12 febrero 2025

Sergei Rachmaninov. Los años inciertos

En el mercado editorial en español, la mayoría de los estudios sobre la música rusa están disponibles en traducciones de otros idiomas. Son escasísimas las obra escritas en nuestra lengua. Por ello, la aportación del profesor Torcuato Tejada Tauste, con su obra de reciente aparición Sergei Rachmaninov. Los años inciertos —con prólogos del pianista Josu de Solaun y del director de orquesta, Salvador Vázquez—, publicada por la editorial Medio Tono, marca un hito de valor inestimable.

Este título pretende ser un primer acercamiento a la obra del músico ruso a través de un relato que se centra en lo que los demás han catalogado cómo años sombríos, llenos de incertidumbre e hipótesis difícilmente verificables, clavando la pica en ese punto común donde el análisis musical y la investigación histórica se dan la mano para empezar a descorrer un velo que hasta ahora se había considerado un muro. Ese espacio sonoro donde la música tiene más que decir que las propias palabras.

Rachmaninov fue un músico que, a pesar de su aspecto distante y austero, su gesto serio, su aparente seguridad y fuerte personalidad, fue capaz de conmover a cualquier audiencia. Su música es el testimonio de todo lo que dijo, pero no con palabras. De todo lo que llegó a hacer, pero no con gestos. Es el eco de los pasos que dio sin que nadie los escuchara”, señala el autor. ¿Qué ocurrió realmente en la vida de Sergei Rachmaninov entre la Sinfonía nº 1 (1897) y el Concierto para piano y orquesta nº 2, op.18 (1901)? ¿Nos pueden mostrar sus obras un testimonio que revele con música lo que las palabras han callado durante más de un siglo? ¿Dónde está la línea entre, por un lado, la leyenda de una caída irrefrenable y una recuperación imposible y, por otro, la normalidad de un artista que simplemente había recibido un golpe vital inesperado? ¿Qué intenta narrarnos el Concierto nº 2? ¿Cómo puede calar tanto en el oyente un fragmento que apenas dura un minuto? ¿Fue compuesto bajo hipnosis? El autor responde a estos y otros interrogantes con un viaje desde lo meramente anecdótico a lo puramente musical. En este ensayo se bucea en los años más inciertos del pianista, compositor y director ruso: sus depresiones y silencios, su milagrosa recuperación a manos del doctor Dahl y su resurgir creativo, con la composición de una de las partituras más celebradas de la historia: el Concierto para piano y orquesta nº 2, op. 18.

¿Quién fue Sergei Rachmaninov?

Breve semblanza biográfica por Torcuato Tejada Tauste

Sergei Vasilyevich Rachmaninov fue un pianista, compositor y director de orquesta ruso. Nació el 1 de abril de 1873 en Semyónovo, una finca familiar situada en la región de Nóvgorod (Rusia) y falleció el 28 de marzo de 1943 en Beverly Hills (Estados Unidos). Es ampliamente reconocido como uno de los últimos grandes compositores del romanticismo tardío, abrazando la tradición centroeuropea, pero con un profundo lirismo cargado de nostalgia y misticismo, una paleta armónica exultante que apunta hacia la modernidad y una técnica pianística deslumbrante. Su producción abarca obras sinfónicas, conciertos, música de cámara, música coral, óperas... Aunque donde realmente destacó fue en la composición centrada en el instrumento que fue su compañero —a veces benevolente, a veces despiadado— durante toda su vida: el piano. No en vano, fue considerado como uno de los más virtuosos pianistas de su tiempo.

Rachmaninov provenía de una familia noble con una fuerte vinculación militar. Su padre, Vasily Arkadievich Rachmaninov (1841-1916), fue oficial del ejército y pianista aficionado que provenía de una familia acomodada. Sin embargo, fue su madre, Lyubov Petrovna Butakova (1853-1929), quien lo introdujo en el mundo de la música. Ella fue un apoyo emocional y musical desde el comienzo dándole lecciones de piano regularmente desde los cuatro años, labor que fue continuada por la maestra Ana Ornazkaya. Corría el año 1883 cuando Sergei comenzó sus estudios en el conservatorio de San Petersburgo. Desde el principio el carácter del joven Sergei encontró apoyo en su abuela materna, Sofia Litvikova Butakova. Precisamente fue su abuela quien contribuyó al desarrollo de un marcado sentimiento de religiosidad en el joven Rachmaninov, encontrando en los cantos litúrgicos de la iglesia ortodoxa y en los sonidos de las campanas dos fuentes de inspiración tempranas que, a la postre, atravesarían su obra de principio a fin.

