05 mayo 2023

El miedo a la muerte

Julio Sánchez Mingo

 



Como muchos de mis lectores saben, recientemente he sido sometido a una intervención quirúrgica muy agresiva y difícil, traumática, de larga duración, en dos jornadas. La primera de diez horas y la segunda para coser el esternón y cerrar los cortes y heridas practicados, una vez contenidos los sangrados que se produjeron. Fue una operación programada, cuyo alcance yo conocía perfectamente, pues me había documentado en los meses previos y era consciente de los graves riesgos a los que me enfrentaba. Nunca tuve miedo y encaré el ingreso en el hospital con buen humor, sereno, tranquilo —soy una persona muy nerviosa, al que la incertidumbre corroe—, sin temores ante el futuro incierto que se abría en mi horizonte. Estuvimos comiendo relajada y apaciblemente con unos amigos  y tuvimos que esperar más de dos horas por la tarde a que me fuera asignada habitación. Incluso, en un rasgo de chulería, subí desahogado por las escaleras las cinco plantas hasta el correspondiente Servicio de Cirugía Cardíaca. A mi favor jugaba el hecho de ser un paciente asintomático, que no sufrí ningún episodio de dolor en el año largo transcurrido desde que se detectaron las graves malformaciones y disfunciones que padecía hasta el momento de la llamada para convocarme a pasar por el quirófano. ¿Por qué ese comportamiento y ese proceder?

Yo tenía claro que ante mí se abrían dos vías: salir airoso del trance –el corazón es un órgano muy agradecido, cuya manipulación, a pesar de su complejidad, ofrece excelentes resultados, que reacciona de forma muy positiva a tratamientos y manipulaciones— o la muerte, simple y llanamente, la muerte. Es cierto que esta segunda eventualidad tiene una probabilidad estadística mucho menor, de un 4%, un riesgo pequeño. Es una tesitura que se encara sin sufrimiento, sin dolor. Sabes que te dormirán suavemente con anestesia general y que, en el peor de los casos, no despertarás, que el sueño será eterno. Es como volver al estado anterior al nacimiento, del que no sabemos ni recordamos nada.

Sobre este último concepto abundaba el doctor Luis Montes —el facultativo perseguido inicuamente con saña por Esperanza Aguirre y Lamela, su consejero de Sanidad— en una entrevista que le realizaron en 2014: “[La muerte] … es la certeza que nos acompaña a todos los seres vivos desde que nacemos y que, por razones culturales no inocentes, nos empeñamos en acallar como si no pensar en ella la alejase. Las religiones, en nuestro caso el cristianismo, se han encargado de imbuirnos la existencia de otra vida tras esta, una vida que amenaza con ser eternamente terrible en la medida en que no adaptemos nuestra vida real la única que conocemos a lo que disponen los representantes de los diferentes dioses. Es el temor que nos han generado a ese después al que abre la puerta la muerte, lo que le da esa connotación terrible a la muerte. En realidad, morir no es otra cosa que regresar a la nada en que estábamos antes de nacer. No conozco personas preocupadas por dónde estaban antes de nacer. La preocupación por el dónde vamos tras morir es sólo cultural e interesada”.

Independientemente de disquisiciones sobre el más allá, imaginemos la antesala de la muerte con sufrimiento, dolor, angustia, miedo, claustrofobia. Basta pensar en la víctima de un terremoto, sepultada e inmovilizada bajo los escombros, con una escasa bolsa de aire que se va agotando y que al final impide el respirar, en una enfermedad terminal incapacitante que se prolonga meses o años, un reo en el corredor de la muerte, o en el sufrimiento de tantos pacientes de covid ingresados en una UCI, conectados a un respirador que se mostraba insuficiente, que fallecieron tras veinte o más días de agonía.

¿Por qué iba yo a tener miedo a la muerte si estaba en buenas manos?

Para terminar, la frase de un estoico como el emperador Marco Aurelio:

No desprecies la muerte, pero acéptala de buen grado, porque forma parte de lo establecido”.

