10 enero 2016


El padre Palomar, un cura insólito

Julio Sánchez Mingo

Enero 2016



A Menchu García Delgado, Isabel Fernández Asís, Marilù Ciattei, Cristina Fischesser, Cristina Pérez Gabrielli, Marilar Andrés Montalvo, Lola Alegre Esteve, Alberto Molinas, Sandro Corradi, Michelangiolo Villar, Jesús Sotillo, José Antonio Rodríguez Rubio y Fernandito Ramos, agradeciendo sus testimonios y colaboración


Recientemente han repuesto en televisión, por enésima vez, El desencanto, película documental protagonizada en 1976 por los hermanos Leopoldo María y Michi Panero y por su madre, Felicidad Blanc, viuda del poeta falangista Leopoldo Panero. Ambos fueron alumnos de mi colegio. En esa película, en una conversación que mantienen en el patio del mísmo, nuestro cortile, hablan de nuestro cura, el padre Palomar, de una forma negativa, de un sacerdote retrógrado y cavernario.
Mi valoración de Máximo Palomar es completamente contraria. Cada cual tiene un mundo distinto en la cabeza, sus ideas, sus demonios y, por ende, sus opiniones. En el caso de nuestro clérigo todos los excompañeros consultados coinciden en recordarlo, ante todo, con mucho cariño y como una buena persona, de infinita paciencia.

El presbítero Máximo Palomar era, además de capellán del colegio, el profesor de la asignatura de Religión en todos los ciclos y cursos. Tenía que lidiar un ganado de lo más variopinto, desde niños de 6 años hasta jovencitos de 17, chicos y chicas, españoles e italianos.
No era un hombre entrañable, paternalmente cercano. Al menos con los alumnos. Ya iremos viendo que con los exalumnos su actitud cambiaba radicalmente, algo, a priori, extraño. Supongo que de alumnos nos quería mantener a raya. Eramos unos perfectos gamberros que nos subíamos a la chepa de cualquiera que nos diera la más mínima ocasión.
En una ocasión mandó a inspeccionar la limpieza de los servicios, es decir expulsó de clase, a Sandro Corradi y a algún otro por jugar a las cartas mientras explicaba la lección del día.
Una vez, justo antes de que entrara en clase, descolgamos el crucifijo que presidía el aula y colgamos en su lugar la foto enmarcada de un niño, Michelangiolo Villar, vestido de boxeador. Impartió los cincuenta minutos de su asignatura sin comentar nada. Al terminar, mientras salía, dijo: - Que conste que me he dado cuenta de lo que habéis hecho.



Con frecuencia le poníamos la cátedra del profesor, elevada sobre una tarima, justo al borde de ésta con la aviesa intención de que se apoyara y rodara al suelo junto con la mesa. Nunca sucedió, nuestros intentos fueron siempre vanos.
En otra ocasión se tuvo que asomar al balcón para reclamar a un numeroso grupo de alumnos, que remoloneaba charlando en el patio del colegio, que entrara en el aula para comenzar su clase. Empezaron a gritarle: – Habemus Papam, habemus Papam…..- Dicen que entró en cólera. Yo creo que haría un poco de teatro y se reiría para sus adentros. Se hacía el enfadado para amedrentarnos, pero no lo conseguía. Su comportamiento fue siempre correcto y educado, aunque alguna vez soltaba algún exabrupto. Eramos tremendos.

