17 enero 2020


Relato ganador del Concurso Nacional del XII Festival Internacional de Escritores y Literatura de San Miguel de Allende (Guanajuato, México) 2017

La mala tierra
Roberto Omar Román

https://1cruzdelsur.wordpress.com
Hoy no es miércoles ni sábado, hoy no viene a verme Gonzalo; eso me entristece, y siento más tristeza al mirar la calle y ver que no pasa nadie. Todo es triste en este pueblo, hasta su nombre. Todo nos sale mal por acá, y eso es para poner de malas a cualquiera.
Sería en mayo o junio de hace dos años cuando vino mucha gente de fuera con el único propósito de recoger una tierra finita como el azúcar, pero color ladrillo, a razón de que a un abusado1 de aquí se le ocurrió ir pregonando a los pueblos cercanos que tenía virtudes curativas de males del hígado, páncreas y riñón, si se bebía hervida con hojas de elote2.
Esta tierra colorada abunda en todo el pueblo. A donde se mire se le encuentra, pero tiene preferencia en amontonarse en las azoteas, y de ahí irse colando para dentro de las casas, aprovechando cualquier hueco que halle; lo que ocasiona que tengamos que estar encerrados a trancas y a oscuras, porque también la luz la alborota, y comienza a brincotear de un lado a otro sin reposo.
Si por alguna urgencia tiene uno que salir de la casa, hay que hacerlo como chiflido y cerrar con la misma rapidez la puerta. Pero aún, con todas las precauciones, se mete mucha tierra, y cubre todo lo que encuentra al paso, como si echaran puñados de canela molida sobre un mantel blanco recién lavado. Es enfadoso pasarse el día a barre y barre, y eche y eche la tierra en costales para que a la noche, cuando ya está algo aplacada la maldita, ir a vaciarla adonde Dios dé a entender, porque a todos se nos ocurrió esa hora para salir a tirarla. Las peleas por hacerse de un lugar para dejar la tierra son comunes. Y todo para que a la mañana siguiente volvamos a tenerla en la casa.
Por eso, algún listo se dio a la tarea de correr la voz de las bondades medicinales de esta tierra. Llegó mucha gente que hablaban otras lenguas. Nosotros a puras señas les hacíamos entender que se llevaran toda la que quisieran. Nos dejaron unas calles limpiecitas que daba alegría mirar su color verdadero, cuando ya no recordábamos cual era. Locos de alegría muchos nos pusimos a correr; otros, se fueron de rodillas hasta la iglesia a dar gracias a Dios. Abrimos puertas y ventanas de par en par para mirar a gusto a los fuereños llevarse la tierra.
Lo malo del asunto fue cuando empezó a llegar cada vez más gente, y a toda hora. Nos venían a incomodar el descanso con tanto alboroto, ya teníamos varias semanas de mal dormir. Y a decir verdad, las ganas de correr y contemplar el color de las calles se nos habían ido, y lo que ahora queríamos era encerrarnos.
A otro vivo, se le ocurrió el modo de correr a la gente. Cada quien en su casa puso a cocer frijoles negros, y a la mañana siguiente juntamos a todos los chiquillos del pueblo, encuerados, en el kiosco. Cuando los fuereños curiosos se acercaron a mirar, rociamos la cabeza de los escuincles3 con insecticida y les fregamos el cuerpo y la cabeza con escobetilla, dejando caer disimuladamente los frijoles. Se comenzó a correr la voz que había una plaga de chinches. Los forasteros se largaron.
Al quedar de nuevo solos, nos encerramos a dormir los primeros días, y luego a seguir batallando con la maldita tierra que se fue amontonando de nueva cuenta para mal nuestro.
Nos llegaron rumores de que nos apodaban los podridos; según que por pecadores Dios nos castigó con tanta peste. Eso lo recalcó, haciéndonos más grande la fama, la desgracia de un joven mensajero que vino a entregar un paquete de ropa interior para una muchacha casadera. Al pobre lo asaltaron, y como los rateros no quedaron conformes con el dinero que traía, de ribete4 lo amordazaron y asfixiaron con los calzones que venía a entregar. A eso del quinto día hallaron el cadáver casi hecho piedra por la tierra que lo cubrió. El pueblo acordó oficiar una misa de cuerpo presente, por lo que fuimos a casa del carpintero para encargarle la caja, pero éste ni siquiera se dignó en asomarse, sólo se oyó de adentro una voz de borracho que nos mandó mucho a la tiznada5.
Me quiero ir por eso de este pueblo desdichado, donde esta maldita tierra nos ha envenenado también el corazón. Los labios nos pesan para sonreír y la lengua la movemos con dificultad, sea para bien hablar o maldecir. Las palabras son difíciles de oír porque también las orejas se nos han ido tapando.
