RELATO NAVIDEÑOS
Intensas Navidades
Javier Martínez Gutiérrez
Gateo de la plataforma petrolífera Agtum Dagi de 45.000 t. Corea. Navidades 2015. |
A mi tampoco me gusta nada este período de fiestas. Los recuerdos no son buenos. Siempre supuso para mi una enorme cantidad de trabajo, a lo que se añadió, según fueron transcurriendo los años, los recuerdos dolorosos de la pérdida de mis padres y de mi mujer.
No creo haber pasado unas Navidades tranquilas hasta la pandemia. Fueron tristes, pero al menos tranquilas. Hasta entonces, llegaba a España el día 23 de diciembre, desde cualquier país de América donde estuviera trabajando. El 25 por la mañana salía de nuevo de viaje, ya que era tradicional que al día siguiente tuviéramos comité de dirección de la compañía en cualquier ciudad de Inglaterra. La razón era que las principales obras en las infraestructuras de los ferrocarriles británicos —como, por ejemplo, la sustitución en una noche de puentes antiguos por nuevos— se realizaban en la madrugada del 25 al 26, jornadas en las que no se presta servicio por las fechas navideñas. Para dar ejemplo a todos, nuestra empresa había decidido que, puesto que había empleados que se quedaban sin disfrutar de la Navidad, la gerencia fuera solidaria. De forma que el día 26 de diciembre, Boxing Day en Gran Bretaña, nos veíamos todos, con o sin mujeres, con o sin niños, dependiendo del año y de las circunstancias, celebrando dicha reunión en lugares remotos del Reino Unido.
Del mismo modo, el 1 de enero volvía a salir de viaje. Hay muchas zonas del mundo donde no se celebra la Navidad. Por ello nosotros sí trabajábamos, así que teníamos que pedir voluntarios para acudir a ciertas obras en dicha fecha. Y de nuevo, por solidaridad, nos repartíamos por esos lugares: Oriente Medio, Tailandia, Corea...
Pero claro, había que regresar a Madrid para pasar Reyes con los niños, de forma que, el 5 de enero, aquí estaba nuevamente, preparando los juguetes, que siempre compraba mi mujer.
El día 6 era una peregrinación a ver a los abuelos, hermanos, amigos y recoger regalos y comer roscón. Tras el periplo, llegábamos cargados a casa de inútiles paquetes para los tres niños y con la tripa hinchada del reverenciado bollo navideño.
Qué bonito, qué fiestas, qué tranquilidad… El día 7, a trabajar, qué ya se han acabado las vacaciones, ¡gandul!
El paseador suplente de peludos
Julio Sánchez Mingo
Habitualmente, en Navidades, ejerzo funciones de paseador suplente de peludos. Por este motivo, estaba yo en la calle el pasado 25 de diciembre a las 9 de la mañana, para ejercer tan noble oficio: recoger la blandita y calentita con una bolsa de plástico negro compostable y, a continuación, introducir el paquete en una papelera de la vía pública.
No hacía mucho frío. El silencio era absoluto. El vecindario permanecía todavía en la cama, digiriendo los restos de la pantagruélica cena de Nochebuena y en estado semicomatoso, durmiendo la resaca de la copiosa ingesta de vinos y espirituosos. En muchas ocasiones, bastante hay que beber para soportar la matraca de familiares pelmas e indeseados. En el cuarto de hora que duró el garbeo matutino, ni un solo coche circuló por la calle. Por la cercana ronda, que en su día integraba un bello bulevar arbolado —eliminado por aquel alcalde de infausto recuerdo apodado Carnicerito de Málaga—, pasaba un coche ogni morte di papa, como dicen los italianos.
En esto divisé a lo lejos a un operario vestido con un uniforme de llamativos colores azul y amarillo fosforito: un barrendero de una subcontrata del ayuntamiento recogía de la acera las hojas de los árboles, aún otoñales. Me chocó, por absurdo y falta de consideración a un trabajador, que, en una ciudad donde ese día no hay servicio de recogida de basuras, se dedique a alguien a realizar una tarea tan perentoria. Y me acordé de Mazarredo, nuestro catedrático de Termodinámica, que censuraba que en la Ciudad Universitaria de Madrid —cuyos jardines se mantienen en estado deplorable porque el gobierno regional no quiere dedicar un chavo a la universidad pública— se amontonaran las hojas secas para quemarlas a continuación.
Me gusta lo de pasear al perrito por la mañana se ven cosas muy curiosas
ResponderEliminarFelices fiestas
ResponderEliminar!Feliz Navidad!
ResponderEliminarA mí me gusta.
Desde niña, cuando mi padre nos metía en el coche a mis hermanos menores y a mí, a ver las luces de Navidad del centro de Madrid, mientras mi madre preparaba la cena de Nochebuena.
Nada glamurosa, por cierto.
Un tantico cansada de celebrar Navidad contra mi contrarío...
ResponderEliminar