Posiblemente su apatía y falta de disciplina, sumados a todos los problemas familiares, llevaron a su madre a consultar a su sobrino Alexander Siloti, antiguo alumno de Franz Liszt (1811-1886). Este le recomendó que enviara a su primo Sergei, de tan solo once años, a Moscú para recibir clases de Nikolai Zverev (1832-1893), un profesor mucho más estricto que lograría encauzar la carrera musical del joven, un tanto descuidada e irregular hasta el momento. Zverev sería como el primer padre real de Sergei, pues sus alumnos más prometedores, hospedados en una especie de internado, no solo recibirían formación musical sino también moral, inculcando valores y disciplina diaria. Tras varios años bajo la atenta mirada de Zverev —etapa que, no exenta de problemas y trifulcas, marcó de manera evidente su desarrollo técnico y artístico—, comenzó a estudiar también piano con Siloti, quien le ayudó a entrar en el Conservatorio de Moscú, donde estudiaría contrapunto con Sergei Taneyev (1856-1915) y composición con Anton Arensky (1882-1905).

A los diecinueve años, en 1892, se graduó con honores en el Conservatorio de Moscú presentando la que sería su primera gran obra: Aleko, ópera en un acto basada en un poema de Alexander Pushkin (1799-1837). Pero de esta época datan otras composiciones como el Preludio nº 2 en do sostenido menor, op. 3, una de las piezas más famosas de toda su carrera o la Suite para dos pianos nº 1, op. 5. Si bien es cierto que su popularidad aumentó —como promesa de la composición y como pianista virtuoso—, el cuanto menos polémico estreno de su Sinfonía nº 1 abrió una grieta relativamente nueva en su mente: la duda en sus propias capacidades que, con tan solo veinticuatro años, lo sumió en una larga sequía compositiva. Esta crisis, una de las más estudiadas en la historia de la música, está cubierta con un halo de misterio que las principales biografías no consiguen aclarar del todo.

Rachmaninov comenzó a recuperarse de este estado de apatía y de parón creativo en 1900 gracias, en parte, a la ayuda del doctor Nikolai Dahl (1860-1939), especialista en hipnoterapia y trastornos nerviosos. La recuperación fue vista en su momento como algo casi milagroso dada la profundidad de su crisis personal. Lo que es cierto es que, gracias a su ayuda, el compositor volvió a escribir.

Y no de manera paulatina y velada, sino como un torrente que se libera tras años de cautiverio. La obra paradigmática de este nuevo impulso creativo fue, sin duda, el Concierto para piano y orquesta nº 2 en do menor, op. 18 (1901), dedicado precisamente al doctor Dahl en agradecimiento por su apoyo. Esta pieza, una de las más conocidas e interpretadas de su catálogo, supuso la vuelta triunfal a la escena compositiva. Una propuesta creativa repleta de emoción y esperanza, un reflejo de la victoria de la confianza y la ilusión —y hasta cierto punto la fe— frente a la desesperación y el abatimiento.

Rachmaninov continuó explotando la tradición romántica, llevando el lirismo apasionado y la armonía rica y exuberante hasta el límite: obras como el Concierto para piano y orquesta nº 3 en re menor, op. 30, las Variaciones sobre un tema de Chopin, op. 22, los Preludios, op. 23 y op. 32, la Sonata para piano nº 2, op. 36, la Sinfonía nº 2, op 27, Vocalise (la nº 14 de las Romanzas, op. 34) o Las campanas, op. 35, entre muchas otras, dan testimonio de ello.

En lo personal, se casó en 1902 con su prima, Natalia Satin, en una ceremonia un tanto particular en la capilla de un cuartel, ya que la consanguinidad de ambos dificultó su matrimonio por la iglesia ortodoxa.

Rachmaninov aceptó en 1904 el puesto de director del teatro Bolshoi en busca de mayor solvencia económica, dirigiendo más de cincuenta representaciones esa temporada. Un puesto que mantuvo hasta 1906 cuando el ambiente político complicó sus condiciones laborales más allá de lo esperado, momento en el cual la familia se trasladó a Dresde (Alemania), ciudad en la que estuvieron asentados hasta 1909. Las giras y viajes no cesaron tomando parte, por ejemplo, en la temporada rusa que Sergei Diaghilev (1872-1929) realizó en París en mayo de 1907 o aceptando, como pianista y director, una nueva gira por los Estados Unidos entre 1909 y 1910.

