13 agosto 2021

Ella

Isabel Lobato

 

 

A los ojos de todos eran la pareja perfecta, Esteban y Pilar, atractivos y con éxito. Siempre se trataban ante los demás con una exquisita amabilidad y una leve sonrisa de personas mutuamente satisfechas. Nunca se pudo crear un chismorreo sobre ellos, nada de infidelidades, adicciones, mentiras, discusiones o desacuerdos. Eran la envidia de sus amigos y su modelo a seguir. Únicamente se podía observar una conversación peculiar que se repetía cada cierto tiempo.

Cuando ella expresaba una opinión diferente de la suya sobre cualquier tema, él le preguntaba sin abandonar su sonrisa:

¿Estás segura querida?

Y ella indefectiblemente hacía una pausa, mientras los demás contenían el aliento ante la posibilidad de que se abriera una fisura en aquella envidiable, y a veces un tanto irritante, armonía. Entonces contestaba.

Oh, pues ahora que lo dices... Ya no lo tengo tan claro.

Entonces él expandía su sonrisa y la conversación continuaba.

Quiso la suerte, buena o mala, según para quien, que Esteban muriera a los cincuenta y ocho años de un ataque fulminante al corazón, dejando a todos consternados por su inesperada muerte, a todos menos a su viuda. Ese día, en el interior de su casa, oculta de los ojos de todos con la disculpa del duelo, Pilar sonrió de verdad por primera vez en mucho tiempo. Después se desnudó entera y se paseó descalza por la mansión vacía, mirándose con coquetería en cada espejo y cristal. ¡Aún estaba de buen ver para sus cincuenta años! Luego encendió un cigarrillo y aspiró con deleite... El esperado reencuentro después de tanto tiempo... A continuación fue a la cocina y se sirvió una copa de chardonnay bien frío. Eran las diez de la mañana, pero eso ya daba igual. A partir de ahora era la única dueña de su cuerpo, de su mente, de su corazón y de su vida. Nadie que la controlara, nadie que decidiera qué era lo adecuado y lo correcto, nadie que le impusiera su inflexible y limitada manera de ver la vida. Disfrutó de un día completo de paz consigo misma, después tuvo que pasar por el teatro de la triste despedida y de la incineración. Él no quería que lo incineraran, siempre hablaba de un fastuoso mausoleo, para que nadie le olvidara, para que ella siguiera recordando, para que también en la muerte pudiera tenerla atada, pero se sintió invulnerable y no tuvo la precaución de dejar su deseo por escrito, así que por una vez en la vida, ella decidió por él, y lo redujo a cenizas.

Se las llevó a casa en aquella vasija tan delicadamente ornamentada, para darse el gusto de decirle todo lo que no le dijo en treinta años de vida juntos y, después, las esparció. Las dejó caer en una alcantarilla de una ciudad a quinientos kilómetros de la suya y se llevó la vasija porque le parecía preciosa. Él no se merecía nada mejor. No las tiró al mar o en un bosque porque no quería encontrárselo otra vez golpeándole la cara, en una tarde ventosa.

Días después decidió abrir al público la gran mansión. Pagando una módica entrada, cualquier persona interesada podía recorrer los maravillosos jardines, las bellas estancias, admirar el extraordinario mobiliario hecho a mano por grandes maestros artesanos, extasiarse ante las obras de arte de pintores famosos, y descubrir qué sentían al ver la sala de tortura. Allí fue donde Esteban la sometió a todo tipo de humillaciones durante treinta largos años.

Ahora era el momento de darlo a conocer al mundo.



5 comentarios:

  1. Muy cierto las apariencias engañan,muy buena historia

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  2. pero ya sabes... si la carreta suena mucho está vacía.

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  3. Los micromachismos llevan el prefijo "micro" no porque sean leves sino porque se producen en el entorno reducido de lo cotidiano. Sin embargo, sus efectos pueden ser tan devastadores como la violencia física. Los micromachismos son también violencia de género. Y la violencia de género no tiene clase social Este relato muestra un ejemplo muy representativo.
    Los hombres tenemos que leer a las autoras feministas para enterarnos de los múltiples mecanismos que aprendemos a utilizar desde pequeñitos para perpetuar la dominación de las mujeres. Ya no vale la excusa de que no nos enteramos.
    Gracias, Isabel, por recordarnos lo.

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  4. Cierto, sí. Conozco parejas así, que son fachada. Creo, además, que el tema de las redes sociales de hoy en día, lo potencia, mostrar la mejor cara, la mejor pose para la foto y la vida en sociedad, pero el problema es ése, que es sólo una pose, no la realidad.

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  5. Un buen relato. Describe muy bien el silencio de ella, su rabia acumulada tras esos años de falsas apariencias, una vida cómoda pero a qué precio. La dificultad de salir de esa vida .Gracias Isabel, mis felicitaciones.

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