Vestía sotana preconciliar y lucía tonsura. Eran los años de la nefasta dictadura de Franco, de oscurantismo y nacionalcatolicismo. Desaliñado en el vestir, a su hábito siempre le faltaban botones y exhibía unos llamativos brillos de desgaste. Calzaba unos zapatos negros de cordones con suela de goma con pinta de ser de Segarra, la famosa Segarra, los que duraban toda la vida, cuya tienda madrileña estaba en Gran Vía, entonces José Antonio, esquina a Callao. Siempre cargaba con una misteriosa cartera portafolios.
Todos los días, a primera hora, decía misa en Santa Bárbara. Mi padre se lo cruzaba muchas mañanas, cada uno yendo a su trabajo. El padre Palomar al colegio, mi padre a las Salesas, el Palacio de Justicia. Se saludaban cordialmente. En cierto modo eran colegas. Nuestro cura era abogado y ejercía ante el Tribunal de la Rota. A Isabel Fernández Asís le consiguió la nulidad matrimonial gratis et amore, sin cobrarle un duro. También era abogado de pleitos pobres, con lo que sus ingresos probablemente eran bastante exiguos.
Debía madrugar bastante y en clase, más de una vez, mientras el alumno de turno recitaba la lección, se quedaba dormido. A veces, para despertarlo, levantábamos la tapa del pupitre y la dejábamos caer con gran estrépito.

Cuando hicimos la Primera Comunión él asistió al Nuncio, futuro cardenal, Ildebrando Antoniutti, que nos la dio.
Los fines de semana cuando oficiaba utilizaba de monaguillos a sus alumnos del colegio. Íbamos rotando y todos debíamos pasar por ello. Yo tenía miedo a quedarme en blanco allí, junto al altar, frente a todos los feligreses. He tenido miedo escénico toda la vida. Por paradojas del destino he tenido que hablar ante auditorios de lo más variados, hasta de más de 600 personas. Como monaguillo, ¡conseguí escaquearme!
Recuerdo perfectamente sus manos. De todos los profesores que tuve en aquellos catorce años, sólo recuerdo las suyas. ¿Por qué será?



En sus clases yo estaba siempre en Babia. No era una asignatura de mi interés, cuya contenido iba evolucionando a lo largo de los cursos. De pura y dura catequesis a Ética, Moral y Pensamiento cristianos y Doctrina Social de la Iglesia, pasando por Historia Sagrada. Él no exigía especial atención por nuestra parte y nosotros dormitábamos. Había como un pacto tácito de no agresión. Realmente las lecciones de Religión con él eran aburridas, soporíferas.
A pesar de estar en Las Batuecas, algunas veces sintonizaba la emisión. Así le oí hablar de Ángel Pestaña, dirigente anarcosindicalista, y su pensamiento político y social, ¡en la época de Franco! Curiosamente, el padre de nuestro compañero Angelito de Lera, Ángel María de Lera, ganador en 1967 del Premio Planeta con Las últimas banderas, publicó, ya en el período de la Transición, una biografía de Pestaña. Menchu García Delgado, ella era más aplicada, y Michelangiolo Villar me recuerdan que, en clase, el padre Palomar citaba y hablaba de Zubiri. También de Maritain y de Teilhard de Chardin, dos de las bestias negras de la Jerarquía Católica española. Incluso el cardenal Ottaviani tuvo en el punto de mira del Santo Oficio al insigne paleontólogo y pensador jesuita.
En nuestro colegio los profesores italianos eran de tendencias políticas diametralmente opuestas. Unos nostálgicos de Mussolini, como el profesor Gerbino. Otros, del PCI, comunistas, como Notte, Marsiglia Picchio o Gennaro Picazio. La relación personal entre ellos era excelente. Yo he coincidido en Altea, veraneando con la familia Picazio, con Gerbino, Notte y Cardone, cuyas ideas, de este último, desconozco. Se querían y se respetaban. También tenían buena relación con Ruiz Gijón, el falangista profesor de FEN, Formación del Espíritu Nacional. La imagen perfecta de la tolerancia, a la que no era ajeno el padre Palomar, que asumía con naturalidad que Zanesco, una compañera protestante, abandonara el aula en clase de Religión y se mostraba muy respetuoso con el judío Herman, otro alumno.
Menchu rememora que un día en clase, no teníamos más de once años, preguntó si creíamos que un musulmán podía ir al cielo. La sonora, unánime e inmediata respuesta fue ¡no! Ese día recibimos otra lección magistral de convivencia y tolerancia. El padre Palomar contestó que si no robaba, no mataba, ni hacía el mal podía ir al cielo, porque Dios era bondad y justicia infinita.
Censuraba la actividad de las monjas. Decía que no aportaban nada ni a la Iglesia ni a la Sociedad. Nos aconsejaba que, si alguno de nosotros sentía la llamada de la vocación religiosa, nunca entrara en clausura. Había que estar en el mundo. En las tinieblas de mi memoria recuerdo haberle oído comentar algo del sacerdocio de las mujeres en la época de los primitivos cristianos.
¡Nada más lejos del cura ultramontano que pintaban los Panero!