Sin embargo, el inicio de la Primera Guerra Mundial provocó un cambio drástico en la proyección internacional del músico. La Revolución Rusa de 1917 marcó un punto de inflexión en la vida de Rachmaninov. Ante la agitación política y la inseguridad, y considerando que su finca en Ivanovka —donde había invertido la mayor parte de sus ganancias— fue ocupada por un grupo del partido revolucionario, se vio prácticamente obligado a abandonar Rusia con su familia, llevándose consigo solo algunas partituras y recuerdos personales. El exilio fue un golpe devastador para el compositor, quien siempre se sintió profundamente arraigado a su patria. Sergei Rachmaninov recibió la oferta de una gira por Escandinavia en calidad de pianista, una petición que la familia aceptó encantada porque significaba la excusa perfecta para obtener un permiso para salir del país. De manera que, a finales de ese mismo año, tomaron un tren hacia la frontera finlandesa que los llevó a Helsinki. Durante esa temporada recibió varias ofertas de Estados Unidos. De manera que la familia tomó un barco en Oslo en noviembre de 1918 para, casi dos semanas después, llegar a Nueva York. Los Estados Unidos se convirtieron en su base principal durante los años siguientes, experimentando su carrera un resurgimiento en este nuevo mercado. Incluso los constructores de pianos le ofrecían giras para promocionar sus instrumentos valiéndose de su influencia y popularidad.

Los problemas económicos no cesaban pues el coste de la vida en Nueva York era muy superior al que estaban acostumbrados. Por no mencionar el impacto que la Primera Guerra Mundial y la Gran Depresión tuvieron en la economía global y, por tanto, en los contratos de las discográficas y los ingresos provenientes de los recitales. Pese a todo ello, en 1920, Rachmaninov consiguió firmar un contrato que se alargaría durante toda su vida con la discográfica RCA Victor.

En sus últimos años, Rachmaninov continuó componiendo y realizando giras, aunque a un ritmo más lento debido a, entre otros, unos problemas cardiovasculares que limitaban el número de actuaciones y que le llevaron a experimentar fatiga crónica, cansancio y estrés, debido a los constantes desplazamientos y las presiones a las que había estado sometido durante tantos años, además de la mella que toda la carga emocional de su carrera había ido provocando desde su juventud. La familia pasaba los veranos en una villa cerca de Lucerna y el Lago de los Cuatro Cantones (Suiza), lugar en el que construyeron una casa a la que llamaron Senar. Fue en aquel idílico lugar donde completó la Rapsodia sobre un tema de Paganini (1934) y la Sinfonía nº 3 (1936).

A pesar de sus dolencias, su actividad nunca cesó del todo. Durante la temporada de conciertos de 1932 realizó más de cincuenta recitales, aunque su presencia internacional disminuyó. Buscando la mayor tranquilidad y un clima favorable, trasladó su vivienda definitivamente a comienzos de 1942 a Beverly Hills (California), cerca de su amigo Horowitz. Rachmaninov ya había avisado de que la temporada 1942-1943 sería la última como pianista, dedicándose después por completo a la composición. Sin embargo, sus problemas de salud fueron en aumento e impidieron que los conciertos se desarrollaran como estaba planeado, abandonando en febrero de 1943. Su salud se deterioró tan rápidamente que falleció en marzo de ese mismo año a la edad de 69 años.

Lo que en principio había supuesto una alegría —la reciente obtención de la nacionalidad estadounidense— se convirtió en otro revés del destino, otro más en su vida, ya que impidió que se cumpliera una de sus últimas voluntades: ser enterrado en Moscú, junto a Scriabin, Taneyev y otros muchos amigos y compatriotas.

Sergei Rachmaninov. Los años inciertos, de Torcuato Tejada Tauste

- El título. En palabras del autor, Torcuato Tejada Tauste, con el título Sergei Rachmaninov. Los años inciertos se intenta abrir y transmitir una doble vía de análisis. Por un lado, la propia incertidumbre del compositor cuando, tras el estreno de la Sinfonía nº 1 y su consiguiente fracaso, empezó a ver que su seguridad y lo que parecía un futuro muy prometedor como pianista y compositor, comenzaron a tambalearse. Y, por otra parte, se pretende reflejar el misterio que rodeó su vida en esos años (entre 1897 y 1901, año del estreno del famoso Concierto para piano y orquesta nº 2), un apagón interior que se decidió mantener fuera de los focos biográficos y mediáticos, como así lo demuestran la mayoría de las fuentes documentales y libros dedicados al famoso músico ruso. El libro indaga y muestra hasta qué punto la obra del propio autor es capaz de revelarnos esos datos ocultos que permitan a los amantes de su música ir más allá de lo que él mismo quiso contarnos.

