28 abril 2023

El valor de los valores

Anna Rossell

Los Salesianos intentan comprar el silencio de una víctima de abusos sexuales con 40.000 euros



El sábado 18 de marzo, la periodista Laura Galaup publicó en elDiario.es una información que me impactó especialmente por su trascendencia y porque me atañe.

Me refiero a la noticia relacionada con el Protocolo de reparación para las víctimas de acoso y abusos de religiosos de la Inspectoría Salesiana María Auxiliadora: Los Salesianos intentan comprar el silencio de una víctima de abusos sexuales con 40.000 euros.

Es frecuente que, en la época en que vivimos, de promoción de escándalos, de sensacionalismo por excelencia, muchos medios de la llamada comunicación vayan a la caza y captura de titulares y fotos y difundan falacias con argucias y manipulaciones fáciles que atraen la atención morbosa de la naturaleza humana. Pero éste no es en absoluto el caso. Todo lo contrario. El trabajo subyacente al artículo en cuestión me parece un ejemplo de corrección, objetividad y periodismo independiente. Agradezco la sensibilidad y asepsia con que la noticia a la que me refiero se publicó, que consultó antes a fondo a las partes implicadas y cita textualmente los párrafos del mencionado protocolo, el escándalo al que se remite. Sí, escándalo.

Porque ahora que, por fin, una gran persona, representante máxima de la Iglesia Católica, el papa Francisco, se ha propuesto con enorme valentía y determinación acabar, o reducir al menos en lo posible, los males que socavan y desprestigian su institución contraviniendo sus fundamentos, hay en su seno partes que, pretendiendo supuestamente seguir las directrices del pontífice, saben componérselas para continuar en su línea de ocultismo y guardar las apariencias.

Se trata de las vidas de niños y niñas, de adolescentes, víctimas de pederastia. Vaya de antemano que no quiero contribuir a echar leña al fuego del sensacionalismo morboso: sabemos que ninguna institución está libre de culpa, aunque haya a quien le interese señalar a las religiosas como si ellas fueran las que están en primera línea. La institución familiar es la que, si nos atenemos a las informaciones estadísticas oficiales, es donde se dan más estos abusos, perpetrados por los propios padres u otros familiares. Los religiosos son humanos y como tales tienen debilidades y/o dolencias psicológicas, al margen de su institución. Quiero subrayar que los religiosos que forman parte de los respectivos organismos —lo mismo si se trata de uno laico — no representan la institución, ellos actúan a título individual y sólo como individuos deben responder de sus actos. Sin embargo, la institución se hace culpable si, por temor al escándalo o a la vergüenza, encubre los hechos y contribuye a silenciarlos. Esto sucede cuando los respectivos responsables y portavoces de la entidad se involucran en los hechos por acción u omisión. El encubrimiento y/o silencio es un modo de asumir como propia la culpa de un individuo. Ello sucede en mi opinión cuando, detectados con pruebas hechos execrables, se traslada al responsable de tales hechos a otra comunidad para correr un tupido velo con lo cual se traslada el mismo abuso a otro lugar o, cuando, en el caso de que los hechos estén bajo sospecha y no demostrados, las autoridades eclesiásticas o laicas competentes no emprenden la investigación a fondo necesaria para aclararlos. Así ha actuado tradicionalmente la Iglesia Católica, una actuación que ha denunciado el papa Francisco, quien ha animado a deponer estas actitudes y se ha propuesto atajar estos comportamientos en lo que de él depende.

elDiario.es ha seguido en los días sucesivos tirando del hilo y ha detectado una buena cantidad de casos de compra de silencio de víctimas de abusos sexuales en el seno de la Iglesia Católica, fácilmente localizables en la publicación digital.

Como trabajadora voluntaria desde hace muchos años de la ONGD salesiana Fundación Bosco Global, me he sentido directamente implicada en el asunto y concernida moralmente. La noticia de elDiario.es reviste la enorme gravedad que me impulsó a reaccionar inmediatamente como parte que soy de la institución. El escándalo no afecta a lo que todos sabemos: que el género humano está representado por criaturas de todo tipo y que, por lo tanto, las hay en todas partes capaces de los mayores horrores... No es pues sólo el hecho de que un salesiano, un tal J. R. según la noticia, hubiera destrozado la vida de un niño durante años hasta su adolescencia, abusando sexualmente de él. Lo verdaderamente escandaloso es el documento en el que se basó esta estructura eclesiástica, la Inspectoría Salesiana de María Auxiliadora, para llegar a un acuerdo económico de resarcimiento a la víctima. El acuerdo es claramente interpretable como un soborno, habida cuenta de que el protocolo contrato obliga a la víctima a silenciar los hechos, incluso entre sus allegados más próximos. Entiéndase por hechos lo que se quiera entender: tanto los abusos acontecidos como el procedimiento de soborno seguido por la inspectoría para silenciarlos. elDiario.es encabeza además su artículo con fotografías de dos páginas: la de la portada del Protocolo, en el que puede leerse el título del documento, y la de una página interior en la que, con letras mayúsculas en diagonal y con marcas de agua, se lee confidencial.

