25 marzo 2022

La respuesta de presidencia del Gobierno

Julio Sánchez Mingo

El pasado día 18 de febrero fue publicado en este foro, y remitido a presidencia del Gobierno, un cuestionario con preguntas dirigidas a su actual titular, Pedro Sánchez. Con los días transcurridos desde entonces, ha quedado obsoleto. Este último mes nos ha deparado muchos y desagradables acontecimientos.

Muchos lectores pronosticaron que no habría respuesta alguna y, lamentablemente, así ha sido. Lo que yo no esperaba es que hubiera en Moncloa tanta desconsideración y falta de respeto al ciudadano, a pesar de la Carta de Servicios de la que tanto presumen y de la transparencia de la que hacen gala, todo papel mojado. Es a lo que nos tienen acostumbrados las administraciones públicas españolas, que sólo contestan a cualquier requerimiento cuando les interesa. Lo habitual es que den la callada por respuesta.

El mismo día 18, desde el Gabinete de Presidencia me redirigieron a la Secretaría de Estado de Comunicación, también dependiente de la jefatura del Gobierno, a la que mandé mi solicitud el domingo 20 de febrero. Remitieron un acuse de recibo a mi mensaje el lunes 21 de febrero. Desde entonces no he vuelto a saber nada de ellos a pesar de mi insistencia. Envié un correo electrónico el 15 de marzo pasado, donde hacía mención al interés mostrado por los lectores por conocer su réplica a las cuestiones planteadas. Recursos no faltan en Moncloa para atender este tipo de peticiones y poder pergeñar una respuesta, aunque sea en modo faena de aliño, dada la cantidad de asesores que hay contratados y cuyos salarios todos sufragamos con nuestros impuestos. Desde luego su comportamiento es deplorable.

Aunque no me engaño. Cada vez son más frecuentes este tipo de conductas en todos los ámbitos de la sociedad española. Salvo raras y honrosas excepciones, no se contestan las llamadas telefónicas, tampoco los mensajes de correo electrónico o a través del móvil. Nadie tiene tiempo para nada excepto para enviar tonterías a los grupos de las aplicaciones de mensajería o idiotizarse en las redes sociales. Hace años, cuando sonaba el timbre del teléfono en cualquier casa, siempre había alguien para descolgar el aparato. A priori, no se sabía quién era el interlocutor al otro lado de la línea. Caso de ser un exnovio despechado de la niña de la casa, directamente se le largaba con un seco: Hola. No está. Adiós. Si, pillada in fraganti, respondía la interfecta, tras el consabido, agudo y neutro dígame, imitaba la voz de su madre y decía: —Hola bonito, ahora no se puede poner. Ya le diré que has llamado. 

A los de Moncloa les falta escuela.

18 marzo 2022

La lección

Joaquín Lozano Torres


Desde arriba, vista cenital que se llama, el naranjo amargo me parecía una gran bola verde, oscura y brillante. Pero ahora, cuando la primavera ya no se esconde, sobre esa masa verde que hasta hace poco estuvo cuajada de preciosos círculos color naranja, ya se aprecia claramente la explosión de nuevas hojas, aún pequeñas, blandas y aromáticas, de color más claro, ese verde inocente que anuncia la gran renovación, la nueva vida.

Al entrar de nuevo en casa, el sonido algo metálico de una radio no para de anunciarnos las más temibles tragedias. Esas que, sin que nada nos obligue a ello, los humanos solemos buscar con ahínco, como si ese fuera el único rumbo posible a lo largo de nuestra singladura mundana: guerra, odio, ambición, sufrimiento de inocentes, injusticia con mayúscula, dolor, horror, calamidad...

Pareciera que, cuando por puro cansancio y desgaste ya está próxima a su fin la enésima maldición sobrevenida que nos tocaba enfrentar, inmediatamente debe aparecer algo aún peor para que no decaiga el macabro juego de unos pocos que se empeñan en tener al resto de los mortales acogotados, trincados por salva sea la parte.

