Sanidad
pública: el gran negocio
Carmen
García Delgado
A
Emilio García Delgado (1953-2017), in memoriam, y a quienes como él
luchan por defender los servicios públicos
Hace
dos semanas me llegó la noticia de la muerte del doctor Luis Montes.
Seguro que lo
recuerdan. Lamentablemente,
no
por su larga y entregada carrera profesional, sino por el falso caso
de las sedaciones de Leganés.
El
11 de marzo de 2005 se inició el mayor ataque que se conoce a una
institución pública, orquestado desde los organismos responsables
de su funcionamiento y tras dar pábulo a una denuncia anónima.
Por
cierto, esas denuncias habían sido investigadas previamente sin
encontrar irregularidades.
Luis
Montes, el personal del centro y el propio Hospital Severo Ochoa
fueron sometidos a una brutal campaña de desprestigio, de acoso.
Han
pasado muchas cosas en la sanidad madrileña desde aquel nefasto 11
de marzo.
Hace
unos años, un consejero de Sanidad organizó un desayuno en el hotel
Ritz
de
Madrid.
La convocatoria rezaba: “Aproveche las oportunidades de negocio
para su empresa”. Se trataba de informar a las empresas interesadas
de las oportunidades de negocio que ofrecía la sanidad pública, e
invitarlas a subirse a la “ola privatizadora”, en palabras del
propio consejero. Como dice el Gran Wyoming: “La salud vista en
términos mercantiles no es una oportunidad de negocio, es el mayor
de todos los negocios imaginables”.
Se
construyeron siete hospitales públicos, modelo PFI1
de cooperación entre el sector público y el privado. Sin entrar en
otros análisis, en el año 2012 la Consejería de Sanidad planteó
la venta de seis de estos centros, la conversión del Hospital
Universitario de la Princesa en un centro de crónicos, etc. La
ejemplar Marea Blanca, movimiento que aunó a profesionales
sanitarios y a la ciudadanía, consiguió pararlo.
Pero
el desmantelamiento y la privatización de lo público continúa. No
de una forma tan obvia como en 2012, menos visible, pero permanente.
Los distintos informes de Audita Sanidad2
así lo atestiguan; les invito a consultarlos.
Mientras
asistimos al deterioro de los hospitales públicos (techos que se
caen, cañerías que revientan ...), se incrementan los presupuestos
asignados a los hospitales gestionados por entidades privadas. Se
introducen nuevas fórmulas de contratación de la gestión del
servicio público y se firman contratos a ¡30 años!, como en el
caso de los hospitales modelo concesión administrativa3, todos ellos de titularidad privada.
¿Qué
trascendencia tiene firmar un contrato a 30 años? La más obvia es
que asegura la estabilidad del negocio para el contratista; la
reversión del servicio, como han hecho recientemente en la Comunidad
Valenciana, es inviable, salvo en los casos de rescate previstos por
la ley. ¿Por qué? Al rescindir el contrato por causas diferentes a
las que la legislación prevé, hay que abonar al contratista una
indemnización por los ingresos que deja de percibir. Se pueden
imaginar el importe de ésta en contratos con tan largo plazo de
adjudicación.
En
tanto se aseguran las cifras de negocio para el sector privado, las
condiciones de trabajo del personal del Servicio Madrileño de Salud
empeoran. Las personas que defienden el sistema público, que luchan
por los intereses de la ciudadanía, que no conciben que en un
servicio público se hable de cifras de negocio, están sometidas a
un estrés que se paga caro. Como le pasó a mi hermano, Emilio, el
mejor médico que he conocido, la persona más honesta y fiel a sus
principios, luchador infatigable, imprescindible.
Cuando
las mejores personas son perseguidas, cuando se pagan precios tan
altos por defender a quienes están en situación de vulnerabilidad,
cuando las cifras de negocio se apoderan de lo público tenemos que
alzar nuestra voz. Los derechos se deben ejercer y reclamar.
Los
servicios públicos son imprescindibles; nuestra salud, educación y
acceso a la justicia no pueden depender de lo abultado, o no, de
nuestra cuenta corriente. El doctor García Delgado, mi hermano, lo
tenía muy claro y peleó por ello. Su ejemplo me guía en mi
cotidianeidad.
1
El modelo PFI de cooperación público privado se inició en
Inglaterra durante el gobierno Blair. En el caso de la Comunidad de
Madrid, supone que las empresas adjudicatarias “adelantan” el
dinero de la construcción de los hospitales. Este préstamo les será
devuelto en un determinado período mediante el pago de un canon
anual, además de otorgarles la explotación de servicios
considerados no sanitarios como aparcamientos, tiendas … Según
denuncia la Plataforma Contra los Fondos Buitre, dos de estos
hospitales modelo PFI se encuentran ya en manos de estos fondos.
2
Audita Sanidad es un grupo de trabajo para la auditoría ciudadana de
la deuda en sanidad. http://auditasanidad.org. Aparece en Twitter y Facebook con ese nombre.
3
La concesión administrativa supone que a una determina entidad
privada se le encarga la asistencia sanitaria de un ámbito
poblacional, percibiendo ésta a cambio un importe determinado por
cada persona de ese ámbito (cápita). Aparte perciben una
contraprestación económica por todas aquellas personas que hayan
atendido que no pertenezcan al ámbito poblacional asignado.
Carmen
García Delgado es internista y médica inspectora.
Sanidad pública, sanidad privada. Las garrapatas de la Administración
ResponderEliminarLa sanidad pública la pagamos todos y todos tenemos derecho a disfrutarla.
Además, debe ser de la máxima calidad para que ningún ciudadano, por razón de su poder adquisitivo, sea discriminado en su derecho a la salud y, por tanto, a recibir la atención sanitaria adecuada, que debe ser la mejor posible.
Si el sistema público es excelente, se obliga a las empresas privadas del sector a ofrecer también unos servicios del máximo nivel. No como ahora, que se aprovechan de la pérdida de calidad de la maltratada y torpedeada, por los propios responsables gubernamentales, asistencia pública, para brindar una atención mediocre, obteniendo, para mayor escarnio, pingües beneficios.
Es inadmisible que muchos servicios públicos, con suficiente masa crítica que permite una gestión económica óptima, sean subcontratados o cedidos en parte, o en su totalidad, a compañías privadas que actúan como garrapatas de la Administración, que paga un plus que corresponde, al menos, a los beneficios económicos que cualquier sociedad mercantil quiere y debe obtener. El artículo de Carmen García Delgado es muy ilustrativo de estas prácticas.
Ejemplo paradigmático es, aparte de la sanidad, la educación. En ésta es razonable que coexistan la enseñanza privada, sin ningún tipo de ayuda o subvención, sufragada exclusivamente con las cuotas de las familias de su alumnado, y la pública, pero la concertada, que tuvo su sentido hace décadas, cuando se aumentó la edad de escolarización y no había aulas públicas suficientes, debería ser suprimida paulatinamente.
Los ciudadanos, con nuestros impuestos, no debemos financiar el lucro de ninguna empresa.
Debe reinstaurarse el acceso universal a la sanidad pública.
EliminarEl decreto de Rajoy y su PP de 2012 es un atentado contra la salud colectiva, el derecho a la mísma, recogido en la Constitución, y la solidaridad humana.
Para Mi, el error más grande del último gobierno.
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