Lo único bueno para mí es que siempre me ha gustado asomarme a la calle, y en una de esas conocí a Gonzalo. Primero platicamos: él afuera, yo, dentro de la casa; luego me causó lástima que el pobre se estuviera bañando de tierra todo el tiempo, y una noche que mi tía dormía lo hice pasar. Desde esa vez quedamos de acuerdo en que me viniera a visitar los miércoles y sábados por la noche. Me dio unas pastillas para que bien molidas se las echara al té de mi tía para cuando él viniera. Mi tía dormía a ronquido suelto.
El miércoles pasado, Gonzalo se estaba subiendo la bragueta cuando me preguntó quién me había moreteado la nalga. Le respondí quién más, si en la casa sólo vivimos mi tía y yo. Le tuve que explicar que en la mañana mi tía se enojó mucho porque abrí la ventana para darle un taquito a una mujer que andaba cargando a la espalda a un niño que chillaba de hambre. No sé si por darle el taco o por abrir la ventana, me zumbó el pellizco. Cuando terminé de platicarle, Gonzalo dijo la grosería que acostumbra cuando algo lo contraria o le cae en gracia. Su barriga que a duras penas cabe en su camisa, se inflaba de risa como si hubiera tragado sapos. Al mirarlo así, me di cuenta de algo que venía pensando: que no lo quiero, que más bien me molesta cuando me desviste con sus manos gordas y callosas, y al sentir su barba rasposa por mi cuerpo deseo empujarlo. Su sudor huele a meados de asno, y para no dar a entender mi asco de mirarlo encuerado encima de mí, cierro los ojos.
Lo que me anima de Gonzalo es que trabaja de ordeñador en un establo muy grande donde, a decir de él, todo es un mirar de pasto verde y parejito, en donde crecen amapolas y orquídeas. Me gusta que me hable de eso y otras cosas bonitas que dice hay en aquel lugar. Ya me imagino tumbada en esos pastos, bebiendo debajo de las panzas de las vacas la leche tibia, mientras él se entretiene tejiéndome una corona de amapolas. Gonzalo dice que nos casemos en la iglesia de aquí, porque en su pueblo apenas la están construyendo. Me prometió un vestido blanco, pero yo entre bromista y seria le di a entender que no era necesario tanto lío, si nada más iba a tener la ilusión de mirármelo blanco un minuto, porque luego luego se iba a empuercar de tierra. Al oírme decir esto, se quedó pensativo, comenzó a sacudirse los hombros porque allí es donde más coraje siente de cargar la tierra. Yo, nerviosa, no sé si por el temor de que mi tía fuera a despertarse o porque ya había mucha tierra que recoger en los costales, me quedé callada.
Cuando Gonzalo está de buenas se ríe de cualquier cosa. Una vez se me ocurrió decir que esta tierra no conoce la vergüenza porque tiene su mismo color. Y tanto celebró el disparate que, le tuve que tapar la boca con las manos para que no fuera a despertar con sus carcajadas a mi tía.
La otra vez me miró con seriedad y me dijo: “Tienes razón, total, a quién carajos va a importarle si te saco o no de blanco, cuando de ese color ya ni se acuerdan en este lugar”
Yo me sentí más tranquila al oírlo, porque estoy ganando tiempo antes de tener que decirle que las puertas de la iglesia tienen meses de estar cerradas por la tierra que nadie quiere ir a quitar.

1 Abusado: Aguzado, perspicaz, espabilado. Guatemala, Honduras y México..
2 (Del náhuatl élotl). Mazorca tierna de maíz, que se consume, cocida o asada, como alimento en México y otros países de América Central.
3 (Del náhuatl itzcuintli 'perro'). M. y f. despectivo, coloquial, México: niño (persona que está en la niñez).
4 De ribete. Locución adverbial, El Salvador y México: además.
5 Llevárselo a alguien la tiznada. Locución verbal, eufemismo, México: encolerizarse.

4 comentarios:

  1. Muy merecido premio, me ha gustado mucho el relato y me encantan esos otros usos del castellano.

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  2. Qué estupendo cuento. Enhorabuena al autor

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  3. Muy buen relato, en linea del realismo mágico de García Márquez. Premio merecido!!

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  4. Empiezas describiendo la tristeza en que vive sumido el personaje, debido al problema que padecen, pero siempre se encuentra una ventana por donde buscar la felicidad que uno desea, muy bien resuelto el conflicto, todos tenemos armas para luchar por lo que queremos. Me ha parecido una historia entrañable

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