Mi
amigo Carlos
Fernando
Moya
Marzo
de 2017
Hace
unos meses, en enero concretamente, mi compañero de pupitre y amigo
Julito, como yo solía referirme a él, compartía en su blog lo que
él quiso que fuera un regalo de Reyes para Cesítar, entrañable
camarada común.
Leer esas lineas me retrotrajo a la
etapa quinceañera de mi vida, la teenager que dirían los
ingleses, cuando en los días de las largas vacaciones veraniegas
entablé amistad con quién sería el principal de mis amigos de
juego y aventura de entonces, Carlos Sanz García.
Carlos era un vecino de la segunda
planta del edificio donde yo vivía. Por aquél entonces nosotros no
teníamos televisor, mis padres no podían permitírselo, y yo solía
ir a su casa a verlo juntos.
Disfrutábamos con un programa
documental de gran audiencia que llegó a alcanzar fama mundial, El
hombre y la Tierra, producido por Televisión Española y
dirigido por el naturalisa Félix Rodríguez de la Fuente, que llegó
a ser conocido en España como el amigo de los animales.
Carlos y yo solíamos salir de
mañana temprano y dar largas caminatas, dirigiéndonos a las afueras
de la ciudad, recorriendo las riberas del Jarama, donde cazábamos
pequeños animales que allí tenían su hábitat: serpientes de agua,
ranas, insectos, pequeños reptiles, murciélagos…
Todavía
sonrío al recordar el día que nos trajimos a casa unas ranas. Como
si fuera la cosa más natural del mundo, se me ocurrió llenar la
bañera de agua y meter una de las ranas dentro. Más tarde, cuando
estaba en mi habitación, oí a mi madre llamándome a gritos: -
Fernandoooo....
¿qué hace ese bicho aquí? ¡ya te lo estás llevando fuera!
Cuando
unos años más tarde comencé mis estudios en la universidad,
perdí el contacto con Carlos. No
le he vuelto a ver. Sé que terminó sus estudios de Biología y que
se integró en el equipo de Rodríguez
de la Fuente. De
hecho, aparece en los créditos de una de las series de documentales
dedicadas al lobo. Carlos era uno de los encargados de la
atención de
la manada que se utilizó para rodar la serie en su hábitat
natural y, tras la muerte del
naturalista,
siguió ocupándose de su alimentación y cuidado.
Tengo
entendido que vive en las montañas abulenses rodeado de naturaleza y
animales, como siempre quiso.
Le
deseo ardientemente
que
sea feliz.
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