Casó a nuestra compañera Marilar con Antonio Carnal, nuestro profesor de Matemáticas y Física, y bautizó a su hija Isabel.
Ofició el funeral corpore insepulto por el padre de nuestra compañera Lola Alegre en la capilla de la, entonces, Escuela de Bellas Artes de San Fernando, hoy Facultad de Bellas Artes de la Complutense.
Isabel Fernández Asís tuvo que repetir curso porque el padre Palomar le suspendió la Religión en septiembre. Luego el pater invariablemente le decía: - Hay que ver la lata que me has dado siempre -. Años después, si se tenía que reunir con ella para tratar de su nulidad matrimonial, en el piso de Zurbano que compartía con su sobrino, le exigía que acudiera con sus hijos, que de lo contrario no fuera. Cuando ella volvió al colegio para terminar sus estudios, siempre quería quedarse con sus niños y les ofrecía galletas. Para Isabel es alguien muy especial. Según ella le debe muchísimo. Mantuvo contacto con él hasta que murió, sobre el 78.
Alberto Molinas, aún siendo ateo, siempre mantuvo una excelente relación con el padre Palomar. Le visitó muchas veces en su casa cuando ya había dejado el colegio y reconoce que le ayudó mucho. Recuerda que le comentaba lo fácil que era conseguir una nulidad matrimonial.
Michelangiolo Villar evoca que el padre Palomar decía que lo importante no era ir a misa sino comportarse de acuerdo con principios morales, fueran cristianos o no. Considera que esa amplitud de miras fue muy positiva para todos nosotros. También fue capellán de la Cruz Roja, según Miguel Ángel. De él aprendió la única plegaria sentida que sabe, en italiano, por supuesto:
Dei cari compagni che con la loro vita arricchirono la nostra non bisogna dire con tristezza non ci sono più, ma, con gratitudine, ci furono!
De los queridos compañeros que con su vida enriquecieron la nuestra no hay que decir con tristeza que ya no están, sino, con gratitud, estuvieron.
Realmente es una oración muy apropiada para él mismo, como opina Michelangiolo. Yo comparto esta idea.
El padre Palomar es uno de mis profesores con los que ahora, más que adulto, me hubiera gustado tener una conversación de tú a tú.

El colegio que yo viví, en los 60, no tiene nada que ver con el de los alumnos de los 50, los 70 ó los 80. Es más, mi colegio y el de las chicas compañeras de clase eran como dos colegios distintos porque nuestros anhelos, nuestras vivencias y nuestras percepciones eran totalmente diversos. Nosotros vivíamos para los amigotes, el fútbol, mirar a las chicas y aprobar, no había otras cosas en el mundo. Yendo mucho más allá, podríamos decir que existe un colegio diferente por cada alumno que pasó por él. El colegio de los Panero y el mío eran radicalmente opuestos.

