Marita
García y Juan Sumer
Julio
Sánchez Mingo
Enero
2017
La
relación de Marita García, de Totana (Murcia), Barbara Rey en el
mundo del espectáculo, y el exjefe del Estado Juan Carlos de Borbón,
que esta semana pasada Okdiario y algunas cadenas de televisión, en
sus programas de máxima audiencia, nos han narrado, incluye todos
los ingredientes de una muy buena novela negra: adulterio, chantaje,
intervención de los servicios de información, amenazas,
allanamiento de morada, dinero, bancos de Suiza y Luxemburgo, nidito
de amor sostenido con fondos públicos, imágenes y documentos
sonoros comprometedores, utilización de un menor con un fin pérfido,
personajes interpuestos y uso indebido de fondos reservados. Sólo le
falta algún cadaver en la morgue. Esperemos que la sangre no llegara
o llegue al río.
A
tenor de lo relatado, los cuerpos de inteligencia no estuvieron
avispados ni diligentes por no advertir al rey que se metía en
camisas de once varas cuando iniciaba su amorío con una señora de
la calaña de la que ha hecho gala nuestra protagonista a lo largo de
los años. Aunque no sé si tal aviso hubiera servido de algo ante,
según cuentan, el capricho y la bragueta fácil de un irresponsable
que en sus devaneos compartía información sensible.
La
posterior actuación de los servicios de información es inaceptable.
No se puede usar personal y recursos públicos para deshacer
entuertos privados. Un rey en la cama es un particular. Además no
afecta a la seguridad del estado que se sepa y se confirme que un
monarca tiene una aventura extramatrimonial. Si éste considera
inapropiado el conocimiento público de hechos de esta índole,
siempre tiene la opción de abdicar.
Los
fondos reservados deben destinarse a la defensa del Estado, no a
ocultar los trapos sucios de los servidores públicos. De lo
contrario se puede incurrir en un delito de malversación de caudales
públicos. Rafael Vera terminó en la cárcel por aplicar esos
fondos a actividades ilícitas. El Tribunal Supremo consideró
probado que se lucró personalmente.
A
un jefe del Estado hay que exigirle ejemplaridad y un acatamiento
estricto de la legalidad Su posición no puede ni debe implicar una
patente de corso para hacer de su capa un sayo, como si estuviéramos
en la Edad Media. Tampoco es razonable la condición que otorga al
rey nuestra Constitución: inviolable y no sujeto a responsabilidad.
Debería ser como en USA, donde existe el impeachment.
Que se lo pregunten a Nixon, que renunció cuando lo fueron a
procesar. Y no pasó nada. Asumió la presidencia otra persona y aquí
paz y después gloria. Urge reformar la Ley Fundamental española y
modificar sus artículos 1.3, todo el título II y demás
relacionados.
Tertulianos
defensores a ultranza de Juan Carlos de Borbón argumentan que los
presuntos delitos estarían prescritos y que, en cualquier caso, se
le debe un respeto y un reconocimiento por la Transición, por haber
traído la democracia a España. Yo creo que la previa actividad
benefactora de un malhechor no le exime de culpa.
Esta
triste y sucia historia, de ser cierta, dejó tres víctimas. Una
señora, un niño y el bolsillo de los contribuyentes. Prefiero no
hablar del descrédito de las instituciones y su máximo
representante y que la fuente de legitimidad del jefe del Estado
actual pudiera ser la herencia de un indigno.
Nota
del autor. Sumer es el acrónimo de su majestad el rey que, al
parecer, usaba Juan Carlos de Borbón para presentarse en sus
llamadas telefónicas.
Comentario
No
tiene desperdicio el artículo de Pilar Urbano publicado esta misma
semana en EL ESPAÑOL:
No
hubiera imaginado yo, por lo que relata, que altos cargos, y hasta un
cura, confesor y consejero espiritual del entonces rey, se dedicaran
a la alcahuetería.
Recomiendo
su lectura a todo aquél que no esté al tanto de toda esta trama.
¡¡Qué asco!!
ResponderEliminarPero yo creo, o espero, que por formación o por herencia materna los genes paternos queden neutralizados... ¿Ingenua?
A ver si me la cargo otra vez...
Mi anónima, y bella, señora:
EliminarDe mal sistema nos hemos dotado cuando tenemos que estar rezando para que el jefe del Estado nos salga bueno, pues de lo contrario no podemos prescindir de él.
Qué buen análisis de un hecho “posiblemente” cierto. Y como bien mencionas un presidente no tiene ese privilegio de inviolabilidad.
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