El
abuelo de Carmen
Julio
Sánchez Mingo
J. S. M. |
Se llama Mariano. Tiene setenta y pocos
años. Está jubilado. Era maestro, como a él le gusta decir con
orgullo, nada de profesor de Primaria, como se estila denominar ahora
a este oficio tan antiguo y noble. Ahí es nada desasnar infantes.
Camina todas las tardes por el paseo, al
borde del mar, junto a la playa, donde los chavales juegan a
balonvolea. Arriba y abajo, empuja el carrito de Carmen, su nieta de
nueve meses.
Es el protagonista, junto a su mujer,
Carmen, y su hija, Carmen, de esta bonita y sencilla historia de
comprensión y amor por los hijos.
Carmen hija, que ronda los cuarenta, no
había sido afortunada con las sucesivas parejas que había tenido y
no había cuajado con ninguna de ellas. Su mayor deseo: tener una
criatura. Su madre la animó a seguir un programa de inseminación
artificial mediante donación anónima de esperma. Los dos abuelos se
ofrecieron a acogerla en su casa y colaborar en todo, ayudándola en
los cuidados y educación del bebé.
Y, para alegría de todos, ha llegado
Carmen nieta.
Nadie puede imaginar la felicidad que
irradia la cara de Mariano y sus Cármenes.
Bonita historia. Los nietos son magia para los abuelos y una bendición y como se disfrutan
ResponderEliminar¡Cómo me gustan las hitorias tiernas y con final feliz! Enhorabuena a Mariano y a su trío.
ResponderEliminarFirmado: la nonna.
Felicidades al maestro y familia
ResponderEliminarPreciosa historia llena de ternura, que nos deja ver el amor que sienten los padres hacia los hijos.
ResponderEliminarY muy bella foto
La cara de la felicidad!!
ResponderEliminarQue maravilla, los niños están puros aún, y son grandes maestros para recordarnos que mirándolos a ellos podemos intentar sentir la vida con el asombro y descubrimiento, que perdimos en los caminos del tiempo
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