No tengo más remedio que volver a salir al balcón y regresar a los naranjos que, ajenos a la locura, ahí siguen; a lo suyo, a lo que les toca y para lo que comparten con nosotros su tiempo, que es el nuestro. Pronto, acompañados por el guirigay de los mil gorriones a los que amablemente dan alojamiento y ajenos, como debe ser, a la sinrazón humana, los árboles más sevillanos se pintarán de blanco para traernos su puntual regalo en forma del sutil perfume para que nos permitamos, un año más, señorear y presumir orgullosos allá por donde vayamos.

Y es que hay dos realidades que, a duras penas, conviven en el mundo: una, antigua y sabia; mucho más que nosotros, tranquila, respetuosa, conforme y feliz, aprovechando y dando sentido a su paso por la vida. La otra, presuntuosa y arrogante, no respeta nada, cree que todo le pertenece y puede disponer, derrochar y destruir aquello que le venga en gana sin que parezca importar que, en el paquete, finalmente, también iremos nosotros mismos. Es como si se hubiera llegado al punto de no retorno en el que se ha decidido que no somos compatibles con los principios sagrados de la naturaleza y avanzáramos en un frenesí dislocado y errático hacia un futuro terrible y oscuro.

Por ello me pregunto, algo avergonzado, qué pensarán los naranjos y esos ruidosos gorriones acerca del repugnante espectáculo que nuestra especie, muy superior ella según se dice, les está ofreciendo para celebrar el comienzo de la primavera.

11 marzo 2022

Antonio Lago, pintor (1916-1990). Una visión personal

Julio Sánchez Mingo

A Jeannine y Antonio, in memoriam

 


En la vida, el éxito o el fracaso dependen de la percepción de cada cual, de la propia exigencia, de las metas autoimpuestas. Cualquiera puede sentirse fracasado aunque a ojos del mundo sea un personaje de éxito. Influyen mucho en esas valoraciones, propias o ajenas, los criterios y escalas de valor personales. La felicidad debería ser nuestro principal objetivo y, cuando se alcanza, podremos considerar que hemos triunfado. Las expectativas de un labrador no son las mismas que las de un banquero y conozco a algún hombre del campo de sonrisa permanente y a grandes financieros amargados. Generalmente somos insaciables y muchas veces nos sentimos frustrados aunque hayamos conseguido grandes logros.

Antonio Lago, pintor, nació en Coruña en 1916. Estudió en la Escuela de Artes y Oficios de su ciudad natal y en Madrid, en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, becado por la diputación coruñesa. Con posterioridad fue pensionado en París por el gobierno galo, donde coincidió de nuevo con Guerrero. Juntos expusieron en 1946 en la galería Clément Altarriba de la rue du Bac, gracias a la ayuda de Jaume Sabartér, secretario de Picasso. Perteneció al grupo de la llamada Joven Escuela Madrileña que entre 1945 y 1949 mostró sus trabajos en la mítica galería Buchholz del paseo de Recoletos, 3. Inicialmente estuvo formado por Palazuelo, Guerrero, Valdivieso, Pascual de Lara, Juana Faure, Delgado, el escultor Ferrerira y el mismo Lago.