La figura de Rachmaninov siempre ha provocado cierta fascinación tanto en aquellos que se adentran en su biografía como en quienes se exponen a su música. Con este texto se propone un viaje a una región poco explorada de su vida. Un periodo que, como se ha visto, presenta más preguntas que respuestas. Un tiempo del que él mismo, sus familiares y sus amigos prefirieron no hablar. Un pequeño hueco historiográfico sobre el cual las principales biografías pisan con cautela con teorías, propuestas y suposiciones. Una crisis profunda. Una recuperación milagrosa. Un vacío creativo. Una explosión compositiva. Una obra paradigmática”, escribe el autor. “Un texto que pretende ser un primer acercamiento a la obra del músico ruso a través de un relato que se centra en lo que los demás han catalogado como años sombríos, llenos de incertidumbre e hipótesis difícilmente verificables, clavando la pica en ese punto común donde el análisis musical y la investigación histórica se dan la mano para empezar a descorrer un velo que hasta ahora se había considerado un muro. Ese espacio sonoro donde la música tiene más que decir que las propias palabras”.

- La figura de Rachmaninov. Comenta el autor que la personalidad de Rachmaninov es como la de muchos músicos que vivieron a caballo entre los siglos XIX y XX: un “todoterreno”. Pianista (virtuoso), director de orquesta, pero, sobre todo, compositor porque fue en esta faceta donde encontró la vía para expresarse más allá de las palabras o el contacto con otros seres humanos. “Un hombre alto, muy alto. Y delgado, muy delgado. Con unas manos descomunales que medían alrededor de treinta centímetros. Solitario, reservado y tímido. Con un corte de pelo casi militar y un gesto facial neutro, distante, como si las vicisitudes le atravesaran. Sin una vocación clara. Parecía uno más de los muchos los pianistas rusos de su época con potencial para aspirar a todo, pero que a la larga no llegarían a nada. Nada más lejos de la realidad”.

Al ser una persona retraída y ciertamente oculta, a él le costaba expresar sus sentimientos o necesidades. Y esto lo consiguió a través de dos vías principales: las cartas a su familia, a sus amigos y a colegas de profesión, en las que exteriorizó con más intensidad y menos prudencia sus opiniones, pero, principalmente, a través de su capacidad creativa como compositor.

En concreto, el Concierto nº 2 tiene una gran carga emotiva por haber estado tanto tiempo sin componer dada la crisis existencial que le invadió. En palabras de Josu de Solaun, “Sergei Rachmaninov no fue un compositor del presente —ni de su presente—, ni siquiera del pasado reciente. Su música parece haberse forjado en la vasta y opaca noche de los tiempos, en un espacio donde la muerte y el renacer se enredan como las mareas que se adentran en las rocas para regresar al océano, dejando tras de sí huellas apenas perceptibles. Y es en ese vaivén de ecos antiguos donde podemos rastrear su verdadera esencia: un poeta de los tonos que, con cada nota, arrastra el peso de los siglos, del dolor acumulado, del amor perdido, de la esperanza que siempre queda postergada, relegada a los rincones de una eternidad imperfecta”.

- El concierto para piano y orquesta nº 2, op.18. Salvador Vázquez, actual director de la Orquesta de Córdoba, escribe en su prólogo Transitando el alma que “la aureola que envuelve a su persona es prácticamente indisoluble a aquella que rodea al Concierto nº 2, el cual se encuentra en la lista de los conciertos más interpretados y grabados de la historia destacando las grabaciones que nos dejó el propio compositor (en el año 1924) con la Orquesta de Filadelfia y Leopold Stokowski. Su extraordinaria belleza melódica, su fuerza y su profundidad emocional hicieron que este concierto resultara un éxito sobresaliente.

Más allá de su triunfo artístico, esta composición representa uno de los mayores logros personales de Rachmaninov ya que, gracias a ella, consiguió salir de una de las etapas más oscuras de su vida. Afirma el autor que, “[…] en efecto, la catarsis que produce escuchar esta partitura es única e hipnótica. Amplias y bellas melodías, un diálogo constante entre solista (el piano) y la orquesta, equilibrio armónico, influencia de raíces populares… Algo que en Rachmaninov cobra mayor importancia, si se atiende al aspecto psicológico que consiguió inocular en la obra tras despegar de toda negatividad. Es entonces que la belleza de esta obra consigue atrapar a cualquiera como te atrapa un suceso inesperado o un trauma que queda instalado durante mucho tiempo hasta que llega el momento de la liberación, es decir la llegada al punto culminante del Concierto”.

