional, que le saca hasta los higadillos. Le pone un chalet en el mismo complejo palaciego de la Zarzuela, donde el monarca tiene el despacho, su residencia oficial, la vivienda de su mujer y su cuñada y donde, en otro pabellón, habita su hijo con Letizia y las dos niñas del matrimonio, Leonor y Sofía, llamada como su abuela. Lo acompaña a todas partes, incluso en viajes oficiales, donde juntos llegan a pasar revista a las tropas que rinden honores. El vodevil adquiere proporciones gigantescas. Juanito recibe pagos multimillonarias de los tiranos medievales de Arabia y el Golfo y le dona sesenta y tantos millones de euros a su amante. Todos, dirigentes políticos y prensa, callan. La ley del silencio, l'omertà, el código que rige la mafia siciliana, se extiende por tierras de la península y las islas. Además, en España el rey es jurídicamente inviolable. En tiempos del primer gobierno Rajoy, Juanito sopesa divorciarse de Sofía y casarse con Corinna y acude a consultar pormenores a un despacho de abogados. Los gobernantes españoles se ponen nerviosos y Félix, un activo abuelete, jefe de los servicios secretos, viaja a Londres para entrevistarse con la amante del rey, a la que, según declara ella, amenaza. En Botsuana, en 2012, en una cacería de elefantes, Juanito se cae y se rompe la cadera. Hay que repatriarlo urgentemente. Corinna quiere que la acerquen a Montecarlo —esa especie de Benidorm de la Costa Azul, nido de evasores fiscales, donde rige un príncipe de pacotilla, también notable en asuntos de bragueta, al que afloran hijos por todas partes, lo mismo que al monarca licenciado de Bélgica— pero los escoltas se imponen y lo traen a Madrid. ¡Un sainete! Después de tantos años de desmanes, forzado por la situación, se aviene a abdicar en 2014. Temen que se pierda la corona para la familia. El hijo —que se tenía que haber enfrentado al padre muchos años antes, habiéndolo puesto en su lugar, especialmente en lo moral, dando la cara por su madre y por los ciudadanos, como un hijo y príncipe cabal— hereda el trono. En 2017 el comisario Villarejo, eje de una trama de corrupción policial, se ve involucrado en manejos con Corinna, donde también aparece señalado Félix. Juanito abandona toda actividad institucional como rey pensionista en 2019. En marzo de 2020, ante la evidencia de pagos irregulares recibidos por su padre del exterior, Felipe renuncia a su herencia paterna y retira a su progenitor la correspondiente asignación con cargo a los presupuestos de la Casa Real. Juanito sale para el exilio en Emiratos, acogido por los gobernantes del Golfo, en junio de 2020. En la segunda quincena de febrero de 2021, las infantas Elena y Cristina vuelan a Abu Dabi para reunirse con su exiliado padre y aprovechan para vacunarse contra la covid-19, para escarnio de los ciudadanos españoles que tendrán que esperar largo tiempo hasta poder hacerlo. Algo inaudito: se celebra en el Congreso el cuadragésimo aniversario del fallido golpe de 23 de febrero de 1981, donde Felipe glosa el comportamiento de su padre aquella jornada, se supone que con el ánimo de lavar la deteriorada imagen pública de éste. Cuarenta y ocho horas después se comunica que Juanito ha realizado una segunda regularización fiscal —tras la efectuada en diciembre de 2020 por rentas no declaradas durante varios ejercicios, que suman más de ocho millones de euros de cobros en especie, por lo que abona más de cuatro millones a Hacienda. Al día siguiente se sabe que una decena de empresarios, amigos del rey emérito, le han prestado ese importe para que haga frente al referido pago. Este último mes, el pestañi, ahora procesado, acude a juicio con un parche de pirata en un ojo. Al parecer la vida es así es hermano de Pedro Villarejo, sacerdote y experto en Teresa de Ávila y Juan de la Cruz, además de autor de un brillante texto sobre García Lorca.

Lamentablemente, semejante tragedia griega seguirá.


