La
caquita y el método perruno inverso
Julio
Sánchez Mingo
Noviembre
2015
A mi
pediatra y a mi internista de cabecera
El
otro día recibí una carta de la Consejería de Sanidad invitándome
a participar en una campaña de detección precoz del cáncer de
colon. En ocasiones hasta parecemos un país civilizado. El
procedimiento es muy sencillo Simplemente hay que entregar una
muestra de heces que son analizadas y así se puede detectar, en
estado incipiente, este tipo de cáncer. El envase para la muestra
hay que recogerlo en el Centro de Salud propio, contra presentación
de la referida carta.
Aprovechando
que me tenía que poner la vacuna de la gripe y quería tomarme un
café con mi pediatra, recogí el paquetito con envase, instrucciones
y etiquetas. Aunque no se me crea, yo soy un niño, nacido en los
'50, que usa los servicios, ¡médicos, eh!, de una pediatra. Es la
ventaja de que me conozca desde que teníamos cuatro o cinco años.
El
otro sábado coincidí con ella y otros compañeros del colegio.
Cuando le dije, con todos los presentes escuchando, que me pasaría a
verla y a llevar la caquita, la carcajada fue general y estruendosa.
Y las risas aumentaron de tono cuando ella me advirtió que no es
nada fácil recoger la bendita caquita. - Te va a costar – dijo. Y,
efectivamente, no es fácil.
El
primer intento fue fallido. Toda la, más que caquita, cacaza,
resbaló por dentro del retrete, utilizando, a modo de trineo, el
papel higiénico que mi pediatra me había recomendado que pusiera, y
tomó las de Villadiego, es decir, el camino del Manzanares, con
parada previa, supongo que en La China, para ser disuelta, batida, y
aireada con multitud de congéneres. Así huele por aquella zona,
cercana a la Caja Mágica. Con la regularidad fisiológica que me
caracteriza, tuve que dejar la toma de la muestra de caquita para el
día siguiente. Por la noche hablé por teléfono con una antigua
compañera de trabajo y le expuse mis dificultades con la esquiva
caquita. Me sugirió que comprara un orinal en los chinos, que ello
me facilitaría mucho tan dificultosa labor. Yo le argumenté que,
cambiando de táctica en el retrete, me sentía capaz de alcanzar el
ansiado objetivo de tomar la muestra sin necesidad de realizar tan
excesivo dispendio. Este asunto se estaba convirtiendo en todo un
reto.
A
la mañana siguiente, como tenía prisa, no pude poner en práctica
esa nueva táctica que había pensado el día anterior.
Lamentablemente, eso sí, me percaté, al realizar la operación de
evacuación cotidiana, que el nuevo método ideado no iba a dar
resultado. Pensé cómo tomaría la muestra Rajoy, nuestro
circunspecto presidente del Gobierno. Porque eso sí, esto de la
caquita nos iguala a todos, igual que la muerte. Ya seas Amancio
Ortega, Obama, Rajoy o Gates, un bracero de Anatolia o un pescador de
Filipinas, todos pasamos por lo mismo. Habrá que imaginar a Rajoy
haciéndose las disquisiciones que yo me hacía en lugar de ocupar su
preciado tiempo cavilando sobre la siguiente mentira que nos
encasquetará a los ciudadanos. Supongo que el hombre no buscaría
ayuda ajena, como yo. También sospecho que un dictador del estilo
del norcoreano pediría ayuda a alguno de sus pretorianos para que
pusiera la mano, desnuda o con guante de látex, es la única duda.
Pero el presidente del Gobierno de un país democrático, tirando a
poco como el nuestro, no nos engañemos, no se puede permitir tamaña
prepotencia. Por la tarde, mi internista de cabecera, una avispada
doctora, me sugería que abandonara todos mis ensayos, que dejara de
elucubrar sobre el tema y me resignara al orinal de los chinos, eso
sí, a ser posible con cabeza de patito incluido. El recochineo se
estaba generalizando.
La
observación del reino animal es fuente de muchos inventos y eso hizo
que se me hiciera la luz. Pensando que mis queridos y casi
correligionarios chuchos hacen caquita en la calle para que después
sus dueños la recojan, blandita y calentita, con una bolsa de
plástico, se
me ocurrió lo que ahora llamo el método perruno inverso. ¿En qué
consiste? En lugar de hacer caquita en el suelo y recogerla a
continuación con una bolsa, extender una bolsa de suficiente tamaño
en el suelo y después, una vez tomada la muestra, recoger esta bolsa
con todos los sacramentos y tirarla a la basura, como si de un
dodotis con una buena plasta dentro se tratara. Estoy convencido de
que a Rajoy, nunca ha parecido un hombre de muchas luces por muy
registrador de la propiedad que sea, nunca se le hubiera ocurrido el
método perruno inverso, nombre científico donde los haya.
Pensado
y hecho. Finalmente alcancé el objetivo tan ansiado y eso que la
realización práctica del método no está exenta de dificultades.
La postura, el cálculo balístico de la trayectoria, la duplicidad
de sistemas de evacuación del cuerpo humano, cada uno de ellos con
un sofisticado sistema de retención, no son factores baladíes. El
impregnar la tira donde se debe adherir tan maloliente sólido, que
se introduce después en la pequeña probeta que se ha de entregar,
me recordó a la niñez. Alguna vez, en algún descampado, nos
dedicábamos a hacer croquetas con la cacaza de algún perro,
utilizando, total asepsia, un palo de polo como instrumento.
Finalmente
allá que me fui yo tan
ufano, con mi caquita debajo del brazo, camino del Centro de Salud.
Qué satisfacción sentí cuando. al presentarme ante el
correspondiente mostrador, frente a la empleada, dije: - Aquí está
mi caquita. -
PD.
Estas Navidades me toca a mí recoger la blandita y calentita de la
perra de mi hermana. Sus dueños se van de vacaciones y yo me quedo
de cuidachuchos. Debo reconocer que encantado. Bueno, con lo del
método perruno directo no tanto.
Pero Julio,eso es que no te habías hecho la prueba antes, el método de la bolsa ya estaba inventado de antaño. Por esos mundos por lo que sabes que he trabajado, eso es habitual como método mas higiénico. Ánimo y que salga todo bien.
ResponderEliminarYa te llamaré cuando esté por la patria.
Me he divertido mucho con tus hazañas escatológicas sanitarias. Dada tu experiencia deberías escribir un manual … :-)
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