La popularidad de la pieza no ha hecho sino crecer. Se trata de una muestra de la capacidad del músico de estructurar con eficacia una obra monumental en la que, además, existe cierto nivel de transferencia de material entre movimientos. Es la antesala de una nueva etapa creativa de Sergei Rachmaninov, mucho más madura y en la que alcanzará un nivel de maestría muy superior al mostrado hasta ese momento. De la mano de esta partitura, el pianista ruso se libera de muchos pesos, miedos, inseguridades y depresiones creativas para embarcarse en un futuro brillante y prometedor. La obra no es solo el final de una recuperación, sino la propia narración de dicha recuperación. Es un diario del camino que recorrió el compositor desde las primeras sombras de una crisis compositiva hasta la catarsis final que lo liberó.

- En esos años inciertos... Aunque el Concierto para piano y orquesta nº 2, op.18 es, claramente, la culminación de un proceso vital y creativo aún hoy en día misterioso bajo muchos puntos de vista, es evidente que el recorrido no estuvo exento de momentos y experiencias dignas de analizar y valorar.

- Sinfonía nº 1, op.13. El 28 de marzo de 1897, poco antes de cumplir veinticuatro años, un joven Sergei Rachmaninov escuchaba atónito cómo Alexander Glazunov (1865-1936) machacaba su primera obra escrita para el género sinfónico en la Sala de la Nobleza de San Petersburgo. Su primera obra trascendente por su originalidad y dedicación se convertiría en una pesadilla tal que el compositor, a pesar de estar ya fuera del teatro, no pudo evitar taparse los oídos. El estreno de esta partitura fue una de las mayores calamidades de su trayectoria profesional debido a un cúmulo de problemas de diferente índole. Además, por si esto no fuera poco, este fracaso fue utilizado por un porcentaje del público y la crítica, dispuestos a aprovechar cualquier mínima grieta para avivar la discordia entre los músicos de San Petersburgo y de Moscú. El papel del gran Glazunov fue objeto de una tremenda polémica, ya que, por un lado, se certificó que le dedicó muy poco tiempo a los ensayos de la obra de Rachmaninov a la que consideraba de muy bajo nivel y con la que se permitió realizar algunos cambios en la orquestación, y, por lado, muchos de los presentes, entre ellos la mujer del joven Sergei, Natalia Satina, certificaron el estado de embriaguez del propio Glazunov en el momento de dirigir. No en vano, a través de su alumno Shostakovich, el maestro escondía una botella de alcohol debajo de su escritorio del Conservatorio, mientras impartía clase. Otras opniones negativas sobre la calidad de la partitura vinieron del gran Rimsky-Korsakov quien comentó que “no encuentro la obra agradable de ninguna manera” o de su maestro, Taneyev quien ya le había avisado del bajo nivel de sus melodías.

No queda del todo claro si este fracaso fue uno de los motivos que más contribuyó a la depresión por la que estuvo apartado en sus procesos creativos. Aunque por las palabras del propio Rachmaninov no debió ser así porque la pieza no se convirtió en ningún tabú para él.

- Los encuentros con Tolstoi. La princesa Alejandra Lievin, gran amiga de Rachmaninov, se puso en contacto con el famoso escritor ruso Lev Tolstói para que pudiera conocerlo argumentando que “el muchacho va hacia la ruina. Ha perdido la fe en su capacidad. Trate usted de ayudarle”. Tolstoi, autor de Guerra y paz o Ana Karenina acababa de publicar ¿Qué es el arte? Su carácter era de sobra conocido como arisco y rudo con las personas. Quizás no era un buen momento para encontrarse con este genio de las letras, pero Rachmaninov lo veneraba como a un dios y consiguió tener dos encuentros con él. El primero de ellos fue trivial, sin interés. El literato no parecía muy interesado en tener conversación. Y en el segundo consiguió tocar una nueva pieza, Destino, que apenas le gustó siendo bastante arisco con él: el viejo escritor más tarde pidió disculpas alegando su vejez y cansancio.

