04 junio 2021

La decisión de no ser madre

Laura Vega

Te amo madre y lo sabes. Respeto y quiero a mi suegra, cuñadas y amigas por ser unas madres extraordinarias. Pero este texto me lo debía

 

Hace un par de semanas me encontré con una amiga de la universidad, que tenía tiempo de no ver, y me preguntó si tendría hijos, a lo que contesté que no, que ya no podía y ya no quería. En lugar de horrorizarse, como lo han hecho muchas personas a lo largo de mi vida, me felicitó y me dijo que la maternidad es algo demasiado idealizado y hay algunas mujeres que simplemente no servimos para ello, incluso algunas que ya son madres.

Después se me ocurrió ir a la ginecóloga para un chequeo rutinario y, tajante, me volvió a preguntar si quería tener hijos. Mi respuesta, la cual tengo desde hace muchos años atrás, fue que si ocurría bien y si no pues no iba a someterme a tratamientos costosos y extenuantes psicológica y físicamente. Sin embargo, esa idea que dejé al destino ya expiró, porque estoy a un mes de cumplir cuarenta años y la doctora me dijo que, si no era ahora, ya no sería nunca. Desafortunadamente de manera natural ya no podría tener bebés, la única manera sería in vitro. Hasta ese día honestamente desconocía el tratamiento in vitro y debo reconocer que no me gustó. Le expliqué a mi esposo, porque él comparte mi sentimiento de dejarlo al destino, y le comenté que éste ya nos alcanzó y hasta nos rebasó, porque el cuerpo se hace viejo y es sabio, pues no es lo mismo tener un o una bebé a los veinte o principios de los treinta, que llegando a los cuarenta. Resolvimos así no tener bebés y ya no someterme a ningún tratamiento doloroso, desde la histerosalpingografía, que debía hacerme para ver mis trompas de Falopio, hasta la extracción de óvulos y las inyecciones de hormonas. Aclaro, a los hombres no les duele nada. Solo tienen que depositar semen en un vaso. Así que decidí que eso no era para mí, tampoco me parecía equitativo. Así que no, no tendré hijos, por lo menos biológicos; adoptivos, pues tampoco estoy segura. Honestamente por la única razón que me hubiera gustado tenerlos, pero sigue sin ser suficiente, es para darles un nieto a mis papás, aunque sé que podrán superarlo o creo ya lo hicieron y se resignaron. Seguiré siendo la eterna hija que, cuando en una plática de madres alguien habla del embarazo, yo hablaré de lo que me contó mi mamá sobre mi nacimiento, para no quedar fuera de la conversación. Pero lo cierto es que a las no madres ya no nos invitan a las fiestas infantiles, a los cumpleaños de los hijos de las amigas, el entorno de ellas se transforma y por ende el nuestro también. Las no madres, que tienen ya cuarenta años y son señoras, somos una rara especie. Una amiga y yo compartimos la idea de que somos hasta cierto grado discriminadas de algunos espacios y, evidentemente, no podemos opinar sobre la maternidad porque no hemos sido madres. Esta condición al principio me entristecía, pero con el paso del tiempo y sobre todo cuando desaparecieron las ganas de ser madre, ya no me afectó. El tiempo lo cura todo, bien dice el dicho. Para llenar ese espacio que quedó de no ser madre, hace cuatro años llegó Bimbo. Evidentemente no es mi hijo y sé perfectamente que es un perro y aunque a veces se me pasa la mano y lo humanizo inconscientemente poniéndole sus suéteres o impermeables, me queda claro que es un perro. Pero sin duda, ese perro me ayuda a no sentirme sola cuando estoy en mi casa, tengo a quien abrazar y le doy mucho amor para que olvide, si es que los perros tienen recuerdos, su vida solitaria por las calles. No puedo negar también que la pandemia me hizo pensar mucho en la vejez, en que si se venía otro virus mortal, cuando yo estuviera mayor ,no habría un hijo o hija que me ayudara con las compras, a abrir un garrafón, cargar el súper, llevarme al hospital o simplemente preocuparse si seguía viva.

El pasado viernes vi la película Nomadland y advertí que parecido, no igual, quería acabar mis últimos días, donde quizás tener un hijo no era indispensable porque tampoco es obligación que te cuiden de viejo. Me vi recorriendo caminos, me vi viajando y quizás, si trascendía en uno de esos trayectos, cumpliría conmigo, no con nadie más. Y la verdad hoy, a mis casi cuarenta años, corriendo 10 kilómetros por día, y un poco más lo fines de semana, con metas en puerta, viajes a futuro, sobrinos que adoro, mi perrhijo Bimbo, un esposo tan loco como yo, me siento feliz y plena. Hoy me celebro a mí, por haber tomado la decisión valiente de no ser madre. Nadie tiene derecho a juzgarme, porque, como dice mi padre, cada quien que haga lo que quiera con su vida.



4 comentarios:

  1. Genial Laura, cada uno elegimos o en este caso, la naturaleza decidió, pero como dices tienes, sobrinos, padres, marido hasta un perro.
    Compañía no te falta y seguro que también las madres se sentirán excluidas cuando tú puedes ir a un evento y ellas a recoger criaturas o a extraescolares.
    Reparto alimentos por las noches por las calles y muchos dicen que soy su madre, quizás haya muchas maneras de sentir o dar ese amor.
    Abrazoss

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  2. Un abrazo querida Lau. Gracias por tu valentía de abrir tu corazón.

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  3. Me ha encantado Laura tu estupenda decisión. Por ser mujer existe esa "norma" hay que ser madre. Esta opción hoy en día se puede elegir. Conozco alguna "Madre" de mi entorno, que le tocó ser eso ,y estoy casi segura que esta Mujer, hubiera sido muy feliz sin hijos. Las épocas mandan. Te felicito. Lo importante es hacer lo que deseemos, a veces no es fácil. La sociedad nos conduce como un torrente, para salir de él pagamos precios. Es la forma de romper con los tópicos y evolucionar. En mi experiencia , me atosigaban porque no me hacían abuela. Procuraba entenderles, cuando me insistían con la frase...No sabes lo que te pierdes es algo tan diferente y especial....Bueno pues soy abuela, y si, me encanta, pero como todo aquello que no tenemos , tendemos a idealizar. Sigue disfrutando de la Vida.

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  4. Yo también pensaba como tú, si vienen los niños bien, pero si no lo hacen, pues igualmente bien. La vida la llenas con diferentes formas de amor, con sentimientos, magia, pasión, con tus aficiones, con tus gustos, tus caprichos, tus enfados, tus alegrías... pero nunca lo debes hacer con cosas forzadas o impuestas por la sociedad porque, luego te pasan una factura muy difícil de pagar. La vida es eso que va sucediendo mientras tu haces planes para vivirla.

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