16 octubre 2020

Otros beneficios de la mascarilla

Julio Sánchez Mingo

A Isabel, de Alergología del Marañón


Es irrefutable que el uso de la mascarilla nos protege, y mucho, de los letales zarpazos de la COVID-19. Llevarla puesta largas horas —se me van a quedar orejas de soplillo— es incómodo. Se le adjudican inagotables inconvenientes —no puedo respirar, me agobia, me pica, estoy feo, es una imposición intolerable de las autoridades, no puedo fumar, no entiendo lo que dicen cuando me hablan, no reconozco a la gente y, así, hasta el infinito—. Pero el bozal —como me gusta llamarla en solidaridad con nuestros fieles amigos los canes— es imprescindible en los tiempos que corren. Además, su empleo aporta otros beneficios, nada desdeñables, que he experimentado en mis propias carnes.

Soy alérgico. Cada invierno, de enero a marzo, sufro los embates del polen de arizónicas y ulmáceas, cuyos efectos se ven agravados por la contaminación atmosférica de Madrid, la ciudad de los alcorques vacíos. La desidia del Ayuntamiento es notabilísima a la hora de tomar drásticas medidas antipolución, a pesar de las continuas amenazas de fuertes multas de la Unión Europea. Después, en mayo y junio, a gramíneas y olivos les toca martirizarme. Las fortísimas rinitis alérgicas y la congestión nasal no me dejan vivir, no puedo salir a la calle, y eso que estoy recibiendo tratamiento de inmunoterapia que, poco a poco, va dando resultados positivos. Sin embargo, esta primavera, no he tenido ningún síntoma de reacción alérgica, gracias al uso permanente de la mascarilla.

Lo mismo me ha sucedido con los catarros estacionales, especialmente el resfriado de septiembre, el de la vuelta al cole. No he vuelto a cogerme ningún trancazo desde el confinamiento del mes de marzo.

Todo ello me ha hecho comprender por qué, antes de la aparición de esta pandemia, hemos visto frecuentemente a los japoneses embozados. También las azafatas de Aeroméxico, cuando atraviesan el Atlántico, —un vuelo de casi doce horas desde Madrid—, se tapan nariz y boca cuando descansan. Sin embargo, al llegar, los pardillos de los pasajeros padecemos, además de problemas de sueño, de afecciones de garganta.

Este 2020, según nos adelantan los epidemiólogos, los efectos y daños de la gripe —causada por virus que mutan de un año a otro— se verán muy reducidos por la utilización masiva del cubrebocas. A pesar de ello, se encarece a la población de riesgo que se vacune. Así, gracias a esta necesaria y muy recomendable medida profiláctica, se aliviaría el vergonzoso bloqueo anual de las urgencias hospitalarias. Vivimos en sociedad y todos debemos aportar nuestro granito de arena. Sed buenos, no seáis egoístas, pensad en los demás y así os estaréis ayudando a vosotros mismos.

Cuando se practican actividades como las manualidades o la jardinería hay que resguardar los ojos, la cara, las manos, vestir ropa y calzado adecuados y proteger el aparato respiratorio, especialmente los pulmones. Si se lija un mueble de madera, o una barandilla metálica para eliminarle el óxido, se desprenden nubes de partículas muy nocivas, incluso cancerígenas, con metales pesados y productos químicos en suspensión. No hace falta decir que una buena mascarilla es imprescindible. En este caso son válidas las egoístas, las FFP2 y FFP3 con válvula.

Este verano, me entretenía mirando a un paisano cuidar su huerta, podando, desbrozando, regando, fumigando... Iba perfectamente equipado: sombrero, gafas, cubrebocas, pantalla, guantes y botas de seguridad. Parecía un marciano, pero más vale prevenir que curar. Y sale más barato.

Ahora que los rostros sólo tienen ojos, disfrutemos de las bonitas miradas de la gente que encontramos a nuestro paso.

3 comentarios:

  1. No hay mal que por bien no venga, dijo el clásico. Déjame compartir, no obstante algún pensamiento:

    1° Bien nombras de egoístas a las máscaras con filtro. Prohibidas porque permiten el contagio, eso sí, sólo unidireccionalmente.

    2° Y en cuanto a las de tela, supuestamente higiénicas plenas de diseño y color, son perfectas para quienes van de cóctel y que menos que lucir una mascarilla de Dolce y Gabanna azul turquesa a juego con mi bolso y mis zapatos. Hasta ahí podíamos llegar.

    Yo, Julio, por lo global del asunto y por el daño que nos ha hecho, nos hace y nos hará soy partidario, salvo casos insalvables, de utilizar la clásica quirúrgica, esa mayormente azul, como signo de conciencia, igualdad y solidaridad con todos. Y esta vez sí que somos todos.

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  2. “Sed buenos, no seáis egoístas, pensad en los demás y así os estaréis ayudando a vosotros mismos”. Extraordinario su texto estimado Julio; es importante continuar con la prevención, hay que precautelar la salud. Cuidarnos todos. Saludos desde Ecuador.

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  3. Si, por eso hay que ser bueno, porque Papá Noel nos ve a todos y dejará a cada uno el regalo que se merece.

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