- Rachmaninov toca fondo. Tras el estreno de la Sinfonía nº 1, Rachmaninov encontró cierto consuelo en la bebida. Sus allegados estaban muy preocupados por él y decidieron que visitara a Nikolai Dahl, neurobiólogo, psicólogo y psiquiatra ruso, gran amante de la música, cuya especialidad era curar a través de la hipnosis. Los resultados fueron excelentes. Acabó repudiando el alcohol, entablaron una sana y estrecha amistad ambos y su capacidad creativa volvió a florecer como flor de mayo. Sus encuentros se convirtieron en auténticas tertulias sobre vida y arte, lo que ayudó mucho a crear un clima satisfactorio para que el compositor y pianista aceptara iniciar y completar el tratamiento.

Fue el propio doctor Dahl quien en alguna de sus veladas musicales con amigos y con el propio Rachmaninov presente pronunció la frase: “Usted empezará a escribir su concierto…Usted lo escribirá con gran facilidad…El concierto será de excelente calidad”.

Parece que Nikolai Dahl, independientemente del, hipotético, método hipnótico, debió usar algún tipo de proceso catártico para liberar la psique de Rachmaninov. Específicamente la catarsis alopática: liberar la mente usando lo contrario de lo que aflige, induciendo la virtud opuesta al vicio por eliminar. Frente al desastre o la mala respuesta hacia sus estrenos, la promesa del éxito. Ante su necesidad de reconocimiento externo, la seguridad de contar con su propia aprobación como juez último. Tras la sequía compositiva, la fecundidad en ideas. Del miedo y el dolor de sus desengaños amorosos, al valor y alegría de pedir en matrimonio a su prima Natalia Satina. El doctor Nikolai Dahl se mostró como un profeta bastante certero. La obra objeto de su letanía, el Concierto para piano y orquesta nº 2, op.18, le reportaría un rotundo éxito.


Más información

Sobre el autor

Torcuato Tejada Tauste (1985) es natural de Guadix (Granada). Es Titulado Superior de Piano y Composición (Premio Extraordinario Fin de Carrera) y Doctor en Historia y Artes por la Universidad de Granada con su tesis El Trío con piano en España en los siglos XIX y XX. Obtiene la mención internacional tras su estancia en el departamento de «Music and Music Technology» de la Universidad de Huddersfield, cerrando su investigación con la conferencia titulada The composition itself determines this culmination’ (Sergei Rachmaninov). An analytical, historical and psychological approach to Rachmaninov’s Piano concerto nº 2, op. 18 (1901). Su trabajo Conrado del Campo’s String Quartet Nº 12 in B flat major (1948): An Approach to his Compositional Technique ha sido publicado por la prestigiosa editorial Peter Lang.

Entre sus composiciones estrenadas, cabe mencionar su Concierto para piano y orquesta nº 1 o la música incidental para el teatro El jardín de las estrellas, así como el himno coral para la Asociación Internacional de Profesores de Lengua y Literatura Rusas «Mapryal», pasando por arreglar para ensemble la ópera Los siete pecados capitales de Kurt Weill y Bertolt Brecht o adaptar y dirigir The wind remains de Paul Bowles. En colaboración con el Festival Internacional de Música y Danza de Granada, ha compuesto las bandas sonoras para las piezas de videodanza Corpúsculos, Permanecí efímera y Dasein. Su poema sinfónico El Amanecer: tras una lectura de Pedro Antonio de Alarcón fue un encargo del XXVII Festival Internacional de música «Guadix Clásica» y estrenada en el Auditorio Manuel de Falla de Granada.

No obstante, su actividad creativa no se circunscribe únicamente al ámbito nacional, habiendo realizado varios estrenos en el Mahaney Center for the Arts del Middlebury College (Vermont, EE.UU.), destacando Santa Compaña para SATB e Interludios para una opereta para piano solo.

Es funcionario del cuerpo de Profesores de Música y Artes Escénicas en la especialidad de Fundamentos de Composición, aunque actualmente desarrolla su labor docente en el Departamento de Improvisación y Acompañamiento del RCSM Victoria Eugenia de Granada.



Ficha técnica de la obra

Título: Sergei Rachmaninov. Los años inciertos

Autor: Torcuato Tejada Tauste

Editorial: Medio Tono Editorial (www.mediotonoeditorial.com)

ISBN: 9788412790115

Idioma: Español

Número de páginas: 144

Encuadernación: Tapa blanda con solapas

Fecha de lanzamiento: 24 de enero de 2025

Año y lugar de edición: 2025, Madrid

Alto: 23 cm

Ancho: 15 cm

Grueso: 1,1 cm

Peso: 250 gramos

Precio: 20 €

 

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