Relato
ganador del Concurso Nacional del XII Festival Internacional de
Escritores y Literatura de San Miguel de Allende (Guanajuato, México)
2017
La
mala tierra
Roberto
Omar Román
https://1cruzdelsur.wordpress.com |
Hoy
no es miércoles ni sábado, hoy no viene a verme Gonzalo; eso me
entristece, y siento más tristeza al mirar la calle y ver que no
pasa nadie. Todo es triste en este pueblo, hasta su nombre. Todo nos
sale mal por acá, y eso es para poner de malas a cualquiera.
Sería
en mayo o junio de hace dos años cuando vino mucha gente de fuera
con el único propósito de recoger una tierra finita como el azúcar,
pero color ladrillo, a razón de que a un abusado1 de aquí se le
ocurrió ir pregonando a los pueblos cercanos que tenía virtudes
curativas de males del hígado, páncreas y riñón, si se bebía
hervida con hojas de elote2.
Esta
tierra colorada abunda en todo el pueblo. A donde se mire se le
encuentra, pero tiene preferencia en amontonarse en las azoteas, y de
ahí irse colando para dentro de las casas, aprovechando cualquier
hueco que halle; lo que ocasiona que tengamos que estar encerrados a
trancas y
a oscuras, porque también la luz la alborota, y comienza a
brincotear de un lado a otro sin reposo.
Si
por alguna urgencia tiene uno que salir de la casa, hay que hacerlo
como chiflido y cerrar con la misma rapidez la puerta. Pero aún, con
todas las precauciones, se mete mucha tierra, y cubre todo lo que
encuentra al paso, como si echaran puñados de canela molida sobre un
mantel blanco recién lavado. Es enfadoso pasarse el día a barre y
barre, y eche y eche la tierra en costales para que a la noche,
cuando ya está algo aplacada la maldita, ir a vaciarla adonde Dios
dé a entender, porque a todos se nos ocurrió esa hora para salir a
tirarla. Las peleas por
hacerse de un lugar para
dejar la tierra son comunes. Y todo para que a la mañana siguiente
volvamos a tenerla en la casa.
Por
eso, algún listo se dio a la tarea de correr la voz de las bondades
medicinales de esta tierra. Llegó mucha gente que hablaban otras
lenguas. Nosotros a puras señas les hacíamos entender que se
llevaran toda la que quisieran. Nos dejaron unas calles limpiecitas
que daba alegría mirar su color verdadero, cuando ya no recordábamos
cual era. Locos de alegría muchos nos pusimos a correr; otros, se
fueron de rodillas hasta la iglesia a dar gracias a Dios. Abrimos
puertas y ventanas de par en par para mirar a gusto a los fuereños
llevarse la tierra.
Lo
malo del asunto fue cuando empezó a llegar cada vez más gente, y a
toda hora. Nos venían a incomodar el descanso con tanto alboroto, ya
teníamos varias semanas de mal dormir. Y a decir verdad, las ganas
de correr y contemplar el color de las calles se nos habían ido, y
lo que ahora queríamos era encerrarnos.
A
otro vivo, se le ocurrió el modo de correr a la gente. Cada quien en
su casa puso a cocer frijoles negros, y a la mañana siguiente
juntamos a todos los chiquillos del pueblo, encuerados, en el kiosco.
Cuando los fuereños curiosos se acercaron a mirar, rociamos la
cabeza de los escuincles3
con insecticida y les fregamos el cuerpo y la cabeza con escobetilla,
dejando caer disimuladamente los frijoles. Se comenzó a correr la
voz que había una plaga de chinches. Los forasteros se largaron.
Al
quedar de nuevo solos, nos encerramos a dormir los primeros días, y
luego a seguir batallando con la maldita tierra que se fue
amontonando de nueva cuenta para mal nuestro.
Nos
llegaron rumores de que nos apodaban los podridos; según que por
pecadores Dios nos castigó con tanta peste. Eso lo recalcó,
haciéndonos más grande la fama, la desgracia de un joven mensajero
que vino a entregar un paquete de ropa interior para una muchacha
casadera. Al pobre lo asaltaron, y como los rateros no quedaron
conformes con el dinero que traía, de
ribete4
lo amordazaron y asfixiaron con los calzones que venía a entregar. A
eso del quinto día hallaron el cadáver casi hecho piedra por la
tierra que lo cubrió. El pueblo acordó oficiar una misa de cuerpo
presente, por lo que fuimos a casa del carpintero para encargarle la
caja, pero éste ni siquiera se dignó en asomarse, sólo se oyó de
adentro una voz de borracho que nos mandó mucho a la tiznada5.
Me
quiero ir por eso de este pueblo desdichado, donde esta maldita
tierra nos ha envenenado también el corazón. Los labios nos pesan
para sonreír y la lengua la movemos con dificultad, sea para bien
hablar o maldecir. Las palabras son difíciles de oír porque también
las orejas se nos han ido tapando.