Esta serie tendría mucha más enjundia que las actuales querellas familiares de Megan, Enrique, Isabel y demás, que no son nada fuera de lo común: rencillas entre personas con intereses contrapuestos, rivalidades entre cuñadas y las habituales conjeturas y especulaciones familiares sobre el color de un vástago de una pareja dispar físicamente. Todo ello salpimentado con el recuerdo de algún cuerno lejano, el comportamiento pedófilo de un príncipe y un trágico accidente de automóvil, letal para sus populares protagonistas que, inconscientes y soberbios, no llevaban ajustado el cinturón de seguridad. Algo sin interés, soso, idéntico a lo que habitualmente se escucha en corrillos de oficina, conversaciones de playa o charlas de vecindario. ¡Lo que serían capaces de hacer Oprah o los tabloides británicos con los mimbres informativos carpetovetónicos!


Nota del autor. Escribir un texto como éste me aflige enormemente y me produce un insufrible malestar. Un sentimiento opresivo, motivado por algo inmundo y repugnante de lo que no se puede escapar.

05 marzo 2021

 

El pandero

 

Roberto Omar Román


El viejo prestidigitador lanzó un sable a la noche e imploró:

¡Mata en mí toda ilusión!.

La luna le devolvió un espejo.

  


Papá lo trajo en Navidad. Mis hermanas y yo sabíamos que era alguna de sus habituales estrategias para hacernos conjeturar. Él era raro con sus asuntos: no daba explicaciones, siempre retaba nuestra lógica.

Como todo lo que traía a la casa, dejó el pandero en la mesita de la sala y entró a su recámara. Fingía indiferencia para darnos ocasión de satisfacer nuestra curiosidad.

El aro negro con platitos cromados alrededor y la estirada piel blanca parecían una noche de luna llena con estrellas. En un juego, al que estábamos acostumbradas, cerramos los ojos y lo pasamos de mano en mano. Elsa, la mayor de las tres, lo acarició y dijo que la piel era suave y fría como la nieve. Edna, la mediana, lo aproximó a su pequeña nariz y suspirando exclamó que el aro olía a bosque de pinos húmedos. Yo, al tenerlo, lo sacudí con delicadeza y de inmediato mencioné el sonido de los cascabeles del arlequín de trapo tumbado al pie del árbol navideño.

Días después, la noche de Reyes, carcajadas, como nunca habíamos escuchado, provenientes del cuarto de nuestro padre nos despertaron. Elsa, por ser la mayor, fue la primera y única de nosotras en asomarse. Balbuceante por el llanto reprimido, nos ordenó a Edna y a mí que regresáramos a la cama.

Luego, muy de mañana, llegaron a la casa los hermanos de papá acompañados de hombres fornidos de rostro duro. Entraron a su recámara: oímos su voz como el lamento de una bestia. Los hombres lo sujetaron con correas, y envuelto en una manta se lo llevaron abrazado a su pandero.

Jamás volvimos a ver a nuestro padre ni los tíos regresaron. Nos mandaron a una mujer que se hizo cargo de nosotras. Era mandona, sucia y de malas palabras, la visitaba un amante borracho que dormía con ella dos veces a la semana. Ese hombre alto, güero, no feo, nos miraba con desprecio y, con su voz pastosa, nos decía ser mandamás de un muro que estaban construyendo de aquél lado, y señalaba en dirección al norte, y que, según, a nuestro padre se lo habían llevado, junto con otros locos y comunistas, a edificarlo.

Sabíamos que el hombre mentía para hacernos desatinar y guardar un mal recuerdo de nuestro padre. A veces, para disipar la tristeza, dibujábamos a escondidas a papá en una cartulina pegada a la pared de su cuarto y nos poníamos a platicar con él, suplicándole que volviera a casa. Sin embargo, nos ganó el pesar.

Edna, antes de los diecisiete, se enredó con un viejo miserable, dueño de un invernadero que le da mala vida y la manda a vender plantas a la calle. Elsa simplemente se cansó de vivir, nunca nos contó lo que vio aquella triste noche de Reyes en el cuarto de papá, y a los dieciocho se arrojó a las ruedas de un camión carguero.

Yo, sigo de pie en esta esquina mirando aparecer las estrellas, trato de no mirar hacia el norte porque siento temor de que sea verdad lo del muro. Estoy convencida de que aquel pandero nos atrajo la desgracia. Algo parecido sucede con el arlequín, que ando cargando desde el día que me salí de la casa: tiene los rombos deshilachados, la sonrisa pintada se le hizo una mueca huraña y, bajo el gorro mugroso, asoma parte de su cabeza calva y dislocada. La diferencia está en que él es bueno, porque cuando hago sonar sus cascabeles, los hombres, surgidos como un bostezo, se acercan a preguntarme:

¿Cuánto, mi reina?