Y unos bonitos versos de Machado:

La muerte es algo que no debemos temer porque,

mientras somos, la muerte no es,

y cuando la muerte es,

nosotros no somos”

13 comentarios:

  1. Mira, Julio, estoy de acuerdo con Marco Aurelio y con Machado.
    Creo estar preparada para aceptar lo que uno y otro dicen.
    Y, sin embargo, lo que temo es no estar a la altura, llegado el momento.
    Tú has sido muy valeroso.

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  2. Muchas gracias al anónimo comunicante que me ha hecho corregir dos faltas de ortografía imperdonables.

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  3. Excelentes reflexiones Julio. Seguro que a partir de ahora disfrutarás de la vida de una forma diferente y mejor.
    Un abrazo

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  4. Celebro tu vida, un mezcal a tu salud; por tu alegría al enfretarte a la vida y hasta la muerte, al merito estilo mexicano, sin miedo a la tiliquiflaca. Una abrazo

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  5. Me alegro mucho que todo haya salido bien.
    El secreto de la vida es la esperanza, sin ella no hubiésemos llegado hasta aquí.
    La esperanza mueve el mundo en todas sus versiones. Gracias a ella nos enfrentamos a batallas increíbles.

    Os deseo a todo/as salud, sueños y esperanza.
    Un abrazo.

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  6. Perdón por error el artículo que acabo de escribir sobre la esperanza no es anónimo. Soy M. Carmen Piñero. Gracias

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  7. Gracias por descifrar lo que hay tras morir. La NADA. Siglos de leer y sabiduriay en este blog he encontrado la respuesta. Gracias.
    Dejemos que cada uno crea lo que quiera y que su fe, sea suya y de su creencia más profunda porque eso ayuda a las personas a sobrellevar ciertas situaciones que de otra forma no sabría o no podrían acometer con positividad.
    Dejar de decir a la gente lo que puede ser y creer. Si tu quieres pensar q después hay la nada mejor para ti,pero hay muchos entre los q me incluyo o personas que queremos que cuando se van de nuestro lado lo único q da esperanza es pensar q están esperando en algún lugar y q siguen con nosotros.
    En su recuerdo.
    Amen
    O

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    Respuestas
    1. En estas líneas expreso ideas y sentimientos y transmito las del doctor Montes. Nada más.
      Se opina, no se impone, ni se afirma estar en posesión de la verdad.
      Por ello creo que sobra su expresión de que no se deja a cada cual pensar lo que quiere y sentir y creer lo que le plazca. Aquí se respeta.
      Gracias.

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    2. Julio Sánchez Mingo12 de mayo de 2023, 22:59

      Una lectora me escribe:
      "Una vez más has puesto el dedo en la llaga, creo, sin pretenderlo. Hay temas, como la muerte y el después qué, que parecen ser inalterables e intocables, como si fueran verdades absolutas impuestas y asumidas desde siempre. Y no es así. Por eso hay quienes confunden imposición con opinión, porque les cuesta escuchar o leer razonamientos distintos a lo establecido. Pensar nos lleva de manera indiscutible a reflexionar y a adquirir un espíritu crítico, y lógicamente a plantearnos el porqué de las cosas. Y claro, ello implica diversidad de visiones de una misma idea. Y puede suponer un peligro para quieres prefieren que el ser humano sea un ente plano. Exponer las ideas, lo que pensamos, no es imponer, es abrir un abanico de posibilidades que nos puede enriquecer. Imponer es no respetarse, ni respetar la pluralidad. Y en el tema de la vida y por tanto de la muerte, también".

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  8. Me ha encantado tu artículo, Julito

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  9. Bueno, más allá del respeto para todas las formas y maneras de entender y enfrentar el momento de dejar la vida, mi publicación es para expresar públicamente mi enhorabuena por el resultado exitoso de la intervención quirúrgica. Me alegro de corazón. Un abrazo.

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  10. Gran reflexión. Bravo.

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  11. Qué lindo! Gracias por compartir. Qué bueno que sigas en este plano y sin miedo a vivir!!

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