Lo
único bueno para mí es que siempre me ha gustado asomarme a la
calle, y en una de esas conocí a Gonzalo. Primero platicamos: él
afuera, yo, dentro de la casa; luego me causó lástima que el pobre
se estuviera bañando de tierra todo el tiempo, y una noche que mi
tía dormía lo hice pasar. Desde esa vez quedamos de acuerdo en que
me viniera a visitar los miércoles y sábados por la noche. Me dio
unas pastillas para que bien molidas se las echara al té de mi tía
para cuando él viniera. Mi tía dormía a ronquido suelto.
El
miércoles pasado, Gonzalo se estaba subiendo la bragueta cuando me
preguntó quién me había moreteado la nalga. Le respondí quién
más, si en la casa sólo vivimos mi tía y yo. Le tuve que explicar
que en la mañana mi tía se enojó mucho porque abrí la ventana
para darle un taquito a una mujer que andaba cargando a la espalda a
un niño que chillaba de hambre. No sé si por darle el taco o por
abrir la ventana, me zumbó el pellizco. Cuando terminé de
platicarle, Gonzalo dijo la grosería que acostumbra cuando algo lo
contraria o le cae en gracia. Su barriga que a duras penas cabe en su
camisa, se inflaba de risa como si hubiera tragado sapos. Al mirarlo
así, me di cuenta de algo que venía pensando: que no lo quiero, que
más bien me molesta cuando me desviste con sus manos gordas y
callosas, y al sentir
su barba rasposa por mi cuerpo deseo empujarlo. Su sudor huele a
meados de asno, y para no dar a entender mi asco de mirarlo encuerado
encima de mí, cierro los ojos.
Lo
que me anima de Gonzalo es que trabaja de ordeñador en un establo
muy grande donde, a decir de él, todo es un mirar de pasto verde y
parejito, en donde crecen amapolas y orquídeas. Me gusta que me
hable de eso y otras cosas bonitas que dice hay en aquel lugar. Ya me
imagino tumbada en esos pastos, bebiendo debajo de las panzas de las
vacas la leche tibia, mientras él se entretiene tejiéndome una
corona de amapolas. Gonzalo dice que nos casemos en la iglesia de
aquí, porque en su pueblo apenas la están construyendo. Me prometió
un vestido blanco, pero yo entre bromista y seria le di a entender
que no era necesario tanto lío, si nada más iba a tener la ilusión
de mirármelo blanco un minuto, porque luego luego se iba a empuercar
de tierra. Al oírme decir esto, se quedó pensativo, comenzó a
sacudirse los hombros porque allí es donde más coraje siente de
cargar la tierra. Yo, nerviosa, no sé si por el temor de que mi tía
fuera a despertarse o porque ya había mucha tierra que recoger en
los costales, me quedé callada.
Cuando
Gonzalo está de buenas se ríe de cualquier cosa. Una vez se me
ocurrió decir que esta tierra no conoce la vergüenza porque tiene
su mismo color. Y tanto celebró el disparate que, le tuve que tapar
la boca con las manos para que no fuera a despertar con sus
carcajadas a mi tía.
La
otra vez me miró con seriedad y me dijo: “Tienes razón, total, a
quién carajos va a importarle si te saco o no de blanco, cuando de
ese color ya ni se acuerdan en este lugar”
Yo
me sentí más tranquila al oírlo, porque estoy ganando tiempo antes
de tener que decirle que las puertas de la iglesia tienen meses de
estar cerradas por la tierra que nadie quiere ir a quitar.
1 Abusado: Aguzado, perspicaz, espabilado. Guatemala, Honduras y México..
1 Abusado: Aguzado, perspicaz, espabilado. Guatemala, Honduras y México..
2
(Del
náhuatl élotl).
Mazorca
tierna de maíz, que se consume, cocida o asada, como alimento en
México y otros países de América Central.
3
(Del
náhuatl itzcuintli
'perro').
M.
y f. despectivo,
coloquial,
México:
niño
(persona
que está en la niñez).
5
Llevárselo
a alguien la tiznada.
Locución
verbal, eufemismo, México:
encolerizarse.
Muy merecido premio, me ha gustado mucho el relato y me encantan esos otros usos del castellano.
ResponderEliminarQué estupendo cuento. Enhorabuena al autor
ResponderEliminarMuy buen relato, en linea del realismo mágico de García Márquez. Premio merecido!!
ResponderEliminarEmpiezas describiendo la tristeza en que vive sumido el personaje, debido al problema que padecen, pero siempre se encuentra una ventana por donde buscar la felicidad que uno desea, muy bien resuelto el conflicto, todos tenemos armas para luchar por lo que queremos. Me ha parecido una historia entrañable
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