06 noviembre 2020


Terrazas, comidas campestres e irresponsabilidad


Julio Sánchez Mingo

 

Alameda del Valle. Todos los Santos 2020. J. S. M.

Las terrazas de los establecimientos de hostelería han sido santificadas porque están al aire libre. Son intocables, a pesar de sus muchas irregularidades, para desesperación de vecinos y viandantes. Todo ello con la connivencia de los ayuntamientos, que recaudan bastante dinero con ellas. Muchas son espacios casi cerrados, no sólo son mesas y sillas en la vía pública. Hay mamparas, techumbre, jardineras y demás. El aire no circula, se fuma y abundan los mecheros estufa.

Además, en cualquiera de ellas, las cabezas de los comensales, cada uno de su padre y de su madre, generalmente no convivientes, están a 50 centímetros unas de otras: sin mascarilla, comiendo, bebiendo, charlando, gritando, riendo, fumando. El coronavirus a sus anchas.

Las cañas las carga el diablo, como las armas.

Un verdadero peligro. ¿Nadie lo ve?


Domingo de Todos los Santos 2020. Hace un día espléndido. Temperatura primaveral. No se puede salir de la comunidad autónoma. Manadas de coches se dirigen a la Sierra. Todos los aparcamientos se llenan desde primeras horas de la mañana. Por la tarde, a la vuelta, los atascos se harán insufribles.

En la pradera que rodea la ermita de Santa Ana, en Alameda del Valle, un grupo ha tomado una de las mesas con bancos habilitadas para comidas campestres. Lo forman tres parejas jóvenes y una miríada de niños y adolescentes, al menos quince personas. Todos sin mascarilla. ¿Para qué? Están en el campo, al aire libre, todos se conocen, son amigos.

Al atardecer, toca la recogida. Un caos de platos, cubiertos, envases y ropa. Todo mezclado, sin tener muy claro qué cosa es de cada quién. Supongo que habrían compartido companaje, comida, bebida, tenedores y cuchillos. Alguno de ellos enfermará, y alguno de sus padres o abuelos fallecerá.


Tenía una pizzería de notable éxito en Mojácar, en la carretera de la playa, llegando a la desembocadura del río Aguas, camino de Garrucha.

Su hija, estudiante, había vuelto a casa para las vacaciones de verano. El padre le advirtió que ni se le ocurriera ir a ninguna de las afamadas discotecas del paseo marítimo, imán para la juventud de media Andalucía. Sin embargo, ella acudió a divertirse.

Ahora el establecimiento está abierto, pero trabajan a medio gas. El propietario ha fallecido de COVID-19.

 

+1, vídeo escrito y dirigido por Willy Suárez. Primer premio del certamen Compromiso en 60 segundos. Instituto del Cine de Canarias.

https://www.youtube.com/watch?v=YZwMtqGwJTg

 


 


 

12 comentarios:

  1. Dicen que el contacto al aire libre es muy difícil y también es insano el sedentarismo. Las relaciones sociales y la felicidad favorecen las defensas y los pobres hosteleros tienen que comer, quizás sea mejor que ellos y sus familias mueran de hambre o pidan esas ayudas que jamas llegan o son escasas. Sabes lo que ha aumentado el índice de suicidios?
    Me parece genial que usemos las terrazas, quien no quiera que no las use, pero creo que criminalizar a jóvenes, senderistas, propietarios de locales es un error. Creo que se deberían contratar muchos más sanitarios y rastreadores, creo que sería mucho mejor adecuar la Sanidad, dotar de más instalaciones para poder atender las necesidades de los que enfermen. El virus nos va a acompañar, vamos a combatirlo, pero no a combatir nuestra necesidad social o económica. Unos parientes míos de más de 80, están hospitalizados, jamas van a terrazas o restaurantes, no se relacionan apenas y menos con jóvenes, como no sea un cajero de supermercado.
    Disfruto viendo a los demás disfrutar, probablemente si tuviéramos menos años podríamos sentir el horror que están viviendo nuestros jóvenes.

