07 agosto 2018


Apuntes de viaje

Julio Sánchez Mingo
Fotos del autor1

A la valiente de las cumbres tempestuosas y a Lola Alegre y Gonzalo Silván, mis pintores de cámara

Hace muchos años acudí a la Galería Doria Pamphilj de Via del Corso, en Roma, a conocer el retrato de Inocencio X que pintara Velázquez, obra cumbre de este género de pintura. Muestra, con maestría inigualable, los rasgos físicos y psicológicos del pontífice. El ceño fruncido, su fealdad, sus arrugas, su demoledora y penetrante mirada transmiten un carácter saturnal y casi agresivo, muy humano y nada devoto, todo ello sobre un frenesí de rojos: cortinaje rojo, sillón rojo y ropajes rojos. Troppo vero— dijo el papa Pamphilj al ver el trabajo terminado, según cuenta la leyenda.

Velázquez: Inocencio X. Galleria Doria Pamphilj. 

Fui afortunado porque durante la media hora, más o menos, que estuve a solas frente al cuadro, nadie, ni siquiera un celador, apareció a interrumpir mi contemplación y deleite en la pequeña sala que, a mediados del 800, mandó construir su descendiente Filippo Andrea V Doria Pamphilj, para mostrar, en exclusiva, la joya más preciada de su colección.
Años después, en el 96, el cuadro viajó a Madrid para ser exhibido en el Prado durante unas pocas semanas. Largas colas, la sala Ariadna del museo atestada de gente, codazos por ver el famoso retrato.... Toda la ciudad quería estar allí. El triunfo del marketing, la comunicación y la publicidad.
Seguramente muchos de los concurrentes habrían pasado por Roma con anterioridad y, habiendo podido disfrutar de la obra sosegadamente, no lo habían hecho.

La semana antepasada, en el Belvedere de Viena, hordas de chinos, especialmente mujeres jóvenes, se afanaban por hacerse un autorretrato, vulgo selfie, con El beso de Klimt de fondo, desdeñando obras colgadas en el palacio, ahora museo, que mandó construir el príncipe Eugenio de Saboya como residencia de verano, y que son, a mi parecer, más interesantes, como las de Egon Schiele.

Gustav Klimt: El beso (detalle). Galería Belvedere.

Egon Schiele: Autorretrato (detalle). Leopoldmuseum.

El sábado de esa misma semana, en el Kunsthistoriche, fui de nuevo afortunado. Durante al menos un cuarto de hora, pude disfrutar de la contemplación, de nuevo a solas, repantigado en un comodísimo sofá, los hay repartidos por muchas de las salas de la colección de pintura, de los tres autorretratos de Rembrandt que posee el excepcional museo vienés. Lo es no sólo por el contenido sino también por el continente, el magnífico edificio que hizo erigir el emperador Francisco José.

Con semejantes sofás, ¿quién no disfruta de la pintura?

Al final me vi interrumpido por un mocetón, chino, como no, que entró en la relativamente pequeña sala, la recorrió de punta a punta, sin detenerse ni siquiera ante las obras del maestro holandés, para desaparecer por la puerta de entrada. La salida, que da a otra estancia, está temporalmente cegada por los trabajos de montaje de una exposición temporal de Brueghel. ¿Cómo se comportaría en la sala anterior, donde cuelga El Arte de la Pintura de Vermeer? ¿Qué buscaría en la pinacoteca?

Rembrandt: Autorretrato grande de 1652 (detalle). Kunsthistoriches Museum.


Vermeer: El Arte de la Pintura (detalle). Kunsthistoriches Museum.

Tampoco un matrimonio español, con su hijo treintañero, dedicó mucha atención, no más de dos minutos, a Velázquez, en concreto a los retratos de la infanta Margarita, impresionismo puro, y al retrato del malogrado príncipe Felipe Próspero, máxima expresión de ternura de un pintor a sus modelos, en este caso el infante y su perrillo.

Velázquez: Infanta Margarita Teresa. 1654 (detalle). Kunsthistoriches Museum.

Velázquez: Infanta Margarita Teresa. 1654 (detalle). Kunsthistoriches Museum.

Velázquez: Infante Felipe Próspero (detalle). Kunsthistoriches Museum.

Velázquez: Infante Felipe Próspero (detalle). Kunsthistoriches Museum.

En el Leopoldmuseum de Viena, para conmemorar el centenario de la muerte del popularísimo Klimt y de su amigo, y en cierto modo discípulo, el excepcional pintor expresionista Egon Schiele, fallecidos en 1918 en un breve lapso de tiempo, se celebran dos exposiciones dedicadas, respectivamente, a cada uno de ellos. Allí sólo hay público local. Los chinos están desaparecidos.

Egon Schiele: Mujer recostada. 1917 (detalle). LeopoldMuseum.

Por cierto, los ingleses, puritanos ellos, censuraron la publicidad, preparada al efecto para ser mostrada en autobuses, metro y grandes edificios de Londres, de la exhibición de Schiele del Leopoldmuseum. Incluso, desde el ayuntamiento de la ciudad británica la tildaron de pornográfica. Los políticamente correctos alemanes de Berlín repitieron el desatino. En ambos casos, las autoridades austríacas se vieron obligadas a cubrir los genitales de las reproducciones de las obras de Schiele de los carteles de la campaña de promoción con la frase: “Cien años ya, pero aún demasiado atrevido”2.

Publicidad censurada en el Metro de Londres.

Como recuerda Borja Hermoso en su artículo de El País, en el frontón de la fachada del Pabellón de la Secesión3, que los vieneses llaman el repollo de oro, reza, en alemán: “A cada tiempo su arte. A cada arte su libertad”.

Pabellón de la Secesión. Viena.

1Excepto la imagen del retrato de Inocencio X, tomada de www.doriapamphilj.it, y la foto del Metro de Londres.
3 Movimiento modernista vienés en el que participaron Schiele y Klimt, que fue su primer presidente.

3 comentarios:

  1. En ocasiones me siento analfabeta cultural, Julio, creo que me estoy quedando con una sola neurona flotante... Pero me encanta leerte.

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  2. Yo me he deleitado con la descripción tan mravillosa que haces del cuadro pintado por Velázquez de Inocencio X y también me he sentado contigo contemplando los demás cuadros que citas....Y casi he visto con todo su esplendor los museos citados con tanto detalle por ti. Gracias por compartir tus vivencias con nosotros.

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  3. Todas las obras que comentas y todos sus autores son GENIALES. Para mí, desde luego, el número 1 es el retrato de Inocencio X por Velázquez, que tuve ocasión de admirar en una de mis visitas a Roma. Y luego tampoco puedo negar que Klimt me apasiona y que pude contemplar en el Belvedere.
    También Vermeer me encanta. En fin, aunque la pintura no es la primera de las Bellas Artes para mí (sí lo es la música, empezando por el Renacimiento hasta el Romanticismo) sí va en segunda posición.
    Muchas gracias por este recorrido artístico. Saludos.

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