Ligero
de equipaje
Ugo
Picazio
Después de diez años nos habíamos dejado. Mas para mí no se había
acabado del todo... En estas cosas casi nunca hay coincidencia, uno
de los dos sufre, puede que, incluso, los dos. !Menudo descubrimiento
el de este tío raro! Lo que voy a narrar no tiene nada de original.
Por
ello, querido lector, te doy las gracias por tu benévola atención.
Se
conmemoraba en Livorno la fundación en 1921 del Partido Comunista
―no te asustes, no voy a hablar de política―. Tren de Formia a
Roma y, desde allí, en autobús, hasta el lugar de la celebración.
Yo
sabía que ese día ella iría a la capital, a su curso de pintura.
Después de varios meses sin vernos, le pedí que hiciéramos el
viaje juntos hasta Termini. Ella tenía que subirse en Fondi.
Coincidir en el mismo coche no supondría problema alguno gracias al
móvil, que hace tan fácil ciertas cosas. Mis jóvenes compañeros,
prevenidos, guardaron para ella el asiento contiguo al mío. Yo
disimulaba indiferencia. En Fondi no me contuve, me asomé a la
ventanilla y allí, en el andén, estaba ella.
―Cálmate,
apacíguate corazón. Qué guapa es, demasiado para mí.
Aparece,
la presento a los amigos más cercanos y nos acomodamos juntos.
¿Qué
le voy a decir?
―Qué
bien te cae esa chaqueta...
―Gracias
Ugo― y me regala media sonrisa... Se pone enseguida, relajadamente,
a consultar su Facebook. Podía dejarlo, pero no. Monte San Biagio,
Priverno, Latina... su mirada siempre clavada en la maldita pantalla.
De vez en cuando una risita por algo gracioso que oculta con el dedo.
―Coño―
pienso yo, menuda metáfora sutil. Tantos años juntos y ni siquiera
me pregunta:
―Gilipollas,
¿cómo te va?
Mi
corazón ha restablecido su frecuencia normal, algo ha cambiado. Las
mujeres, como dice la canción, saben cuando el juego se ha acabado.
Mi cariño ya no se refleja en ella, no encuentra en ella el espejo
que multiplica las emociones. No hay luz que brille... rien
ne va plus!
Yo,
para todo viaje,
siempre
sobre la madera
de
mi vagón de tercera,
voy
ligero de equipaje.
Me
viene a la cabeza, no se por qué, este poema de Machado... Ya no hay
tercera en los trenes y los asientos no son de madera. Pero, ligero
de equipaje, eso sí me siento. Don Antonio realmente no habla de
maletas, habla de un viaje interior sin apegos, disfrutando del
momento presente, sin tener prisa por la llegada a la estación de
destino, austero y humilde. Y también sosegados tienen que ser los
pensamientos... Ya está bien de rumiar siempre lo mismo: ―¿Que
mal le he podido hacer? No es justo que ya no me quiera. Necesito una
cura milagrosa, estas elucubraciones mentales me dañan. Tengo que
cambiar, tengo que decidirme ya —decidir, cortar, caedo,
caedis—,
algo parecido al corta
y navega que
decíamos nosotros los chavales en una lejana Madrid de otros
tiempos, imitando con dos dedos unas tijeras.
Yo
con mis reflexiones. Ella ahora en Instagram.
Campoleone,
me
levanto y, por fin, me dirige la palabra: ―Sigues con tu ansiedad,
!todavía faltan diez minutos para la llegada!
Me
arrepiento de mi contestación, mientras le digo: ―A ti tampoco se
te ha pasado la costumbre de romper los cojones. !Me levanto porque
no quiero estar a tu lado ni un minuto más!
Nos
bajamos del tren con nuestras banderas enrolladas, a toda prisa, los
autobuses no esperan.
Su
voz me persigue: ―Ugo espera, ¡dime
qué pasa!
―No
pasa nada.
Cuando
estoy enfadado camino muy rápido y nadie me alcanza.
Regresamos
muy tarde, tenía la voz enronquecida de chillar eso de: ―Viva un
gran partido comunista―, con una intensidad que poco tenía que ver
con mis pasiones políticas.
Mucho
mas ligero de equipaje, empieza otro capitulo de mi vida.
A
ti, mi amigo lector, y también a mí mismo, deseo felices singladuras
y fuerza y tesón frente a las tempestades. Ad
maiora!
Buen relato, la ultima esperanza que nos queda ante el amor perdido,buscando la chispa en la persona amada, ante la obstinacion de nuestro corazon. El descanso del amante que se quita de encima el peso del amor no correspondido y se siente liberado... Gracias
ResponderEliminarLos ingratos goces del amor siempre nos mueven, no sabemos que, pero nos mueven.Nos dejan más ligeros, incluso, de equipaje.
ResponderEliminar¡Bravo Ugo! Ese narrador en primera persona, hablando directamente al lector, tiene mucha fuerza.
ResponderEliminarBuena idea apoyar la historia en un poema, los poemas y las canciones saben mucho de la vida. Me ha venido a la memoria una copla:
Son las cosas de la vida son las cosas del querer
No tienen fin ni principio, como, cuando ni porqué.
VS
Las cosas más importantes y bellas de la vida no pueden verse ni siquiera tocarse y cuando recibes la flecha que cupido te asigna, quedas tocado de tal manera que es muy difícil arrancarla y aunque luches por hacerlo, solo el paso de los días te devuelve a la realidad, sacándote del mundo que habías creado en tu imaginación.
ResponderEliminarBello relato lleno sentimiento y emociones.
Ugo Picazio, que hasta ahora no he comentado porque llevo desde los 17 con el mismo...
ResponderEliminarPero me llega igual, porque sigo teniendo 17.
Es importante mantener la adolescencia mental para seguir sintiendo.