8 comentarios:

  1. Bonito artículo Julio y justo homenaje al padre Palomar

    ResponderEliminar
  2. Ah, i Panero! Josè Panero, detto "Michi", era compagno mio di classe: un buono a nulla, pervertito, consumato dagli eccessi, quando a 17 anni ho smesso di vederlo. I Panero abitavano in Calle Ibiza quando, fino all'età di 11 anni, ci abitavo pure io; perciò, sul bus della scuola, abbiamo viaggiato insieme tante volte. Da ragazzino era normale, uno col quale si poteva intrattenere una simpatica relazione amichevole, poi il cambiamento radicale, insieme a quel nome "Michi" - novità, per me, di quegli anni - diventando ciò che oggi chiameremo un comunista al caviale... Uno che ripudia un padre che a loro ha dato tutto, in primis la fama, essendo un poeta del regime. Un personaggio che ovviamente era amico dei più volte bocciati col sette in condotta a scuola: Comella, Matera, Petrelli ecc.; perciò il film "El Desencanto" l'ho visto una sola volta e mi è bastata!
    Ma parliamo piuttosto del nostro professore di religione. Meglio, va! Nell'articolo, bello che ho letto con avidità e piacere, manca un punto che mi è ora venuto in mente: la sottana, sgualcita e lisa del p. Palomar, cozzava con l'elegante casa di Zurbano e la classe che ivi regnava, che certamente, se allora avessi saputo del suo passato nei carlisti, i Requetés, avrei capito. Ecco un brano dalla biografia dell'organizzatore dell'assicurazione Mapfre, Ignacio Hernando de Larramendi: "En los años de la posguerra inmediata interviene activamente en la reorganización clandestina de la A.E.T. (Asociación de Estudiantes Tradicionalistas), que se reunía en los locales de la Academia Mella que en la calle del Barquillo ofreciera a los estudiantes tradicionalistas su propietario, el sacerdote D. Máximo Palomar del Val. Participaban en aquellas reuniones Rafael Gambra, Francisco Diez Tejada, Pueyo Alvarez, Fernando Polo, Portabales, entre los jóvenes, y también iban, «con más años pero idéntico entusiasmo», según nos dice Manuel de Santa Cruz en el tomo correspondiente a 1939 de su obra Apuntes y Documentos para la Historia del Tradicionalismo Español, 1939-1966, su padre, D. Luis Hernando de Larramendi, así como D. Luis Ortiz y Estrada, D. Luis Alonso y D. Amancio Portabales. 
    Las reuniones, que tenían un claro enfoque intelectual, con orientación distinta a la del momento político imperante, se mantuvieron pese a las frecuentes visitas de la policía, hasta que por problemas económicos D. Máximo Palomar hubo de vender la Academia Mella.".
    Il professore Giovanni Notte è stato il mio incubo in italiano e latino in III Media e I Liceo. Un duro per me che, invece, molti anni dopo la maturità, quando a Roma nel 1984 era Preside di un Liceo linguistico molto rinomato, il cui nome mi sfugge, mi accolse molto cordialmente e benevolmente quando mi servì una certificazione ufficiale del mio livello di inglese e spagnolo per diventare direttore tecnico di agenzia di viaggi. Un bel ricordo.
    Del professore Gerbino ricordo bene una richiesta in II Liceo che gli facevamo spesso, perché di solito avevamo le ultime ore di seguito, italiano e latino. Le lezioni impartite in quell'anno scolastico a noi maschi da soli, erano praticamente private, essendo appena sei alunni (Comella, Matera, Molinas, Russiani, Simone, Zanchetta), pertanto a metà Aprile il programma era finito, da allora fino alla fine dell'anno si ripassava e basta. Quindi: "Professore, ma con questo bel tempo e con in giro le ragazze in minigonna, ma veramente tutte e due le ore per ripassare si devono proprio fare?". Puntuale, col richiamo delle cosce scoperte dalle minigonne, di ore se ne faceva spesso una sola, la prima, il resto era libera uscita.
    Grazie!
    Vi abbraccio,
    Alberto

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Caro Alberto:
      Desconocía lo respectivo a la Academia Mella. Debió ser coetáneo de Monseñor Guerra Campos, entonces. Angel