El documento, que lleva el título de Protocolo de reparación para las víctimas de acoso y abusos de religiosos. Inspectoría Salesiana María Auxiliadora, es, por lo engañoso, más abominable aún. Porque, simulando que se pretende la protección de las víctimas, lo que hace en realidad es imponerles el silencio, lo cual añade otro agravio al anterior.

La existencia de este protocolo es de por sí vergonzoso y denunciable, y denunciables son, por culpables, quienes propiciaron su existencia. Pero la cadena de culpables adquiere cada vez más eslabones si, conociendo su existencia, no hacemos lo que esté a nuestro alcance para sacarlo a la luz con la intención de concienciar y poner en evidencia.

El mismo día en que conocí este protocolo a través de elDiario.es, llevada por mi estupefacción, envié el enlace con la noticia a las personas de mi confianza de Bosco Global y a los religiosos salesianos de cuya fiel y larga amistad disfruto: personas voluntarias y del equipo técnico para recabar, a ser posible, más información y saber de su posicionamiento. Pasado un tiempo prudencial, días después, decidí ampliar el círculo de personas destinatarias de mi difusión de la noticia. Escribí un correo electrónico animando a la redacción y publicación de un documento colectivo que incitara a la explicación y a la transparencia. El correo iba dirigido en primera línea, aunque no exclusivamente, a los máximos responsables de la Fundación Bosco Global, dos religiosos salesianos: Ángel Asurmendi Martínez, inspector provincial y presidente de la mísma, y Jordi Lleixà Jané, consejero inspectorial, responsable de Pastoral Juvenil y vicepresidente de la misma fundación. Acompañé mi escrito de sólida argumentación, respaldando mi propuesta. Me extrañó no recibir inmediatamente respuesta de ninguno de los dos. Transcurrido el tiempo me llamó Jordi Lleixà Jané, quien intentó justificar la existencia del protocolo con razones que en mi opinión no se sostienen. Que el protocolo haya sido redactado por un bufete de abogados especialistas en la materia, no exime de responsabilidad a quien se lo encarga, menos aún a quien lo acepta y suscribe y lo utiliza. Más allá de este más que flaco argumento la conversación telefónica que manutuvimos concluyó con el anuncio del vicepresidente de que no tenían previsto redactar un documento como el que yo proponía, aunque también apostilló que el tema se discutiría en la comisión correspondiente. Transcurridos unos días de esta conversación, escribí un nuevo correo electrónico a Jordi Lleixà Jané pidiéndole que me tuviera al corriente de la fecha de la reunión de la instancia en que se hablaría de este asunto, así como del acuerdo al que se llegara. También le solicité que me indicara dónde podría encontrar el texto completo de dicho protocolo, puesto que era mi deseo poder leerlo al completo. Consultada la página web de la inspectoría salesiana https://www.salesianos.edu/ambiente-seguro/ había encontrado dos protocolos relativos a la protección de víctimas de abusos sexuales, descargables, ninguno de los cuales, sospechosamente, se correspondía con el que era mi deseo leer:

1. Código de conducta para la protección de menores y adultos vulnerables (11 páginas)

2. Protocolo de actuación para la protección de menores y adultos vulnerables en las casas salesianas de la inspectoría (11 páginas)

Hasta el momento de la redacción de este artículo y de su envío para publicar, ningún alto responsable de la Fundación Bosco Global ni de otra institución salesiana ha hecho, que yo sepa, ningún gesto público para aclarar la situación ni se ha puesto en contacto conmigo. Ángel Asurmendi Martínez, el presidente, tampoco.

Tengo la necesidad —me apremia— de emprender a título personal lo que me pesa, me aflige, me preocupa y debo a tantas compañeras y compañeros que trabajan conmigo en Bosco Global y a tantos y tantos amigos religiosos salesianos, que, lamentablemente, no están siquiera informados de todo ello. A todos y a la opinión pública en general dedico este artículo y conservo aún la esperanza de que a quien esto competa se dé por aludido y ponga en marcha la debida actuación.

© Anna Rossell es filóloga alemana, escritora, poeta, crítica literaria y gestora cultural y voluntaria de la ONGD salesiana Fundación Bosco Global

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