No hizo otra cosa en su vida que dibujar y pintar, lo que le gustaba y llenaba, la vocación que lo atrapó desde jovenzuelo. Austero y muy mañoso, él se preparaba los lienzos aplicándoles blanco de España y cola de conejo y montaba los bastidores cortando los listones de madera que compraba al por mayor, al igual que hacía con las molduras de los cuadros. Muy metódico y constante, trabajaba en su estudio desde el amanecer. En verano, cuando estaba en su casa de campo de Altea, interrumpía la tarea después del mediodía para bajar a horcajadas de su icónica mobylette a darse un baño en el Mediterráneo. Después de comer se recostaba en la cama y, en lugar de dormir la siesta, dibujaba o escribía cartas que muchas veces ilustraba. Se casó con mi añorada amiga la francesa Jeannine Escande en 1951 y se instaló en París, realizando a partir de los años 60 largas escapadas al sol de Altea. Tenía su vivienda taller en el 162 de Boulevard Montparnasse, a dos pasos de la legendaria La Coupole, en la misma acera. Se integró en el grupo de pintores españoles residentes en la capital francesa. Era costumbre entre ellos intercambiarse cuadros de pequeño formato. En el sobrio comedor de su casa de Altea lucía con orgullo trabajos de varios de ellos, entre los que destacaban un peinado y un paisaje al óleo de vivos colores de Viñes, mi preferido de aquellas paredes repletas de arte. Sus maneras se transformaron a lo largo de los años, desde el academicismo del período de Cuenca, hasta la etapa expresionista y burlesca de sus últimos años, pasando por la abstracción de los 50 o la fase de gran lirismo y delicadeza de sus paisajes y figuras, que yo denomino evanescentes, de los 60 y 70. No sucumbió nunca a la tentación de perpetuarse en un cierto estilo, por mucha aceptación que tuviese, como hacen otros artistas por motivos comerciales. Un breve resumen de su evolución artística puede leerse en el artículo a él dedicado en el Diccionario Biográfico de la Real Academia de la Historia. A finales de 1956, los promotores del grupo El Paso le propusieron que se incorporara al proyecto. Pero había que aportar fondos para patrocinar las actividades de lanzamiento del colectivo, por lo que rechazó el ofrecimiento. Bastante tenía con sufragar la comida de su familia —mujer y dos niños muy pequeños y la compra del carísimo material de bellas artes para sus cuadros. Cómo para embarcarse en una aventura incierta, que a la postre resultó un éxito y fue fundamental en el desarrollo del arte español de la segunda mitad del siglo XX. En los últimos 60 y parte de los 70, los Theo, Elvira González y Fernando Mignoni, fueron sus galeristas en España, a los que dejó por discrepancias sobre la exclusividad universal de la venta de sus pinturas, para respetar sus compromisos previos con los marchantes y galerías parisienses que comercializaban sus creaciones. Agustín Rodríguez Sahagún, empresario, editor de libros de arte Ibérico Europea de Ediciones, propietario de la Galería Altex, político, ministro de Industria, Defensa y alcalde de Madrid, fue su marchante en los años 80. Ambos fallecieron en París. Lago en 1990, a causa de un tumor cerebral, y Sahagún en 1991, en el posoperatorio tras haber sido intervenido de una cardiopatía. Expuso infinitas veces, de forma individual y colectiva. Obras suyas cuelgan de las paredes del Museo de Bellas Artes de Coruña, del Reina Sofía y de otras prestigiosas pinacotecas. Era muy admirado por los otros artistas, que reconocían su gran valía pictórica. Recuerdo que en la inauguración en 1980 de la exposición Neofiguración Española en París en la sala Kandinsky de Madrid, Agustin Úbeda, Redondela y José Ortega se dirigían a él con veneración, como a un maestro. Con qué cariño Valdivieso hablaba de él y qué afecto se dispensaban reciprocamente. Batiste San Rok, un notable pintor local de Altea fue, en cierto modo, su discípulo, al que orientaba y aconsejaba con cariño paternal. Para Batiste, Antonio era su gran referente artístico y, en lo personal, como un hermano mayor. Pepe Jardiel (José Paredes Jardiel), el gran triunfador de la XXXII Bienal de Venecia (1964), me decía que, dada la pericia de Lago en la aplicación de la pincelada en sus paisajes y figuras evanescentes de los años 60 y 70, se podía apreciar la cagada de una mosca sobre la sutil capa pictórica. En sus escritos, un crítico como José María Moreno Galván se deshacía en elogios a la calidad del artista gallego. 