      Eliminar
  3. Gracias Julio por tu evocación de nuestro pater y, como siempre, muy bien escrita. Soy del 58, creo que unos 8-9 años menor que vosotros, pero según te leo, has conseguido que le vuelva a tener delante. Me llamaba la atención su trato bondadoso y que , así me parecía de pequeñito, dedicaba casi más tiempo a narrar anécdotas de su ejercicio como abogado, con la simpática auto cita de Don Máximo, quizás para hacer más amena la clase y que tuviera un programa en TVE. De temas delicados recuerdo que nos contó la conversión al catolicismo de André Frossard, comunista y hebreo, pero no nos lo presentó como un alma que se salva. PD: gracias Condotti, muy interesante lo que cuentas y documentas de " la otra vida del Padre Palomar" no tenía ni idea. Bucearé en mi biblioteca carlista, aunque al estar más centrada en Carlos Hugo, quizás no encuentre mucho. Gracias !!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Algún día habrá que hablar de sus sucesores, aquéllos sí que sufrieron, como Tejerina, que iba a llorar (de verdad) al arcipreste.

      Eliminar
  4. No me puedo creer que tienes miedo escénico! Bueno si has sido capaz de plantarte delante de hasta 600 personas, más bien tenías miedo escénico. Enhorabuena por lograr controlarlo!

    ResponderEliminar
  5. Comentario de Ángel Carlos de Lera Menes

    "Julito", vamos a ver.
    Al margen de la inefable imagen del Padre Palomar, de profesión (y en su caso hasta de Fe) "cura" y profesor, digamos que las "había visto de todos los pelajes" por lo cual su óptica de vernos era desde el punto de vista de alguien que no desconocía que la Religión es una creencia principalmente familiar y -como tal- se te inculca dentro del ambiente familiar donde te desarrollas. Otra cosa es dedicarte a la Profesión de Fe. Te agradezco te hayas acordado de mi padre. Él fue capo-fundador del Partido Anarcosindicalista de Ángel Pestaña. En la elecciones del 1936, justo antes del golpe de estado franquista, se presentaron ambos. Ángel Pestaña por Zaragoza, feudo de la CNT y Ángel Mª de Lera por Cádiz, donde residía. Pestaña no obtuvo el Acta de Diputado por Zaragoza, pero Ángel Mª de Lera sí la obtuvo por Cádiz. Mi padre le cedió el Acta a Pestaña ya que era el Presidente del partido. Por eso Pestaña se incorporó como diputado a las Cortes del llamado "Frente Popular". Además, Angel Mª de Lera estudió en el Seminario de Vitoria, donde estuvo a punto de profesar. Luego siguió su vida seglar y cuando se presentó a la elecciones, tenía que haberse matriculado de Derecho en Granada y del último curso. El quinto. Prefirió matricularse en septiembre, ya que quería preparar mejor una de las cuatro asignaturas que le faltaban para terminar la carrera. Le cogió el 18 de julio y ...

    Por eso, supongo que alguna vez hablaría con el padre Palomar y éste último estaría al tanto de esa línea vivencial paterna y que no estaría muy en contra del pensamiento del Padre Palomar quien no veía muy bien la línea de Monseñor Guerra Campos y compañía. Además, estábamos en un colegio extranjero donde se respetaban los planes de estudio y demás, que fueron unificados con el resto de Europa a raíz del Congreso de Roma de 1951; fundacional de la UE o Mercado Común Europeo

    ResponderEliminar
  6. Ugo Picazio me ha recordado hoy que, en una ocasión, Miguel Hernández, el profesor de Gimnasia le soltó al padre Palomar: -Los curas tiran bombas y después le echan la culpa a los comunistas.
    El pater no entró al trapo de la provocación y respondió con una amplia sonrisa.

    ResponderEliminar

Los comentarios de este blog están sujetos a moderación. No serán visibles hasta que el administrador los valide. Muchas gracias por su participación.