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    1. Carmen García Delgado6 de noviembre de 2020, 17:22

      Buenas tardes:
      Creo que nos movemos en el falso debate sanidad vs. economía, que nos induce a confusión. Es verdad que este virus ha venido para quedarse una temporada y que tenemos que aprender a convivir con él; pero convivir con él no significa abrirle la puerta de nuestras casas. ¿Porqué no nos fijamos en los países que mejor han controlado la pandemia y analizamos lo que han hecho? Indiscutiblemente tienen unos equipos de control sanitario mucho más potentes que los nuestros; el número de rastreadores está a años luz de los que tenemos y la respuesta es inmediata: identificación de casos, diagnóstico precoz, aislamiento y control. Pero en esta ecuación hay otro elemento importantísimo sin el que la estrategia implantada no daría resultado: la ciudadanía. La ciudadanía que cumple escrupulosamente con las recomendaciones sanitarias sin cuestionarse el uso de la mascarilla, de la distancia de seguridad, la higiene de manos o la disminución del contacto social. Sin personas comprometidas en la lucha contra el virus, cualquier estrategia, aún la mejor diseñada, falla estrepitosamente. Si queremos salir de ésta con bien, y sin que se nos haga más añicos la economía, tenemos que seguir a rajatabla las indicaciones, sobradamente contrastadas desde el punto de vista científico: mascarilla, distancia física, higiene de manos y disminuir los contactos sociales. Nadie dice que no se usen las terrazas, siempre que se cumplan los requisitos de aforo, distancia entre mesas, número de personas por cada mesa.
      Tampoco se demoniza a los senderistas, ni a los jóvenes. Sólo pedimos que cumplan las medidas de protección, por ellos y por todos los demás. Si no somos responsables, si no nos preocupamos por nuestro autocuidado ya se pueden contratar 100.000 rastreadores que el resultado será catastrófico. No frivolicemos con algo tan serio, por favor.

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    2. La libertad de cada uno termina, o debe terminar, cuando entra en colisión con la libertad o los derechos de los demás.
      En este escrito denuncio los comportamientos de unas minorías que son perjudiciales para la salud pública, que es algo de todos.
      El domingo pasado, en la Sierra, había miríadas de excursionistas con una actitud más que correcta. Pero el procedeer del grupo que denuncio habrá sido un peligro para todo su entorno social. Del comentario de Nieves parece traslucirse que yo criminalizo a todos los que caminamos por la montaña. Nosotros éramos seis, subimos cuestas con mascarilla y comimos a un mínimo de cuatro metros de distancia unos de otros. Máximo respeto hacia el prójimo.
      No se puede tomar la parte por el todo.
      Lo mismo vale para los jóvenes. No se debe criminalizar a todos ellos por unos pocos auténticos descerebrados. En Madrid, la policía municipal desaloja los fines de semana unos pocos cientos de fiestas ilegales, que son un peligro para toda la sociedad. Mientras, cientos de miles de chavales se quedan en su casa tranquilamente.
      Me parece una exgeración decir que los jóvenes estan padeciendo un horror. Mis padres tenían diecinueve años cuando estalló la guerra, que duró tres. De propina soportaron una calamitosa posguerra. Para ellos no existio la juventud, como para el resto de los de su generación. Un horror son los padecimientos de los niños y chavales confinados en los campos de refugiados de Lesbos, sin abrigo, bajo la lluvia, en el barro, mal alimentados. Y no digamos el caso de los menores que han de tomar un cayuco, tras vagar meses por África, para, si lo consiguen, terminar explotados en la Europa donde algunos se lamentan porque sus nenes no pueden ir a la discoteca.
      Y no olvidemos a los dos niños de doce y catorce años, descuartizados esta semana en Ciudad de México, porque para subsistir se tenían que dedicar al menudeo de la droga.
      O remamos todos al unísono, nos sacrificamos y somos pacientes, o el futuro se nos presenta muy, pero que muy negro.