Lago tenía un sueño que no logró: un broche de oro a su carrera, un gran reconocimiento público a su trayectoria profesional. Deseaba que organizaran una muestra antológica de sus obras en las Salas de Exposiciones de la Dirección General de Bellas Artes, en la planta baja de la Biblioteca Nacional de Madrid. Algo que sí obtuvo su colega parisino Xavier Valls y también consiguió, en cierto modo, su amigo José Guerrero, de forma póstuma, con la exposición que le dedicó el Reina Sofía en 1994, al poco de su inauguración. Rechazó realizar esa antológica en el MEAC (Museo Español de Arte Contemporáneo) de la Ciudad Universitaria su amigo el arquitecto José Luis Fernández del Amo había sido el impulsor y director del centro con anterioridadpor considerarlo un lugar inapropiado para contemplar sus trabajos. Rafael, también arquitecto e hijo de éste, ensalzó la figura de Lago al referirse a él como pintor grande en la necrológica de Valdivieso que publicó en el diario El País. Yo creo que le hubiera gustado ser considerado en el olimpo del arte español al nivel de un Tapies o un Saura uno de los miembros de El Paso. Méritos artísticos no le faltaban. Evidentemente, ello también le hubiera comportado multiplicar sus ingresos. Siempre vivió de la venta de sus creaciones y acumuló un notable patrimonio. Un auténtico privilegiado en el mundo de la pintura. 

Hay un Lago secreto y excelso. Lo mejor de su producción se lo reservaba para sí, no lo mostraba a marchantes y galeristas, lo sustraía a su posible comercialización. Pocas personas, contadas con los dedos de una mano, accedieron a contemplar esas maravillas. En sus últimos años, uno de sus hijos también apartaba magníficas piezas para él. Nunca he vuelto a verlas, ni las unas ni las otras. No sé cuál habrá sido su destino. No aparecen ni en galerías ni en subastas. 

Hace unos días, su otro hijo se quejaba con amargor de que la obra de su padre está muy depreciada, que pagan muy poco por sus trabajos, como si su baja cotización actual supusiera un descalabro. Un producto, por muy bueno que sea, hay que saber venderlo, hay que moverlo y promocionarlo de forma constate, lo que conlleva tiempo y esfuerzo. Con los artistas y su producción sucede lo mismo.

Antonio Lago es ahora, a más de treinta años de su desaparición, un pintor de culto, cuya calidad y buen hacer trascienden mucho más allá de las valoraciones del mercado del arte. Muy afortunado será el amante de la pintura que hoy día consiga un óleo de su etapa evanescente o uno de sus coloridos gouaches como los que atesoraba su amigo Enrique Martín en su casa de Argüelles.


 

 

05 marzo 2022

La tribu de Leví

Argimiro Rubio Cuadrado


A las castas sacerdotales de todas las sociedades y culturas les gusta la liturgia, la repetición de gestos y ceremonias que celebran con unción y solemnidad impostada, mucha solemnidad, en lugares expresamente dedicados a ello, los templos. Se visten, además, con ropajes que a la vez les identifican y les distinguen de la gente común. También usan una jerga propia, solo para iniciados, y se autoproclaman los elegidos para intermediar entre la divinidad y el pueblo:

He aquí, yo he tomado a los levitas de entre los hijos de Israel en lugar de todos los primogénitos, los primeros nacidos entre los hijos de Israel; serán, pues, míos los levitas”. 

La Biblia, Antiguo Testamento, Números 3.12

La posición de los levitas en el campamento de las Doce Tribus de Israel fue siempre estratégica, ya que el Señor les ordenó vivir alrededor del Tabernáculo y solicitó que solo los miembros de esa tribu se dedicasen a su servicio en exclusividad. Dada su condición sacerdotal y responsabilidades en lo concerniente a decisiones de naturaleza política, los miembros de la Tribu de Leví constituían un grupo diferenciado del pueblo de Israel pero, a su vez, respetado por el mismo” (Wikipedia).

Los levitas no desaparecieron con la conquista de Israel y la destrucción del templo de Jerusalén por los romanos, sino que aún habitan entre nosotros, son los sacerdotes de cualquier religión, ya sea pagana, cristiana, musulmana, sintoísta o animista. Ahí siguen, administrando el más allá en el más acá, repartiendo admoniciones a la sociedad y tratando de controlar las conciencias con más empeño que éxito, afortunadamente.

