Máquinas
de amor
Julio
Sánchez Mingo
A Paloma Blanco Lorenzo
Les encanta subirse
a los sofás. Se tumban al solecito cuando hace frío y a la sombra
si el calor aprieta. En invierno, en
casa, se
arriman a los radiadores o se sientan en el suelo, por donde pasan
las tuberías de la calefacción. Buscan el
contacto humano. Son tremendamente mimosos y retozones. Cuando llegas
a casa te reciben con grandes muestras de cariño, dando brincos de
alegría. Les gusta la calle, excepto si está lloviendo. Si te vas
de casa sin ellos, ponen cara de pena. Si te pones los zapatos para
salir, coges las llaves y su correa, dan saltos de contento. Son los
primeros en subirse al coche y los primeros en bajarse. En el paseo
son incansables, van y vienen, vienen y van. Soportan estoicamente
las perrerías —paradojas
del lenguaje—
de los niños. Son nobles y fieles hasta la muerte. Como decía el
propietario de un hotel, no orinan en los lavabos ni se limpian los
zapatos con visillos y cortinas. Son insaciables, un
saco sin fondo, comen todo lo que
pillan. Te persiguen tenazmente a
ver si logran algo de la comida
que estás cocinando.
Tienen
un olfato prodigioso y siguen cualquier rastro. Localizan
sepultados
por un alud o por los escombros producidos
por
un terremoto o detectan un alijo de droga en cualquier cargamento.
Son los ojos de un ciego. Curiosos de carácter, cuando entran en una
casa desconocida la recorren de cabo a rabo para ver quién hay y qué
encuentran. Su sueño es ligero, no duermen, dormitan, siempre en
guardia. Su oído es finísimo y son capaces de reconocer el ruido
del motor de un cierto coche, distinguiéndolo de cualquier otro de
igual modelo y cilindrada. Son una compañía inmejorable. No se
quejan de nada. Son listos, divertidos
y juguetones. Entienden
cualquiera de tus gestos.
No les suele gustar el
baño. Son fácilmente adiestrables. Por naturaleza no son agresivos,
pero les pueden hacer violentos, explotando su miedo. Su
mirada te desarma. Son muy expresivos y gesticulantes; hacen uso de
los ojos —miran con ojos de inmensa bondad, como dice Vicent—, el hocico, la boca, la lengua y las extremidades, como
las
personas, más
las
orejas y el rabo. Sólo
les falta hablar. Son tu
alter ego y, también, uno más de la familia. Necesitan al hombre y
por eso, si lo tienen, le son infinitamente agradecidos. Generalmente
son obedientes, humildes y nada rencorosos.
Sólo tienen dos defectos: viven poco y,
llueva, truene, nieve, hiele, haga un sol primaveral o un calor
tórrido, te hacen madrugar.
Este otoño pasado, un distinguido y
culto parroquiano, compañero de mesa colectiva en un café, los
definió señalando a mi peluda acompañante: ―Son
máquinas de amor.
Lola, chuchita chilanga
|
Francesca, tusilla de estirpe leonesa
|
VIDEO
Para los más pequeños, de 0 a 100 años, amantes de los animales
El
perrito del pescador
Máquinas de amor incondicional, afirmó.
ResponderEliminarEl vídeo, una ternura.
Afirmo
ResponderEliminarLeyendo tu artículo me hace sentir deseos de conocer mejor a esos fieles amigos, con los que apenas he tenido contacto desde que era pequeña y después del encuentro con Francesca la curiosidad ha vuelto a mi pues me deslumbró la calma y paz que transmitía
ResponderEliminarSiento un respeto imponente por todos los animales. Para mí son criaturas inocentes como niños. La mayor parte de los seres humanos los cosifican, supongo que por razón de esa arrogancia aprendida directamente de la tradición judeocristiana, que nos considera a nosotros creados a imagen y semejanza de Dios y a ellos simples recursos, cositas que ni aman ni sienten, que simplemente viven, como lo hacen las plantas.
ResponderEliminarConocer el alma de un perro( o de un gato) es privilegio de pocos, otro gallo cantaría si no hubiera tanta ignorancia al respecto. Un buen ejemplo es mi amigo Javier M, a quien no le gustaban los gatos( no los conocía). Un día yo adopté a Renata y Federico. Hace ya un año. Mi amigo llega a casa y lo primero que hace es buscar a esos dos loquitos con pelo. Ahora ya va conociendo la naturaleza de estos niños sin voz y entiende la necesidad de dirigirse a ellos, buscarlos, saludarlos. Un ratito observando y " hablando" con Renata y Federico puede alegrar a cualquiera la tarde más gris.
En ocasiones las palabras no son capaces de expresar lo que una siente. Este escrito no es un ejemplo de ello. Gracias ;)
ResponderEliminarLos animales son mejores seres humanos y son incondicionales.
ResponderEliminar