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  3. El gran problema es cómo indica Nieves; la falta de refuerzo de todo el sistema público de salud. Los privados no contratarán a ningún rastreador.

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    1. Ni los públicos, por mi experiencia en Valencia, cada vez q mi hija está con un Covid positivo, ya sea en la Universidad o en comedor del colegio donde trabaja, se hace la prueba privada y pagándola. Rastreos 0. Hasta el momento.

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  4. Exacto.
    El que no quiera que no vaya.
    Cuando comenzamos a caer en el hábito de decir a los demás lo que deben y no deben hacer, lo que está bien y lo que está mal, y dedicarnos a juzgar al prójimo, es que algo falla de puertas adentro.
    Que cada uno mire hacia si mismo y su casa, y actúe acorde a sus circunstancias, y que nunca, nunca, nos quiten la libertad a elegir lo que queremos para nosotros.

    Dediquémonos a pasar este trance, de la manera más positiva y constructiva posible, y no caigamos en el vicio de ser policía de barrio, que lo único que hace es envenenarnos el alma y las amistades.

    Un abrazo

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  5. La complejidad de unificar un juicio acerca del actuar, o dejar de hacerlo, ante esta pandemia es una labor que presenta infinidad de caras y gestos.
    Cada individuo, al igual que un actor,interpreta su personaje y en escena asume su caracterización histriónica, acordé al argumento y trama trazado. En este sentido, y siguiendo el mismo símil, el rol de su vida, el libreto de sus actos conscientes y la dramatización de un futuro incierto, pero ineludible, en que la vida de muchos, y la suya propia, pende de un hilo, cada hombre tiene la responsabilidad y libertad de elegir, y al final se verá, que tan estelar y brillante fue su actuación al finalizar su película.
    Espero que llegado ese momento haya suficientes espectadores que aplaudan, porque los ausentes estarán en escenarios ajenos a esta vida.

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  6. Es un problema multifactorial que va a generar muchas tésis doctorales en los siguientes años. Hay que ver el bosque y no el árbol. Pienso que la única ruta es encontrar el cómo, para atender el qué, pensando en todos los involucrados, a quienes podemos impactar. La conciencia social, para pensar, atender y cuidar las necesidades de todos (niños, adolescentes, adultos) es crítica en la situación que enfrentamos. Los mejores deseos para todos ustedes y sus seres queridos, mantengamos sobre todo la unidad, la comprensión y el optimismo.

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  7. Gracias por el tema estimado Julio; hacer conciencia es tan importante para vencer. Saludos a todos.

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  8. Me ha gustado mucho tu post, Julio, porque es exactamente lo que está ocurriendo diariamente. Desde luego que todos sufrimos la falta de inversión y la mala gestión de la Sanidad Pública en Madrid. Han tenido tiempo, en los meses de verano, para contratar médicos, sanitarios, rastreadores y sin embargo, pretenden que vayan voluntarios y voluntarias a trabajar sin ningún incentivo. Hay en el hospital Infanta Sofía, un edificio de UCI preparado desde hace tiempo, sin utilizar. La Atención Primaria, colapsada, ya no hacen PCR cuando se ha estado en contacto estrecho con un positivo a no ser que se tengan síntomas y hacen un hospital en tres meses con un sobrecoste de 50 millones de euros que ahora va a servir para almacén. Todo esto y más está pasando en Madrid y hay que denunciarlo. Pero también es verdad que, aunque la mayoría respetamos y seguimos las indicaciones de las autoridades sanitarias, hay quienes actúan de una manera irresponsable como tú señalas. Y por muchas medidas que se tomen si no nos concienciamos de que tenemos que ponernos mascarilla, lavado de manos, distancia social y salir de casa lo menos posible, no hacer botellones, etc tarde o temprano, volveremos a la vuelta al confinamiento domiciliario con lo que eso conlleva para la economía. Los propietarios de las terrazas deberían ser más rigurosos con los que en sus locales incumplen las normas. Irá también en su beneficio y en el de todos. Cuidaos mucho, por favor. Saludos!!!

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