Pero esos no son la única tribu de levitas en las sociedades, sino que hay otros igual de perniciosos que, sin ser estrictamente religiosos, muestran las mismas características: ritos, ropajes, jerga propia, solemnidad impostada, un lugar propio para sus ceremonias y la potestad de decidir sobre vidas y haciendas: son los jueces, o mejor diríamos la casta judicial.

A la casta de los levitas del Antiguo Testamento se pertenecía por linaje, a la de los nuevos levitas casi no es raro encontrar a miembros de varias generaciones que pertenecen o han pertenecido a la casta—. Pero no hagamos más demagogia de la estrictamente necesaria, porque a esta casta de nuevos levitas se ingresa por oposición, una de esas muchas oposiciones que existen para ocupar un cargo en la Administración, solo que ésta, al parecer, es diferente.

Pongamos un estudiante cualquiera que, como otros muchos, se licencia en Derecho, pero en vez de dedicarse a ganarse la vida asesorando a empresas o a personas, defendiendo o pleiteando por cuenta de sus clientes, decide hacer una oposición a juez. De cualquier otro profesional que te preste un servicio, incluidos los licenciados en Derecho, puedes decir públicamente, si fuera el caso, que es incompetente, vago, sinvergüenza, venal o cualquier otra miseria intelectual o moral que le adorne, pero cuidado con decirlo de un licenciado en Derecho que haya aprobado la oposición a la judicatura, porque podrás llegar a incurrir en desacato en España, no en todos los países y sufrirás las nada leves consecuencias de ejercer tu libertad de expresión y, lo que es peor, probablemente no habrá ni un solo colega de tan despreciable sujeto que alce la voz para defenderte y para señalar que el tal colega es indigno de ostentar la condición de juez.

Es como si el día en que sus nombres aparecen en el BOE confirmando el nombramiento, una lengua de fuego descendiese sobre sus cabezas y les infundiese claridad de juicio, probidad y omnisciencia para juzgar sobre cualquier asunto. Pero, ¡ay!, yo no creo en los prodigios. ¿Y ustedes?

 

03 marzo 2022

Vladimiro

Juan Sánchez Martín

Con mis mejores deseos de paz


Vladimiro, ¿tú eres tonto o qué? ¿No te das cuenta de la que has montado? ¿Estás mal de la cabeza? ¿No eres consciente de que vas a terminar mal, que uno de tus esbirros te va a poner polonio en el café con leche del desayuno? Ya no hay suficientes ataúdes para repatriar los cuerpos de los soldados rusos muertos por tus delirios expansionistas. Pobre pueblo ruso: siglos de esclavitud bajo los despóticos zares, la Gran Guerra, la Revolución, las purgas de Stalin, la invasión nazi, la II Guerra Mundial, la dictadura de la Nomemklatura, tu beodo antecesor y ahora tú y tus oligarcas, esquilmando el país para compraros yates y casoplones en Londongrado. ¿Qué ha hecho para merecer todo esto? ¿Y ahora te cebas con los pobres ucranianos? ¿Por qué? No me vengas con excusas infantiles, banales y nada creíbles, que no somos tontos. ¿No tuvieron bastante con las hambrunas del Holodomor y con la radioactividad de Chernóbil, que ahora se puede repetir aumentada en Zaporiyia? Arruinas un pais, causas miles de muertos, cientos de miles de desplazados y refugiados, separas familias, destruyes lo inimaginable, nos pones a todos al borde del abismo nuclear. ¿para qué? Acuérdate de tu hermano muerto en el cerco de Leningrado. Ahora las madrecitas rusas, cada vez más pobres, llorando ante los cuerpos sin vida de sus hijos y nietos, unos tiarrones hasta hace unos pocos días en el esplendor de su juventud. ¿No te queda nada de humanidad? ¿Dónde quieres llegar? Tu amoralidad y tu frialdad me espantan. Te sientes grande y poderoso pero eres un codicioso acomplejado, incapaz de hacer feliz a la gente, que se ve impelido a arrasar con todo.

Maldito seas. Espero que ardas en el fuego eterno.