15 octubre 2021

Las ciudades de su vida

Daniela Amadori

Traducción de Gianluigi Genovese


"¿Cuántas vidas puede contener una vida?", pensó mientras miraba la ropa doblada encima de la cama.

Otra temporada había pasado y con las temporadas, los años....

Las vidas de su existencia podrían ser capítulos con títulos de nombres de ciudades.

El primer capítulo hablaría de Bolonia: muy fría en invierno y muy calurosa en verano. Llamada "la roja por los ladrillos de arcilla con los que está construido su centro histórico, el apodo se ha convertido en metáfora de una ideología dominante... Bolonia, con su estatua de Neptuno, que nació desnuda y luego fue cubierta con una hoja de parra por recato, para ser finalmente "redescubierta" cuando se comprendió que el arte es siempre arte...

"Ciudad de mis raíces", decía, “ciudad paterna, donde, los fines de semana, íbamos a visitar a mi abuela y yo jugaba en el gran patio soleado.

Luego estaría Turín, la ciudad mágica donde el triángulo del bien y del mal se encuentran, dejando a la capital piamontesa suspendida en el limbo de sus eternas contradicciones: la altísima Mole Antonelliana, sumergida, sobre todo en invierno, en un cielo rojo de polución. Palacios barrocos que huelen a historia principesca y la fábrica de la FIAT con sus trabajadores haciendo turnos en un amanecer gris. Un río caudaloso pero contaminado. Sin embargo, una ciudad que fascina. "El sitio donde nací, donde de niña pasaba horas en la tienda de mi padre, el lugar de mis amigos de juventud, de esos que duran toda la vida, aunque estén lejos y no podamos tomar un café juntos.”

Hace una pausa: "Un momento, sólo un momento, una parada para considerar cómo ordenar las cosas de la manera más funcional, para cuando tenga que volver a sacarlas” La vida tiene rituales que se repiten... y sus ciclos, que también evolucionan.

Y así llegó la ciudad del trabajo: Milán. Una ciudad grande, industrial, rica y gris en la que destaca el Duomo, con su estatua de la Madonnina como algo único.

"Creo que nunca me ha gustado Milán... No me atrae la forma de hablar de la gente, la importancia que dan a lo material... el tráfico frenético, nunca he pensado en establecerne allí... Pero Milán ofrece mucho, sobre todo a los jóvenes que buscan trabajo.

Coge la escalera para depositar su ropa en la parte superior del armario.

El trabajo ha sido el centro de su vida durante mucho tiempo. Un trabajo que la ha obligado a viajar y conocer varias ciudades: Londres, París, Atenas, Praga y finalmente... Madrid.

Barroca como Turín, fría y cálida, pero sin la humedad de Turín. El palacio real con su fachada proyectada por Filippo Juvarra, el mismo que proyectó la del del Palacio Madama de Turín.

"Me sentí inmediatamente, extrañamente, como en casa. Además, el ambiente era y es el de un sitio en el que nunca se duerme... Parece el País de los Juguetes1 con sus innumerables tabernas, teatros, luces, tiendas tentadoras, calles anchas, palacios iluminados y fuentes, con imponentes monumentos en el centro de los cruces. Por eso decidí trasladarme aquí, cuando me jubilé, porque... ¿qué y a quién había dejado en Italia?

Mira las bolsas de nailon apiladas ordenadamente en las estanterías y baja: a su edad empieza a ser peligroso andar subida en escaleras. Sin embargo, los pensamientos corren uno detrás de otro: ahora es difícil frenarlos.

"Esta ciudad ha sentido mi mirada benévola y me ha correspondido.”

Mira el vestido, en su funda, colgado en el lado derecho del armario.

"Esta, para mí, ha sido la ciudad del amor. El amor de la madurez, el que ya no se espera, quizás la última sorpresa de una vida que creía que ya me lo había dado todo... o nada. Un amor que da la profunda alegría de mirar, de mirarse a sí mismo a través de los ojos del otro. Un amor que deja un sabor amargo en la boca cuando te das cuenta del poco tiempo que te queda, de que el futuro sólo puede ser el presente y que hay que saborearlo sin perder ni un solo instante.

El tiempo pasa rápido. Surge el miedo de una vejez inevitable, que te da la excusa para tomar decisiones que parecen increíbles

El vestido es largo, pero sobrio: la edad no permite nada más...

"¡Pero no renunciaré a la mantilla corta!… aunque no sea española...nadie me ha hecho cambiar de idea. Esta es mi primera boda y me siento como una veinteañera con muchos sueños, tengo un hombre maravilloso esperándome en el altar el sábado próximo y sé que me sonreirá porque me quiere y no porque sea una excéntrica”.

Mira el armario que acaba de cerrar: en el próximo cambio de temporada tendrá que cambiar de sitio parte de su ropa para dejar espacio a la de él.

"¡Paciencia, merece la pena!”


1 País imaginario del Pinocho de Collodi, donde los niños sólo juegan y se atiborran a dulces.

4 comentarios:

  1. Los incontables itinerarios de la vida siempre nos retornan a un punto de partida; a un recuerdo de juventud; a un amor inolvidable. Las ciudades no tienen historia de piedra, nosotros, con nuestros andares vamos asfaltando esas calles memorables y edificando esas arquitecturas magníficas, palpitantes de música, olores, sabores y pasiones a flor de piel fluyentes de vida.

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  2. Yo estoy ya volviendo a la infancia, no me salen comentarios muy elaborados...
    Pero qué hermosísima historia.

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  3. Preciosa historia
    Te deja con ganas de conocer más detalles tan bien contados

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  4. Magnífica manera de narrar y contar una vida a través de las ciudades. Mis felicitaciones a la autora. Me evoca a Italo Calvino con su libro sobre las ciudades, no recuerdo el título exacto. Gracias.

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